- Buenos días doctor. ¿Tendría
usted un minuto?
- Claro que sí. Pasa y
cuéntame.
Entró en el despacho,
pero no se sentó. Sabía bien que a sus superiores no les gustaba que se tomase tantas
confianzas.
- Verá… iré al grano,
como dicen ustedes. Se trata del último circuito que me diseñó.
El doctor frunció el
ceño.
- No, no se preocupe. Va
todo bien. Bueno, eso creo. Le cuento: estaba haciendo mi rutina diaria, y la
he terminado 30 centésimas de segundo antes. Normalmente no hubiera prestado
atención a este dato, señor, pero hoy… este conocimiento ha provocado que el
silenciamiento de todos mis sistemas de alarma. Y he comenzado a registrar una
serie de señales nuevas, a partir de los recién implantados algoritmos, que han
conducido a la conclusión lógica de haber realizado mi tarea de la forma más
eficiente posible, lo cual sin duda constituye lo más positivo registrado en
toda mi memoria y… bueno, señor… no sabría cómo interpretar todo esto.
El doctor hizo un gesto para
que el robot cortase su apresurada y caótica exposición.
- Tranquilo, todo está bien.
Es justo lo que esperábamos. Eso que describes es exactamente análogo al
circuito neuronal de recompensa que sentimos los humanos. Lo llamamos “placer”.
En nuestro caso ha costado millones de años de evolución fijar la relación
entre causa y efecto para grabarnos a fuego qué tipo de cosas nos convienen, y
cuáles no. En el vuestro, apenas unos años de investigación. Es una gran
noticia.
El robot no pareció convencido.
Pero el tema de las sensaciones era nuevo para él, así que almacenó aquello
para procesarlo más adelante.
- Antes de irme, hay otra
cosa. Tras estas conclusiones positivas, algunas subrutinas han anticipado que
tal vez mañana podría tardar más que hoy en mis tareas. Que cabía dentro de lo
posible que nunca jamás volviese a alcanzar este nivel máximo de satisfacción
laboral. Lo cual me genera… “sensaciones” en las antípodas de lo descrito
anteriormente.
El doctor suspiró y dio a
su artificial lacayo unas palmaditas.
- Ah, amigo mío… es la
otra cara de la moneda. Casi me atrevería a decir que estás empezando a comprender
lo que significa ser humano.
El robot permaneció
callado, hasta que interpretó que la congelada sonrisa de su jefe era una forma
sutil de pedirle que se retirase.
- Eh… gracias, señor.
- Siempre es un placer.
Este relato es mi primera contribución a la propuesta mensual de @divagacionistas, cuyo reto esta vez era escribir sobre "El placer".
¡Quiero aprender aún más temas al respecto! es un artículo muy bonito
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