lunes, 26 de octubre de 2020

Aumento de brotes

Cuando todo parecía estar bajo control, empezaron a detectarse brotes. Al principio no eran muchos; nada de lo que preocuparse. Pero poco a poco fueron llamando cada vez más la atención, tanto por su preocupante aumento como por la rapidez con que volvían a proliferar cuando se creía haber conseguido erradicarlos. Cada vez más voces se alzaban clamando por una serie de medidas que pusieran fin de manera tajante a los brotes, de cara no solo a tranquilizar a la primera oleada de colonos, sino a garantizar que el establecimiento de las futuras generaciones fuese un proceso irrevocable.

El gobierno, avalado por lo que denominaban “comité de expertos”, se apresuraba a acallar aquellas voces; pero gran parte de la población seguía sin convencerse de la supuesta inocuidad de los brotes, y de que reducirlos fuese a ser tan fácil como en las primeras detecciones, puesto que parecían darse cada vez más a menudo. Los científicos, por otra parte, no ocultaban que desconocían gran parte de los mecanismos subyacentes a la proliferación de aquellos seres. Para una especie con un metabolismo y tasa de reproducción tan lentos, resultaba inaudita la dificultad de su exterminio, dando cuenta de una resiliencia y unos recursos biológicos que escapaban al análisis más exhaustivo.

No sería hasta tiempo después, cuando ya fuese demasiado tarde para tomar medidas más efectivas, que se darían cuenta de su error. Quién iba a imaginar que la respuesta no vendría de los biólogos ni epidemiólogos, sino de aquellos eruditos más relacionados con las disciplinas históricas, arqueológicas y filosóficas. Los seres que habían dominado aquel planeta antes de su llegada no lo hicieron por superioridad numérica, puesto que compartían los ecosistemas con multitud de especies cientos de veces más abundantes; si consiguieron alcanzar tales cotas de expansión, dejando huella en todas y cada una de las áreas que poblaron, fue por haber desarrollado una inteligencia y una consciencia de sí mismos de la que carecían el resto de formas de vida que evolucionaron a su lado. Para cuando supieron que aquellos seres tenían una cultura propia y se denominaban a sí mismos “humanos”, ya era obvio que más temprano que tarde el planeta volvería a los que habían sido, hasta entonces, sus indiscutibles amos.


Este relato es una nueva contribución a @divagacionistas cuyo tema esta vez era #relatosBrotes