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sábado, 27 de octubre de 2012

Arte de poyata (III): nuevas y asombrosas aportaciones

Nuestra iniciativa “Arte de poyata” se ve reforzada con cada entrega (aquí la primera, aquí la segunda), y tras la última tanda de aportaciones otros lectores se animaron a mandar sus obras de arte cientificado. He decidido rescatar esta serie tras leer la interesantísima y muy divertida serie de posts Jerga de laboratorio publicada por el amigo Óskar HR en su genial blog LEET MI EXPLAIN (el cual si no visitáis habitualmente debéis hacerlo desde ya mismo). Ambas series de entradas se complementan a la perfección para dar una idea del tipo de cosas que hacemos los locos embatados, y con su elaborada guía terminológica se entenderán mucho mejor algunas de estas imágenes.

Lo cual me viene al pelo, porque en la anterior entrada me olvidé de meter precisamente la foto que en su faceta de fiel lector y seguidor nos mandó Óskar, y que inaugura esta tercera entrega:

OskarHR_Imagen0110

viernes, 20 de abril de 2012

Arte de poyata (II): primeras contribuciones


Damas y caballeros, me complace presentarles las magníficas, sorprendentes y en algún caso surrealistas aportaciones que nuestros lectores han mandado ante la convocatoria de "arte de poyata" lanzada hace unos días. Espero no haber olvidado ninguna, por favor de ser así recuérdesemelo en los comentarios.

martes, 20 de marzo de 2012

Arte de poyata


ATENCIÓN: Este post termina con una llamada a la colaboración lectora; si no tienen ganas de tragárselo enterito, ¡al menos escroleen hasta el final!


El banco de laboratorio, la bancada,  o la poyata (elegí este último término para titular el post por sus obvias connotaciones humorísticas) son todos ellos términos que designan ese lugar tan importante para un científico en sus momentos “de bata”, cuando se tiene que trabajar con tubitos y pipetas. Normalmente, cuando uno tiene que “cacharrear” suele utilizar potingues más o menos pringantes, por lo que se utilizan porciones de papel para cubrir a modo de mantelitos; a menudo esta cantidad de espacio en blanco sirve perfectamente como libreta de anotaciones improvisadas. Porque yo no sé los demás científicos, pero servidor si no tiene la calculadora a mano, es muy probable que necesite garabatear los cálculos que surgen cada dos por tres (seis) en el devenir de la vida experimental. Así que, si el papel de un currante cualquiera acaba lleno de reglas de tres, esquemas de trabajo, o notitas recordatorias, imaginad lo que sucede cuando el que escribe se encuentra con el papelito recién colocado, blanquito, un gigantesco lienzo esperando ser ilustrado.