Contrastando con el sintético y conciso estilo de las gotas de sabiduría del genial Banchsinger, aquí os traigo una nueva reflexión absurda con mi característico estilo ladrillógeno y pedante. Espero que os guste.
Hoy voy a hablar de algo evidente, pero no por ello menos fascinante. Es del conocimiento público que cuando uno está haciendo algo que le gusta y con lo que está entretenido, el tiempo pasa volando; por el contrario, labores tediosas o impuestas parecen alargarse eternamente. Un mismo periodo de tiempo puede tener una percepción por parte del sujeto que lo experimenta absolutamente distinta, pudiendo establecer una correlación entre la satisfacción que supone la tarea y la rapidez con que el tiempo pasa. Además, otro factor que altera esta percepción del tiempo es, curiosamente, la propia reacción del sujeto ante el paso de éste. Me explico: si uno cumple su tarea sin reparar en la medición del tiempo, parece que éste pase más rápidamente. Si, por el contrario, el sujeto mide constantemente cuánto tiempo ha pasado, de manera periódica, dicho paso parece enlentecerse aún más.
En los laboratorios, este fenómeno tan curioso (cuya explicación está seguramente más allá de esta humilde reflexión) adquiere una magnitud especial. Cualquier experimento está sujeto a un protocolo preciso y concreto, en el cual el tiempo es una variable perfectamente establecida y controlada. Los procesos más rutinarios, la llamadas técnicas preparativas, están de hecho especialmente sujetos a esta medición estricta del tiempo, lo cual las condena para siempre a padecer en su máximo esplendor el fenómeno que podríamos pasar a denominar en adelante, plegamiento-dilatación anormal del tiempo. En estos casos, dependiendo de la monotonía de la tarea y de la fijeza con que se observe el reloj que marca el paso del tiempo (el inevitable timer), el contínuo espacio-tiempo se ve drásticamente alterado, plegándose el tiempo sobre sí mismo y provocando que la rapidez de nuestros pensamientos sea mucho mayor que aquélla con que transcurren los minutos. Para el sujeto pasivo, en este caso el investigador o técnico de laboratorio, un minuto puede ser un lapso de tiempo en el que tienen lugar todo tipo de elucubraciones acerca del posible resultado del experimento, modificaciones de la técnica utilizada o simplemente divagaciones ajenas al trabajo. Muchos de los pseudo-segundos que nuestra mente disfruta durante este lapso de tiempo se utilizan comúnmente en pensar posibles optimizaciones para las técnicas y protocolos que impliquen una reducción de los pasos a seguir o de los tiempos de espera de los mismos. Como hemos comentado al principio, este proceso tiene lugar en dos direcciones opuestas: basta que nos dispongamos a utilizar el tiempo en alguna otra tarea más agradable, y dejemos de observar el mencionado timer, para que el tiempo se pliegue esta vez con rapidez inesperada; es entonces cuando el timer lanza su sonoro reclamo, provocando en general desconcierto en el sujeto pasivo, y malestar entre los sujetos que comparten laboratorio.
En la vida cotidiana este fenómeno es igualmente común; un ejemplo clásico es el tiempo que tarda en hervir el agua para preparar un plato de pasta. Una observación directa y contínua del recipiente provocará exasperación en el sujeto desde que comienzan a aparecer las primeras, tímidas y diminutas burbujas, hasta que el conjunto del agua borbotea con fervor, dispuesta a recibir los macarrones, espaguetis o similares. Si el sujeto se ausenta para, por ejemplo, tender la ropa o hablar por teléfono, cuando regrese al puesto de observación el agua se estará saliendo con violencia del recipiente, probablemente evaporada una gran parte. En ambos casos ha pasado el mismo tiempo, pero la diferente percepción por parte del sujeto provoca situaciones realmente dispares. Por último, remarcar que esta alteración de la percepción, una vez conocido el fenómeno y sus mecanismos (aunque no su explicación), puede provocar desdichados malentendidos, como el caso de aquel investigador que, habiendo confundido el interruptor que encendía el fuego donde su cafetera estaba colocada, esperó y esperó pensando que el tiempo que pasaba inexorable era un típico caso de dilatación anormal del tiempo, sin saber que el café que esperaba con tesón nunca llegaría a salir.
Podría sucederos a vosotros…
Así pues, amigos, recordad siempre que no debéis desesperar en esos minutos, a veces incluso segundos, que parecen nunca acabar y nos provocan angustia y pesar. Lo importante es siempre estar alerta y no confundir el fenómeno del plegamiento-dilatación anormal del tiempo con errores en la manipulación de lo que sea que tenemos entre manos, ya sea la incubación de unas digestiones o la preparación del café para el almuerzo.
¡Joer! Miren ustedes cómo se ha plegado-dilatado el tiempo mientras leía las interesantísimas reflexiones del Dr. Litos, que en el tal lapso ya me han rechazado un par de artículos que todavía no había llegado ni a enviar, por falta de tiempo...
ResponderEliminarHace un rato, mientras engañaba a mis horas de estudio con otros menesteres internáuticos - entre los que está desde hace un par de semanas echar un vistazo a las novedades de este neonato pero prometedor blog - me he puesto a pensar acerca de mi futuro, algo muy desaconsejable para alguien que se encuentra en mi situación actual: último año de la carrera de Biología. Todo ha surgido con la absurda reflexión sobre el fenómeno de “plegamiento-dilatación anormal del tiempo”, que me ha hecho pararme a pensar en lo rápido que han pasado estos cinco años de carrera, desde el primer día de clase hasta estos exámenes finales que se me echan encima. Y aquí es cuando me pregunto ¿realmente han pasado tan rápido como ahora me parece?, ¿está actuando aquí un plegamiento anormal del tiempo? ¿o quizá esta sensación se debe simplemente al hecho de que lo pasado, pasado está, y de lejos todo parece algo menos grave de lo que nos pareció en su momento? Por suerte o por desgracia, aún me queda relativamente cerca ese primer día de clase, por lo que creo poder llegar a una conclusión razonable, así que, tras un periodo de reflexiones, no menos absurdas que las perpetradas por el Dr. Litos en este blog, he topado con lo que podría calificarse, si no de la solución definitiva al dilema, ya que de ciencia estamos hablando, al menos de la explicación más probable: la culpa la tiene la Biología. Han sido cinco años de trabajo diario (vale, quizá cuatrimestral…), estresantes exámenes, largas tardes de prácticas,…pero ahora que se acaba no puedo evitar pensar que lo voy a echar de menos, y que, efectivamente, estos años se me han pasado muy rápido, entre otras cosas porque, para qué negarlo, todo esto me encanta, la biología me encanta, y puedo decir orgullosa que no me he equivocado de carrera. Y sí, me he divertido en muchas de esas tardes de prácticas, y sabiendo lo que puede venir después, por incierto que parezca el futuro de un recién horneado biólogo. No sé cómo irá todo, si costará mucho o poco, o si mi tiempo como científica pasará anormalmente plegado-dilatado o no. Lo que es seguro es que, llegados a este punto, ya no hay solución, creo que la ciencia me ha atrapado a mí también.
ResponderEliminarEnhorabuena por el blog.
Consuela.
Consuela, me honra que mi (absurda) reflexión te haya hecho meditar tanto y tan profundamente; sin duda la ciencia te ha atrapado, y ha guiado tus inciertos pasos hacia esta página. Llegados a este punto, veo bastante claro que tu destino estará unido al de los misterios de la vida, así que disfruta de ese viaje e intenta aprender tanto como puedas, a ver si entre todos conseguimos hacernos una mínima idea de cómo funciona este extraño (y absurdo) universo que habitamos.
ResponderEliminarEspero leerte con asiduidad en próximos comentarios de próximas reflexiones (absurdas).
Dr Litos... que gran mente la tuya...te sales, te sales tio por los dos lados de la cama...
ResponderEliminarQue gran pérdida de la fisica cuántica y la relatvidad espacial y temporal de Einstein al dedicarte tú a purificar miserables proteinas.
Banchsinger
Fantástica reflexión. Lo único... quizá hacer más parrafos o la letra un pelín más grande, que si no se me juntan los renglones (ya me llamaban cuatro ojos en el cole :P)
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