miércoles, 13 de agosto de 2014

Robin Williams y el estigma

Para alguien enamorado del cine como un servidor, la muerte prematura de un actor del calibre de Robin Williams es siempre causa de tristeza. Particularmente, siento especial predilección por los actores capaces de alternar los papeles más dramáticos con otros terriblemente cómicos; en la mayoría de ocasiones, estos monstruos de la escena son capaces de encarnar la esencia de la tragicomedia en todos y cada uno de sus gestos, algo que dota a sus papeles de un cariz especialmente real, disfrazado a menudo de payasadas. Al fin y al cabo la vida es una sucesión de situaciones en las que no hay un hilo conductor, donde la sorpresa y la risa, el dolor y la angustia, se suceden y entremezclan constantemente. En el poco tiempo transcurrido desde su muerte, he visto multitud de homenajes y alabanzas donde se alaba especialmente su capacidad interpretativa a nivel vocal, pues era un actor especialmente capaz de imitar voces y acentos. Pero particularmente a mí me gustaría homenajear su mirada. Los buenos actores hablan más por sus miradas que por sus palabras. El cine es narrar con imágenes, nunca debemos olvidarlo; y los buenos guiones no son sólo aquellos llenos de líneas de diálogo ingeniosas y acertadas, igual que los buenos actores no lo son sólo cuando recitan un guión de gran calidad. El buen guión modela un personaje, su psique. Es capaz de describir su personalidad y emociones, y lo hace en un lenguaje que un director hábil pueda traducir a imágenes, para lo cual se vale de un actor. Si el actor no es capaz de interiorizar ese personaje, de meterse en su piel y transformarlo en sí mismo, todo el proceso se puede ir al traste. Robin Williams tuvo la oportunidad de trabajar con los más grandes, y eso no hizo sino darle alas para que el desbordante talento que bullía en su interior saliese a borbotones, por cada poro de su piel, impreso en cada arruga de su rostro, y reflejado en esos ojos vidriosos que parecían reír y gritar al mismo tiempo.



Mi intención no es sólo loar a este gran actor que tanto me ha hecho disfrutar. Muchos grandes artistas nos han dejado últimamente, y me ha entristecido del mismo modo. Pero en este caso las circunstancias concretas de la muerte me han llevado a pensar en algo que durante mucho tiempo he querido escribir, y creo que este puede ser el momento adecuado.

viernes, 1 de agosto de 2014

El final de JoF, el principio de algo nuevo.

Hace unos tres años Quique Royuela me preguntó si quería participar en una iniciativa de divulgación científica, una revista de periodicidad bimestral, gratuita y castellano. Antes de terminar de leer su mail ya estaba escribiendo la respuesta: SÍ, rotundo, pues la interacción con Quique y con algunos de los que serían mis compañeros de aventuras en esa empresa me había demostrado que eran gente con la que valía la pena comprometerse. Tres años después, 16 números de una calidad creciente dejan testimonio del que ha sido un experimento de los más estimulantes en los que he participado (y he participado en muchos). Gracias a estos 16 números de Journal of Feelsynapsis, hemos conformado un equipo de plantilla y de colaboradores habituales multifacético y multidisciplinar con el denominador común de la pasión por la ciencia y las ganas de compartirla como una experiencia divertida, amena y asombrosa, capaz de hacer nuestras vidas y las de nuestros semejantes en este remoto lugar del universo más llevaderas. 

La cuadrilla de joferos, en su última y más constante encarnación. Por mucho que cambie el nombre del proyecto, siempre seremos joferos bajo la tutela del Gran Jofe Supremo Royuela.

Ante la necesidad de crecer y consolidar este proyecto, se ha optado por un cambio drástico: un nuevo proyecto, más ambicioso, del que pronto os hablaré más en detalle. O con suerte, del que oiréis hablar. Un proyecto para el que, de nuevo, se me ha preguntado si quería formar parte activa, pregunta que de nuevo he tardado poco en contestar (de hecho menos aún que la vez anterior) con un SÍ aún más rotundo, tanto que he tenido que limpiar la pantalla del monitor. La prueba del poco tiempo que tengo para dedicar a esta sana afición de "contar la ciencia" es que se me acumulan hasta las reseñas; pero os digo de verdad que todo lo que implique trabajar con un grupo de gente como el de los joferos, merece la pena y mucho. Sin duda una de las mejores experiencias en que ha derivado esta afición blogueril.

Por el momento, os dejo con los dos últimos números de Journal of Feelsynapsis, JoF para los amigos; perdonad que no haya podido reseñarlos debidamente, he catado ambos números y me reafirmo en lo que siempre digo: su variedad de temas y estilos no desmerece en absoluto el rigor y la calidad de los textos. Una auténtica guía de lo que la ciencia puede ofrecer a la hora de entretener y satisfacer las mentes inquietas. 





Termino comentando mis dos últimas aportaciones: en la primera, titulada Ponga una pizca de evolución en su investigación, hablé de la importancia de conocer la teoría evolutiva para el día a día del investigador biomédico, pues ambas disciplinas parecen no entenderse demasiado a pesar de que pueden aportarse mucho mutuamente. Y en el último número, bajo el título de Los chivatos moleculares señalan el camino de la enfermedad abordo el tema de los biomarcadores, qué son, y cómo se están desarrollando en la biología moderna. Para picar vuestra curiosidad, os pongo aquí un par de imágenes que acompañan, respectivamente, a uno y otro artículo:



Finalizar el post de este modo es toda una declaración de intenciones: el espíritu de JoF ha sido, y seguirá siendo en su próxima encarnación, estimular la curiosidad del lector. Utilizar los ganchos más rebuscados, llamativos y populares, para conseguir sorprender, que el lector se haga preguntas, que se interesa por pasar la página. Para todos los que hacemos la revista, la ciencia es diversión, imaginación, curiosidad y capacidad de asombro. 

Somos un atajo de locos, sí; pero locos apasionados y con ganas de hacer las cosas bien. Os invito a compartir nuestra locura y a acompañarnos en esta próxima etapa. Que como todas las etapas, empieza... por el principio.