sábado, 13 de agosto de 2011

Únicos

En un aparentemente árido escenario, compuesto por negras rocas - fríos testigos de la incandescente ira del interior de la Tierra -, un grupo de lagartos se reúnen. La mayor parte de ellos apenas se distinguen de las rocas, pues su piel es mayormente grisácea; otros presentan un color claramente negruzco en su parte anterior, que se va difuminando hasta volver a los tonos grises. Estos últimos ejemplares, generalmente de mayor tamaño, presentan además manchas azuladas a ambos lados de la cabeza y el torso. Todos ellos: grandes, menudos, grises o negruzcos, con o sin manchas azuladas, van salpicados de manchitas pequeñas, amarillentas, desde la cabeza hasta la cola. Pese a la aparente diversidad, todos pertenecen a un mismo tipo de lagarto: machos y hembras, jóvenes y viejos, es lo único que los diferencia. Lentamente, un lagarto de los de mayor tamaño, con la piel quemada por el sol, trepa por una gran roca hasta quedar por encima de sus congéneres y se dirige al grupo:




- Queridos Hermanos, sed bienvenidos a la reunión del Consejo. Nuestro Hermano y Gran Mencey va a dirigirse a todos nosotros; honrémosle con nuestro silencio y atención.

El viejo reptil se hizo a un lado, para ceder su lugar en lo alto de la majestuosa roca que coronaba las faldas de la montaña. Con un salto vertiginoso, la silueta del magnífico ejemplar que era el Gran Mencey se recortó contra los rayos del sol del mediodía, que con su calor insuflaba vida a todos los reunidos. A contraluz, la cabeza y torso del lagarto se veían aún más negros, y las manchas azules que coronaban su fuerte cuello brillaban de manera espectacular. Dio un rápido vistazo a los presentes, dándoles tiempo a impresionarse con su semblante severo. Tras un lengüetazo al aire, comenzó su discurso:

- Hermanos, os doy las gracias por vuestra deferencia. Soy consciente de que reunirnos a plena luz del día, saliendo del amparo de las plantas rastreras y la protección de la dura y fría roca es arriesgado. Mas seré breve, para que pronto podáis regresar a vuestra rutina diaria. Cada año nos reunimos en esta roca, al pie de la impresionante montaña de Echeide en la cual Guayota, Señor de esta tierra que hollamos, duerme placenteramente. Y como cada año, os voy a hablar brevemente de la gloria de nuestra casta y sus orígenes, para que la transmitáis a vuestros hijos generación tras generación. Bien sabéis que no somos los únicos lagartos que viven y habitan la roca. Ni lo somos ahora, ni lo hemos sido a lo largo de los incontables años de existencia de esta tierra. Pero sí somos únicos, en muchos aspectos, y os voy a explicar porqué.

“Hace mucho, muchísimo tiempo, nuestros antepasados poblaban otras tierras, similares a la cual llamamos hoy hogar. Mas eran tierras lejanas, más allá del aparentemente infranqueable Desierto de Agua que nos rodea por doquier. Aquellos antiguos reptiles campaban a sus anchas por vastos territorios, se extendían aquí y allá y se mezclaban entre ellos, dando lugar a todo tipo de variedades. Según la tierra y los seres que la poblaban cambiaban, también cambiaba el aspecto y las costumbres de dichos antepasados, pues era más fácil para unos que para otros sobrevivir. Todos sabéis que nuestros hijos se nos parecen, aunque algunos más que otros. Cuando los hijos de nuestros antepasados se aventuraban más allá de sus habituales moradas, encontraban condiciones de vida parcial o incluso radicalmente distintas, y muchos de ellos morían. Pero algunos sobrevivían, precisamente porque poseían alguna característica distinta de sus progenitores. En ese nuevo entorno, sólo aquéllos que dispusieran de tal ventaja conseguían medrar, engendrando a su vez nuevos hijos. Así es como, siendo todos Hermanos, somos diferentes, y aunque todos reptiles desde el origen, externamente a veces parecemos animales muy distintos.


Para muchos de nuestros antepasados fue fácil extenderse por todas las tierras, de uno a otro continente. Pero alguno de ellos era más osado: alguno no se amedrentó al enfrentarse al Desierto de Agua, y se preguntó qué misterios habría de encontrar si consiguiese atravesarlo. De una manera que nos es desconocida, seguramente a bordo de un tronco a la deriva, alguno de estos osados antiguos llegó a esta tierra que como sabéis está cercada por el agua en todas direcciones. Era ésta una tierra fértil en aquella época, poco poblada, un auténtico vergel donde esos antepasados pudieron alimentarse y campar a sus anchas. Sin embargo, había algo en esta tierra que no habían encontrado nunca antes. Los vientos que modulaban el ambiente de la isla la hacían difente a la tierra que dejaron atrás; igualmente diferentes eran las especies animales depredadoras y no depredadoras que encontraron. Los que llegaron eran diferentes entre sí, y no todos pudieron sobrevivir con la misma facilidad. Los que sobrevivieron dejaron descendencia, y los caracteres que facilitaban la vida en la isla se fueron potenciando. Han pasado desde entonces muchos años, tantos que nadie sería capaz de contarlos. Y si alguno de vosotros cruzase de nuevo el Desierto y llegase al punto de origen de nuestros antepasados, no encontraría allí nadie parecido, ni podría engendrar descendencia.”

El reptil detuvo momentáneamente el discurso para erguirse al máximo sobre sus patas delanteras, haciendo que los rayos del sol rebotasen contra su azulado cuello. “No veréis estas manchas azules más allá del agua, en la tierra conectada a otras tierras. Somos especiales, tan especiales como lo es la tierra dormida bajo Echeide, las plantas que la cubren y la roca donde nacen. Hemos sobrevivido a la invasión de esta tierra, a los bípedos llamados guanches, cuyos menceys robaron nuestros dioses, a los que les sobrevinieron y arrasaron, destrozando bosques y construyendo fortalezas; a las alimañas felinas que trajeron consigo, y finalmente unos pocos nos aferramos a la negra roca para seguir dejando descendencia, para que el collar negro y azul siguieran existiendo, para que el esfuerzo y la aventura de nuestros antepasados sigan teniendo sentido. Finalmente, y gracias a los últimos pobladores bípedos que nos estudiaron, nombraron y catalogaron, tenemos garantizado un futuro. Los estudiosos de su civilización han aprendido que somos únicos, que no hay reptil como nosotros en parte alguna del vasto mundo que ellos creen dominar, y han sido lo suficientemente cautos como para intentar facilitar nuestra preservación. Nos llaman “endemismos”, valoran la pureza de nuestra sangre, nos esculpen en sus moradas y se precian de tenernos como símbolo.
Pero no debéis confiaros; no podemos depender de estos bípedos inestables, que generación tras generación cambian de opinión, de costumbres y recurren intermitentemente a la violencia llevándose por medio nuestros bosques, cañadas y valles. Debemos seguir sobreviviendo por nuestros medios, y para ello debemos sacar la fuerza del recuerdo de quiénes somos y de dónde venimos. “

Hizo una pausa, para levantar de nuevo su cabeza. El sol comenzaba a ocultarse. Una suave brisa levantó una nube de polvo, negro como su torso, a su alrededor. Era el momento de terminar su discurso.

“Somos los hijos del mar, de la roca y del fuego. Somos diferentes.”

“Somos únicos.”


El lagarto protagonista de esta historieta es la especie endémica de la isla de Tenerife, el lagarto tizón (Gallotia galloti). El género Galliota es exclusivo de las islas de Tenerife y La Palma, existiendo dos subespecies distintas en la isla de Tenerife (dada la inexperiencia taxonómica del que suscribe, no me he atrevido a identificarlos en las fotos ni en el texto, más allá del nivel de especie).  

Todas las fotografías fueron tomadas por servidor de ustedes en un periplo que será debidamente documentado en una muy próxima edición de Reporteros ¡Jindetrés, sal!; permanezcan atentos.

Este post participa en el Primer Biocarnaval de Verano, en la sección de biofotografía organizada por
Raven en Micro Gaia.

6 comentarios:

  1. Jefe, lo que mas me ha gustao es la cataplasma de la última foto...grandiosaa!!!
    Fuera coñas, tu post me ha recordao, allende los años en que corría salvaje por los parajes de mi pueblo. Buscando con ahínco lagartos y lagartijas para maravillarme, como buen aficionado a la paleontología que era, en como sería uno parecido pero de 100 toneladas y 40 metros de longitud... que buenos tiempos aquellos...ojalá a mi me hubiesen hablado para revelarme sus secretos. ¡larga vida a los Saurios!

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  2. Darwin estaría orgulloso, allí donde vas llevas la teoría de la evolución contigo.
    Siempre sorprende la capacidad de meterte en la piel (reptilesca en este caso) y narrar una historia con toda naturalidad, aunque supongo que una vez hecho con bacterias los lagartos deben estar tiraos!

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  3. Bua!!! Increible, cuando me vuelvan a preguntar en qué consiste la especiación alopátrica... Ya se que historia voy a contar :D

    PD: Disculpa el retraso...pero ando sumido en los habituales problemas vacacionales.

    PD2: ¿Tiene sentido biológico conocido la mancha azul?

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  4. Qué maravillosas criaturas de la evolución... ¡nunca dejarán de fascinarnos! si es que llevamos la bichología en la sangre...y eso que algunos no hemos tenido la suerte de criarnos en un pueblo como Banchsinger y poder perseguir a los lagartos del lugar en busca de similitudes jurásicas.

    Gracias, Dr.Litos por ilustrarnos por aquí de vez en cuando con tu singular estilo.

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  5. Gracias por vuestros comentarios, aunque de no ser por Raven parece que sólo comentéis los de "la plantilla"... y contestando al susodicho, pues la verdad no tengo ni idea de si la mancha azul tiene alguna función más allá de corresponderse con un marcado dimorfismo sexual. Supongo que habrá algunos caracteres molones ligados a los que definen la intensidad o tamaño de la mancha, pero son elucubraciones mías, no he encontrado nada al respecto.

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  6. Lo mismo digo...¡ no he encontrado nada ! Pero me niego a pensar que sea simple "casualidad"...

    A ver si algún día nos enteramos

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