PRÓLOGO
Una suave brisa mecía los largos tallos que cubrían los campos, exuberantes tras la estación de las lluvias. Se extendían por todo el valle, dotando al paisaje de un verde intenso, y terminaban bruscamente allá donde se alzaban imponentes las montañas de la Cordillera Oscura. Una diminuta figura se levantó de repente entre las espigas, seguida de otra algo mayor. Salieron corriendo, persiguiéndose y serpenteando entre la hierba, hasta que la más retrasada saltó de golpe y embistió contra la primera. Ambas cayeron al suelo y rodaron unos metros, aplastando todo el césped y las tímidas florecillas que aquí y allá comenzaban a brotar. De nuevo sumergidos entre el verdor, los niños se reían a pleno pulmón. Habían pasado muchos días de lluvias y mal tiempo, y una simpleza como perseguirse entre los campos constituía una auténtica liberación, tras el duro trabajo que había supuesto trabajar día y noche sin poder salir de la aldea.
El más pequeño siguió riéndose un rato, al tiempo que giraba sobre sí mismo rodando sobre la húmeda hierba. El mayor se incorporó y se agarró las rodillas. Sentado de esa forma, la punta de las espigas apenas le llegaba a la altura de los ojos, permitiéndole observar todo el valle. Clavó su mirada en las montañas, oscuras, sumidas todavía en nubes. Se preguntó, como cada vez que las observaba, por qué siempre había nubes y oscuridad alrededor de aquellos picos. Y siempre que se preguntaba aquello, acababa preguntándose muchísimas más cosas. Cosas para las que no tenía respuesta, y peor aún, para las que nadie parecía tenerla. Después de haber recibido severas reprimendas por parte tanto de sus padres como de los Educadores, había llegado a la conclusión de que ninguno de ellos debía conocer dichas respuestas. Pero por mucho que se lo prohibieran, no pensaba dejar de mirar las montañas. Tal vez, algún día…
Sus cavilaciones se vieron interrumpidas por un rumor que llegaba desde la lejanía; al principio, parecía que de nuevo se desatarían las tormentas, pues el sonido era como de truenos apagados por la distancia. Pero era un ruido constante, que fue aumentando paulatinamente. Caballos. Se levantó de un salto y buscó a su hermano con la mirada: sólo vio espigas, hierba y verde.
¡Oye! – gritó - ¡Ven aquí ahora mismo!
- ¿Qué pasa? – oyó a su espalda. Su hermano era lo bastante pequeño como para disfrutar escondiéndose entre la hierba, pero también lo bastante obediente como para saber cuándo debía dejar de jugar inmediatamente.
- Ven aquí, y camina conmigo. Agachado, y en silencio.
Corrieron hacia el camino, inquietos pero dominados por la curiosidad. Parapetados tras unos arbustos, observaron cómo un oscuro borrón se iba haciendo más y más grande al tiempo que el sonido crecía. El pequeño agarró las mangas de la camisa de su hermano.
- ¿Quién viene? –preguntó, en un susurro.
Le hubiera gustado poder darle una respuesta concreta, pero se encontraba igual de intrigado.
- Caballeros, sin duda – le respondió -, veo brillar el metal y ondear las banderas, pero no distingo los escudos en sus estandartes… será mejor que no nos crucemos en su camino.
Notó cómo algo le recorría el brazo, de abajo a arriba. Sintió cosquillas.
- Pero, ¿quieres estarte quiet… - cuando se giró para reprimir a su hermano, sus ojos se toparon con un pequeño ser que subía plácidamente por su brazo, sin intenciones claras. No sabía mucho de animales, pero no eran pocos los seres de extremidades articuladas que picaban a los campesinos; incluso había algunos que ponían sus huevos bajo su piel, lo había visto con sus propios ojos. Así que, pese a que no tenía ni idea del grado de peligrosidad de aquel bicho, no pudo reprimir su asco y se sacudió vigorosamente, lanzando a la alimaña con la mala fortuna de acertar a su hermano en pleno torso. El niño salió corriendo, sacudiéndose la camisa y chillando como un poseso: olvidó por completo el ruido, los jinetes y el peligro, e inevitablemente tropezó, cayendo en medio del camino.
Su hermano, horrorizado, corrió hacia él sin dejar de mirar el horizonte. Súbitamente, un resplandor anunció la aparición de los caballeros tras superar el último desnivel del terreno. Los cascos golpeaban el suelo levantando una nube de polvo rojo. Los corceles eran negros como la noche, al igual que las armaduras de sus jinetes. Sólo el estandarte y las lanzas brillaban, brillaban como ningún metal que hubiese visto antes. No había tiempo para apartarse: se lanzó sobre su hermano y permaneció tumbado sobre él, aplastados contra el suelo.
Nunca supo si realmente los primeros jinetes les habían visto y evitado, o sencillamente pasaron por encima de ellos con la inmensa fortuna de no arrollarlos. El caso es que los cascos siguieron sonando, hasta que alguien dio una voz y poco a poco se detuvieron.
- ¡Qué hacéis ahí en medio, renacuajos! – gritó una voz áspera. ¡Cómo osáis interponeros en nuestro camino!
Poco a poco, se atrevió a levantar la cabeza. A través del polvo pudo distinguir la figura de uno de los jinetes que les hablaba desde su montura. Portaba en la mano un estandarte, pero no se veía en él escudo alguno: sólo una tela negra, como los caballos, como las armaduras. Armaduras negras que no brillaban. Sintió un escalofrío.
- ¿De dónde venís? – gritó el jinete, enfurecido.
Tragó saliva y habló, sin atreverse a mirle directamente.
- De la aldea, señor… la aldea que está al otro lado del valle, no buscamos problemas señor, sólo estábamos jugando y…
- ¡Silencio! – le interrumpió el caballero, al tiempo que desenvainaba su espada.
El sonido que se produjo entonces quedaría grabado para siempre en la mente del joven, un sonido distinto a cuantos había escuchado al desenvainar una espada. Un chirrido suave al principio, al que siguió un fuerte chasquido y de súbito, una explosión: al menos esa es la impresión que produjo, y que le hizo abrazar instintivamente a su hermano pequeño, apretándolo contra su pecho y protegiéndolo del resplandor que había estallado. Una ola de calor le abofeteó mientras el jinete, frente a ellos, alzaba una gigantesca espada de negra empuñadura. Estaba envuelta en llamas.
- ¡No sois dignos de sobrevivir a este encuentro, pero os dejaré marchar para que contéis lo que habéis visto! – les señaló con la espada, describiendo un arco y produciendo una oleada de calor. - ¡Contemplad el poder de la Sombra y la Llama, sentid el fuego en vuestro rostro y marchad, contad en vuestra aldea qué es lo que hallarán aquellos que osen contrariar al legítimo dueño y señor de toda tierra más allá de la Cordillera Oscura! Pues nosotros somos tan sólo heraldos, mensajeros del Todopoderoso Jin de Tresh, Hechicero Supremo, Maestro de la Llama y futuro Señor del Reino de Sal. Cuando él llegue, la vida tal y como la conocéis habrá terminado.
Con la misma rapidez que había desenvainado, el jinete deslizó la espada en la vaina y las llamas desaparecieron al instante; el calor cesó, y las sombras cubrieron a los dos niños mientras los caballeros arrancaban a galopar levantando polvo y guijarros. El jinete que les había hablado gritó, con una voz pétrea, resonante dentro de su oscuro yelmo:
- ¡Recordadlo bien! ¡Jin de Tresh tomará vuestra aldea y cuantas encuentre en su camino! ¡Corred la voz!
Tan rápido como había crecido, el sonido de los caballos empezó a alejarse, convirtiéndose de nuevo en un rumor lejano. Permanecieron un rato acurrucados en el suelo, dejando que el polvo volviese a la tierra, respirando trabajosamente. Poco a poco, el joven fue tranquilizando a su hermano pequeño, acarició sus revueltos rizos y le habló pausadamente.
- Ya pasó hermanito, no te preocupes. Ya se fueron.
Pero el pequeño estaba demasiado alterado. Las lágrimas se habían secado en su rostro. Mezcladas con la tierra y el polvo, le hacían parecer un extraño y triste arlequín.
- Pero, pero… has oído lo que han dicho… ¡ van a arrasar la aldea! ¡Tenemos que volver y avisarles, debemos huir!
Era difícil contradecirle. Realmente no sabía si aquellos jinetes iban a arrasar la aldea o sólo a doblegarla: pero no le cabía duda de que la segunda opción podía ser tan terrible como la primera. No conseguía quitarse la imagen de las llamas de la cabeza. No podía transmitirle a su hermano tranquilidad, pues tampoco él estaba tranquilo.
- No podemos huir, ¿adónde iríamos? Ya les has oído, van a reclamar el Reino, no habrá dónde esconderse…
- Pues entonces, ¡busquemos ayuda! – balbuceó el pequeño.
De repente, desde el fondo de su mente, algo comenzó a abrirse paso. Una idea aletargada, una posibilidad de salvación, una fantasía tal vez. Para cuando consiguió reunir las fuerzas para hablar, ya tenía claro el único atisbo de esperanza que podía compartir con su hermano.
- Tranquilo, hermanito. Tienes razón. Conozco alguien que puede ayudarnos.
El niño dejó de hipar, sorbió una larga ración de mocos y miró a su hermano con ojos brillantes.
- ¿En serio? ¿Quién?
- He oído hablar de él en la taberna, cuando los borrachos sueltan la lengua y el tabernero no está cerca para hacerles callar. Alguien de quien se dice que conoce artes más místicas que las de cualquier Hechicero; le llaman cosas como deshacedor de entuertos y defensor de los débiles. Es capaz de explicar lo inexplicable, y se cuenta que conoce secretos que ha descubierto a lo largo y ancho del Mundo, pues ha viajado más allá de las Cordilleras Oscuras.
Las lágrimas de su hermano parecieron secarse de golpe.
- ¿En serio existe alguien tan increíblemente sabio? ¿Y cómo es que no posee un Castillo, ni reina sobre los demás hombres? ¿No debería él gobernar el Reino de Sal?
El pequeño hacía más preguntas de las que él podía responder. Sonrió. Se parecía mucho a él mismo.
- Lo desconozco, hermano. Al parecer, rechaza recompensas y su única obsesión es descubrir el porqué de los males que azotan a las personas. Su único placer es averiguar los misterios que los que acuden en su busca le plantean. No sería la primera vez que alguien le necesita para defenderse de ese tal Jin de Tresh, estoy seguro de ello.
El pequeño parecía más calmado, aunque le costaba creer que el conocimiento y la razón pudiesen vencer la oscura magia que acababa de presenciar.
- Y ese héroe al que debemos buscar, ¿cómo se llama?
Se alegró de ver que su hermano recobraba la calma. Se acercó a su oído y le susurró:
- Nadie sabe con certeza cuál es su nombre. Se le conoce, simplemente, como el Caballero de la Bata Blanca.
Fin del prólogo
Antes de que los innumerables fans del Batablanca "clásico" empiecen a rasgarse las vestiduras: retomaré sus aventuras, más tarde o más temprano. Ya tengo un primer relatillo pensado. Pero como "gran saga", me apetecía cambiar de registro. Tened paciencia, espero que el desarrollo de esta nueva encarnación del héroe os sorprenda y agrade tanto como la anterior, aunque no toquemos el tema de la biología molecular.
ResponderEliminarY os advierto, tengo nuevas encarnaciones de Batablanca en mente... ya me diréis qué os parece la idea.
Madre mia como me haces esto?
ResponderEliminarEn cama con fiebre y ahora llegas tu y me enganchas? Cuando sigue el relato? Esta noche quizás?
Estas iniciativas son las que diferencian a los cracks como tu del resto de los mortales!!
Un saludo
Jose...SCIENTIA
Una apuesta arriesgada, en lugar de darle al público lo que espera y está acostumbrado, plantear algo completamente diferente. Esa originalidad es lo que ha diferenciado a muchos de los grandes. Ojalá en el mundo del cómic se aplicaran el cuento más a menudo.
ResponderEliminarQue el público decida si tiene la amplitud de mente suficiente para asimilar este cambio
Que chulo!!!! me has dejado con ganas de saber mas!!! para cuando los siguientes capitulos? enjorabuena de nuevo
ResponderEliminarLas intrigas bogartianas me gustan, pero sin duda prefiero la épica medieval...Esto promete, si señor!!!
ResponderEliminarNos hagas esperar a tus subditos, o reciviras ira y fuego!...
No me rasgaré las vestiduras... porque aún no he leído la saga anterior!! Ya sabes que esperaré a que salga la versión en papel ilustrada!! ;) Pero de momento ya me he enganchado a esta saga.. y sólo es el primer capítulo!
ResponderEliminarPor cierto.. ya tengo tus cosas terminadas!!
Debo reconocer que no me esperaba este giro de panorama en la vida de bata blanca. Pasar de un tubo de ependorf o una célula a un reino completo lleno de verdes prados es un reto muy grande. Espero impaciente la próxima entrada. Enhorabuena Dr. me has vuelto a sorprender.
ResponderEliminarÓskar_lastupidezestremendamentmasinteresant
Joooerrrrr
ResponderEliminarTe había escrito un comentario detallado, pero se ha ido al garete, brrrrr.
Te decía que, una vez tranquilizado sabiendo que Jindetrés (versión molecular) volverá, me parece estupendo conocer otras facetas literarias tuyas. (Sobre todo cuando es tan sugerente como lo que hemos leído en este prólogo.... ¿¡Qué tipo de espada es esa!?)
¡Más, por favor!
Muchas gracias por la buena acogida, compañeros... ¡estaba realmente nervioso!. No prometo periodicidad concreta, pero podéis confiar en que el siguiente capítulo saldrá pronto: ya lo tengo casi terminado.
ResponderEliminarComo digo, las intrigas bogartianas como las llama Banchsinger volverán a aparecer tarde o temprano... mientras tanto, seguiremos con esta historieta y ya veréis qué interesantes derroteros nos aguardan.
Qué rabia Copépodo, tenía muchas ganas de conocer tu opinión como seguidor "clásico". Ya me lo contarás en detalle... ¡malditos comentarios de blogger! A ver si con la renovación bloguil del año que viene le ponemos solución. O no.
Muy muy muy bueno, si señor. Juro por mi honor que espero el siguiente capitulo con ansia desmedida, pardiez. A fe mía digo, que está escrito como los grandes clásicos de la literatura medieval.
ResponderEliminarJin de Tresh???? Caballero de la Bata Blanca???? Are you nuts? Me encanta, aunque se nota que alguien está enganchado a cierta serie a la que yo también me he enganchado. La idea de la espada de fuego es original y desde luego para la época mucho mejor que una espada láser. Aunque esta claro que entre espadas, caballeros y demás seres fantásticos que les acompañan no caben ribosomas, ni Vaults, ni retículos endoplásmicos, este giro me ha encantado. Pero recuerda: “Winter is coming”, así que date prisa con el siguiente antes de que se “enfrien” los ánimos de tus seguidores. Enhorabuena!!!!!
ResponderEliminarOMG! I'm lovin'it! Sólo una cosa ha llamado mi atención... primero las armaduras eran deslumbrantes en brillo y luego no brillaban... sería por el polvo? Por el cambio de perspectiva? Por la magia del lugar? En cualquier caso, me ha encantado, a ver cómo es el capi 1, que voy ahora a por él... Por cierto, siéntete culpable, que por tu culpa tengo trabajo apelotonándose, te mereces un "carxot"! :P
ResponderEliminarSigue así! Y buf, Jin de Tresh, Caballero de la Bata Blanca... Seguro que es tan bueno como la versión molecular o incluso te superas ;)
Por cierto, que en inicio el título me había hecho pensar en algún desbalance osmótico o incluso en una aventura a nivel pluricelular para evitar algún tipo de sal acumulada y dando las típicas piedras en el riñon o en la vesícula biliar o... Piénsalo... Y desvélame la naturaleza de Batablanca! Quiero saber!
ResponderEliminarJolines Anónimo, a ver si te buscas un apodo que esto da mucha rabia!
EliminarLo de los brillos, mi idea era que se ven brillas metales: los herrajes de los caballos, armas, estandartes... pero las armaduras tienen la particularidad de ser oscuras y sin brillo; esto se explicará más adelante... creo que en ningún momento digo que brillen las armaduras, ¡pero igual me he colao!
Me alegra mucho que te haya gustado, parece que esta saga tiene menos seguidores que la "clásica", pero creo que es porque está poco avanzada; tengo el capítulo 2 casi terminado hace tiempo, a ver si lo saco antes de vacaciones.
Anoto tus sugerencias, pero de desvelar cositas... las justas, jeje. Gracias por comentar!