¡Primicia, primicia! Por primera vez, servidor se ha encargado de protagonizar una edición de
Reporteros ¡Jindetrés, sal!, protagonizando las sobrecogedoras instantáneas que lo ilustran. Esta vez hemos llevado nuestra bandera a las tierras flamencas de
Bélgica, recorriendo varias de sus ciudades (Bruselas, Brujas, Gante, y Amberes) y llegando hasta tocar el Mar del Norte (en la población de Ostende). Bandera, por cierto, que nuestra colaboradora
Consuela me prestó personalmente: ha sido un honor utilizar esta obra de artesanía, de arte realmente, dibujada por ella misma.
Nuestra primera instantánea bruselense retrata el impresionante
Atomium, monumento creado para la exposición de 1958 y que, al igual que ocurrió en su momento con la torre Eiffel de París, sobrevivió gracias al potencial turístico y simbólico para la ciudad de Bruselas. Dado el carácter científico de nuestro blog, esta foto se hacía prácticamente obligatoria, ya que sentirse tan pequeño al pie de un cristal de hierro aumentado 16 billones de veces hace que uno recapacite sobre la magnitud de las pequeñas partículas que conforman la materia. Pensad en lo increíblemente ligadas que están todas las cosas que existen sobre la Tierra, ya se hable en términos tanto orgánicos como inorgánicos: cada bolita (bolaza, más bien) de esta estructura representa un átomo de hierro. Unido a otros átomos de hierro, forma una estructura cristalina con gran resistencia a ser separada. Pues bien, en nuestro propio cuerpo podemos encontrar átomos de hierro formando parte de muchas proteínas, dotándolas no de fuerza estructural sino de algo mucho más original. La
hemoglobina es una proteína bastante popular por ser la encargada de "transportar" el oxígeno de un lado al otro del organismo (todos recordamos a los
simpáticos eritrocitos antropomorfos de
Érase una vez la vida). Este "transporte" se realiza de una manera tan sencilla como efectiva: la estrucutra proteica de la hemoglobina se complementa con un grupo químico que tiene la peculiaridad de albergar en su interior un átomo de hierro. También es
vox populi que el hierro puede "oxidarse", tornándose el plateado metal en naranjuzo feucho. Esto ocurre también a nivel atómico, y es lo que sucede en la hemoglobina, donde las moléculas de oxígeno cambian el estado de oxidación del hierro, y cuando la hemoglobina llega a su destino, la reacción tiene lugar de manera inversa, el hierro se reduce y el oxígeno es liberado. El hierro oxidado presente en la hemoglobina que portan nuestros eritrocitos por todo el torrente sanguíneo dotan a nuestra sangre arterial, rica en oxigeno, de ese bonito color rojizo que tiñe las pantallas de nuestros cines y ordenadores tan a menudo, para deleite de los aficionados al
gore y frustración de los padres preocupados por la salud mental de sus hijos. Así pues, aunque la impresionante estructura del Atomium simboliza el poder y la fuerza de los átomos, a un científico de las ciencias de la vida como servidor le inspiró la fuerza y el poder que yace latente en todos los seres vivos, y en la precisión con que los caminos de la evolución han moldeado estrategias que exprimen al máximo las características presentes en los materiales terrestres, dotando a los organismos de habilidades fascinantes.
Un insignificante Dr. Litos posa frente al ciclópeo Atomium
Y después de esta disertación, os dejo con el resto de instantáneas, que recogen el mencionado periplo. La eficiente red ferroviaria de Bruselas permite fácilmente visitar en pocos día numerosas ciudades, incluso si uno se lo monta bien puede plantarse en poco más tiempo en ciudades de Holanda, Francia o Alemania.
Pero eso, lo dejaremos para el próximo reportaje.
Brujas, una ciudad tan bonita que parece de mentirijillas.
Gante, como Brujas pero en obras. Bueno, las casitas no eran tan cucas.
Amberes, hogar de Rubens (ese sí que sabía pintar)
El imponente Mar del Norte, frío cual nitrógeno líquido.
Bueno no tanto, pero muy frío. ¡Y qué viento hacía!
Y no podíamos despedir un reportaje semejante sin fotografiarnos frente a un icono bruselense aún mayor que el Atomium, paradójicamente: el diminuto
Mannekenn Pis que por alguna desconocida razón es lo más visitado, fotografiado y
souvenirizado de la ciudad. Vivir para ver.
Vaya con el niño meón... aún más pequeño que el torico de Teruel.
Hasta aquí el último reportaje viajero del año. En 2009 hemos
cruzado el continente a bordo del
transiberiano, hemos visitado
Normandía y Londres, hemos atravesado Bélgica, y en nuestro propio país hemos estado en los
pilares de Zaragoza, las
murallas de Ávila y en Salamanca. Todo gracias al arrojo y valor de nuestros intrépidos colabroadores, tanto esporádicos como habituales. Parece dificil de superar, pero al fin y al cabo, ha sido menos de un año de blog. Para este 2010 entrante, esperamos nuevas aportaciones con los brazos abiertos.