viernes, 30 de noviembre de 2012

La civilización del café

En toda su carrera científica, había estado muy pocas veces tan cerca de arrojar la toalla como aquel día. Pensaba que uno podía acostumbrarse a ese vaivén emocional que supone el juguetear con importantes descubrimientos, realizar un estudio que podría ser la antesala de un cambio de rumbo en su campo, para en cuestión de minutos descubrir que se trataba una vez más de una pista falsa. Pero no era así. Nunca te acostumbras, pensaba derrotado. Siempre, una y otra vez, te quedas con el "eureka" atragantado y te sientes un auténtico fracasado. Le gustaba pensar que  si algún día se daba el caso de que se cumplían las expectativas, el nivel de alegría sería proporcional.

Y por fin, después de días sin dormir, de fortísimos dolores de cabeza y muchas ideas formuladas y desechadas, aquel momento de "eureka" se presentó bajo la forma de una taza de café.


El sitio elegido para la reunión suponía un marco incomparable: hacía un día estupendo, así que todo el grupo pudo reunirse en el lugar de la excavación. Sin embargo, pronto hubo quien encontró pegas:

- Pero, ¿con este sol cómo vamos a poder ver las diapositivas?

- Tranquilos, no me hace falta. Me basta con esto – Juan empezó a armar con gran orgullo un extraño armatoste, que resultó ser un caballete con un tablón lleno de hojas gigantes, a modo de pizarra.  Según el resto de investigadores iban llegando,  Juan y su pizarra acaparaban las miradas. Muchos de los integrantes de aquel variopinto grupo habían visto con malos ojos la incorporación del químico a su robusto grupo de antropólogos, arqueólogos e historiadores, y muchos de ellos seguían albergando serias dudas acerca de su valor para aquella investigación. Verle pelearse con un caballete de aluminio y hojas de papel tamaño sábana no ayudaba mucho a mejorar su imagen.

Finalmente, la pizarra se estabilizó y un satisfecho Juan se giró hacia la mesa, alrededor de la cual ya estaban todos sentados. En sus caras se leía cierta impaciencia, pero también se podía distinguir una elevada dosis de curiosidad. Pertenecerían a ramas distintas, pero los rasgos de los científicos experimentados siempre eran los mismos, siendo una gran curiosidad el denominador común. Juan comenzó a hablar.

- Bueno, muchas gracias a todos por venir. Sé que no es la primera vez que alguien convoca una reunión con la idea de que ha descubierto una pieza clave para el proyecto, pero bueno, creo que esta vez puede que estemos tras la pista adecuada. Haré un muy breve resumen, para los más nuevos en el grupo.

”Como saben, el lugar en el que nos encontramos constituye un enclave único en todo el planeta: jamás se había encontrado un yacimiento de valor antropológico tan aislado y a la vez bien conservado como este. Muchos autores coinciden en que los símbolos hallados en estas extrañas ruinas podrían constituir la clave para entender tanto el origen, como el funesto destino de la desconocida cultura humana conocida como los Atlantes; como saben, este nombre hace referencia al mítico continente hundido, leyenda que aparece encarnada en muchísimas culturas a lo largo de la historia.”

Juan hizo una pausa dramática. Nadie pareció muy impresionado, así que se apresuró en su discurso.

- Bien; entré en el proyecto cuando los lingüistas encargados de desentrañar estos símbolos llegaron a la conclusión de que se trataba de algún tipo de fórmula química. Se hubiera ganado un tiempo precioso incorporando especialistas en este campo desde el principio, pero en fin… - hubo algún movimiento incómodo entre los asistentes. La provocación había surtido efecto, y ahora sí estaba seguro de que conseguiría mayor impacto aún con su hallazgo. Prosiguió, envalentonado:

GrabadoMisterioso

- Este es el símbolo que ha estado focalizando los esfuerzos de lingüistas, historiadores y antropólogos de todo el mundo.

Con trazos nerviosos pero seguros, Juan dibujó en la enorme hoja de papel sobre el caballete el familia conjunto de formas geométricas: un pentágono y un hexágono unidos por uno de sus lados, de los que partían diferentes líneas.

“Cuando mi grupo y yo nos enfrentamos a esta burda representación, no tuvimos ninguna duda en interpretar que se trataba de una purina, una estructura química que forma la base de algunas de las más importantes moléculas que forman nuestra biología, y la de todas las criaturas del planeta: sin ir más lejos, del ADN que forma el material genético, o la molécula que constituye la principal unidad energética del organismo, el ATP. Pero además, la purina más parecida a la estructura que creímos hallar, la adenosina, tiene en sí misma una importante función neurotransmisora. Este descubrimiento era en sí mismo un hallazgo impresionante, pues denota lo que ya sospechábamos: esta antigua civilización ya conocía las bases moleculares de la vida. Pero la razón por la cual una base púrica podía ser objeto de culto, según denota el tipo de construcción en que aparecen estas inscripciones, era algo que se nos escapaba… ninguno de los antropólogos que forman esta plataforma multidisciplinar podía encontrar el nexo entre una posible veneración a la base molecular de la vida y el cataclismo que diese al traste con toda una civilización. Hubo muchas teorías, pero todas meramente especulativas.”

“He pasado muchas noches en vela, contemplando este diagrama, especulando acerca de cómo algo tan específico pudo afectar en tal medida a toda una sociedad… incluso en nuestra avanzada y tecnológica cultura actual, poca gente está tan familiarizada con estructuras químicas como para dedicarles semejante atención. El enigma en sí mismo es suficiente para provocar dolor de cabeza, pero una de estas noches la migraña que me atenazaba era mayor de lo habitual. Mientras intentaba decidir si levantarme a por un medicamento para solucionarlo, mi mirada se cruzó con la taza de café encima de mi escritorio. Estaba vacía y limpia. No había tomado café. Entonces la idea estalló en mi cabeza, clara, cristalina…”

Se giró rápidamente y comenzó a tachar las partes del diagrama que durante los últimos meses habían estado completando a ciegas. En su lugar, con un rotulador de otro color, dibujó unos trazos más cortos, y añadió un par de líneas más donde antes no las había.

- No se trata de adenosina. Es algo parecido… pero diferente.

Uno de los asistentes abrió unos ojos como platos.

- Cafeína… – dijo, en voz alta.

- Efectivamente – contestó Juan, orgulloso. Hubo un revuelo entre el grupo de científicos, que murmuraban entre ellos y señalaban la pizarra.

Two skeletal formulas: left  caffeine, right  adenosine.

- ¡Pero eso no tiene ningún sentido! – exclamó por fin alguien.

- ¡Sí tiene sentido! – replicó Juan exaltado – Los efectos de la cafeína se conocen desde hace décadas, y cada vez entendemos mejor los mecanismos que regula. Esta sustancia, producida por muchas especies de plantas en muchos casos como defensa contra sus predadores, ha pasado de la esfera meramente culinaria y gastronómica, a ser objeto de estudios genéticos y moleculares.
Es el caso más fascinante de sustancia adictiva, con características propias de algunas drogas consideradas ilegales, con efectos claros sobre el sistema nervioso: precisamente el parecido con la adenosina que tanto nos ha confundido, es el que origina los efectos de la cafeína en el cerebro: al unirse a los receptores específicos de adenosina, se impide la función normal de ésta. La sensación de alerta y vigilia no es subjetiva, tiene una base molecular aunque no se tiene muy claro cuál es el mecanismo concreto. Los receptores de adenosina al activarse controlan la dilatación de los vasos sanguíneos, y de algún modo esto afecta a los niveles de atención del individuo.

Culturas primigenias han utilizado la hoja de café como condimento y preparado para beber;  su uso ha perdurado hasta nuestros días. Los efectos de la sustancia sobre el sistema nervioso central, aunque evidentes, no son extremadamente perjudiciales. Ahora bien, se ha demostrado que el uso continuado de cafeína puede producir adicción, produciendo síndrome de abstinencia. Yo mismo lo experimenté aquel día en que mi dolor de cabeza se tornó insoportable… y gracias a ello estamos aquí ahora mismo. Sus efectos pasan rápido; además, la acción de la cafeína viene condicionada por el tiempo que pasa en el organismo, como tantas otras drogas; en general el tiempo que tarda el hígado en metabolizarla es de apenas unas horas.

Pero pensemos en la civilización que nos ocupa… es difícil saber con certeza qué tipo de especies vegetales poblaban esta zona cuando sus habitantes proliferaron. Además, dado que se trataba de una isla, la población estaba sujeta a un alto grado de endogamia y presiones selectivas distintas a las que acontecieron en otros lugares del globo. ¿Es descabellado imaginar que determinados grupos, caracterizados por un genotipo particular que los hiciese más susceptibles a los efectos de la cafeína, se viesen favorecidos?

- Un momento chico, ahí está especulando demasiado…

- Probablemente. Pero debo decir que existen estudios actuales en muestras de población bastante grandes en las que se ha asociado variantes génicas en los enzimas detoxificantes del hígado con individuos consumidores habituales de cafeína. Algo parecido podría haber pasado en el caso que nos ocupa. Además, pensemos como el equipo que somos: al fin y al cabo, hay muchos antropólogos entre nosotros. En el estudio de grupos humanos no podemos tener en cuenta únicamente las cuestiones ecológicas y genéticas: la cultura juega un papel crucial, y la forma de alimentarse en nuestra especie pronto fue algo más que necesidad de sustento energético. Si esta cultura potenció el uso de alimentos con altas dosis de cafeína, es posible incluso que sus chamanes y líderes espirituales sufriesen sus efectos de manera exacerbada, condicionando así su cultura y comportamiento. Mirad a vuestro alrededor, ¡estamos entre las ruinas de un templo! ¡Un templo lleno de vasijas, en cuyas columnas aparece garabateada la estructura química de la cafeína!

- Sigo sin entender cómo llegaron a conocer esas fórmulas hace tantos años… ¡es imposible sin la tecnología adecuada!

- Puede ser, pero no olvidemos que nos enfrentamos a un grupo humano… superdotado, podríamos decir. Imaginad por un momento este abuso de cafeína y una genética especialmente indicada… el desarrollo de su capacidad cerebral podría haberse visto estimulado de forma que sólo podemos soñar. Fue una cultura de un desarrollo explosivo, complejo… vertiginoso.

Se hizo el silencio. Estaba claro que todo aquello eran elucubraciones, casi ciencia ficción. Pero a nadie se le escapaba que podía haber mucho de verdad en ello. Se abría ante ellos un campo de investigación fascinante y prometedor: estudios genéticos, geológicos, químicos… ramas de la ciencia que rara vez habían necesitado tanto unas de otras. Porque una misma idea rondaba las mentes de aquellos intelectuales: aquella civilización había disfrutado un avance intelectual sin parangón en la historia del mundo, pero… se habían extinguido. Era crucial saber cómo. Para ello, puede que estuviesen a las puertas de una nueva era en la ciencia. La era de la antropología química.

- Dr. Valdés – preguntó finalmente un tímido antropólogo, materializando el pensamiento de los demás –, ¿cree usted que la misma adicción a la cafeína que les hizo desarrollarse más rápido, tuvo algo que ver con su incapacidad para conquistar el resto del mundo? Es decir, estos "atlantes" tan prodigiosos... ¿se conformaron con este reducto del planeta? No parece probable...

Juan se quedó durante casi un minuto sin saber qué decir. Había estado tan entusiasmado con sus hipótesis y con la necesidad de saber el origen de aquella cultura tan particular y única, que no se había detenido a pensar cómo era posible que no se hubiese sabido nada de ellos antes, que no hubiesen influido en otras culturas, que en ningún lugar del globo apareciesen grabados, bajorrelieves ni símbolos como los encontrados en aquella excavación. Pero lo que le acababan de apuntar parecía tener sentido.

Antes de que pudiese contestar, el camarero de la cantina les interrumpió.

- Disculpen el retraso, normalmente las reuniones suelen ser más tarde. Les traigo un tentempié, y unos bollos. ¡Que aproveche!

Dejó encima de la mesa una bandeja, cargada de tazas humeantes. Ninguno de los asistentes fue capaz de decir nada. Se quedaron mirando, embobados, durante un rato que pareció interminable.

Finalmente, Juan se encogió de hombros. Puede que aquella aromática taza de café contuviese al mismo tiempo la capacidad de estimular el cerebro humano hasta límites insospechados, y de provocar el hundimiento de la civilización más avanzada. Lo importante era saber cómo podía hacerlo. Y al menos ahora, sabían qué tenían entre manos... y estaban prevenidos.

Alargó la mano y tomó una de las tazas.

- Qué narices – dijo –, propongo un brindis: ¡por la civilización del café!

Alzó la taza, miró a sus estupefactos compañeros, y dio un largo sorbo.

Esta enrevesada historieta puede presumir de participar en los siguientes carnavales:



XIX Edición del Carnaval de Química, alojado por Oskar HR en Leet Mi Explain y con el tema "Química de las adicciones"
II Edición del Carnaval de Humanidades, alojado por el mismo colega en el mismo blog y con el tema "Antropología y héroes del pasado"

Biocarnaval
Y finalmente, en el XVIII Carnaval de Biología alojado por Ameba Curiosa en Ameba Curiosa.. y con el tema "Ciencia en la Cocina"

¡Toma ya!


6 comentarios:

  1. Estas absolutamente loco macho, pero que bueno eres cabroncete. El Dr. Juan Valdés estaría orgulloso de ti jejeje.

    Muchas gracias por hacer esta tripe aportación que, ademas, no solo participa en los tres carnavales sino que además respeta el tema propuesto por el trio. Gracias. y Felicidades por la entrada.

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  2. Me apunto a la antropología química! (Y enhorabuena por este triplete: te has superado con creces!...a base de cafeína?;)

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  3. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  4. Y esto se te ocurrió antes o después de beber café? Creo que tus neuronas tienen compuestos carentes en el resto de los mortales o al revés.
    muy bueno jefe.

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  5. Gracias por comentar, reconozco que la historia tampoco es de las mejores pero el reto era gordo y el tiempo corto. Aunque también podría suscitar diversos temas de debate, pero bueno es lo que tiene hacer estas entradas tan largas, que luego a la gente se le van las ganas de debatir...

    Maremoto, no me olvido de lo tuyo eh, de hecho en cuanto publique una reseña jofera que tengo pendiente, será lo próximo (espero).

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Como dijo Ortega y Gasset, "Ciencia es aquello sobre lo cual cabe siempre discusión"...

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