" Oh vosotros los que entráis, abandonad toda esperanza "
Dante Alighieri, La Divina Comedia;
Infierno, Canto III, sentencia 9

En este capítulo nos zambulliremos de lleno en el auténtico protagonista del presente ensayo: la piscina propiamente dicha. Una vez el intrépido individuo - al que denominaremos en este estado como prenadador - ha conseguido superar la prueba del vestuario, esa cámara estanca que separa el mundo civilizado del infierno azul, se encuentra en el umbral donde ya no hay vuelta atrás. Tímidamente, su pie enchancletado avanza y chapotea en el húmedo, resbaladizo y traicionero suelo que rodea el pozo de inmundicia líquida. Atónito, hace un barrido de 180º con la poca movilidad que el obligatorio profiláctico que corona su cabeza, envasándola al vacío, le permite. Y lo que su atribulado y a estas alturas totalmente desconcertado centro neurológico recibe, podría describirse fácilmente como una imagen sacada de la prosa de Dante Alighieri o extraída de una ventana hacia el Jardín de las Delicias de El Bosco.