Así diciendo, el esclarecido Héctor tendió los brazos a su hijo, y éste se recostó, gritando, en el seno de la nodriza de bella cintura, por el terror que el aspecto de su padre le causaba: dábanle miedo el bronce y el terrible penacho de crines de caballo, que veía ondear en lo alto del yelmo. Sonriéronse el padre amoroso y la veneranda madre. Héctor se apresuró a dejar el refulgente casco en el suelo, besó y meció en sus manos al hijo amado y rogó así a Zeus y a los demás dioses:
—¡Zeus y demás dioses! Concededme que este hijo mío sea como yo, ilustre entre los teucros y muy esforzado; que reine poderosamente en Ilión; que digan de él cuando vuelva de la batalla: ¡es mucho más valiente que su padre!
Homero - La Ilíada, Canto VI
Jean-Baptiste Carpeaux "Hector implorant les Dieux en faveur de son fil Astyanax" (fuente)
Tras mucho meditar sobre cómo conmemorar la llegada de Héctor a nuestras vidas, finalmente he decidido dejarlo en manos del mismo poeta que me inspiró para elegir su nombre. En este párrafo se resume todo lo que quisiera plasmar para que si algún día decide repasar los desvaríos internetiles de su padre, pueda extraer de ellos alguna valiosa lección. Y qué mejor lección que la que muestra el héroe mitológico, que ante el rechazo y susto de su recién nacido vástago, deja a un lado las armas que viste a diario, besa a su hijo y ruega a los dioses algo tan simple como bello: que cuando crezca, todos afirmen con rotundidad que supera a su padre. No puedo sino sumarme a la figura literaria y desear ser capaz de proporcionar a Héctor las herramientas necesarias para que se convierta en la persona que desee. Pero sobre todo, en una persona que supere a su padre en todos los aspectos posibles. Tanto en los buenos como en los malos.
En internet no se escribe con lápiz; se escribe con tinta, nos recuerda la película La Red Social. Los que escribimos en un blog dejamos un testimonio indeleble del momento que vivimos y de nuestra personalidad. Por lo tanto, este es mi legado para Héctor. Lo que va a encontrar aquí son pedacitos de su padre, de cómo era antes, durante y después del tiempo que haya pasado hasta que pueda leerlo. Tal vez entonces entienda muchas cosas, tal vez se divierta, tal vez aprenda o tal vez se avergüence; en cualquier caso, deberá saber que todo esto forma parte de mi, y que tanto si nos llevamos muy bien como si pasamos por épocas de desencuentro o enfado, siempre podrá recurrir a estas líneas y llegar a comprender un poco mejor a este ser humano tan complejo como él mismo. Puede que nunca entienda por qué menciono tanto a Charles Darwin, qué tienen de especial los cómics o cómo pueden gustarme tanto esas películas donde se nota que los monstruos son de goma; tal vez bucear entre estas páginas le ofrezca algunas respuestas. Y especialmente, creo que si un ápice de la pasión por la ciencia, la curiosidad de descubrir el porqué de las cosas, o conocer de qué estamos hechos se filtra a través de estas palabras, la aventura del bloguerismo habrá cumplido con el más inesperado y satisfactorio de los objetivos.
Tan sólo doce días han pasado desde que Héctor aspirase aire por primera vez a través de sus recién estrenados pulmones. Durante ese tiempo todo ha cambiado. Tengo menos tiempo para escribir, aunque no dejo de pensar en el tipo de cosas de las que me gustaría dejar constancia para que algún día, como digo más arriba, él pueda leerlas. Por lo pronto, ya estoy disfrutando de la mayor aventura a la que me haya enfrentado jamás, sufriendo una dosis de responsabilidad que haría estremecerse al mismísimo Peter Parker. Puede que, a partir de ahora, todo aquello que escriba adquiera un nuevo matiz, porque sabré que en cualquier momento puede haber una diminuta cabecita asomando, alguien vigilando por encima de mi hombro, que se preguntará qué tienen de interesante todos esos señores sin cara.
Este es tu legado, Héctor. Disfrútalo en la medida de lo posible. Espero que te sirva para ser mejor persona de lo que yo nunca llegaré a ser.
Y si no, al menos espero que te diviertas.
Y si no, apaga el ordenador y vete a la cama.
Sí, un día cupiste aquí. Dale las gracias a Quique y Cris por este regalo tan molón, cortesía de Misedades.