lunes, 27 de abril de 2020

Siempre es un placer


- Buenos días doctor. ¿Tendría usted un minuto?

- Claro que sí. Pasa y cuéntame.

Entró en el despacho, pero no se sentó. Sabía bien que a sus superiores no les gustaba que se tomase tantas confianzas.

- Verá… iré al grano, como dicen ustedes. Se trata del último circuito que me diseñó.

El doctor frunció el ceño.

- No, no se preocupe. Va todo bien. Bueno, eso creo. Le cuento: estaba haciendo mi rutina diaria, y la he terminado 30 centésimas de segundo antes. Normalmente no hubiera prestado atención a este dato, señor, pero hoy… este conocimiento ha provocado que el silenciamiento de todos mis sistemas de alarma. Y he comenzado a registrar una serie de señales nuevas, a partir de los recién implantados algoritmos, que han conducido a la conclusión lógica de haber realizado mi tarea de la forma más eficiente posible, lo cual sin duda constituye lo más positivo registrado en toda mi memoria y… bueno, señor… no sabría cómo interpretar todo esto.

El doctor hizo un gesto para que el robot cortase su apresurada y caótica exposición.

- Tranquilo, todo está bien. Es justo lo que esperábamos. Eso que describes es exactamente análogo al circuito neuronal de recompensa que sentimos los humanos. Lo llamamos “placer”. En nuestro caso ha costado millones de años de evolución fijar la relación entre causa y efecto para grabarnos a fuego qué tipo de cosas nos convienen, y cuáles no. En el vuestro, apenas unos años de investigación. Es una gran noticia.

El robot no pareció convencido. Pero el tema de las sensaciones era nuevo para él, así que almacenó aquello para procesarlo más adelante.

- Antes de irme, hay otra cosa. Tras estas conclusiones positivas, algunas subrutinas han anticipado que tal vez mañana podría tardar más que hoy en mis tareas. Que cabía dentro de lo posible que nunca jamás volviese a alcanzar este nivel máximo de satisfacción laboral. Lo cual me genera… “sensaciones” en las antípodas de lo descrito anteriormente.

El doctor suspiró y dio a su artificial lacayo unas palmaditas.

- Ah, amigo mío… es la otra cara de la moneda. Casi me atrevería a decir que estás empezando a comprender lo que significa ser humano.

El robot permaneció callado, hasta que interpretó que la congelada sonrisa de su jefe era una forma sutil de pedirle que se retirase.

- Eh… gracias, señor.

- Siempre es un placer.

Este relato es mi primera contribución a la propuesta mensual de @divagacionistas, cuyo reto esta vez era escribir sobre "El placer".