miércoles, 19 de septiembre de 2012

En bata de guerra (II)

II. La historia

Mientras permanecía sentado en el comedor, observando a aquel extraño visitante tomarse un café tras otro, no podía dejar de pensar en lo ridículo de la situación. Se encontraba en compañía de un hombre que afirmaba venir del futuro, y no sabía si sorprenderse más por lo absurdo que esto parecía, o por el hecho de que en su interior sabía que todo lo que le estaba contando aquel individuo, era cierto. Ciertamente le recordaba al joven estudiante que hasta sólo hacía unas horas le había ayudado con el trabajo, pero tampoco lo conocía tanto tiempo como para estar seguro de hasta qué punto esto era una impresión. O tal vez fuesen los pequeños detalles, demasiado rebuscados como para que una mente maquinadora, incluso un cerebro enfermo y paranoide, pudiese haberlos creado artificiosamente. Sin ir más lejos, llevaban casi una hora hablando, interrumpiéndose cada pocos minutos porque su interlocutor se emocionaba con cada nuevo café que salía de la máquina. También se interrumpía ante las más nimias anécdotas, como los quince minutos que tardó en separarse del ventanal cuando una gaviota se posó en el alféizar, o las numerosas veces en que se amorró al grifo de agua de la minicocina del comedor. Le sabía mal tener que molestar al visitante durante esos periodos de sumo gozo, pero pensaba que la situación lo justificaba de sobra. Así que al final se decidió y le animó a continuar con sus explicaciones.

- Eh… perdona... me estabas contando algo acerca de cómo comenzó nosequé desastre…

El extraño - era difícil pensar en él como "Bruno" - dio un último y largo sorbo de café, haciendo mucho ruido. Se limpió con la manga y retomó su discurso, apresuradamente.

- Ah, sí, perdona… ¡es que este café está tan rico! Allí no tenemos café expresso, qué va… la última cafetera, de latón oxidado, desapareció tras la última incursión cuando…

- El desastre…

- Sí sí, es verdad, mejor que te termine de contar de dónde vengo. Vamos allá.

Suspiró hondamente, apartó el vaso ya vacío, y retomó su historia.

- Como te decía, la investigación en mi tiempo no es muy diferente de la que tú conoces. Puedo decírtelo porque yo empecé aquí mismo, ya sabes… pero también sabrás que el avance científico y tecnológico a veces es rápido, muy rápido; y en los años que pasaron desde que empecé las prácticas contigo, las cosas avanzaron una barbaridad. Algunas siguieron igual… sin ir más lejos, después de la tesis tuve que partir al extranjero para buscarme las habichuelas. Pero bueno, sorprendentemente para todos, la situación mundial mejoró lo suficiente y lo bastante rápido como para que en apenas unos diez años en el extranjero se me presentase la oportunidad de volver aquí, no sólo a mi país, sino a este mismo Instituto donde empecé, para liderar mi propio grupo. Estaba ilusionado, cómo no estarlo… recuerdo con todo lujo de detalles el primer día... la verdad es que todo era bastante parecido, había grupos nuevos, alguna reestructuración de los laboratorios... pero básicamente todo seguía igual. Sí, lo recuerdo muy bien.
Pero recuerdo aún mejor el segundo día.-

Hizo una pausa. En sus ojos se reflejó de súbito una expresión difícil de definir... mayormente tristeza, eso estaba claro. Con voz temblorosa, continuó.

- Al día siguiente de incorporarme al trabajo, nos encontrábamos en el salón de actos, en una reunión de grupo. Estaba estableciendo una serie de directrices para mis chicos, cuando de repente se oyó un ruido. Un ruido indescriptible, como un crujido sordo, largo y complejo; antes de poder siquiera preguntarnos a qué se debía, todo tembló. El proyector cayó al suelo, y por un momento nos quedamos a oscuras. Entonces el sonido volvió a producirse. Sólo que esta vez no paró.-

Se detuvo, tragó saliva y carraspeó. Sin preguntar, el estupefacto investigador le acercó la botella de agua que tenía entre las manos. Se sorprendió al percatarse de que la había estado agarrando con fuerza, debido a la tensión producida por lo que estaba escuchando.

- Sigue, por favor - le instó mientras destapaba la botella.

El hombre dio un largo trago y continuó hablando.

- Mira, sé lo que pensarás a partir de ahora. Pero por favor, déjame terminar de tirón, será lo mejor.

"Como decía, el ruido no cesaba. De hecho parecía crecer. Entonces el suelo comenzó a moverse. Para la gente fue desconcertante... esta ciudad no está preparada para los temblores. Afortunadamente, mi estancia en California me había acostumbrado a sustos parecidos, y pude mantener la compostura lo suficiente como para tranquilizar a todos y guiarlos hacia la salida de emergencia. Mantuve la puerta abierta mientras salían despavoridos, pero en un vistazo rápido vi que faltaba alguien. Me giré hacia la puerta del salón de actos y la vi entreabierta. No lo pensé ni un instante, me lancé hacia allí y esquivando los trozos de escayola que caían del techo me dirigí a la entrada principal del centro. Era una locura, pero no pensaba dejar a nadie atrás; confiaba en poder retroceder sobre mis pasos, o en todo caso intentar salir por la entrada principal, pero temí desde el principio que el peso soportado por el hall de entrada al edificio hiciese de esto una idea impracticable.Y no me equivocaba. Pero no por las razones que creía.

En el centro del hall se encontraba mi más joven becario, totalmente quieto en medio del caos y el destrozo. Por más que le grité ni siquiera se giró hacia mí, y cuando pude ver hacia dónde se dirigía su mirada lo comprendí todo.

Entre el lugar donde nos encontrábamos y la puerta principal, se había abierto una brecha enorme. La mesa de la recepción estaba parcialmente hundida, y sobre ella, el vigilante de seguridad estaba... no sé cómo decirlo, no estaba ni echado, ni sentado, ni de ninguna manera que pueda definir... su cuerpo estaba retorcido de una manera imposible, y por toda la mesa los chorros de sangre fluían sin parar hasta perderse en el oscuro agujero que atravesaba el suelo. Sólo que... no se estaban perdiendo. No sé cómo pude ver todo esto, porque desde que aparecí en medio de aquel horror y hasta que agarré de la chaqueta al chico para arrastrarlo conmigo hacia el salón de actos, en mi mente quedó registrada una cantidad enorme de detalles. Maldigo la eficiencia de mis circuitos neuronales, mi hipotálamo o donde sea que se recoge toda esa información; porque a pesar de todo lo que vi en los años siguientes, pocas cosas pueblan mis pesadillas como aquellas primeras y terribles imágenes. Aquella masa blanquecina que se intuía a través del suelo, los pseudópodos que recogían ávidamente la sangre del vigilante, y la forma en que todo alrededor el suelo se abría de nuevo para que nuevas protuberancias blanquecinas, férreas como columnas, se alzaran hacia arriba y en todas direcciones, atravesando muros y techos, destrozando la integridad del edificio.

No sé cómo, pero conseguí arrastrar al chico hacia la salida de emergencia tras atravesar el salón de actos. Allí estaban los demás, en la acera, alejados del perímetro del centro pero lo bastante cerca como para seguir observando aquel increíble desastre. La mente humana es tan sorprendente... nos sentimos seguros, ¡imagínate!, apenas unos metros nos separaban del edificio colapsándose y pensábamos que lo peor había pasado. Bueno, ellos lo pensaban; yo sólo quería alejarme lo máximo posible de aquello que estaba surgiendo de las entrañas de la tierra. Esperaba poder llevármelos de allí sin que el terror los alcanzase, pero fue en vano. En cuestión de segundos los pseudópodos, enormes como tentáculos, atravesaron las ventanas y los muros exteriores... era una locura seguir allí, y afortunadamente la visión de aquellas masas blanquecinas y elásticas provocó que mi grupo por entero saliese chillando en dirección contraria. Corrimos y corrimos, todos gritaban, y así seguimos a pesar de que a nuestro alrededor la gente pensaba que estábamos locos. Ojalá hubiese sido así. Ojalá eso que tú mismo estás pensando ahora fuese cierto, pero me temo que es mejor aceptar la realidad. Es la única forma de seguir luchando."

En este punto se detuvo. El investigador casi ni se dio cuenta: estaba tan alucinado con lo que acababa de escuchar, que todavía algunas frases resonaban en sus oídos. Aquella escena absurda, calcada de cualquier película de serie B protagonizada por monstruos viscosos... no podía creerlo, pero al mismo tiempo lo había podido ver claramente según las palabras cobraban sentido en su cabeza. La descripción de la entrada al edificio y el salón de actos... todo encajaba demasiado bien. 

Pero antes de poder dudar de nuevo de la cordura de aquel extraño personaje, se detuvo rememorando las últimas palabras.

- ¿Seguir luchando? ¿Cómo, seguir luchando?

Bruno suspiró profundamente y esbozó una sonrisa. Fue una sonrisa bastante poco alentadora, claro que tampoco podía saberse con certeza cuál era la auténtica intención de su esbozador.

- ¿Acaso crees que he venido hasta aquí para contarte una historia y que me tomes por loco? Querido maestro, no me decepciones. Necesito tu ayuda. Mientras hablamos aquí tranquilamente, el lugar de donde vengo sigue estando al borde de la destrucción. Es una suerte haber podido llegar hasta aquí para luchar desde un frente inmejorable: no sé de cuánto tiempo disponemos, pero lo primero de todo es intentar evitar por todos los medios que lo que te acabo de contar tenga lugar. No sé bien cómo vamos a hacerlo, pero seguramente tendremos que comenzar tomando muestras. Muchas muestras... tal vez debamos... -

Le hubiera gustado interrumpir de nuevo a Bruno para pedirle que se explicase mejor, que le ofreciese pruebas contundentes que demostrasen su descabellada historia... pero algo se le adelantó. Una especie de temblor hizo vibrar la mesa, la taza de café y su propio cuerpo. Después de la historia que acababa de escuchar, no le gustó nada sentir aquello. 

A Bruno le cambió la expresión.

- Oh, mierda... no tenemos tiempo, ¡maldita sea! ¡ni siquiera lo hemos podido intentar!

Afortunadamente, no era la tierra lo que se abría para vomitar tentáculos blancos ni engullir el edificio. Lamentablemente, sobre sus cabezas se estaba formando una extraña, extrañísima nube de brillantes colores, iluminando toda la estancia y abriéndose como una flor. Era como una imagen caleidoscópica, fuegos artificiales, pinturas hippies... todo en uno y mucho más. Seguía creciendo, y un sonido ensordecedor acompañaba a una corriente que parecía emanar de aquel agujero. Sí, era lo que más parecía: un extraño y colorido agujero que ocupaba ya todo el espacio entre el suelo y el techo del comedor.

Embobado con aquella visión, no se percató apenas de cómo Bruno lo agarraba, y fue demasiado tarde para resistirse cuando con un mismo movimiento se colocó a su espalda y le gritó al oído:

- ¡Lo siento, pero no queda alternativa! ¡¡Tendrás que volver conmigo!!

Y dicho esto, con un enérgico empujón lo lanzó hacia aquel agujero. 

Continuará...



4 comentarios:

  1. Se ha hecho esperar desde Julio, pero por fin ha llegado.

    :-(_ Con esta mierda de emoticon quiero expresar mi cara de embobado que se me ha quedado, con media babilla cayendo y deseando leer más.

    Cada día estoy más seguro de que debes dedicar parte de tu tiempo a escribir una novela o al menos ir escribiendo capítulos de historias que luego puedas publicar, a lo Asimov jeje.

    Genial historia, tengo curiosidad por saber como sigue, y estoy seguro de que ya tienes cartuchos cargados porque esto no va a ciegas.

    En parte me ha recordado a cuando Homer simpson es tragado por un embudo infinito hacia la realidad y en parte me ha recordado el enorme agujero negro al que se desliza la ciencia española en estos momentos.... Paranoias mías.

    ¡Por la Galaxia! danos más historia...

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  2. ¡Mola! Queremos la tercera entrega, YA!!! ;)

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  3. Verdad que esta vez no nos vas a tener tantos MESES sin saber que pasa oh pequeño Asimov?

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    1. Apoyo a Fairygu!! Queremos otra entrega, pero que sea pronto!!

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