CAPÍTULO 2
Preguntas en el camino
El sol brillaba intensamente aquella mañana, la cuarta desde que abandonaran la aldea. Aunque a decir verdad, lo que dejaron atrás no podía siquiera llamarse “aldea”: era más bien un montón de casas en ruinas, cenizas y cadáveres enterrados. Habían sido tres días tan grises como el momento que enmarcaban, con un cielo cubierto de nubes y un sol que parecía no atreverse a incurrir en este nuevo y desolado mundo, otrora verde y lleno de vida. Bam llegó a pensar que tal vez nunca saldría de nuevo, que el sol era exclusivo de las épocas buenas, y un lugar tan desgraciado como el que había resultado ser su aldea no merecía ser bañado por sus rayos. Ahora, a tres días de distancia, el sol salía de nuevo y se sintió tentado de encontrar una explicación a su repentina aparición: ¿se avecinaban momentos más afortunados? ¿la distancia desde aquel lugar de muerte y destrucción significaba algo? En otra época, se hubiera lanzado sin dudarlo a abrazar estos pensamientos, pero ahora todo había cambiado. Desde que cabalgaba al lado del Caballero de la Bata Blanca, tenía la impresión de que la intuición no bastaba para sacar según qué conclusiones. Todavía no entendía muy bien el porqué de esta certeza, pero estaba dispuesto a averiguarlo. Y para ello, no dejaría de preguntar una y otra vez, aunque eso le costase el abandono a su suerte en la inmensa llanura.
Porque el caballero era parco en palabras, y rara vez se dignaba a responder preguntas. Aguantaba estoicamente el bombardeo continuo, y si le molestaba, no hacía nada para demostrarlo. Pero Bam sabía muy bien que todo hombre tiene un límite, y el temor de que un súbito estallido de ira lo alejase del que se había convertido en su protector le seguía atormentando.
Pero aquello nunca sucedió. El caballero callaba, o contestaba con monosílabos o alguna frase corta que no daba lugar a mayor discusión. A veces sonreía de manera condescendiente, lo cual afectaba mucho a Bam. Se sentía menospreciado, y le daba mucha rabia que sus preguntas se considerasen ridículas. Esa misma mañana, más temprano, había tenido lugar uno de esos embarazosos momentos cuando, nada más ponerse en marcha y notar que un fuerte viento les impediría avanzar a buen ritmo, Bam exclamó:
- No parece que nuestra suerte vaya a mejorar hoy; los Espíritus de los Reyes Vigilantes soplan fuertes en nuestra contra… - ante el silencio del caballero, pensó que tal vez fuese seguro continuar con su exposición de los hechos - …tal vez sea una señal de que no debemos ir en esta dirección.
Todavía el silencio como única respuesta. Bam comenzó a impacientarse. De repente, el vendaval arreció y tuvo que sujetarse con fuerza para no caer de su montura. Un escalofrío recorrió su cuerpo; ¿acaso la insolencia de su salvador les llevaría hacia un destino aún peor que el de la aldea?
- ¡Puede que seáis muy hábil con la espada, pero nada puede el acero contra el poder de los Espíritus! – gritó, tan fuerte como pudo.
Entonces sí: una carcajada resonó contra el ulular del viento. Sin embargo, el caballero no se dignó en girarse, ni tan sólo en aminorar la marcha. Bam no pudo soportarlo más.
- ¡Por qué reís, maldita sea! ¡No veo nada de gracioso en esto! He perdido a mi familia, tengo que luchar contra fuerzas que no comprendo, ¡y vos sólo me ofrecéis burlas como respuesta a mis preguntas!
Delante de él, el caballo blanco y su jinete se detuvieron. Bam tragó saliva, pensando que tal vez hubiese sido demasiado insolente. Estaba temblando, y no podía decir si era debido al aire frío que le golpeaba o al temor de haber despertado la ira del caballero. Temió que lo abandonase en mitad del páramo. Pero en lugar de ello, el jinete se giró y levantó su yelmo. Su rostro no mostraba en absoluto una actitud de burla cuando habló.
- Perdona, chico. No pretendía menospreciar tus sentimientos – tras una breve pausa, sonrió – Es sólo que me parece curioso que alguien como tú, tan dado a realizar preguntas, encuentre normal asociar algo tan natural como un poco de viento con la voluntad de unos personajes fallecidos hace decenios.
Bam se quedó mudo. Por un lado se sentía humillado por la condescendencia mostrada por el jinete, pero en el fondo lo que más se sentía era frustrado y enfadado consigo mismo. Porque el caballero tenía toda la razón. No le gustaba asumir como cierta cualquier explicación por cómoda que resultase, pero desde la tragedia de la aldea se había encontrado pensando en cuestiones parecidas. ¿Por qué habrían permitido los Reyes Vigilantes semejante desgracia? ¿de verdad velaban por su seguridad? ¿serían directamente responsables de esta atrocidad? Estas cuestiones le habían infundido no poco temor, y se encontró a sí mismo más proclive que nunca a achacar los acontecimientos a algún designio superior, algo que estaba fuera del alcance de su comprensión.
Pero desde luego, estaba dispuesto a valorar cualquier otra posible explicación a los hechos. Lo único que quería eran respuestas. Ya se preocuparía luego de si eran auténticas, o meras fantasías.
- ¿Un poco de viento? Sí, claro – respondió, con nuevo ímpetu de rebeldía - ¿y qué es el viento, acaso? ¿cómo se produce este vendaval gélido, que no parece venir de ninguna parte? ¿por qué coincide con esta racha de desgracias? ¿podéis darme una explicación mejor?
El caballero volvió a reír y se dio la vuelta sobre su montura, azuzándola para proseguir la marcha. Sólo giró la cabeza para lanzar una última frase con la que al parecer zanjaba la discusión:
- La cuestión no es si puedo dártela o no, chico. Siempre hay una explicación mejor para todo. No dejes de buscarla, y pregunta tanto como necesites para encontrarla.
Pero aquella frase, lejos de incitar más preguntas, dejó a Bam sumido en una profunda meditación que le hizo olvidarse del viento, del cansancio, y de la aldea.
Esa misma noche se sentía mucho mejor. Habían tenido la suerte de encontrar un pequeño refugio, una protuberante colina rocosa que ofrecía resguardo frente a los vientos permitiéndoles incluso mantener un pequeño fuego. Después de calentarse y tomar un ligero bocado – al parecer, el caballero era de la opinión de que una cena frugal era beneficiosa para el sueño y el descanso, cosa que a Bam no le acababa de convencer -, Bam se arremolinó entre las mantas y no tardó en quedarse traspuesto. Pero se despertó al cabo de poco tiempo, nervioso tras una nueva pesadilla de sangre y llamas. Se sobresaltó al encontrarse sólo junto a las cada vez más tenues brasas de la hoguera, hasta que distinguió una sombra en lo alto de las rocas, recortada contra la brillante luz de las lunas. Se echó la manta sobre los hombros y trepó cuidadosamente hasta el promontorio donde el caballero permanecía sentado. Estaba mirando el cielo nocturno. Bam se sentó a una prudente distancia, en silencio.
- Son preciosas, ¿no crees? – dijo el caballero, en voz baja y con un tono tranquilo.
– Me refiero a las lunas. Las estrellas también, por supuesto; pero las lunas… no sé qué daría por poder pisarlas y averiguar qué es lo que se esconde bajo su blanca superficie.
Bam no dijo nada. Para empezar, nunca se había planteado que las lunas no fuesen lo mismo que las estrellas; le parecía absurdo pensar siquiera en pisar algo que a su entender era una bola incandescente, no tan fuerte como el sol, pero de la misma naturaleza. Bien pensado, la verdad es que tampoco parecían incandescentes. Simplemente, brillaban. Empezó a sentirse bastante aturdido. Afortunadamente, el caballero no le preguntó su opinión al respecto.
- Venga, vuelve a dormir – dijo – mañana nos espera otra dura jornada de viaje. Y las lunas seguirán ahí para observarlas cada noche. Tal vez incluso se puedan ver de día… al menos la más cercana. Ya veremos.
Mientras añadía esta nueva incertidumbre a la ya de por sí saturada mente de Bam, el caballero le ayudó a levantarse y le acompañó hasta los restos del fuego. Mientras el joven se arrebujaba de nuevo entre las mantas, vio cómo el misterioso personaje apartaba a un lado su inseparable manto blanco, metía una mano en un saco que colgaba de su cinto y lanzaba un puñado de polvo sobre los rescoldos ardientes, ahogando por completo las diminutas llamas que aún quedaban encendidas. La escena le devolvió a la mente la imagen de la ardiente espada negra cuyas llamas se ahogaron en lo que se le antojó una extraña forma de nieve; sin embargo, al dormirse de nuevo no soñó con la aldea incendiada, con los jinetes negros ni con la muerte.
Soñó con un extraño mundo blanco y redondo, que se hundía bajo sus pies mientras caminaba, y cuyo firmamento estaba poblado por más estrellas de las que jamás había visto.
Estimadísimo Dr. Litos, me gusta mucho como escribes la verdad es que es una gozada imaginarse a batablanca con capa y de caballero andante. Me recuerda un poco a un posdoctoral guiando al becario en su búsqueda de la verdad, guiándole pero sin darle todas las respuesta para que esfuerce su intelecto.
ResponderEliminarPero debo hacer un crítica. ¡¡¡METE ALGO DE ACCIÓN YA HOMBRE!!!, QUE QUIERO LEER COMO VIBRAN ESOS ENLACES AL ZUMBIDO DE LA ESPADA BRILLANDO BAJO LA LUZ DE LAS LUNAS. jejeje
Un saludo campeón, sin duda si alguna vez no tienes trabajo en ciencia (que al paso que vamos podría ser) te puedes dedicar a escribir sin problema alguno.
La larga espera ha merecido la pena por saber del Caballero Bata Blanca y joven Bam, pero por Darwin no tardes tanto que ya ni me acordaba de que iba xDD Me ha gustado mucho la relación de maestro-pupilo que narras en este post, pero me uno a Oskar HR y te pido un poquitillo más de acción :P
ResponderEliminarPor el resto genial, como siempre Dr. Litos ;)
Pues eso, a ver si hay leña ya hombre!!! tanto meditar metafísicamante...que ya parces a Akira Kurosawa... queremos Hostias, tetas y culos pero a mach 5.
ResponderEliminarPor lo demás muy bueno.
Os respondo a los 3 en común, porque la petición del comentario es compartida... ¡impacientes! ¡Que una buena y elaborada historia como esta requiere de una introducción, una presentación de personajes...!
ResponderEliminarPero sí, la verdad es que va siendo hora de darle caña. El siguiente capítulo tendrá un poco ma´s de acción, lo prometo; pero no demasiada, que aúne stamos lejos del clímax (MUY lejos) y conviene ir subiendo poquito a poco para crear el ambiente adecuado...
¡Gracias por seguir la historieta! A ver si tardo menos en poner la siguiente entrega.
Me está cayendo bien el nuevo Batablanca, en versión caballero. Infundiendo espíritu crítico a los niños, sí señor. Ah, lo malo de esto es leerlo en pildoritas, tienes que sacar cuando acabes la versión para libro electrónico, jeje.
ResponderEliminarQué ilusión compañero, temía que a los fans de la "vieja guardia" no les acabase de enganchar esta nueva versión... prometo al menos ser más frecuente para que lo de las pildoritas se lleve mejor! Y lo de publicarlo en libritos... por supuesto me encantaría!
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