ANTERIORMENTE EN DISTURBIOS CELULARES: Antes de pertenecer al Servicio de Transfecciones Celulares y mucho antes de establecerse por su cuenta como Investigador Celular, el intrépido investigador Batablanca vivió una primera misión en la que debía infiltrarse en un equipo de antidisturbios para obtener información de primera mano acerca de peligrosos agitadores celulares. Tras vestirse con el equipo de protección antidisturbios, todo el grupo es transfectado a la célula en discordia (1) .
- ¡Eh, tú! ¡Novato! ¡No te salgas de la fila!
Me costó darme cuenta de que se referían a mí. La entrada en la célula me había causado un gran impacto, y entre la embriaguez de poder que sentía dentro de mi uniforme-armadura de antidisturbios y el espectáculo desplegado ante mis átomos, me había quedado embobado mientras el resto del pelotón, más entrenado y acostumbrado a no dejarse deslumbrar por la vorágine intracelular, avanzaba con paso firme y certero. Me reproché a mí mismo haber empezado con tan mal pie mi infiltración; muy poco profesional, lo reconozco. Pero bueno, hay que entender que era joven e impresionable. Además, si no habéis estado nunca dentro de una célula, es difícil que os podáis imaginar la sensación que produce encontrarse de repente en mitad de aquel extraordinario caos. Dejadme que intente daros unas pinceladas.
Mucha gente imagina la célula como un gigantesco contenedor, hueco en su mayor parte, en el que flotan a la deriva diferentes estructuras, con un cierto trasiego de proteínas y orgánulos. Bien, todo eso está ahí, pero no de esa manera tan simple. Lo que uno se encuentra al entrar en una célula es infinitamente más complejo: primero, es difícil toparse con un hueco vacío. Desde la misma membrana plasmática por la que el visitante acaba de entrar, una sucesión de estructuras se extienden hacia el interior. Están compuestas por la cara interna de los transportadores de membrana y las agrupaciones de proteínas que se acoplan a éstos. Algunas de estas cadenas se pierden hasta donde alcanza la vista, y a su través, multitud de moléculas proteicas transportan y son transportadas unas por otras. De un modo parecido, un entramado de gigantescas columnas constituidas por microtúbulos y filamentos de actina cruzan por todos lados, sosteniendo a veces estos complejos proteicos y creando gigantescas autopistas que parten desde zonas de la membrana plasmática externa y se dirigen en todas direcciones. La impresión es como de un alambre de espinos gigantesco cuyo punto de inicio no se puede discernir, una enmarañada red de canales que sólo se ve interrumpida por la presencia de gigantescas estructuras.
“…un entramado de gigantescas columnas constituidas por microtúbulos y filamentos de actina cruzan por todos lados…” (fuente y fuente)
Sí, la célula está llena de orgánulos de gran tamaño; pero nada de flotar en soledad… gigantescas vacuolas se funden constantemente con la membrana externa y con la del núcleo con gran rapidez; es difícil distinguir si vienen o van. De cuando en cuando un gigantesco crucero ocupa todo el campo de visión, y ante el espectador alucinado una mitocondria despliega todo su arsenal de moléculas de ATP producidas a un ritmo frenético. Menos conocidos son los complejos ribonucleoproteicos conocidos sencillamente como vaults, pero su presencia es imposible de obviar. Recuerdo la primera vez que vi un batallón de vaults trasladándose de un polo a otro de la célula, hasta que llegaron junto a un discreto lisosoma, momento en el cual se abrieron y vertieron su contenido de un modo tan fugaz que no llegué a distinguir de qué se trataba. Poco imaginaba en aquel momento que algún día aquellas extrañas estructuras llegarían a salvarme la vida…
Y entre todas estas gigantescas estructuras, miles y miles de proteínas de todas las formas y tamaños viajan constantemente, ya sea asociadas a microtúbulos u otros componentes del citoesqueleto, bien flotando libremente por su solubilidad natural. Pocas veces se las ve aisladas, y los agregados macromoleculares son lo más frecuente, viajando de un compartimento a otro sin dejar que un solo sustrato escape a la cadena de transporte de la información constituida por las rutas metabólicas o de señalización.
Pero por encima de todo, lo que deja sin respiración al explorador incauto que penetra en los misterios de la célula no es nada de todo esto. A lo lejos, pero tan grande como para ocupar toda la extensión entre un lado y el opuesto de la membrana plasmática, se alza un mastodonte de titánicas paredes, una ciclópea construcción que se pierde en enrevesados ángulos revestidos de protuberancias, las cuales paulatinamente se convierten en vacuolas que salen y entran, dirigiéndose a otra estructura cercana de similares características. Esta en apariencia inexpugnable y amenazante fortaleza esconde tras de sí el acceso al núcleo celular, cuyo comienzo apenas puede distinguirse envuelto en las membranas de este sobrecogedor gigante.
Se le ha dado muchos nombres, a cuál más rimbombante: el Generador de Proteínas, el Ensamblador Supremo, Señor de los Ribosomas y Azote del Estrés Celular… pero yo siempre lo había conocido, y siempre seguiría llamándolo así por muy impresionante que fuese su aspecto, Retículo Endoplásmico.
“… Esta en apariencia inexpugnable y amenazante fortaleza esconde tras de sí el acceso al núcleo celular, cuyo comienzo apenas puede distinguirse envuelto en las membranas de este sobrecogedor gigante…” (fuente)
Precisamente me hallaba absorto intentando abarcar toda la siniestra magnificencia del Retículo cuando el jefe del pelotón me increpó. De inmediato me incorporé de nuevo al grupo de antidisturbios, pero no pude evitar girarme una última vez para echar una mirada en aquella dirección. Pronto me arrepentí de hacerlo, pues me bastó ese rápido vistazo para observar cómo una proteína recién expulsada de una de esas rugosidades que se alzaban hacia la bóveda celular era incapaz de recomponer su estructura nativa, para acabar atrapada rápidamente por un ejército de chaperonas expulsadas por el mismo retículo. Se abalanzaron sobre ella antes de que pudiera siquiera recomponer una de sus maltrechas hélices alfa, sin darle una oportunidad de ser atendida por alguna misericordiosa isomerasa que la ayudase a estabilizar su estructura. Fue todo tan rápido que no pude ver lo que había quedado, si es que quedó algo, de la desdichada proteína; pero por uno de los recodos que formaban las paredes reticulares se asomaba un gigantesco proteasoma de cuya tapa aún colgaban algunos péptidos.
Con un escalofrío que casi me ioniza las lisinas, volví a girarme para intentar olvidar lo que acababa de ver. Algo que no hubiera debido preocuparme, pues antes de lo que me imaginaba tendría otras cosas más urgentes en qué pensar, y bastantes más escalofríos que sufrir.
Continuará...
Sencillamente glorioso lo del "escalofrío que casi me ioniza las lisinas".
ResponderEliminarChapeau, te leo desde la sombra ;-) me encanta, vas a ser un profesor genial (si es que no lo eres ya!)
Mucha gente que pasa por aquí se piensa que soy profesor... la verdad es que es algo que siempre me ha tentado, pero por ahora no lo he sido nunca. Ojalá tuviese la oportunidad porque me tira mucho. Gracias por comentar!
EliminarQue bien explicado el interior de la célula, mejor que en una enciclopedia, y más ameno desde luego. Es muy dificil de imaginar como es, pero lo has conseguido. Cada una es un universo aparte. Siempre que veo dibujos pienso que deberían explicar, que si le dan un color a cada parte, es para diferenciarla de otra, y que sistema siguen para hacerlo así. Estupenda recreación, me ha recordado a la película de Woody Allen que se disfraza de espermatozoide a punto de salir disparado jajajaja. Pero con mucho mayor rigor científico, desde luego. Soy así, no lo puedo remediar.
ResponderEliminarPues el día que me de por explicar la biología del desarrollo vas a ver... se va a quedar corto el Woody Allen XD
EliminarLa vida de una proteína mal plegada dentro de la célula está llena de peligros. Pero si logra escapar a todos los controles, entonces puede "liarla parda".
ResponderEliminarMuy entretenido el nuevo capítulo de la saga. ¡Quedo a la espera de los siguientes!
Saludos.
Esperaba que te gustase, ya que eres de los pocos que siguen la serie con ganas! La verdad es que por ahora sólo voy creando ambiente, espero a partir de próximas entregas se empiece a liar parda de verdad. Lo bueno es que esta historia la voy improvisando mucho, según me pongo a escribir va slaiendo sola, y eso es tan divertido como imprevisible.
EliminarGenial, sublime como siempre. Lo sé, me repito, yo ya voy a parar de comentar tus historietas. A partir de ahora solo diré algo para decir que no me ha gustado. Se me han acabado los halagos, roto las muñecas y gastado el sombrero...
ResponderEliminarbanchsinger
Hombre, ni tanto ni tan calvo; es verdad que me joroba que comentéis para decir solo "sublime, fantabuloso" (aunque me siente bien, claro), pero puedes comentar muchas otras cosas. Lo de señalar fallos o poco gusto lo doy por hecho, para eso están los comentarios.
EliminarA lo largo de los últimos 8 años habré visto el vídeo de "Inner life of a cell" como mil veces. No solo se me aprietan los puentes disulfuro al verlo, sino que se me compactan hasta las beta láminas con la música.
ResponderEliminarGenial entrada, brutal historia, sensacional ilustración. Como siempre Dr. felicidades, y esperamos (al menos yo) mucho de esta historia... no dejes de darnos sorpresas.
Un abrazo.
Pues lo dicho más arriba: veremos por dónde sale la historia! A grandes rasgos creo que no defraudará porque se me han ocurrido algunas escenas muy chulas, pero ya digo, luego las cosas vienen como vienen...
EliminarEl video es sensacional, sin duda. Y si pudiésemos hacer como Batablanca, aún nos sorprenderíamos porque seguro que la realidad le da mil vueltas aún.
¡Guau! Mira que he visto veces el vídeo y que gracias a ti y a Banchi he empezado a imaginarme el citoplasma de forma distinta (en lugar de la sopa de toda la vida), ese caos ordenado... bueno pues a pesar de todo, con esta descripción te has superado. Me ha gustado especialmente pensar en la omnipresencia del núcleo como una mole inmensa que lo gobierna todo... pero que ¡no puede verse por estar oculto tras múltiples cisternas de RE!
ResponderEliminarLas vaults, omnipresentes... un día TIENES que conseguir que dos ribosomas jueguen al parchís dentro.
Parece una saga de sci-fi. Me está gustando, aunque yo soy de los de Farmacia y algún conceptillo se me ha escapado! :P Una sugerencia: En próximas entregas, ¿podrías incluir alguna viñeta? La serie se presta mucho para eso.
ResponderEliminarEn definitiva, muy chulo. A seguir así! Saludos!
Vaya, estaba preparando la siguiente entrega y acabo de ver que tenía comentarios desatendidos... qué cabeza. Gracias al Cope por sus halagos, miraré de hacer lo de las Vaults y los ribosomas. Ya se me está ocurriendo algo, ya...
ResponderEliminarAna, bienvenida al blog y gracias por tu comentario tan animoso. Efectivamente estas historias las planteo como si una aventura ci-fi espacial se tratase, sólo que en el interior celular. Son mundos equivalentes, por lo rarunos y fascinantes (aunque me atrevería a decir que conocemos mejor el interior celular que el espacio sideral). Lo de las viñetas... ya sé que se presta, ya, de hecho si echas una ojeada a los capítulos clásicos de Batablanca verás que en algunos hice alguna que otra viñeta (sobre todo en los últimos). Pero ando muy mal de tiempo, y además ya me estoy buscando a alguien que dibuja bien de verdad para esos menesteres... y hasta aquí puedo leer, porque eso es un proyecto paralelo y muy en pañales aún ;D