miércoles, 21 de octubre de 2009

Convergencia adaptativa, selección sexual y Moonwalk

En el reino animal existen no pocos casos en los que diferentes organismos, muy alejados en parentesco, han llegado a desarrollar estrategias muy similares para enfrentarse a un mismo problema. El ejemplo más clásico es el desarrollo de alas para volar, que se ha producido en grupos de vertebrados tan diferentes como puedan ser las aves y los mamíferos. "Oh, los pájaros vuelan, los murciélagos también; ¿serán los murciélagos pájaros?" "No, melón; ambos tienen alas, pero su origen es distinto". Esto se conoce en biología evolutiva como "convergencia adaptativa". El caso que analizaremos hoy es muy similar al descrito previamente, pues se trata de un posible caso de convergencia adaptativa entre una especie de aves y nada más y nada menos que el ser humano. El carácter en cuestión no es un órgano desarrollado para enfrentarse a un medio, sino un comportamiento. Entramos en el campo de la etología, mucho más difícil de estudiar que los fácilmente medibles caracteres anatómicos. Pero no nos amedrentemos; es más, pongámonos en antecedentes.

De entre todas las estrategias al abasto de los organismos para producir adaptaciones que les permitan  proliferar y extenderse por cualquier nicho disponible, sin duda la que ha producido efectos más impresionantes ha sido la llamada selección sexual. Resumiendo (mucho), la selección natural favorece aquellos caracteres que propician la elección adecuada de las hembras respecto a un macho portador de genes evolutivamente deseables. El éxito de la  reproducción sexual en los organismos vertebrados disparó en su momento una serie de procesos evolutivos por los cuales los machos y las hembras evolucionaban en paralelo, los unos desarrollando caracteres cada vez más extremos y llamativos, y las otras aprendiendo a apreciarlos y a elegir un macho bien machote. Pues bien, éste es el carácter que las dos especies en discordia han desarrollado de forma asombrosamente paralela, aunque como veremos la finalidad de cada una ha sido a su vez refinada y diversificada con posterioridad.

El primer protagonista es un paseriforme de reducido tamaño y locuelo aspecto, llamado "Saltarín Cabecirrojo" (Figura 1A). Sin entrar en demasiados detalles, podremos concretar que la característica más llamativa de toda su biología reside en el baile que el macho realiza para atraer a la hembra. Es imposible que ningún ser humano en sus cabales mantenga la compostura ante semejante danza, y es igualmente imposible que no le venga a la cabeza  la imagen de uno de los más famosos artistas de todos los tiempos, el recientemente desaparecido Michael Jackson (Figura 1B). El baile del Saltarín Cabecirrojo (Figura 2) y uno de los pases más famosos de la citada estrella (Figura 3) presentan asombrosas similitudes. Otras especies de aves se distinguen también por sus capacidades bailongas (Figura 4), algunas de ellas, supliendo la virtuosidad de sus congéneres con un aspecto arrebatador (y raro, muy raro) (Figura 5).




Figura 1. (A) El Saltarín Cabecirrojo (Pipra mentalis) descansa sobre una rama, a la espera de una hembra a la que impresionar con su danza. (B) Michael Jackson (Homo sapiens) realizando el famoso paso  moonwalk (paso popularizado en primer término por el también fallecido James Brown). Las aparentemente inabarcables diferencias entre el especímen representado en (A) y el representado en (B) se ven drásticamente reducidas al observarlos en plena danza (ver Figuras 2 y 3).









Figura 2. El Saltarín Cabecirrojo realizando un baile que recuerda sorprendentemente al moonwalk. Para facilitar la comparación, se ha añadido a las imágenes música del mismo Michael Jackson.










Figura3. Michael Jackson en una interpretación en directo realiza el conocido paso moonwalk.









Figura 4. Otro ejemplo de ave danzarina. Este pájaro cometió el error de no imitar a un cantante famoso. Su éxito reproductivo se verá resentido.











Figura 5. Contrarrestando un baile más bien soso con un aspecto sobrenatural. La eficiencia del método para conseguir a las hembras se encuentra en entredicho.


Para finalizar esta (absurda) reflexión, una aclaración final: si bien para el diminuto pájaro el baile supone uúnicamente una manera de aumentar sus probabilidades de apareamiento, en el caso del rey del pop (al igual que ha sucedido con la mayoría de condicionamientos biológicos en el ser humano) esta utilidad inicial del rasgo evolutivo ha superado su primordial función y se ha extendido más allá de la simple conducta biológica, concretamente, enloqueciendo no sólo a una sino a millones de hembras (y machos), produciendo un flujo de ingentes cantidades de dinero, y por último pero no menos importante, permitiéndole al bailarín pasar a la historia como uno de los genios de la música moderna. Aunque  él nos  haya dejado, la infinita cadena de la vida nos recordará siempre su imagen en la forma del diminuto organismo, ese locuaz pajaruelo de cabeza roja que, a su manera y  por sus propios motivos, aprendió a hacer el moonwalk.

4 comentarios:

  1. ¿Dinero? ¿Famoseo? En resumen, lo mismo que el pájaro: bailar pa follar.

    Aunque en el caso de Jacko esto no está claro.. ¿o si? Nunca se sabrá...

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  2. Fascinante, cómo se puede sintetizar toda mi disertación en dos frases... chapó.

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  3. Siempre dije que ese Jackson era un pájaro. Esos trinos que daba, esos espasmos epilépticos, esos cambios de color o mutaciones extrañas... Un pájaro raro. Muy raro.

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  4. Guauuuuuuuuu me he reido un montón ... creo que algo hay que hacer para provocar el apareamiento... pero también pienso que si eso lo hiciera mi chico para un polvete ... me descojonaría en sus narices ... bueno podría ser un comienzo ¿no?

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