En esta edición especial de Reporteros ¡Jindetrés, sal!, nuestro intrépido corresponsal y alma mater de esta santa casa, el mismísimo Dr. Litos, nos llevará de la mano por un recorrido cuasi-tropical, sin salir de Europa. Sí, efectivamente: nos referimos al archipiélago de las islas Canarias y sí, también efectivamente, este post está escrito por ese mismo Dr. Litos, sólo que en tercera persona. Por algo es su blog y puede escribir como le salga de los píxeles cuando le apetezca, que si no menudo aburrimiento, vamos.
En resumidas cuentas, lo que ustedes van a leer es una sencilla guía acerca de cómo disfrutar de unas relajantes y merecidas vacaciones sin dejar en ningún momento de observar el entorno que nos rodea desde una perspectiva biológica. El auténtico espíritu del Biocarnaval de Verano. La improvisada bandera que nació en aquella habitación de hotel en Baden (realizada en el reverso de un poster promocional de cierta casa comercial de reactivos de laboratorio) fue utilizada durante todo el viaje en las instantáneas que verán a continuación.
Sin más dilación, volamos hasta Tenerife: tierra de lagartos y volcanes.
Primera parada: el macizo de Anaga
La isla de Tenerife se encuentra situada en un punto del globo terráqueo donde recibe la influencia de los llamados vientos alisios, los cuales modelan la flora del lugar (y de rebote, la fauna). En concreto, el macizo de Anaga (que no es un tío muy bueno oriundo del lugar, sino una zona montañosa) era antaño una masa de tierra separada del resto de la isla que en algún momento terminó fusionándose. La altura de las montañas que forman este trocito de la isla, al chocar de lleno con los mencionados vientos alisios, producen un hábitat extremadamente húmedo donde predomina el fenómeno conocido como lluvia horizontal; de este modo, la vegetación alcanza una exuberancia sorprendente y se crea el ecosistema conocido como laurisilva que se da exclusivamente en regiones como la que nos ocupa (conocida como macaronesia, nada que ver con la pasta, que lo he buscado en wikipedia y ni mención). Dado que además nos encontramos en una isla, los procesos evolutivos de esta región tan separada de otras influencias han dado lugar a un gran número de especies autóctonas tanto de flora como de fauna, lo que se vienen a llamar endemismos y cuyo proceso de especiación ya expusimos hace poco en este post. En este primer ecosistema claramente diferenciado del resto de la isla, nuestro intrépido reportero tomó las dos primeras instantáneas.
Dr. Litos posa en mitad de un sendero laurisilvo, acompañado de Ferperezo (no pudo resistirse a formar parte de esta página que idolatra, como tantos otros fans en la sombra).
Sumergido entre ciclópeos helechos, un escenario de reminiscencias jurásicas.
Sumergido entre ciclópeos helechos, un escenario de reminiscencias jurásicas.
Recordemos que estamos hablando de una isla; esto significa que a poco que uno se descuide, se topa con el océano. Y esto fue lo que le pasó al bueno de Litos, tras cruzar el punto más alto del macizo y bajar por el lado opuesto, se encontró con una costa llena de roques y playas alucinantes, modeladas por las olas. El lugar elegido para inmortalizar el final de etapa fue la preciosa playa de Benijo.
Nótese el asombroso color negro de la arena, debido al origen volcánico de las rocas que forman la isla.
Segunda parada: El Drago Milenario
Uno de los símbolos de Tenerife es el Drago Milenario. Se trata de una especie de árboles (Dracaena draco) muy singulares, con un lento crecimiento y una distribución de sus ramas que les da un aspecto peculiar que además ha sido fruto de numerosas leyendas. La población de Icod de los Vinos, en el norte de la isla, se enorgullece de poseer el ejemplar más longevo conocido hasta la fecha (entre 800 y 1000 años, se estima). Como no podía ser de otro modo, había que retratarse frente a él.
Esta población se encuentra en un enclave privilegiado, un valle recogido por bosques de pino canario y desde el cual se puede observar el vasto océano; por el camino, plantaciones de plátanos hasta donde alcanza la vista. Bueno, en realidad hasta el océano, porque más allá es difícil cultivar nada.
Tercera parada: Los Gigantes
Con este nombre se designa a los impresionantes acantilados al oeste de la isla, en el extremo contrario al macizo de Anaga. Estos impresionantes y oscuros muros, donde se aprecia claramente el origen volcánico de la isla y los estragos de las corrientes de lava a través de la roca, sólo se pueden contemplar en todo su esplendor desde el mar. No iba a ser este factor delimitante para nuestro aventurero, y sin pensarlo dos veces se embarcó en una lancha desde la que, de paso, pudo echar un ojo a esa maravilla del mar que son los cetáceos: en concreto (y pese a las vanas promesas de los guías de que se observarían decenas de especies de delfines y ballenas) un buen puñado de calderones tropicales juguetearon alrededor de la embarcación entrando y saliendo del agua, para deleite y regocijo de guiris y del Dr. Litos, emocionado cual niño de pecho.
Parejita de calderones tropicales (Globicephala macrorhynchus). Para ser delfínidos, la verdad es que eran muy monos.
Tras este entrañable encuentro, la embarcación recaló en la bahía de Masca, donde unas aguas cristalinas mostraban la riqueza de los fondos atlánticos. Tras un rápido baño jugueteando con los peces de colores, el explorador infatigable se retrata a bordo del bajel, rumbo a casa para reponer fuerzas pues al día siguiente le espera una aventura aún más emocionante.
Arriba, las impresionantes formaciones volcánicas de los acantilados. Abajo, pues bueno, ya se ve: el tío cansino.
Cuarta parada: El Teide
El Teide, como todos sabéis, constituye el punto más alto del Estado español. Por si este hecho no fuese motivo suficiente para aspirar a ostentar nuestra gloriosa bandera (la del blog digo, no la del Estado), encima es un volcán; durmiente, pero volcán al fin y al cabo. Por estos dos motivos, era el objetivo número uno en la lista de nuestro corresponsal.
En la isla, es una silueta casi omnipresente que en los días despejados se cierne como un vigilante silencioso. De entre todas las posibles formas de acceder a él, el aventurero escogió recorrer la Sierra de la Esperanza: de este modo, el viaje empieza con una subida continua por una pista sinuosa que va ascendiendo poco a poco adentrándose en un frondoso bosque de pino canario (Pinus canariensis, de nuevo una especie endémica de las islas). Este ecosistema boscoso se extiende durante varios kilómetros, abriéndose de cuando en cuando para dejar entrever imponentes vistas del océano, y a lo lejos, pero cada vez más cerca, el Teide. De repente, apenas girando un par de curvas y coincidiendo con el paso a una altura de aproximadamente 2000 metros, la vegetación cambia drásticamente para convertirse en un yermo paisaje compuesto de plantas rastreras. El Dr. Litos se encontraba ahora por encima de las nubes (bueno, a decir verdad casi siempre anda por ahí), y la vegetación iba quedando marcada por especies adaptadas a condiciones climatológicas extremas. Y justo cuando más cerca está el Monte del Destino, el camino se bifurca: antes de lanzarse a conquistar la cima, existe la opción de bajar hasta la mismísima base para adentrarse en las cañadas del Teide, una explanada a las faldas del volcán donde parece que nos hayamos trasladado a otro planeta, yermo y desolado. Antiguamente (en tiempo geológico, es decir, hace un COPÓN de años) esta planicie estuvo ocupada por montañas y volcanes, de los cuales tras un evento geológico todavía incierto (lo más aceptado es que hubo un desprendimiento de masa rocosa hacia el océano) sólo quedan los “esqueletos” de dichos volcanes en forma de rocas con extrañas disposiciones y retorcidas siluetas, esculpidas y retocadas por fenómenos de erosión. Algunas de estas rocas permanecen en la memoria colectiva de muchos de nuestros lectores por haber sido representadas en los billetes de mil pesetas, con los que muchos crecimos.
Sobran las palabras; el tipo que dibujó el billete se debió colocar aquí mismo. Para los lectores más jóvenes, este billete equivalía a 6 euros, sólo que con él podías comprar muchas más cosas (abuelo cebolleta-mode: off).
Entre esta vegetación matorralesca de climas extremos, habitan algunos artrópodos endémicos de la región, como esta especie de mantis (Pseudoyersinia teydeana) que se escondía entre el tajinaste rojo (Echium wildpretii; otra especie endémica, muy característica de la zona).
En un alarde de ingenio nuestro intrépido reportero, cansado de fotografiarse junto a rocas, tuvo la flamante idea de subirse a un teleférico que le plantó a escasos cientos de metros de la cima. Una vez allí, emulando a aquellos dos valerosos héroes que subieron a pie a la cima de un volcán, trepó luchando contra la falta de oxígeno (eso sí, teniendo tiempo de detenerse a fotografiar nuevos y curiosos endemismos) para coronar al fin la cumbre, donde el hedor sulfuroso le traía entrañables recuerdos del mercaptoetanol y el DTT con los que tan a gusto trataba sus muestras allá en el laboratorio.
Un endemismo en el camino: Bunochelis canariana, una especie de arácnido perteneciente al orden Opiliones (en realidad, dada la ausencia de un taxónomo experimentado en la redacción del blog, esto es sólo una opilión del que suscribe).
Pese a lo brumoso del día, la vista al norte permitía distinguir claramente el valle de La Orotava y el océano. Que es esa parte más azul del fondo.
A 3718 metros sobre el nivel del mar, luchando contra el viento huracanado, la bandera de los intrépidos reporteros corona la cima y atestigua la hazaña. Y de milagro no se voló ni la bandera, ni la gorra, ni el intrépido.
Por fin, la aventura llega a su fin. Conquistada la cima, sólo resta disfrutar de los placeres más mundanos que la isla nos ofrece, así que con un bañito veraniego despedimos esta edición especial que esperamos haya sido de vuestro gusto.
Y con este emotivo momento wish you were here cerramos esta edición especial de Reporteros ¡Jindetrés, sal!, que os recuerdo participa en el Biocarnaval de Verano (1ª parte alojada por Tiwanacu en Marimarus Blog, 2ª parte aquí mismo). Y ya puestos, como está lleno de fotos, pues también vamos a presentarla a la sección del Biocarnaval correspondiente a Biofotografía alojada por Raven en Micro Gaia.
He estado tentado de presentar la bandera a la sección de Bioilustraciones organizada por Eroyuela en Feelsynapsis, pero me ha parecido demasiado morro. Eso sí, os recuerdo a todos que todavía podéis presentar escritos, fotos y dibujos a cualquiera de los organizadores hasta el 15 de septiembre. ¡Anímense!
El post como siempre magnífico, pero ... jajaja de verdad comienzo a pensar que eres el hombre sin rostro ya que los dibujos de fondo del blog no tienen cara y en las imagenes del artículo te la tienes que pintar.
ResponderEliminarUn saludo
Pero sí tengo fotos casi casi igualitas!! Eso sí, en papel. Hace ya unos cuantos años de eso. Para mí, lo más impresionante, el Parque Nacional del Teide. Una maravilla por el paisaje y por la flora tan peculiar que lo habita.
ResponderEliminarQue bien te lo has pasado, pájaro! Jajaja.
Gran reportaje Doc! ;-)
Geniales las fotos, las anécdotas, los endemismos, las apariciones estratégicas del doctor de cara pixelada, y bueno, el reportaje en general, como siempre.
ResponderEliminarYa veo que tajinaste mucho arriba y abajo, y el hecho es que la segunda foto me ha encantado. La verdad es que viendo tus fotos cualquiera de los amantis de la naturaleza que siguen este blog podra gozar del lugar casi como si hubiera estado allí, aunque ya teidecía yo el otro día que, en mi opilión, nada como vivirlo en primera persona. Me lo apunto.
Alberto, has descubierto mi secreto: soy amorfo. Eso sí, si un día te me cruzas por la calle, me reconocerás enseguida.
ResponderEliminarPatricia es realmente alucinante el paisaje, la verdad es que tenía muchas ganas de verlo en persona. No son fotos muy originales, es cierto, pero es que una vez te plantas allí no puedes más que apretar el botón y retratarte.
Consuela querida, hónrame ese despliegue de ingenio calamburesco con el que me obsequias. El post no es gran cosa, la verdad, tu comentario está mucho más elaborado y me avergüenza no haber usado alguno de esos chistes. Me hago viejuno...
Gracias por comentar, my friends.