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miércoles, 28 de abril de 2010

Reporteros ¡Jindetrés, sal! (10): desde la Tierra Media

Cuentan que, bien entrada la Tercera Edad del Sol, un grupo de fornidos aventureros, montaraces intrépidos sin temor alguno a estirpes de Orcos y Trasgos, se adentraron en las profundidades de los Bosques Monegros. Al frente de esta comitiva, Banchsinger, Hijo de Mörenor, dirigía a los zagales hacia un destino aciago que los encumbraría no sólo a la Cima de los Vientos, sino al más alto de los honores; pues sus hazañas serían cantadas por siempre, y registradas en las páginas del Mundo Virtual donde sólo los Valar han hollado.  


No fue ésta la primera comitiva de intrépidos en dirigirse a un escarpado pico para salvar el destino de muchos otros; resuenan aún en los cantos a la linde del fuego las historias que hablan de aquella comitiva formada por una curiosa amalgama de seres, tan distintos en procedencia como en tamaño y aspecto, cuyo valor y templanza permitieron salvar a la Tierra Media de la tiniebla y el yugo del Señor Oscuro. Años después, nuestro mundo sigue sediento de aventuras y fábulas de igual condición épica: las imágenes que acompañan estas líneas dan fe de cómo hoy día siguen produciéndose esas hazañas. Si bien los atuendos de los aventureros han cambiado, trocándose el mithril y la seda élfica en nylon y gore-tex, y el yelmo fastuoso en ligero protector craneal, el valor necesario para desafiar la peligrosa cima sigue siendo el mismo. La astucia de estos héroes, los montaraces de estirpe Téruelain, no conoce parangón: fueron capaces de burlar la presencia de los Nâzgul y atravesar las Cuencas Mineras de Moria, portando en todo momento la pesada carga que constituía el pergamino escrito en lengua de Mordor, robado de las mismas garras del pérfido Saruman en un intento de conjurar los poderes arcanos que le ganaron en otra era el favor de los Poderes Oscuros. 


Contemplad, pues, la gloria de los Téruelain, la majestad y el orgullo improntados en la faz de Banchsinger mientras alza sobre el horizonte el pergamino que jamás pondrá de nuevo en peligro a ninguna de las Comarcas que habitan los hombres.

Cerrando el ciclo, la historia se convierte en leyenda, la leyenda en mito...
... y el mito, en post.




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