Aquél no era un lugar corriente. Todo parecía indicar que, hicieras lo que hicieras, te encontrarías con problemas. Bien, pues yo no era tampoco un investigador corriente. Y si algo sabía manejar, eran los problemas.
Iba siguiendo la pista de un tipo peculiar. Pocos habían tratado con él directamente, pero su fama se había extendido cual reguero de pólvora. Al parecer, si estabas interesado en restricciones, no podías elegir a alguien mejor: cortes limpios, rápidos y sin testigos. Cuando se trataba de preparar el camino para una ligación, Jindetrés era el mejor. Pero había ido demasiado lejos. Nadie supo nunca si algún pez gordo manejaba los hilos, si se había dejado llevar por una suma inmensa o simplemente se había vuelto loco de la noche a la mañana. Lo único que estaba claro era que, desde hacía meses, el caos predominaba en todos los eppendorfs del laboratorio; fragmentos de DNA cortados inespecíficamente, altercados en reacciones de PCR, degradaciones por todos lados. No, no era normal. Y no se me ocurría qué pez gordo podía estar interesado en semejante locura. Si me preguntáis mi opinión, ese tipo definitivamente había perdido la chaveta. Demasiado magnesio, un tampón en proporción inadecuada, quién sabe. Tampoco puedo decir que me importara, pero lo que sí me importaba era la buena pasta que podía ganarme si entregaba a ese demente, vivo o desnaturalizado. No había un rastro claro que seguir, dado el caos reinante. Todas las proteínas estaban bastante atemorizadas (por no hablar de los fragmentos de DNA supervivientes, que apenas eran capaces de insertarse en ningún vector), así que lo más lógico era dirigirse a aquél antro donde me encontraba. La taberna de Sac, en el eppendorf más asqueroso del laboratorio (cuentan las malas lenguas que se encontraba en una gradilla cuyo color original era imposible adivinar, escondida en lo más recóndito de la más vieja nevera), era el lugar ideal para obtener información. El cartel luminoso, donde los tubos fundidos apenas permitían leer “Sac II” (la primera taberna de Sac resultó totalmente destruida en un golpe de vórtex demasiado largo), auguraba un local de pocas exquisiteces y refinamientos. Metí las manos en los bolsillos de mi ajada bata blanca, y entré.
Estaba claro que el tugurio era idóneo para mis propósitos. En las mesas, enzimas de restricción de toda índole trapicheaban, reían o bebían en solitario. Alguna otra proteína despistada, a la que no importaba ser objeto de todas las miradas, se había dejado caer por allí también. Pude distinguir rápidamente un par de ligasas, y al fondo del local una fosfatasa alcalina que discutía acaloradamente con un plásmido religado.
Una voz me distrajo de mi examen del local, una voz muy familiar.
- Cuánto tiempo sin verle, jefe.
No podía creerlo. Me giré sin poder disimular una sonrisa.
- Bam, viejo bribón, no me extraña encontrarte en este tugurio.
No me recrearé demasiado en contaros cómo fue aquél encuentro. En fin, ambos éramos tipos duros, y jamás hubiéramos demostrado cuánto nos alegró habernos encontrado de nuevo, de modo que chocamos brevemente nuestros extremos carboxilo. A continuación estuvimos un rato sentados, bebiendo y recordando viejos tiempos. Maldita sea, siempre fui un lobo solitario, pero encontrarme con aquél canalla ciertamente me había alegrado el día. Bamacheuno era la única enzima en todo el microverso que nunca me había dado la espalda, ni en mis momentos más bajos, que no han sido pocos. Cuando la música del local cesó de repente, y vi que el pianista se marchaba, nuestras miradas se cruzaron. Ambos sabíamos lo que le iba a pedir.
- Bam, viejo amigo…
- No, jefe, lo siento. Sabe que siempre es mala idea…
- ¡Maldito polipéptido! – bramé, descontrolado- ¡Te lo estoy pidiendo! No hagas que me cabree o…
En el fondo, a él le apetecía tanto como a mí. Los viejos tiempos eran los viejos tiempos, y si por algo dolía tanto recordarlos, era porque habían sido jodidamente buenos. Sin más dilación, se levantó y se sentó al piano. Instantes después, las notas hicieron resonar mis enlaces como hacía tiempo que nada lo conseguía. Tocó la misma canción, una y otra vez, hasta que se dio cuenta que me estaba afectando, tal vez demasiado. Podía parecer una simple enzima de restricción, pero bajo esa apariencia se escondía un auténtico sabueso. Se detuvo y me espetó:
- Bien, hemos recordado los viejos tiempos. Antes de que se hunda en su bebida y olvide lo que ha venido a hacer, creo que debería contarme lo que busca.
Se lo debía. Había pasado muchas penurias siendo mi compañero, y aunque se le veía viejo y fosforilado, qué narices, yo mismo no me encontraba en mi mejor momento. Para ser sinceros, tenerlo como ayudante en este caso podía llegar a ser una buena estrategia. Así que me acerqué al piano, me senté a su lado, y le puse al día. Cuando terminé, simplemente me dijo:
- De acuerdo. Puede contar conmigo. ¿Por dónde empezamos?
- Te diré lo que haremos, viejo amigo. Vamos a interrogar hasta el último polipéptido, plásmido y producto de PCR que encontremos en este sucio rincón del eppendorf. Vamos a seguir el rastro de ese bastardo aunque nos lleve hasta el mismísimo proteasoma, pero antes, vas a hacer una última cosa por mi.
Apuré mi bebida y golpeé la mesa con el vaso vacío, al tiempo que le imploraba con ojos vidriosos:
- Tócala otra vez, Bam.
Continuará…
Oye, tú eres químico, ¿no? [ /pregunta retórica ] :P
ResponderEliminarUn relato muy bueno, me ha encantado, a ver cuándo me leo las otras dos partes.
Un saludo
¡Qué alegría, pensaba que las historias de Batablanca seguirían en el olvido hasta que no publicase el siguiente capítulo!
ResponderEliminarPues casi casi; la verdad, aunque soy Bioquímico, mi formación es bastante más bio- que química...
Muchas gracias por el comentario, espero que te gusten los otros dos capítulos, a ver si me motivo para seguir con la historia...
Saludos!
La primera vez que te reencontré ... y ya estudiabas Biología... pensé que tenías un aspecto muy bohemio ahora lo corroboro y noto mucha creatividad en tí.... eso es bueno para investigar... y me encanta tu sarcasmo
ResponderEliminarBienvenida Delia mar!! Me alegro mucho de que te pases por aquí, y espero que se convierta en costumbre.
ResponderEliminarLa creatividad puede ser buena para investigar, pero para escribir artículos hace falta bastante más... y la bohemiez tampoco es que ayude demasiado, pero bueno, ahí estamos.
Nos leemos!
No conocía tu faceta literaria jefe, eres un pool de sorpresas! Se nota que has leido mucho en la forma de escribir (muy bueno lo de "vivo o desnaturalizado" y lo de "se le veía viejo y fosforilado")
ResponderEliminarMañana nos ponemos al dia monstruo!
Si Ana y yo llegamos en malas condiciones mañana al CSIC es porque nos estamos leyendo a Batablanca y no nos deja dormir!es muy bueno, quimica y literariamente!
ResponderEliminarmañana nos vemos!
QUÉ BUENO!!! Se lo voy a enseñar a mi compañera, la que custodia a Bamhacheuno... genial!!!!
ResponderEliminarMuy buenos, ya me he enganchado a los Batablanca xD
Más, queremos más ya!
ResponderEliminarNo sé cómo he llegado hasta aquí...,pero ¡bravo!
ResponderEliminarMuy entretenidos y divertidos la verdad! Saltando de blog en blog llegué hasta acá. Saludos, por el bien de la ciencia!
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