Es algo bastante extendido. Será por el grado de escepticismo y visión crítica intrínsecos a la actividad científica, será porque somos todos unos llorones: pero a muchos de los que nos hemos enfrentado a realizar una tesis doctoral, cuando por fin hemos podido terminar el periodo de investigación, convertirlo en un librito y defenderlo ante un tribunal, se materializa en nuestra cabeza un pensamiento que arrastrábamos desde largo y nos acompañará mucho tiempo: mi tesis es una mierda. Tanto esfuerzo, tanta ilusión, tanta dedicación… ¿para qué? No he curado ninguna enfermedad, no he publicado en una revista de alto impacto, y no me van a dar ni un premio IgNobel. De hecho, ni yo mismo me creo mis resultados; les he dado tantas vueltas, he querido con tanta intensidad que fuesen de otra manera… que incluso dudo de su autenticidad. No digamos ya de su relevancia para el futuro de la comunidad científica. Reconócelo, lector en proceso de doctoración: alguna vez tienes que haberlo sentido (todo esto está estudiado, se llama “síndrome del impostor” y nos habló de ello el siempre infalible Copépodo).
Y si no sabes de qué va esto, igual eres de los pocos suertudos que sí cumplieron algunas de esas expectativas iniciales. A lo mejor eres tan brillante que jamás dudaste de tu éxito y lo puedes enarbolar con orgullo. En tal caso: enhorabuena, te felicito. Puedes considerarte afortunado. Pero entonces este no es tu post, puedes seguir leyendo pero no creo que encuentres nada de interés. Así que deja que tus compañeros menos afortunados, pero muchos de ellos tan brillantes como tú o más, se consuelen con la humilde experiencia de alguien que pensó durante mucho tiempo que su tesis era una mierda, pero que ahora la mira con gran orgullo y satisfacción.
Sin más dilación, aprovechando que justo hoy se cumplen 6 AÑAZOS desde que defendí a capa y diapositiva mi tesis doctoral, os voy a contar una historia de abuelo cebolleta...
Sin más dilación, aprovechando que justo hoy se cumplen 6 AÑAZOS desde que defendí a capa y diapositiva mi tesis doctoral, os voy a contar una historia de abuelo cebolleta...