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Esta frase con rima es, con toda probabilidad, la que más se ha repetido en mi cabeza mientras trabajo desde que empecé mi doctorado hace muchos muchos años. No porque la haya puesto en práctica a menudo, sino por todo lo contrario. Todas las veces que la impaciencia, la prisa o la euforia han mandado por la barranquilla el experimento del momento; o cuando el protocolo manda esperar más de lo que mis nerviosos nervios pueden aguantar, he recordado a mi abuela mientras me la decía cuando siendo crío me intentaba enseñar ganchillo o evitaba que yo, azada en mano, me cargarse toda la cosecha de patatas.
Esta es una de esas sabias sentencias populares válidas para casi cualquier actividad humana, como la de “el que mucho corre pronto para” o la de “las prisas son malas consejeras”, cuyo verdadero alcance y rango de aplicación solo se llegan a comprender años después de haberlas oído por vez primera. Pero además, esta sentencia tiene algo especial para mi tanto por quien me la enseñó (persona que conoce mucho las labores de tierra y pocos los libros, aunque sabe leer, escribir y bastante de cuentas), como por el significado dentro de los mecanismos en la base de las ciencias experimentales.
Si amigos, la paciencia es clave pa(rala)ciencia. Tan importante como una madre para sus hijos o para las manos del artesano. La paciencia en ciencia es esfuerzo, lentitud, espera, repetición, aburrimiento y desesperación pero también es estudio, pensamiento, raciocinio, meditación, cautela y precisión. Eso y más, de lo guay y de lo menos guay, todo junto casi inseparable. Diametralmente opuesto a lo que, muy de refilón, se muestra en CSI y demás series guayonas donde la “ciencia” aparece como cosa de listos listísimos, que usando aparatos aparatísimos, resuelven cualquier misterio en un periquete.
En la ciencia real hasta el más listo necesita paciencia. Los que intentamos divulgar la ciencia solemos decir que la ciencia es divertida. Lo es, por eso estamos aquí. Sin embargo, desde mi punto de vista, esta diversión es una percepción global acerca de la ciencia. Preguntarse las preguntas adecuadas, indagar en su respuesta y encontrar la solución un problema suele percibirse como algo divertido, casi detectivesco. Hemos pasado de percibir las ciencias naturales como una cosa aburrida, de los tiempos de la EGB y documentales de La 2 de RTVE, a percibir como algo que puede llegar a ser extremadamente divertido, en programaciones de TV recientes (en Órbita Laika, por ejemplo). Y por el camino nos hemos olvidado de contar lo que en realidad la ciencia entraña. Se nos ha llenado la boca de contar (aburrida o divertidamente) los experimentos exitosos que han llevado a descubrimientos increíbles. No obstante, se nos ha olvidado mencionar que muchos otros experimentos han sido un fracaso y que además, en cualquier caso, la mayoría de ellos, exitosos o no, han exigido paciencia infinita.
Paciencia infinita, primero para desarrollar un protocolo experimental, lo que puede llevar años. Paciencia después, para ejecutar ese protocolo de manera que responda tus preguntas, que puede llevar semanas o meses, porque además cada paso lleva su tiempo. Paciencia para más tarde ejecutarlo tantas veces, más de tres como mínimo, como sea necesario para estar seguro del resultado (no sea que una de las veces te haya salido de chiripa). Y luego ya, para buscar y realizar otro protocolo experimental alternativo que apoye que has encontrado con primero, si es que has encontrado algo. Y si no, vuelta a empezar, sin nada, con las manos vacías. Bueno no, con las manos vacías no, por lo menos ahora sabrás por donde no tienes que volver a poner los pies. Y así siempre, paciencia infinita.
En los tiempos de la inmediatez y el termociclador que nos ha tocado vivir, parece que la paciencia no tiene cabida porque la tecnología se la come con fuerza bruta. Pero no, la paciencia sigue en la base de la ciencia pero escalada hacia arriba. Por ejemplo, hace 30 años amplificar y clonar un solo gen era objetivo y tema de tesis doctoral de varios años. Las PCRs (Reaciones en cadena de la polimerasa) para amplificar un gen se hacían a mano, pasando los botes entre baños de agua caliente o fría tantas veces como fuese necesario. Días enteros para hacer algo que hoy un termociclador hace en tres horas apretando un botón. Sin embargo, hoy eso de clonar un gen ha pasado a ser una simple frase en un esquema experimental (todo el mundo sabe cómo se hace) y el tema de la tesis puede ser clonar 100 genes y expresar sus proteínas en un organismo diferente, para luego purificarlas y generar cristales para conocer su estructura. Paciencia infinita. Porque clonar mil genes no es moco de pavo ni aun hoy, pero expresarlos exitosamente puede ser un infierno, y ya no os cuento la broma de generar cristales para todas ellas... y que luego además los cristales sean buenos.
En fin, que eso, que la ciencia es bonita y hasta divertida, pero detrás del brillo (más o menos brillante) de sus descubrimientos y procedimientos, está hecha de paciencia. Paciencia de artesano, paciencia de paciente, paciencia de pescador, paciencia de padre y madre, paciencia de buen maestro. Esa paciencia desde fuera, una vez alcanzado el objetivo perseguido, pasa desapercibida como los cimientos del magnífico edificio. Va siendo hora de que quede claro de que las virtudes que percibimos de la ciencia se pagan con tiempo y esfuerzo (a muchos niveles), que no es otra cosa que paciencia. Esto lo resume casi perfectamente una frase de Pablo Sarasate:
" He practicado catorce horas diarias durante treinta y siete años, ¡y ahora me llaman genio!”
Esa es la reflexión que quería hacer aquí hoy mientras espero enervao entre toma de imágenes y toma de imágenes a los mandos de un avanzadísimo y a la vez lentísimo microscopio confocal de barrido.
Bueno amigo, ya te lo dije: los pelos de punta al ver que tengo en borradores una entrada tremendamente parecida. Aunque tu enfoque es más elegante, creo yo. Pero bueno, gracias a este acicate, sacaré en unos pocos días mi reflexión para que podamos compararlas y sorprendernos de lo parecido de ambos enfoques, y de las diferencias que seguramente los complementan.
ResponderEliminarGran retorno colega!
En Marruecos la sabiduría popular lo define con un sencillo pero contundente “prisa mata”
ResponderEliminarSon tiempos de inmediatez y, yo añadiría, de utilitarismo salvaje hasta el punto de que cada vez es más frecuente el famoso axioma (temible bajo mi punto de vista), de que el fin justifica los medios. De ese modo una investigación que no conduce a un beneficio rápido y asequible para la mayoría es ninguneada. Se prioriza la rentabilidad, la aplicabilidad o la perspectiva tecnológica o mercantil…qué os voy a contar… acaso no se prioriza la investigación respecto de enfermedades con mayor prevalencia?
Con el tiempo he llegado a la conclusión de que el utilitarismo es la más valiosa coartada para los poderes públicos por eso entre otras cosas hay que reivindicar la paciencia, y la paciencia como madre de la ciencia. Me gusta pensar en Newton mirando la manzana mientras formula la ley de la gravedad. Eso no significa oh! científicos que esperemos que os llegue la inspiración tumbados bajo un manzano pero claro, sí debería poder entenderse (y tenerlo en cuenta las autoridades) que el conocimiento no es algo lineal con principio y fin, sino un continuo e incesante ir y venir de certezas, desviaciones y paradigmas que vienen a abolir los anteriores, el conocimiento se construye mal que bien sobre el conocimiento precedente. Visto así parece claro que habría que asignar a la ciencia experimental más responsabilidad y valor y respeto. Y a la filosofía, al arte, la ética, et etc… Por desgracia las prioridades son claras y estandarizan la búsqueda y la utilidad del trabajo, incluso la utilidad de aquello con lo que se investiga _ahora desaparece la filosofía de los planes de estudio_ …los medios, los fines, ay, a este punto ya oigo la caja registradora del inicio de Money… lo que quiero decir es que el medio es un fin en sí mismo y los avances más radicales pueden aparecer ahí, en el impasse incluso, mientras, como dices, esperas a que se calibre el microscopio…
Deberíamos recuperar el humanismo de hace seis siglos (preservando el actual progreso) pero algo más como el arte por el arte y la ciencia por la ciencia… parecerá una tontería pero yo incluso consideraría la fórmula (como otra cualquiera) para acabar con la dichosa crisis…
Qué gran reflexión, mi canino amigo. Me alegra mucho ver que alguien fuera del mundillo tiene esa percepción de la importancia de la actividad científica como motor para generar y acumular conocimiento, algo que los que trabajamos en ello criticamos a menudo cuando nos presionan por todos lados para obtener y publicar resultados, y diseñar proyectos que tengan una aplicabilidad inmediata. Es muy frustrante encontrar pistas que llevan a caminos poco transitados pero muy interesantes, y tener que dejarlos de lado en pos a profundizar en algo que "podría tal vez" redundar en un tratamiento o técnica de diagnóstico, cuando la mayoría de las veces el aporte real a la sociedad dista mucho de estar tan claro.
EliminarEn este aspecto mi versión de este tema es algo distinta, ya veo que en realidad los dos posts que hemos escrito en paralelo, sin saberlo, pueden resultar más diferentes de lo que creí en un principio. A ver si lo saco pronto.
Un abrazo y gracias de nuevo por pasarte
Dr. Litos, alguien tenía que empezar... Jajajajaja. En fin, la verdad es que esto mío fue una rabieta meses o lustros fraguada en tres semanas de confocal, día si día no. En la oscuridad de aquel cuarto, al lado del tilitante destello del láser, vi la luz . Ansío ver eso post que tan parecido y diferente dices que tienes ahí a medio hacer. A ti te sorprendió que ambos post sean tan parecidos. A mi no creo me sorprenda, creo que no es la primera vez que nos pasa y probablemente no será la última. Siendo cientificos, y dado que nos movemos en los mismos ambientes de la egoblogocaca (ya que tu me introdujiste en ellos, que yo soy más de correr por el monte) no es de extrañar que de cuando en cuando padezcamos pensamiento e ideas convergentes. Que si bien puedan ser parecidas, nunca serán iguales, y tal cual las alas de aves y murciélagos, que podrán enseñar a entender el vuelo, pero de maneras diferentes y complementarias.
ResponderEliminarPerro Malo, es la tuya valiosa reflexión cargada de razón, que va un poco mas allá de lo que el post pretende. Pensando en el devenir de los años detrás de una poyata, me he dado cuenta que lo único que ha hecho la mayoría de la gente que conozco y permanece en ciencia es tener paciencia. Si bien es cierto que la ciencia de hoy no se parece mucho a la de antaño (bastante más humanista, más de ciencia por ciencia y razón por razón ), lo que precisamente quería resaltar es que incluso hoy, aun con gran parte de ese humanismo perdido (cosa que no me gusta mucho en verdad), la paciencia sigue estando en la raíz de la ciencia. Quizá ya no en esa falta de prisa que exhibían los arcanos sabios (y las sociedades que los contenían), pero sí en su método (sea el que sea el objetivo que persigue). Los procesos de la ciencia demandan paciencia en cualquier época, eso sí, adaptados al nivel de conocimiento y tecnología del momento. El recuperar "el humanismo de hace seis siglos (preservando el actual progreso)" sería el equivalente a recuperar la mal llamada ciencia básica, la cual languidece en los pocos laboratorios que aun la practican disfrazada de la cura contra el cáncer. Pero esto que reivindicas, amigo mío me parece que ha de ser mas difícil que un camello pase, sin licuar, por el ojo de una aguja.