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martes, 31 de diciembre de 2019

El desafío del Gnosynaikon: lo mejor de 2019

Los que me conocen a menudo me tachan de entusiasta, y alegan que me dejo fascinar muy fácilmente. Puede que esas afirmaciones no sean totalmente carentes de fundamento, y bien es cierto que a menudo demuestro cierta tendencia a la hipérbole. Advertido todo esto, puedo comenzar este post-resumen de lo mejor del año con una simple a la par que rotunda afirmación:

El desafío del Gnosynaikon es lo más grande que se ha publicado en todo 2019.

martes, 24 de diciembre de 2019

Inktober 2019


No quería dejar que pasase el fin de año sin antes haber contado por aquí una de las experiencias más gratificantes relacionadas con la divulgación y la creatividad que he vivido en los últimos tiempos. Durante el mes de octubre me embarqué en una loca empresa que aúna divulgación científica, dibujos, frikez y chorradas a partes iguales. Una combinación idónea para ser narrada en esta Santa Casa. Se trata nada más y nada menos de una iniciativa conocida en redes sociales como Inktober, algo que empezó como una simpática reivindicación del proceso de entintado en las artes gráficas y que ha ido evolucionando, con la memética y deriva evolutiva tan característica de las redes, en múltiples formas. El reto original consistía en hacer cada día de octubre, desde el 1 al 31, un dibujito en tinta negra utilizando como inspiración una lista de 31 palabras elegidas de manera aleatoria y sin ninguna relación entre ellas. El año pasado cuando descubrí que existía esto, se me ocurrió la genialidad de rebautizar el método como "Scienktober" y asumir el reto desde el punto de vista científico-divulgativo, es decir intentar relacionar las palabras propuestas con términos o conceptos científicos que pudieran dibujarse. Tan original propuesta, evidentemente, ya se le había ocurrido a más gente y mi contribución en aquella ocasión se limitó a, si no me engañan las cuentas... dos dibujos roñosos hechos aprisa y corriendo. Al olvidárseme por completo el tercer día que tenía que hacer un dibujo, me sentí desbordado, así que me rendí sin pena ni gloria.


Este año, se acercaba el mes de octubre y pronto empezaron a aparecer las primeras listas, tanto la oficial como otras derivadas... y pensé "bueno, por qué no intentarlo de nuevo". Abrí mi armario de los horrores, y rescaté una libreta de papel "güeno" apenas utilizada, y unos magníficos rotuladores de tinta que mi socio el genial Gerardo Sanz me había regalado durante una de nuestras quedadas para preparar páginas de OOBIK. La primera palabra, #RING, encajaba muy bien con mi trabajo en investigación; así que decidí probar suerte con algo sencillo y rápido. Y a partir de ahí...

A partir de ahí, no me preguntéis cómo, pero cumplí con el reto durante TODO el mes.


domingo, 12 de agosto de 2018

La auténtica química contra el envejecimiento

Hay dos cosas muy de moda hoy día, y vengo dispuesto a juntar ambas en un mismo post. Estas dos cosas son la ancestral lucha de la Humanidad contra el envejecimiento, y el miedo a cualquier solución que contenga la palabra "química" en su enunciado. Hablemos un poquito de cada una de ellas.


sábado, 30 de diciembre de 2017

Juegos en el aula, vacunas, y críos de 4 años

Hace unos meses me enfrenté a la tarea de contar mi profesión ante una clase de mocosos y mocosas de entre 3 y 4 años. Por mucho que al final haya llegado a considerarme un divulgador científico con cierta experiencia, hay que reconocer que este tipo de experiencias siguen suponiendo un reto. La cuestión es que para ayudarme en mi tarea, y tras mucho pensar qué podría hacer para llenar los 40 minutos de actividad (recordemos que estas personitas apenas pueden mantener la atención más de, digamos, un minuto y medio) decidí desarrollar una actividad de coloreado y pegatinas, algo muy resultón ante semejante público; y temáticamente, me centré en explicar las vacunas y cómo nuestro cuerpo aprovecha la vacunación para luchar contra las infecciones. He contado en el blog de la AMPA (la Asociación de Madres y Padres de Alumnos y alumnas, no la organización criminal) la experiencia, grosso modo; pero quería dejar constancia en el blog de la actividad propiamente dicha, puesto que al contarlo en su día por Twitter y mostrar los dibujos utilizados, encontré cierto interés e incluso demanda para utilizar los  dibujos. He pensado que tal vez algún profesional docente, pediatra o farmacéutico (así como cualquier progenitor o persona humana en general) podría aprovechar la idea, ampliarla o reciclarla, con lo que aquí va una breve explicación acompañada de los dibujos utilizados.

Aquí los dibujos preparados por un servidor (tampoco podéis pedirme mucho, estas cosas toca prepararlas la noche de antes aprisa y corriendo). Los dos de arriba son los policías (células del sistema inmunológico), el resto son microbios que podrían ser tanto buenos como malos, de ahí al ambigüedad de sus facciones entre la pasividad-agresividad y la simpatía.


1. Primero, hay que conseguir explicar a grandes rasgos lo que supone que en el cuerpo tengamos "bichitos" buenos como invitados, "bichitos" malos que nadie ha invitado, y "bichitos" que velan por nuestra seguridad, vigilando a unos y otros. Yo, por muy pequeños que sean los niños, introduzco siempre el concepto de células para referirme a los bichitos, pero es cierto que a estas edades poco se puede hacer que no suponga más confusión.

2. A continuación, se reparten los dibujos, que están todos repetidos (a base de fotocopias o impresora), habiendo menos "policías" y más "bichos", en general. Los bichos tienen aspecto más malote, con dientes, pinchos, y aspecto monstruil. Los policías, pues bueno... se notan que son policías y buenos (reconozco que me quedaron mucho más resultones los bichos malos). 

3. Se reparten los dibujos aleatoriamente, y se pide a los chavales que los coloreen, y que piensen si el bicho que les ha tocado es bueno o malo. Es fascinante ver cómo justifican su elección, y qué rasgos consideran "buenos" o "malos". 

4. Sutilmente, el docente escoge uno de los bichos con aspecto de malote (o con menos aspecto de mlaote, puede ser interesante esta opción) y le coloca un gomet rojo. Como están repetidos, puede buscar todos los que sean iguales y ponerles el gomet. O ponérselo solo a alguno de ellos, para darle un toque aún más interesante. IMPORTANTE: una vez elegido el que va a tener el gomet, el instructor debe reservar una copia del dibujo engometado para sí mismo.


Para los que no estéis en edad escolar, un "gomet rojo" es una pegatinita redondita de color rojo.

5. Cuando los dibujos estén coloreados (con asombrosos e hilarantes resultados, en general), se escoge a uno de los policías y al niño al que le ha tocado, y se lleva aparte. Se hace a los demás que formen un grupete todos mezclados, en medio de la clase.

6. Al policía elegido (al azar por favor, que si no se vuelven todos locos) se le ofrece la foto del bicho malote con el gomet. Gracias a ella, podrá reconocer cuáles de todos los bichos son automáticamente malos: solo aquellos que tengan el mismo gomet rojo. Esta es la vacuna; ahora el policía puede rastrear la clase, buscar los bichos con gomet, y apartarlos de los demás. El cuerpo está curado.

Obviamente se puede enriquecer la actividad cuanto se desee, hacer más específica, o más dramática; pero solo con esto, y simplificando mucho, los niños entienden conceptos muy básicos: hay bichos buenos, hay bichos malos; no hace falta que los policías ataquen a todos. Pero a veces puede haber infiltrados muy chungos, y las vacunas ayudan a encontrarlos y eliminarlos rápidamente. 

Bueno, la experiencia con los muchachos de la clase de miniLitos fue espectacular. Incluso me contaron que uno de sus amiguetes se fue unos días después, por primera ves en su vida, muy contento a vacunarse; bueno, todavía con ciertas reticencias, pero diciendo que esperaba que no le doliese porque sabía que había que ayudar a los policiás del cuerpo a eliminar a los bichos malos. Aparte de que los nanos quedaron encantados con sus dibujitos para colorear (ahora mismo tengo la nevera de casa llena de microbios de absurdos colores arcoiris...). 

Creo que  es especialmente sintomático acabar el año con esta entrada, puesto que denota un hecho incontestable: el blog está muy vacío, las entradas escasean, pero la divulgación a pie de calle la llevo a tope. Ojalá tuviera tiempo para plasmar aquí todo lo que hago. No estaría mal, para empezar, contar la charla que di hace un par de semanas en mi propio instituto de secundaria; sin duda, son dos extremos de experiencias divulgativas, una al comienzo de la etapa educativa, otra al final, justo antes de la universidad. Dos actividades que considero cruciales, y tremendamente importantes. Bien vale la pena tener el blog más abandonado, si es porque invierto el tiempo en hacer cosas así.

Pero claro, si encima vengo y lo cuento, pues doble éxito. A ver qué tal se presenta el 2018, en ese aspecto.

Seguiremos informando.



jueves, 31 de agosto de 2017

Del laboratorio a los periódicos, pasando por el MIT: una sorprendente historia de ciencia básica, aplicada

Título alternativo: Más histonas, ¡es la guerra!

Hace unos días, nuestro grupo de investigación fue protagonista de una serie de folclóricos titulares:


Enlace a las noticias originales aquí, aquí, aquí, y aquí

Leyéndolos, uno se queda con la impresión de que estamos, como poco, salvando el universo y de paso nos vamos a forrar por alguna especie de milagro médico que hemos inventado. Obviamente, la cosa no es para tanto; pero sí es cierto que el proyecto es muy interesante y su desarrollo está yendo bastante bien, apuntando a poder convertirse en eso que está en boca de todos hoy en día: aplicar la investigación, aportar soluciones a problemas actuales. Siempre he intentado huir de esta obsesión con la aplicabilidad de la investigación científica y he defendido la búsqueda del conocimiento como meta en sí misma, pero también es verdad que emociona bastante trabajar en algo que esté tan cerca de ayudar en la práctica a mejorar la salud de la gente, hoy mismo, como quien dice. Y además, enfatizo, ADEMÁS, el hecho de haber llegado a este punto parte única y exclusivamente de haber comenzado la investigación en otra dirección totalmente distinta, que NADA tenía que ver con la aplicación médica, ni siquiera con la enfermedad a la que finalmente se puede aplicar lo que tenemos entre manos. Así que, de algún modo, me reafirmo en mi defensa de la investigación que busca responder preguntas, aunque dichas preguntas tengan el foco, más o menos lejano, en solucionar problemas.

Para poder responder a todas las dudas y comentarios que se me han hecho por twitter o en persona por todos cuantos se han topado con la noticia en alguna de sus variantes, y compartir la ilusión de participar en un proyecto tan estimulante, voy a responder las dudas que a un lector casual (ya sea científico o acienciado) le surgirían al intentar desentrañar la cantidad de información que viene condensada en la concisa nota de prensa. Lo voy a hacer así, literalmente: autopreguntándome y autocontestándome en un sano ejercicio de surrealismo paranoide blogueril, algo que nunca viene mal.

sábado, 7 de enero de 2017

Una Guinness significativamente deliciosa

Hay un par de razones por las que los resultados científicos constituyen una muy buena aproximación a lo que nos gusta entender como "la verdad". Una de ellas es que las observaciones y los datos obtenidos experimentalmente se ven sujetos a escrupulosos análisis matemáticos, que no entienden de sesgos y manías de esos que a los humanos nos impiden ser objetivos. Gracias a esto, que llamamos "estadística" y que en su día os comenté aquí, podemos afirmar con mayor o menor rotundidad que los efectos que vemos son realmente una diferencia a tener en cuenta y no fruto del azar. En nuestra jerga de frikis científicos, llamamos a los resultados válidos en este sentido "estadísticamente significativos". La otra razón de peso para que estos resultados, además de ser matemáticamente correctos, pasen a formar parte de explicaciones válidas para el objeto/fenómeno que pretenden describir, es lo que se conoce como "revisión por pares". Esto consiste en que cuando consideras que has hecho un hallazgo relevante, y envías tu trabajo a una revista para darlo a conocer al resto de la comunidad científica (y al resto del mundo, en teoría), este es reenviado a otros científicos de tu misma calaña, que idealmente no tienen ningún interés especial en que tu trabajo se publique o no. Y estos se dedican a corregirlo con saña, como si les fuera la vida en ello. La Verdad está en juego, amigos, parecen pensar. Así que, cuando un artículo llega a publicarse, se supone - si todo sale según lo previsto - que una serie de personas formadas, expertas en el tema, y sin ningún interés personal, ha evaluado que la metodología es adecuada, que las observaciones son tan interesantes y certeras como se propone, y que no ha habido alguien antes que haya demostrado lo mismo, o lo contrario. Todo esto muy simplificado, obviamente. Es un sistema que en un mundo utópico plagado de arcoiris y unicornios sería infalible para distinguir "el grano de la paja", el fraude de la autenticidad, y garantizar una ciencia pura, objetiva y metodológicamente impecable. En este mundo moderno donde publicar resultados constituye una finalidad en sí misma, de la que dependen nuestras habichuelas diarias, nuestra valoración y nuestra promoción laboral, donde las revistas luchan por publicar más artículos y más relevantes que sus competidores, donde se paga por publicar y por leer, todo se ha prostituido un poco y a veces es MUY difícil seguir haciendo Buena Ciencia. Pero a pesar de los pesares, la revisión por pares sigue siendo la mejor baza para fiarnos de lo que descubrimos. Y de lo que leemos por ahí.



De verdad que en el post se habla de cerveza, tened paciencia (fuente)

lunes, 12 de septiembre de 2016

Una reseña diferente


Por si no fuese bastante honor que mi relato de ciencia ficción haya inspirado una portada, encima se trata de una portada tremenda y que... ¡brilla en la oscuridad! (la oscuridad es el tema común a todos los escritos del número; sí, eso es también marca de la casa. Unidad temática en cada entrega).

Este post iba a ser una reseña de los últimos números aparecidos de Principia y Principia kids, los cuales he leído durante este verano. Quería disfrutarlos bien antes de escribir sobre ellos. Y llegado el momento de contar qué me han parecido, me enfrento a un dilema: no quiero hacer una reseña al uso. De hecho, no puedo hacer una reseña al uso. Por varias razones. Que procedo a enumerar:

1. Principia no puede reseñarse como una revista, como un libro, como un cómic, o como una publicación de divulgación. A sus creadores les gustaría que os dijese que en realidad es un "magacín cultural", pero tampoco la voy a llamar así. Lo más riguroso que podría decir es que es un poco de todo eso... y mucho más que todo eso.

2. Hay multitud de blogs y webs donde se describen los contenidos de los números, empezando por la propia página de la tienda de Principia. Cualquiera que los lea puede hacerse una idea de lo variado, completo y original del índice de contenidos de cada entrega (un ejemplo, y otro, y otro aquí).

3. Una reseña al uso debería incluir una valoración objetiva y pormenorizada de los artículos que componen la revista, sus puntos fuertes y sus puntos débiles. Obviamente, toda reseña o crítica está siempre sujeta a la subjetividad y los sesgos propios del que la escribe, pero en este caso sería muy flagrante puesto que no solo participo en tres de los artículos contenidos en las revistas (un relato de ciencia ficción de corte clásico, y los guiones de las obligadas citas con OOBIK), sino que conozco personalmente a casi todos los que participan en los demás. A veces es difícil valorar el trabajo de aquellos que te caen muy bien, sobre todo cuando los sigues de cerca y constatas a diario que son gente capaz de lo mejorcito en el campo. Y podría extenderme demasiado. Así que por mucho que me duela, tabla rasa: no nombraré a nadie directamente.

4. En realidad, soy demasiado vago como para hacer lo que de verdad me gustaría: ir uno por uno, destacando sus virtudes y explicando lo que más me ha gustado de cada uno de ellos.

Bueno ya me he cansado de enumerar. Así que voy a dejar a un lado los numeritos y voy a seguir a pelo.

Esta no es una ilustración que uno suela encontrarse acompañando un texto de divulgación. Pero es que la historia que se cuenta, y cómo se cuenta, tampoco tiene nada que ver con la divulgación de la ciencia "clásica". Hay ciencia en "Los 86", pero también hay literatura, emoción, historia, y humanidad. 

Tras mucho pensarlo, he conseguido por fin hallar un buen símil para expresar las sensaciones que, como lector (y olvidando mi participación), me ha producido la dilatada lectura de estas entregas, las cuales me he llevado allí donde he ido este verano. Me han acompañado en mesitas de noche, maletas, en la hora de la siesta y antes de dormir. Comencé la revista por el primer artículo, luego fui saltando de uno a otro, ojeando una y otra vez para recrearme en las ilustraciones, decidiendo cuáles me llamaban más la atención y guiando el orden de lectura según diferentes criterios: porque un dibujo atrapaba mi mirada, porque el autor es un viejo conocido, porque el tema de repente me parece de lo más curioso... en algunos casos, empezaba a leer sin tener ni idea de qué me iba a encontrar. Finalmente, recuerdo agobiarme porque al ir saltando tanto me costaba encontrar los que me quedaban sin leer; así que retomé el principio y fui leyendo todos los que aún no había catado. Como resultado, devoré con ímpetu algunos relatos que me atrajeron desde el principio, pero curiosamente algunos de los que más disfruté fueron de los últimos, porque a lo mejor en su momento no me llamaron la atención. Una vez terminada la revista, la conclusión es que unos me gustaron más que otros; algunos me encantaron, otros me parecieron meramente entretenidos; pero todos, absolutamente cada uno de ellos, me proporcionó algo nuevo, algo original, algo inesperado. Bien por el contenido, bien por la narrativa, bien por las ilustraciones que lo acompañaban.


Los números (perdón; episodios; hasta en la forma de numerar es original esta obra, fíjense en los lomos) de Principia no desentonan en una estantería de cómics, no en vano el formato me retrotrae a algunas de mis novelas gráficas favoritas en formato prestige. Por supuesto, el que cada número incluya historietas de OOBIK también ayuda.

Me vino a la mente - y este es, por fin, el símil - aquellos tomos de Super Humor de cuando era crío, que contenían historietas variadas, algunas protagonizadas por mis personajes favoritos y otras por personajes que no me decían nada en principio. Siempre recuerdo devorar las historias de Mortadelo y Filemón, una tras otra, para luego pasar a las páginas de 13 Rue del Percebe; si había Rompetechos o Pepe Gotera y Otilio, eran los siguientes. Y ya sin rastro del genio Ibáñez, procedía a leer los Superlópez (con el tiempo llegó a cautivarme lo que conseguía Jan además de parodiar a Superman) o los Zipi y Zape. Estos últimos no me entusiasmaban, pero como ávido lector de cómics, al final terminaba por pasar un buen rato; y en otros tomos o revistas de historietas similares (me viene a la cabeza la mítica revista Guai!, cuyo nacimiento y fallecimiento presencié; viejuno que es uno), donde se daban cita otros personajes y autores, a menudo encontraba entre las últimas elecciones en el orden de lectura, auténticas maravillas que llegaban a convertirse con el tiempo en mis favoritas. 


Resultado de imagen de revista guai
El mítico primer número de la revista más guay del kiosco (fuente)


Exactamente esto es lo que sucede con Principia: puede que no seamos muy devotos del estilo de alguno de los autores, puede que algunos temas no nos parezcan novedosos o llamativos, puede que solo nos apetezca leer aquello que es divulgación científica en sentido clásico, o por el contrario, que estemos hartos de los artículos de divulgación; que busquemos aprender cosas nuevas, o que disfrutemos más con las idas de olla, las historietas moleculares, los repasos cinéfilos o los cuentos e historias cortas; pero todo ello ha sido creado por auténticos profesionales, por personas con intereses, experiencias y destrezas de lo más variopinto, siempre desde la pasión y la máxima entrega. Y eso, se nota. Igual que se nota el amor con el que los padres de la criatura (Quique, Cris, Javi y en la impagable labor de co-editores, Silvia y Rafa) se han encargado de pulir las aristas, encajar las piezas, y engalanar todo con un buen gusto y una elección de ilustradores y decisiones de diseño que no solo completan, sino que mejoran aún más el conjunto, convirtiéndolo en una auténtica obra de arte. Arte gráfico, arte narrativo, arte científico. Sí, creo que podemos empezar a hablar de "arte científico" cuando la ciencia o las explicaciones basadas en evidencias experimentales sirven de excusa para hacernos soñar, para hacernos reír, para hacernos llorar. Cuando esa misma ciencia permite crear mundos imaginarios, recrear cosas que nadie es capaz de ver, o inspirar a artistas que terminan pariendo algunas de sus mejores creaciones.

Todo lo escrito en esta reseña vale tanto para Principia como para Principia kids; pero esta última se guarda algunas bazas críticas para conectar con la muchachada, como las páginas para completar con pegatinas (en la imagen, una composición refinada y minuciosa, obra de miniLitos).

Ya advertí que iba a ser una reseña diferente. Porque lo mejor que se puede decir de una obra cualquiera, en el actual panorama sobresaturado y estandarizado, es que sea diferente. Y esta sí es una definición de Principia que me convence, y con cada entrega que tengo en mis manos, me siento más convencido de ello.

¿Qué es Principia? Es algo nuevo, algo bello, algo sorprendente. En definitiva... es diferente. 



jueves, 30 de junio de 2016

La ilusión de heterodoxia (o cuando tu opinión no vale una mierda)

Cuando uno trabaja en ciencia, tarde o temprano llega a una conclusión bastante descorazonadora: tus intuiciones, tus opiniones, tus esperanzas... no valen una mierda. Sí, así de crudo, sin paños calientes. En negrita. Con palabrota y todo. Da igual cuánto busques un resultado, cómo te imagines que va a salir un experimento, hacia dónde dirijas tus esfuerzos. Finalmente te das cuenta de que lo que estás haciendo es interrogar a la naturaleza, y lo que obtienes como respuesta solo lo puedes entender mediante experimentos limitados, sesgados e incompletos. Por si esto no fuese bastante desmotivador, nos encontramos con que el mero hecho de obtener una respuesta es algo poco frecuente. La naturaleza no nos contesta, tenemos que sacarle la información a lo bruto, y desgranar las pocas pistas que, de cuando en cuando, hallamos. Parte de este proceso pasa por repetir los experimentos, una y otra vez, en condiciones exactamente iguales primero, luego en condiciones sutilmente diferentes, finalmente cambiando por completo la técnica o el enfoque experimental. Y solo tras interrogar al objeto de nuestro problema desde todos esos puntos de vista, tras todas esas repeticiones... podemos empezar a traducir. Nos servimos de las matemáticas, a modo de diccionario, para, por medio de ingeniosos (y a menudo poco intuitivos y aburridos ) métodos estadísticos, obtener algo parecido a un "sí" o un "no". Y es en ese momento, cuando por fin podemos responder a nuestra pregunta inicial afirmativa o negativamente, cuando debemos hacer el mayor ejercicio de humildad que se puede hacer: reconocer que después de tanto trabajo, esfuerzo, quebraderos de cabeza... la respuesta obtenida no era la que esperábamos. Toca comenzar de nuevo, replantear nuestra hipótesis, o sencillamente descartarla en favor de otra; tal vez menos emocionante, más anodina... pero más cercana a la descripción de la realidad.

Anton Ego, uno de los fantásticos personajes d ela factoría Pixar, personifica en cada una de sus líneas y gestos las "virtudes" de la soberbia y la autosuficiencia.

Todo esto no es tan difícil de hacer cuando eres, digamos, un don nadie. Uno más entre millones de investigadores experimentales. Cuando tu proyecto no busca dar la vuelta a un paradigma, ni revolucionar un campo concreto. Pero puede ser que haya quien sí persiga esto; o quien crea que está cerca de conseguirlo, aunque sea más o menos involuntariamente. Es en estos momentos cuando el ego nos juega malas pasadas. Gran parte de la "mala ciencia" que ha originado tantos escándalos  que son enarbolados con orgullo y condescendencia por los más críticos con el ámbito científico y su metodología, se enraíza en un ego fuera de control. Tal vez al principio en forma de un sutil despiste, una sobrevaloración del trabajo; pero pronto crece y se extiende como la niebla, empañando el resto del trabajo y enmascarando los datos que parecen querer gritarnos que estamos yendo por el lado equivocado. Esta caída en el Lado Oscuro puede llevar a buscar atajos, a estilizar nuestros resultados, a pulir nuestra estadística e incluso a ocultar los datos que se alejen de nuestra "verdad". Y entonces, nada nos distinguirá del peor de los pseudocientíficos. Porque cada vez tengo más claro que nuestro trabajo no consiste en "hallar la verdad"; ese es un concepto relativo. Trabajamos para describir la realidad y aprender a manejarnos con ella. Y hasta esto es relativo, en parte; la realidad es la que percibimos como individuos, como mamíferos con cierta capacidad para interpretar lo que nos rodea. Pero sigamos dándole vueltas al tema del ego, que estamos llegando al meollo del asunto.

Toma heterodoxia, rufián (fuente)

En torno a esta caída en desgracia regida por el ego desmedido, se cierne otra sombra no menos importante: la de la ilusión de heterodoxia. La historia de la ciencia está plagada de personajes considerados heterodoxos, que contradijeron los paradigmas del momento, que nadaron a contracorriente y no se amedrentaron a la hora de transitar un camino que los demás tachaban de no llevar a ninguna parte, o de contradecir posturas dogmáticas y anticientíficas. Galileo Galiei, Alfred Wegener o el mismísimo Charles Darwin personifican esos genios adelantados a su tiempo que se negaron a sumirse al consenso generalizado y defendieron sus ideas, siempre sustentadas en un trabajo exhaustivo y en una batería de evidencias que harían palidecer a muchos "genios" actuales. La tentación de convertirse en uno de estos eruditos puede ser grande, y lleva  a muchos científicos de gran renombre y con una trayectoria a sus espaldas más que reconocida, a querer personificar esa ilusión heterodoxa. Dejarse llevar por dicha ilusión sin tener en cuenta todo lo que hemos expuesto acerca de los datos y su tiranía ajena a las pasiones humanas significa perder el rumbo. Lynn Margulis no tenía razón por revolucionar la concepción de la biología clásica con sus ideas acerca de la simbiosis celular; la tenía porque las pruebas y evidencias respaldaban sus postulados; y de hecho, más adelante se le fue de las manos el querer llevar dichas ideas más allá de lo que la evidencia, llegando a personificar incluso el negacionismo en temas como la existencia del VIHNo está en nuestras manos decidir si somos heterodoxos o no; es una cuestión histórica y de contexto. Puede que nuestra investigación vaya en contra de la de muchos otros, pero en la era de la información y de la rapidez de contraste de cualquier publicación, experimento o hipótesis, lo sensato es ceñirse al trabajo y las evidencias recogidas por otros. La ciencia no es democrática, dicen; pero sí existe consenso científico. Lo bello de esta situación es que dicho consenso es dinámico, y cambia tanto como cambia la disponibilidad de datos y evidencias acumuladas. Lo que algunos confunden con debilidad, es en realidad el auténtico valor de la metodología científica: su capacidad de corregirse y mejorar sus conclusiones continuamente. Si fuimos pioneros, puede que incluso lo sepamos en vida, pero normalmente pasarán años hasta que se confirme lo que realmente fuimos; pero nada hay de meritorio en enarbolar uno mismo la bandera de la heterodoxia, descalificando el trabajo ajeno, queriendo buscar genialidad y revolución cuando, lamentablemente, la época histórica de dogmatismos obtusos y oscuros que se veían desgarrados por la luminosidad de un genio puntual que podía ver más allá de sus coetáneos, ya pasó. Hay ideas revolucionarias, descubridores e inventores fantásticos... pero sus hallazgos y méritos se contrastan enseguida, y el consenso vira vertiginosamente a su favor, guiado por la ola de las nuevas evidencias. La naturaleza no ofrece síes ni noes, blancos ni negros; navegamos en un mar de tonos grises, donde es fácil cambiar de dirección siguiendo la cresta de la ola, pero con la tranquilidad de que en los momentos de calma, subidos al palo mayor y desde la cómoda posición del vigía, podemos echar la vista alrededor, reunir trabajos y más trabajos realizados antes y ahora en todos los lugares del mundo, y sacar conclusiones que cartografían cada vez con mayor precisión ese mar de grises en el que siempre parecemos navegar a la deriva.

Y ahora, para terminar, descendamos amigos míos del palo mayor, arribemos a puerto y descendamos de esta metáfora marítima para arremeter, de forma prosaica y banal, contra aquellos autodenominados heterodoxos que hacen estragos hoy día en las redes sociales. Gente que confunde sensacionalismo barato con ingenio y marketing; personajes que se mueven en un campo tan serio como la salud pública, y aun así manejan términos y definiciones como les viene en gana, con tal de llamar la atención y denunciar problemas que consideran importantes. Por supuesto que muchos de dichos problemas sí merecen atención. Pero olvidan, al lanzarse a esta estrategia, lo imprescindible del rigor cuando se habla de ciencia. Las palabras importan (se lo repito a mis alumnos en TODOS los exámenes), las definiciones deben ser precisas, las excepciones cuentan: todas ellas. Negar enfermedades para criticar el sobrediagnóstico, minimizar la relevancia de patologías mortales para denunciar efectos secundarios de ciertos tratamientos... son ejemplos de pura y simple irresponsabilidad y falta de respeto hacia los millones de personas que sufren y padecen, directa o indirectamente a causa de enfermedades incurables. No puedo sino indignarme y sentirme tremendamente cabreado cuando lo hacen personas con formación científica, que tal vez movidos por un ego desmesurado o poseídos por el fantasma de la heterodoxia*, atesorando seguidores e idolatradores que no cuestionan sus palabras, sus métodos, ni sus intenciones. Estos científicos, que pueden haber sido brillantes en su día, han olvidado la valiosa lección con la que empezábamos: tus deseos, tus ansias, tus opiniones, tus impresiones obtenidas en base a una experiencia personal individual a lo largo de la irrisoira duración de una vida profesional humana... no importan una mierda. Da igual lo genial que seas, o lo valioso de tu mensaje: todo aquello que cuentes que se aleje de los datos, de la evidencia, y más importante, que obvie el sufrimiento y el dolor de tus congéneres... no importa una mierda.

Trabaja, encuentra, denuncia, comunica. Con toda la pasión que puedas. Pero con rigor, con respeto, y con humildad. Porque hay mucho en juego, no sólo tu reputación o el que tu nombre pase a los libros.

Lo cual, dicho sea de paso, tampoco importa una mierda.


* he obviado deliberadamente la posibilidad de que estos personajes no estén movidos por fantasías de ego y heterodoxia, sino por la más vil mezquindad consistente en ganar dinero a costa de vender sus productos o sus ideas en forma de charlas y cursos magistrales. Esto directamente no es que no importe una mierda, es que en mi opinión debería constituir delito y ser perseguido cuando afecta a la salud pública, y daría para varios posts.


lunes, 6 de junio de 2016

I CONCURSO JINDETRÉSICO: un ganador, y una exclusiva

Bueno amigos, quién lo iba a decir, pero a pesar de la frikez de reto planteado y las horas bajas del blog, en respuesta a la pregunta planteada en el I Concurso Jindetrésico "Esto no es una pipa" recibimos no una ni dos, sino ¡muchas! respuestas, la mayoría además flamantemente correctas (incluso muy detalladas). Así que, tras un sorteo ante notario  de cuya aleatoriedad solo tenéis mi palabra (al menos puedo garantizar que el encargado de sacar las papeletas del frasco no sabía leer; algo es algo), paso a anunciar a la afortunada persona ganadora:

Ester Artells (@Dr_Esterichia)

Curiosamente, el azar ha favorecido a la primera persona que retuiteó el desafío y me estuvo instando a decir la solución o a dar pistas, hasta que me motivó lo suficiente como para convertir el reto tuitero en un concurso de blog. Un caso de karma buen rollero que ni Earl Hickey, amigos. ¡¡Enhorabuena!! 

¿Y qué ha ganado, exactamente, os preguntaréis? (sobre todo él/ella). Pues como ya anuncié, un libro de divulgación. ¿Y qué libro de divulgación?, me responderéis, un poco hartos de tanto rodeo. Pues ni más ni menos que el estreno de servidor de ustedes, en formato celulósico.




La colección "¿Qué sabemos de...?" es una iniciativa del CSIC en colaboración con la editorial La Catarata, para publicar sencillos libros de divulgación sobre temas de actualidad, escritos por científicos en activo, y a un nivel de sencillez suficiente como para que los entienda alguien sin formación en el campo correspondiente. Desde jóvenes, hasta adultos con interés por la ciencia. Recibí un día una llamada misteriosa proponiéndome lanzarme a escribir una entrega sobre epigenética, y aunque a día de hoy sigo sin creerme que fuese porque la responsable de seleccionar títulos y autores se topase de casualidad con mi blog, la cuestión es que me animaron a aceptar el reto. He intentado en la medida de lo posible mantener el espíritu y el tono que ya había leído en otros libros de la misma colección, pero también aportar algo de mi personalidad y estilo (es decir, unas cuantas dosis de chorraditas). Ha sido mi primera experiencia "a gran escala", comparado con mis escarceos con la divulgación más "clásica" que he hecho en formato virtual y cortito anteriormente; he sudado bastante, más cuando se trata de un tema no exento de malas interpretaciones y polémicas habituales; pero creo que he conseguido dejar claro que la ciencia está bastante lejos de dar los temas por zanjados y de definir las cosas como blancas o negras. Creo que eso es de lo más importante a la hora de divulgar. Así que os animo a todos a hincarle el diente a la obra, y a escribirme sin pudor ni remordimientos para comentarme vuestras apreciaciones, sugerencias, críticas, o alabanzas. La experiencia, pese a la dificultad entrañada, me ha resultado muy disfrutable, y sin duda me encantaría repetir. Gracias a esta primera experiencia, he roto el hielo. Veremos hacia dónde me lleva dicha rotura.

Muchísimas gracias a los que habéis participado, ojalá tuviera libros para todos, pero bueno quise reservarme al menos uno de los ejemplares autoriles para premiar (aunque fuese de manera simbólica) a mis lectores, los cuales, como bien menciono en los agradecimientos del libro, son en gran parte responsables de que el mismo haya podido existir. 

El libro se puede adquirir en la web de La Catarata pinchando aquí y en Amazon pinchando aquí. Bueno, y en algunas librerías selectas, ¡faltaría más!

Gracias a todos, y espero que disfrutéis del pequeñín. Ya me contaréis.


miércoles, 11 de mayo de 2016

Séptimo año de blog: hasta aquí hemos llegado.


Conduzco en soledad, a través de una carretera que se interna en las montañas. Me dirijo hacia Requena, para impartir una clase sobre enfermedades raras. Una clase especial: voy a hablar ante personas de entre 30 y 50 años, jubiladas en su mayor parte, que jamás han ido a la universidad. Repaso en mi mente el esquema de las tres horas de charla que me aguardan, sopesando por enésima vez la forma mas eficiente de comunicar qué es una enfermedad rara a una audiencia que probablemente jamás ha escuchado la palabra célula, alelo, o mioclonía. No es nada fácil, a priori; pero uno lleva ya unos cuantos años enfrentado a dilemas parecidos. Así que subo el volumen de la música, y dejo que los potentes acordes del último disco de Iron Maiden me envuelvan, confiando en que estaré preparado para el reto. A sus 36 años de carrera (los mismos que cumpliré yo de vida dentro de justo dos meses), la banda suena igual o mejor que el primer día. Y entonces, en mitad de uno de los múltiples cambios de ritmo de la canción, mientras los guitarristas enlazan solo tras solo... sufro una revelación. Estoy ilusionado. Ansioso por llegar y contar mi historia sobre asombrosos mundos diminutos, en los que los átomos se organizan de maneras increíble para lograr que un puñado de células se unan formando algo cuya complejidad excede con creces la suma de las partes que lo forman.

Si no se os ponen los pelos de punta con lo que sucede entre el minuto 9:07 y el 12:30, es que estáis más muertos por dentro que el Eddie de la portada del disco.

Pero claro; siempre cabe la posibilidad de que algo salga mal. Que me falle la inspiración; que subestime o sobreestime a mi público. Que la ciencia no sea tan interesante y asombrosa como creo. Que la gente haya acudido a pasar un rato y echar una cabezadita; que asistan esperando una clase magistral rebosante de erudición y datos complejos. Es un riesgo que siempre aguarda, agazapado en un rinconcito del encéfalo, dando codazos a la confianza que parece llevar las riendas en el asunto (recordad: es el temido síndrome del impostor, que también afecta a divulgadores). Así que llego al pueblo, me pierdo un par de veces - como suele ser mi costumbre - y aparco junto a la Asociación Cultural donde tienen lugar las clases del curso UniSocietat, una iniciativa organizada por la Universitat de València (que paga parte de mis habichuelas mensuales) y el ayuntamiento de varios pueblos interesados en dar a conocer la universidad, sus gentes y sus posibilidades, a personas cuyo arroz académico se considera generalmente pasado en nuestra sociedad. Es una motivación que me inspira, y como ya he dicho, un reto que asumí con gusto en cuanto se me propuso.

Saltamos unas cuantas horas. Regreso a casa con los Maiden de nuevo a tope... y mis temores completamente eliminados. He soltado mi rollo, he disfrutado haciéndolo, y lo más importante: la gente también. La respuesta ha sido inmejorable, gente haciendo preguntas, tomando notas, riéndose a carcajadas... la demostración pura y dura de que no se trata de que la ciencia mole más o menos, interese más o menos. Hay que acertar en cómo contarla, y cada público tiene sus claves. Ese día, yo acerté de pleno. Otros días no tanto. Pero si de verdad todo esto que llamamos "divulgación" debe ir más allá de una palabra que queda chula y que justifique unas cuantas horas de darle a la tecla... si de verdad tiene que servir para cambiar mínimamente la sociedad, su percepción de la ciencia y el interés por descubrir y aprender... entonces esto sí es divulgación. Mi público aprendió la problemática de las enfermedades raras, lo difícil que es investigarlas y lo necesario que es para curar otras enfermedades. No sabían lo duro y complejo que es investigar, y recibieron información de primera mano. Cambió su percepción. Tanto anotado.
¡Apúntense para el año que viene, profes y profas, estudiantes estudiantas e investigadores-oras! (http://somoscientificos.es/)

Esto fue en marzo. Empecé a escribir este post a los pocos días. Estamos en mayo, ha llegado el aniversario del blog y el post seguía sin publicar. La razón viene muy pareja: no he parado de divulgar de verdad. A la cara de la gente. De diferentes edades y condiciones. Desde una guardería hasta una clase de universitarios, a investigadores y pacientes de cáncer, a estudiantes de bachillerato. A este respecto, he participado en una de las mejores iniciativas de divulgación que jamás he conocido: se llamaba Somos científicos, ¡sácanos de aquí!, y con la excusa de una especie de concurso de popularidad de científicos, unos cuantos afortunados hemos chateado en directo, respondido preguntas, vacilado con nuestras fotos chulas de laboratorio y con nuestras ideas locas para contar la ciencia. Hemos cambiado en apenas dos semanas la percepción de muchos jóvenes confusos acerca de la ciencia, su alcance, sus limitaciones, las características de los que trabajan en ella día a día. Ha sido espectacular, instructivo, divertido e inspirador.

En medio de toda esa vorágine, he viajado cientos de kilómetros en un par de días para hablar de ciencia y ciencia ficción, y me he vestido de samurai para discutir sobre la supremacía  igualdad de los biólogos de bata frente a los de bota. Sin olvidar las clases, los experimentos, los exámenes, las colaboraciones con Principia (no os perdáis que la portada elegida para el último número a la venta, es la ilustración de ¡mi relato de ciencia ficción!) y la vida social y familiar. ¿Cómo voy a sacar tiempo para escribir en el blog?


Mis dos intervenciones en el magnífico y espectacular evento Desgranando Ciencia 3. Una de ellas más ridícula que la otra. Creo que está claro cuál.

Pues debo hacerlo. Porque todo lo que acabo de contar a grandes pinceladas ha surgido de estas páginas virtuales. Jamás lo planifiqué así, pero si estoy empezando a descubrir que mi auténtica vocación es dar charlas, clases, enseñar, compartir lo que he aprendido y hacerlo en forma de historias y narraciones cargadas de humor y espontaneidad... ha sido gracias a romper el hielo con este blog, este rinconcito de libertad absoluta, de búsqueda de un estilo, de un objetivo, de entrenamiento continuo. Han sido siete años de sorpresa, que han terminado conmigo dando los últimos retoques a la maqueta de un libro de divulgación que me ha encargado alguien que me conoció "por un blog muy gracioso". ¿Cómo no sacar unos minutos para escribir un post de cumpleblog agradeciendo a todos los que han contribuido a la cantidad de cosas que he contado, empezando por los que alguna vez han leído con cierto interés estas locuras jindetrésicas?

Haga tres meses, dos años o quince desde el post anterior, jamás consideraré que este blog está muerto, cerrado, o abandonado. Mientras me quede un mínimo de fuerzas para aporrear las teclas, pasaré por aquí, y soltaré alguna (absurda) reflexión como la presente.

Siete años, y hasta aquí hemos llegado; menudo recorrido. Para muchos puede no parecer gran cosa, pero para mí, sencillamente, me han dirigido hacia un lugar en el que me siento realizado, feliz y satisfecho. Y con muchas, muchas ganas de seguir disfrutando, aprendiendo, mejorando y buscando nuevos caminos. Nunca fue el blog más leído, más comentado ni más difundido; pero es mi rinconcito, con el permiso del compañero Banchsinger que me lo cuida y revive de cuando en cuando. Pero este blog me ha moldeado a mí mismo, tanto como yo a él. Si estás leyendo estas líneas, te doy las gracias. Y permíteme que te invite a exclamar conmigo:

Larga vida a ¡Jindetrés, sal!



jueves, 22 de octubre de 2015

En el principio fue "Principia"... y luego llegó "Principia Kids"

Supongo que si sois seguidores del blog, y como tales, personas molonas en grado sumo, sabréis de sobra qué es Principia, puesto que hablamos de ello aquí y aquí. En estos momentos el proyecto está yendo viento en popa, ya existe un número impreso y hay otro en camino, y la web sigue publicando cada día artículos sensacionales ilustrados de forma colosal. Hasta aquí nada nuevo. Pero en el siguiente párrafo, sí.





Resulta que no contentos con romper el molde en cuanto a divulgación científica y cultural, en general, para el sector adulto, los artífices de Principia con el Todopoderoso Quique Royuela a la cabeza, han creado una edición dirigida exclusivamente al público infantil: Principia kids. El mismo espíritu, las mismas intenciones, el mismo rigor y cuidado en contenidos, formato y diseño... pero dirigido a los peques de la casa. Siendo un total convencido de que los esfuerzos divulgativos deben centrarse en gran medida en la juventud, no puedo sino aplaudir con brazos, pies y apéndices en general semejante propuesta. Ahora mismo esta iniciativa está recaudando la financiación necesaria para convertirse en realidad, pero, ¡oh sorpresa! Va tan rápido y de forma tan eficiente, que está superando las expectativas. No obstante, cuanto más se recaude, más productos relacionados podrán nacer para deleitar los paladares más exquisitos. Sin ir más lejos, ya se puede adquirir con una irrisoria contribución, una baraja de cartas ilustradas con científicos de todas las épocas: una pasada. Os enlazo la página de Verkami donde se puede hacer las contribuciones, pero es que además allí los jefazos explican con profuso detalle y el estilo que les caracteriza, los pormenores de la iniciativa y cualquier característica que os pueda interesar saber.



¿Qué más puedo deciros para convenceros? Bueno, solo apuntar que nos han concedido el honor una vez más, a servidor y a mi socio el infatigable ilustrador Gerardo Sanz, que colaboremos con un par de páginas con ese arte alucinante y alucinógeno huracanado de Gerardo que transforma en imágenes mis desvaríos científico-lúdicos y celulares.

Aquí os dejo, amigos. Espero que intrigados y deseosos de comprobar en vuestras propias carnes hasta dónde alcanza este proyecto, que apenas está despegando pero en el que, personalmente, tengo depositadas grandes esperanzas. Creo sin duda que lo que estamos haciendo en Principia es diferente, es bueno, es especial. Y no hace más que crecer. Si queréis ser también partícipes de ello, ya sabéis: reservad vuestros ejemplares cuanto antes. 

Y si queréis ayudar más aún (¡si es que sois insaciables!), podéis votar la web de Principia en los premios Bitácoras, como mejor blog de arte y cultura, en este enlace.

Jamás un nombre había sido tan acertado: estamos ante el principio de algo grande. 

lunes, 12 de octubre de 2015

La paciencia es la madre de la ciencia

--> Esta frase con rima es, con toda probabilidad, la que más se ha repetido en mi cabeza mientras trabajo desde que empecé mi doctorado hace muchos muchos años. No porque la haya puesto en práctica a menudo, sino por todo lo contrario. Todas las veces que la impaciencia, la prisa o la euforia han mandado por la barranquilla el experimento del momento; o cuando el protocolo manda esperar más de lo que mis nerviosos nervios pueden aguantar, he recordado a mi abuela mientras me la decía cuando siendo crío me intentaba enseñar ganchillo o evitaba que yo, azada en mano, me cargarse toda la cosecha de patatas.


Esta es una de esas sabias sentencias populares válidas para casi cualquier actividad humana, como la de “el que mucho corre pronto para” o la de “las prisas son malas consejeras”, cuyo verdadero alcance y rango de aplicación solo se llegan a comprender años después de haberlas oído por vez primera. Pero además, esta sentencia tiene algo especial para mi tanto por quien me la enseñó (persona que conoce mucho las labores de tierra y pocos los libros, aunque sabe leer, escribir y bastante de cuentas), como por el significado dentro de los mecanismos en la base de las ciencias experimentales.

Si amigos, la paciencia es clave pa(rala)ciencia. Tan importante como una madre para sus hijos o para las manos del artesano. La paciencia en ciencia es esfuerzo, lentitud, espera, repetición, aburrimiento y desesperación pero también es estudio, pensamiento, raciocinio, meditación, cautela y precisión. Eso y más, de lo guay y de lo menos guay, todo junto casi inseparable. Diametralmente opuesto a lo que, muy de refilón, se muestra en CSI y demás series guayonas donde la “ciencia” aparece como cosa de listos listísimos, que usando aparatos aparatísimos, resuelven cualquier misterio en un periquete.

En la ciencia real hasta el más listo necesita paciencia. Los que intentamos divulgar la ciencia solemos decir que la ciencia es divertida. Lo es, por eso estamos aquí. Sin embargo, desde mi punto de vista, esta diversión es una percepción global acerca de la ciencia. Preguntarse las preguntas adecuadas, indagar en su respuesta y encontrar la solución un problema suele percibirse como algo divertido, casi detectivesco. Hemos pasado de percibir las ciencias naturales como una cosa aburrida, de los tiempos de la EGB y documentales de La 2 de RTVE, a percibir como algo que puede llegar a ser extremadamente divertido, en programaciones de TV recientes (en Órbita Laika, por ejemplo). Y por el camino nos hemos olvidado de contar lo que en realidad la ciencia entraña. Se nos ha llenado la boca de contar (aburrida o divertidamente) los experimentos exitosos que han llevado a descubrimientos increíbles. No obstante, se nos ha olvidado mencionar que muchos otros experimentos han sido un fracaso y que además, en cualquier caso, la mayoría de ellos, exitosos o no, han exigido paciencia infinita.

Paciencia infinita, primero para desarrollar un protocolo experimental, lo que puede llevar años. Paciencia después, para ejecutar ese protocolo de manera que responda tus preguntas, que puede llevar semanas o meses, porque además cada paso lleva su tiempo. Paciencia para más tarde ejecutarlo tantas veces, más de tres como mínimo, como sea necesario para estar seguro del resultado (no sea que una de las veces te haya salido de chiripa). Y luego ya, para buscar y realizar otro protocolo experimental alternativo que apoye que has encontrado con primero, si es que has encontrado algo. Y si no, vuelta a empezar, sin nada, con las manos vacías. Bueno no, con las manos vacías no, por lo menos ahora sabrás por donde no tienes que volver a poner los pies. Y así siempre, paciencia infinita.

En los tiempos de la inmediatez y el termociclador que nos ha tocado vivir, parece que la paciencia no tiene cabida porque la tecnología se la come con fuerza bruta. Pero no, la paciencia sigue en la base de la ciencia pero escalada hacia arriba. Por ejemplo, hace 30 años amplificar y clonar un solo gen era objetivo y tema de tesis doctoral de varios años. Las PCRs (Reaciones en cadena de la polimerasa) para amplificar un gen se hacían a mano, pasando los botes entre baños de agua caliente o fría tantas veces como fuese necesario. Días enteros para hacer algo que hoy un termociclador hace en tres horas apretando un botón. Sin embargo, hoy eso de clonar un gen ha pasado a ser una simple frase en un esquema experimental (todo el mundo sabe cómo se hace) y el tema de la tesis puede ser clonar 100 genes y expresar sus proteínas en un organismo diferente, para luego purificarlas y generar cristales para conocer su estructura. Paciencia infinita. Porque clonar mil genes no es moco de pavo ni aun hoy, pero expresarlos exitosamente puede ser un infierno, y ya no os cuento la broma de generar cristales para todas ellas... y que luego además los cristales sean buenos.

En fin, que eso, que la ciencia es bonita y hasta divertida, pero detrás del brillo (más o menos brillante) de sus descubrimientos y procedimientos, está hecha de paciencia. Paciencia de artesano, paciencia de paciente, paciencia de pescador, paciencia de padre y madre, paciencia de buen maestro. Esa paciencia desde fuera, una vez alcanzado el objetivo perseguido, pasa desapercibida como los cimientos del magnífico edificio. Va siendo hora de que quede claro de que las virtudes que percibimos de la ciencia se pagan con tiempo y esfuerzo (a muchos niveles), que no es otra cosa que paciencia. Esto lo resume casi perfectamente una frase de Pablo Sarasate:

" He practicado catorce horas diarias durante treinta y siete años, ¡y ahora me llaman genio!”

Esa es la reflexión que quería hacer aquí hoy mientras espero enervao entre toma de imágenes y toma de imágenes a los mandos de un avanzadísimo y a la vez lentísimo microscopio confocal de barrido.

sábado, 13 de junio de 2015

Ponga un Nobel en su vida

Hace unos días acudí a una cita en la que se nos ofrecía la oportunidad a los "jóvenes investigadores" (colectivo que hoy día aglutina desde la muchachada recién salida de la carrera, hasta los que peinamos canas, curiosidades de nuestro ámbito) de pasar un rato en compañía de algunos científicos galardonados con el premio Nobel, haciéndoles las preguntas que considerásemos pertinentes y disfrutando de su sabiduría y ejemplo, tal vez contagiándonos de la intensidad con que la Fuerza habita en tan nobles, distinguidas y preclaras mentes. Lo escribo así, desde el cachondeo, porque siempre me ha parecido un poco ridícula la forma en que se trata a estos señores, como si el hecho de ganar un premio Nobel le otorgase a uno una especie de divinidad mediante la cual su mera presencia en un acto aportase destellos de luz a las mentes cercanas. Por otro lado, es bien cierto que nosotros mismos somos los primeros en admirar sobremanera las carreras y los hallazgos de estos supercientíficos, así que nadie está libre de culpa. En cualquier caso, la ocasión podía ser interesante, y casi más importante aún, el jefe estaba empeñado en que fuésemos a agasajar a los eruditos, así que allí me planté. Os contaré a continuación un breve resumen de las impresiones que me llevé y alguna de esas (absurdas) reflexiones que me surgen cuando pienso en lo que rodea el trabajo científico y sus implicaciones para la vida y la Humanidad; así, en general.



En primer lugar, hay que reconocer que juntar en una misma sala a los científicos responsables de que hoy día sepamos cómo las células etiquetan específicamente el material que deben desechar, cómo el ADN se enlaza con las proteínas que dan forma al cromosoma, el papel del óxido nítrico en la regulación de la circulación sanguínea, o responsables de crear una técnica que permite medir la corriente eléctrica que pasa a través de un único canal situado en la membrana plasmática de una célula particular, es algo que impone (especialmente si lo lees así de seguido y sin respirar). Son personas cuyo trabajo ha roto moldes, ha cambiado nuestra perspectiva de cómo funcionan los organismos, han explicado conceptos que han permitido entender enfermedades, y han abierto líneas de trabajo que continúan expandiéndose y produciendo a su vez cientos de investigaciones igual de interesantes. Algunos han llegado casi a crear disciplinas de estudio enteramente nuevas. Y sólo cito algunos ejemplos de los relacionados con mi campo, que es el que conozco mejor.  Cuando estas personas charlan coloquialmente y cuentan sus anécdotas en plan abuelo cebolleta, no puede uno sino admirarse y constatar con asombro cómo realmente el único motor de la existencia de estos señores fue siempre el de SABER, el de RESPONDER preguntas, el de SOLUCIONAR problemas. Lo de los premios, el reconocimiento y todo lo demás, es algo extra, algo que a todos les vino cuando ya tenían su carrera más que asegurada y afianzada. Puede haber parte de impostada humildad o falsa modestia cuando ellos mismos lo afirman, pero escuchándolos realmente cuesta creer que no sea así. Por supuesto, a algunos se les habrá subido el premio a la cabeza, y todos conocemos abundantes casos de científicos que tras haber ganado un premio Nobel han sorprendido con derivas absurdas en sus carreras, con afirmaciones temerarias y sin fundamento, a veces rozando la pseudociencia. Ni que decir tiene que no todos los científicos brillantes son además personas majas y encantadoras, ni modelos de personalidad. Sin ir más lejos, esta misma semana y mientras tenía este post medio escrito, leí acerca de las desafortunadas declaraciones de uno de estos señores, pero dejaré que lo cuente mejor la compañera Molinos en este enlace, de forma más que clara y concisa. En fin, no dejan de ser personas, seres humanos con sus defectos y manías, y a veces, al fin y al cabo, personas mayores a las que se les va la olla, o personas no tan mayores a las que la olla nunca les llegó a encajar bien del todo.

Hasta aquí no descubro nada nuevo. Lo más interesante de la velada, y es principalmente sobre lo que quiero reflexionar, fueron las respuestas en torno a algunas cuestiones tocantes a cómo funciona la ciencia en la actualidad. Por un lado, acerca del actual sistema de publicación de artículos científicos; por otro, en cuanto a la labor del científico en relación a la comunicación de sus resultados hacia el gran público; también en cuanto a compaginar la vida científica y la familiar; y finalmente, en cuanto al aparente auge de pseudociencias y terapias alternativas sin respaldo científico.

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Aquí podemos ver a Groucho Marx Randy Schekman cogiendo aire, a punto de poner a parir a los editores de Nature (imagen: Wikipedia)

Las respuestas en cuanto a estas cuestiones tan diferentes, puede resumirse bajo un denominador común: los "laureados" demostraron, a mi humilde juicio, pertenecer sin lugar a dudas, a otra época. Si bien alguno como el polémico Randy Schekman sigue dando caña con el tema de la evaluación de los trabajos científicos y el sistema de publicación de resultados, el resto parecían resignados a no usar su influencia más que para inspirar a los jóvenes y servirles como ejemplo; ni eran conscientes del auge de las pseudociencias (alguno directamente malinterpretó la pregunta sobre este tema, afirmando que muchas de esas terapias milenarias que parecen funcionar, simplemente aún no han visto desvelados sus mecanismos de acción por falta de investigación), ni de la importancia de potenciar la labor divulgadora de los científicos, más allá de la colaboración con los periodistas. Tampoco parecían percatarse de que tal vez el hecho de que no hayan tenido que hacer grandes sacrificios en su vida personal (como afirmaron la mayoría; JA, ya comenté en este post que si para ganar un Nobel hay que pasar día y noche en el laboratorio, conmigo que no cuenten) sean porque sus parejas sí lo hicieron, y en un mundo actual tal vez no podrían haberse desarrollado como antaño. Por no hablar del que hizo el chistecito (no recuerdo quién fue en concreto) de responder "yo solucioné lo de compaginar la vida laboral y familiar al estilo francés: ¡me casé con mi estudiante!" - risas entre la audiencia. Ejem.

Lo cual me lleva a mi reflexión final: la imagen dada desde fuera, de este grupo de científicos, era la de unos venerables ancianitos, blancos y ajados, bastante homogéneos de no ser por su diferente procedencia y nacionalidad. Está claro que las nuevas generaciones de premios Nobel deben ser diferentes, la presencia de las mujeres debe ser mayor, pero más allá de esto, espero que además sus preocupaciones y percepción de la interacción entre la ciencia que hacen y el mundo que habitan debería ser mayor aún. 

Puede que esté sacando demasiadas conclusiones de un corto evento y apenas unas cuantas preguntas y sus respuestas; pero mi impresión general quedó marcada por esa sensación de que el ejemplo a obtener de estos señores pasa exclusivamente por sus trabajos y su actitud hacia la ciencia, por esa curiosidad máxima y esa necesidad de ser los primeros en descubrir y revelar los misterios de la vida; pero el mundo cambia, la ciencia cambia, las sociedades cambian. Y ni se investiga ahora como hace años, ni se dispone de la misma tecnología, ni el acceso a la información ha sido nunca como  lo es hoy. El caso de la línea de investigación que ha llevado al descubrimiento del Bosón de Higgs o los equipos multidisciplinares que analizan genomas completos o resuelven estructuras de proteínas, formados por decenas, cientos de investigadores, demuestran que los hallazgos que cambiarán nuestras vidas en el futuro no pasan por un par de cabezas osadas y geniales, capaces de responder preguntas complejas gracias a grandes dosis de ingenio, perseverancia, imaginación y muchas horas de trabajo contra viento y marea. Probablemente ambas formas de afrontar los problemas de nuestro entorno convivirán en un futuro para ofrecernos más ejemplos, tanto individuales como colectivos, de investigadores asombrosos y trabajos impecables. 

Así que mi mayor alegría fue constatar que mis compañeros científicos sentados entre los "preguntadores", los realmente jóvenes, fueron los que hicieron las preguntas más críticas: fueron los que indagaron acerca de la relación entre vida laboral y familiar, por la responsabilidad del científico en la comunicación de la ciencia, en la lucha contra la pseudociencia, y contra la tiranía y la desproporción de los sistemas de publicación y evaluación de proyectos de investigación (esto último fui yo quien lo preguntó, a lo que los señores Nobel me aconsejaron que simplemente pidiera dinero para proyectos en los que ya tuviera resultados seguros; es decir, lo que ya hacemos siempre, nada nuevo en el horizonte, véase el gráfico más abajo). Estos son temas cada vez más en entredicho, a su vez síntoma de que el mundo cambia más rápido de lo que somos capaces de reaccionar. 


Creo que el contacto con los premios Nobel es muy beneficioso; pero la mayor experiencia que podemos extraer de ello es aprender a valorar no sólo el arrojo, la entrega, la pasión por resolver problemas, la necesidad de ser creativos y de inventar soluciones cuando estas no existen, todo encaminado a generar conocimiento; sino especialmente, el ser conscientes de que ese conocimiento no debe servir únicamente para atesorarlo y para inspirar a los demás, sino también para cambiar el mundo en que vivimos. 



lunes, 25 de mayo de 2015

Principia: mucho más que una revista de ciencia

Este iba a ser un post de propaganda, para dar publicidad a un proyecto del que formo parte y en el que creo profundamente. Pues bien, la mejor publicidad que puedo hacer es simple y llanamente decir que este post... ya casi no hace falta.



La mayoría estaréis familiarizados con el concepto de "crowfunding" o financiación colectiva. Básicamente, las personas interesadas en un proyecto o producto, hacen aportaciones económicas gracias a las cuales este se financia. Si se alcanza el objetivo requerido, el proyecto o la producción en serie del objeto en cuestión tendrá lugar, y cada "aportador" (ostentosamente denominado "mecenas") conseguirá su recompensa, que va desde el producto en sí mismo, hasta una serie de extras que suelen ir en función de la cantidad aportada. Esta ha sido la manera en que se ha optado por financiar la revista Principia, versión en papel de la página web con contenidos culturales de amplio espectro y en la que el diseño, la estética y el arte son indisolubles del contenido de sus artículos, independiente de la temática. ¿Qué tienen en común los artículos que se publican en Principia? Hablan de la vida, de nuestro planeta, de nuestra especie, de nuestra historia, de cuestionar lo que nos rodea, de ir más allá de lo que nuestros ojos ven... llamar a esto "ciencia" sería quedarse tremendamente cortos; nosotros decimos que es "cultura", y creo que esto es bastante más acertado. Conscientes de lo importante que es, no obstante, el componente visual para unos primates como nosotros, Enrique Royuela, Cristina Escandón y el resto de creadores de Principia (secundados por una hueste de locos arrejuntados desde los tiempos de Journal of Feelsynapsis, como el que suscribe y otros tantos ilustradores, diseñadores gráficos, periodistas, y escribientes de toda índole) hemos apostado por crear en paralelo una publicación tangible, preciosista, cuidada hasta el mínimo detalle. En estos tiempos digitales, nos lanzamos a la piscina con una publicación gordota, vistosa y espectacular, con contenidos tan rigurosos y elaborados como los de la web, pero con el aporte especial de constituir un artículo de coleccionista, un volumen que destaque en las estanterías de cualquiera que goce leyendo y deleitando su vista con una publicación de calidad. 

En apenas la mitad del tiempo estimado, se ha conseguido alcanzar la primera cifra planteada como mínima para conseguir imprimir y enviar las revistas a sus compradores. Esto de por sí ya indica el grado de confianza y expectación que ha despertado el proyecto. ¿Está ya todo conseguido? En absoluto. Principia quiere ser una publicación periódica, quiere crecer, quiere ganarse un lugar en vuestros corazones, además de en vuestras estanterías; y para ello, hará falta más aporte económico. Por no mencionar que una de las metas es conseguir que exista una cierta remuneración para todos los implicados: sí amigos, resulta que las cosas bien hechas, no siempre son gratis. Sé que es un duro golpe, pero tenéis que saberlo. 

Así que si os convencen los argumentos de posts como este, o el texto que acompaña la promoción del proyecto (donde podéis ver detalles más concretos acerca de los contenidos y autores que podéis encontrar), no dudéis en participar, pero sobre todo en difundir, en pasar el enlace a vuestros conocidos, en comentarlo junto a la máquina del café, en la cola del supermercado, o durante el cigarrito de después. Que la gente sepa que todavía hay unos cuantos entusiastas capaces de invertir una gran cantidad de esfuerzo, pasión y tiempo en crear algo único, algo bien hecho, algo que esperamos sirva para iluminar un poquito las conciencias, para despertar curiosidad, inspirar ideas y alegrar días de otro modo monótonos. 


Me despido presentándoos un anticipo de mi doble participación en este primer número: por un lado, un artículo sobre implantes biónicos protagonizado por Lord Darth Vader, Señor Oscuro de Sith (un artículo en el que he actuado más de cinéfilo que de científico, tal vez) ilustrado de manera magistral por Irene Mateo:



Y por otro lado, en primicia primiciosa mundial, la revista incluirá una doble página protagonizada por los personajes de OOBIK, el cómic de bio-ciencia ficción que he creado junto al ínclito y superlativo Gerardo Sanz. Se trata de material original, especialmente creado para la revista, pero que complementará la primera aventura que vamos publicando periódicamente en nuestra propia web. De hecho, se presenta en esta doble página a un personaje que tendrá mucho que decir en las páginas venideras, del cual os dejo algunos bocetos para dejaros intrigados y con ganas de conseguir la revista a toda  costa:




Si con esto no he conseguido picaros, ya no sé qué más decir. Solo recalcar que, aunque aún no lo sepáis, QUERÉIS TENER ESTA REVISTA EN VUESTRAS MANOS. No dejéis pasar la oportunidad. Luego no digáis que no os he advertido.

ACTUALIZACIÓN: en la misma web de Verkami podéis leer el planteamiento del nuevo reto de financiación que se pretende alcanzar, en vista del éxito del primero.


miércoles, 4 de febrero de 2015

"Maestros de lo invisible": visibilizando las enfermedades raras a base de charlas y entrevistas

Ya os anticipé  hace unos meses que mi participación en el evento de divulgación científica Desgranando Ciencia 2 sería principalmente en una sesión titulada Raras pero no invisibles. Fue una experiencia increíble, una sesión en la que tuvimos la oportunidad de dar nuestro punto de vista investigadores (yo mesmo, a continuación), pacientes (el compañero de Hablando de Ciencia José Luis Moreno en "Yo también soy raro" y Julián Isla en "Pacientes impacientes") y profesionales de la divulgación de las enfermedades raras (el tocayo y amiguete Carlos Martín Guevara como moderador de la sesión y la mesa redonda final). Os invito a ver todos los videos etiquetados como Raras pero no invisibles en el canal de youtube de Desgranando Ciencia 2014. Bueno, y ya de paso, ved el resto de las charlas del evento, que no tienen desperdicio. Por lo pronto, contraviniendo la sana costumbre de mantener mi velluda jeta en el anonimato blogueril, y como excepción histórica, inserto aquí el par de videos que se corresponden con mi charla y la mesa redonda con que concluyó la sesión, donde también solté un buen rollo:




Y ya que se abre la veda, he pensado que este mismo post serviría para recopilar una serie de intervenciones (algunas motivadas por el mismo evento) en radio y TV, en las que salgo explicando un poco más todas estas cosas que cuento en la charla. La entrevista más extensa me la hizo hace unas semanas el amigo José Antonio López Guerrero, más conocido como JAL, en su programa de Radio 5 Entre Probetas; esta entrevista es larga y hablo en detalle de la enfermedad de Lafora, en la que he trabajado durante los últimos cinco años:

Entre probetas. Enfermedad de Lafora. Enfermedad epiléptica rara.

También por parte de JAL, en otro de sus espacios de Radio 5, un resumen de la relación entre el estrés oxidativo y la enfermedad de Lafora:


También me entrevistó María José Moreno, la más dicharachera reportera de radio de la región de Murcia, en su programa de ciencia Kítaro de Onda Regional de Murcia:


Y finalmente, en las mismas inmediaciones del Parque de las Ciencias de Granada, me entrevistaron como ponente en las charlas para Canal Sur TV; gracias a Diego García y el resto del equipo del programa CON-CIENCIA, que hicieron un reportaje completísimo donde se pueden ver fragmentos de las charlas y de las entrevistas que nos hicieron:


Bueno, pues ya está hecho. He de decir que a muchos les parecerá un farol, pero en realidad siempre he sido muy vergonzoso; de hecho rara vez escucho las entrevistas o veo las charlas a posteriori, prefiero cómo quedan de chulas en mi memoria. Eso es asín. Pero creo que la divulgación de la investigación en cualquier campo, y especialmente en uno de calado social tan importante como es la biomedicina en general, y las enfermedades raras en particular, bien vale la pena tragarse las vergüencitas y contribuir un poco  a la difusión del tema. Y si ha quedado cutre o las respuestas no han sido muy poco precisas o aclaratorias, pues a escucharlo todo bien y a mejorar para las siguientes. En próximos posts volveremos a la programación habitual de chorradas científico-lúdicas, no os preocupéis.