Sutiles diferencias
pueden convertir tu vida en un infierno. En un largo y oscuro infierno. Lo que
han de leer no es que le haya pasado a servidor, sino a un conocido (como
siempre, pero aquí de verdad). Pero igual valdrá para ilustrar el desasosiego
que todo científico ha de sentir al vivir, siquiera de oídas, tan horrendas
historias de laboratorio.
Todo comenzó hace
mucho, mucho tiempo. Mucho antes de que yo llegase al lugar que ahora habito en
general de 8 de la mañana a las 6 de la tarde aproximadamente. Una joven
empezaba su doctorado y le encalomaban la proteína con la que debía trabajar; a
la que debía arrancar parte de la verdad de la química de la vida. Ahora sería
muy largo de explicar, pero resumiendo mucho, para los legos en la materia,
solo un apunte. Una técnica muy usada para obtener proteínas (incluso las
humanas) es introducirlas en forma de ADN dentro de bacterias (ej.: E. coli,
que son muy comunes en tu intestino) y dejar que esas bacterias las produzcan
mientras dan vueltas en un bote a más de 200 revoluciones por minuto sobre un agitador orbital (más info aquí). Luego, después de
que las bacterias han pasado de unas microscópicas docenas de individuos
a bastantes gramos de masa bacteriana en poco más de una noche, se les extrae
la proteína haciéndolas explotar en líquidos bacteria-no-friendly. Todo
esto que aquí describo en cuatro líneas es un arte tan complejo biológicamente,
tedioso tecnológicamente y con tantas variantes en manera, forma y fondo, que
sería una desfachatez no advertir de su dificultad.
Pero hete aquí que
nuestra inteligente, exigente y competitiva doctoranda, a pocas semanas de
empezar el doctorado, purificaba la susodicha proteína en cantidades adecuadas
para poder hacer ensayos in vitro con
objetivo de caracterizarla. Todo andaba sobre ruedas hasta que un día
dejó de andar. Esto es típico, pasa en
las mejores familias: desde los más humildes laboratorios hasta los más
importantes y equipados. Un día, sin razón aparente, una técnica usada durante
largo tiempo deja de funcionar. Primero
se asume un error y se repite. Cuando se descarta el error se buscan fallos en
los componentes y reactivos usados en la técnica. A veces se encuentra que
estaban degradados o en mal estado, se reemplazan y asunto resuelto. Pero otras
veces parece que los astros se conjuran y, se haga lo que se haga, parecerá que
el secreto de la pócima se ha esfumando con el viento. Desafortunadamente este
fue el caso en esta historia de miedo. Pero nadie se dio por vencido. A veces
simplemente es necesario variar la técnica un paso o dos o todos, uno a uno. O
también, usar otra técnica similar o mejorada o usar nuevos materiales
optimizados que suelen ser más caros.
Pero todo ello lleva tiempo; mucho tiempo y mucho esfuerzo, que en este
caso no sirvió de mucho...
El líder del
laboratorio, también llamado PI (Principal
Investigator), sabedor por experiencia de que estas desventuras asolan al
más pintado, cambió el tema principal de investigación de nuestra doctoranda y
pocos años después la colega se doctoró brillantemente. Pero como he dicho, aquí no se
rindió nadie, y poco a poco en el poco “tiempo de asueto” que tenían, ella y
otros miembros del laboratorio fueron probando diferentes maneras y técnicas
para producir la maldita proteína...
Pero no, no hubo forma en largos años… hasta que un día alguien nuevo llego, una
chica nueva en la oficina laboratoríl. Una recién doctorada empezando su
postdoc.
Hace nada nuestro PI decidió probar suerte con el homólogo a la maldita proteína procedente de unos hongos de un tipo especial del que nunca habíamos
oído hablar (Chaetomium thermophilum)
pero que son extremófilos (de ejemplo un botón) viviendo la mar de bien a 60 grados, por lo que las proteínas que producen son más estables, en general,
que las de seres vivos que vivimos a 37 grados como humanos o E. coli. Así que parte del encalome de la nueva
postdoc fue, cómo no, expresar la maldita
proteína versión hongo en nuestras bacterias. Y a la primera: Zas!! Tochón de maldita proteína de hongo. Asín nos quedamos
todos: O.O
Aunque no se alegren
demasiado, porque como he dicho, esa maldita proteína
era el equivalente a la maldita proteína humana pero del hongo. Así que el problema
no estaba resuelto, aunque como se suele decir, menos da una piedra. Mejor
investigar la versión de la proteína del hongo que no investigar ninguna… Pero
hubo más, porque la vieja guardia se percató de una curiosidad que hubiese
pasado por alto el soldado nuevo: la nueva postdoc no solo había usado una
especie diferente para producir proteína, también la había hecho crecer en una
botella que, aunque aparentemente normal, poseía unas hendiduras en su base.
Estas botellas eran de un laboratorio vecino recién llegado. Buffled flask se llaman en inglés, el
traductor los denomina acertadamente frasco
desconcertado. Que es como nos quedamos todos cuando al día siguiente el mismo
compañero, que también había intentado con anterioridad expresar la maldita proteína humana, consiguió purificar
un buen montón de la maldita proteína
usando bacterias con el mismo protocolo había fallado reiteradamente desde años
atrás. Solo había hecho un cambio: la botella. Casi cinco años, un montón de
pasta y una impagable cantidad de esfuerzo y frustración terminaban con varias
hendiduras en una botella. No me digáis que no es para tener miedito. Todo, se había intentado todo, todo
menos pensar que la botella marcaría la diferencia. Como íbamos a pensar eso si
el resto de proteínas que estábamos expresando, en botellas normales,
funcionaban a la perfección espesándose a kilos (atención, podría ser una
exageración).
Fuente |
En fin, una sutil diferencia que mirada en perspectiva puede abrir las puertas del averno y la paranoia. Un horror vamos. No es que lo de la nueva botellita desconcertada no tenga explicación, que la tiene. De hecho, este tipo de botella que se conoce en realidad como matraz aforado con hendiduras, es más eficiente en agitación orbital porque permite que el cultivo se airee más al generar más espuma mientras se agita. Más aire se traduce en un mejor rendimiento del metabolismo aerobio de las bacterias y por tanto, y resumiendo mucho, al estar más contentas y sanotas la bacterias producen más material para crecer más y reproducirse mejor. Y eso incluye a nuestra maldita proteína clonada. Pero todo ello sigue sin arrojar luz acerca de que pasó aquel fatídico día en que todo dejo de funcionar. Podría ocupar vuestro tiempo en divagar sobre las infinitas posibilidades, pero sería en vano, porque el verdadero motivo probablemente no se sabrá nunca. Solo me queda el desasosiego de “me podría pasar a mi…o a ti”.
Atiende como crecen las bacterias en un agitador orbital a 220 rpm
Epílogo
Aquella voluntariosa
estudiante que se convirtió en doctora abandonó el laboratorio meses ha del
horror que os relato. Se ha deliberado mucho
sobre si debemos o no enviarle noticias de la nueva ventura. Quizá la advertencia le sirviese bien en
nuevas y peligrosas afrentas. Pero sabemos a ciencia cierta que la maldita
proteína estuvo a punto de segar su doctorado y le produjo un sufrimiento
que solo conocen el 90% de los que hacen el doctorado. Ergo hemos decidido
guardar sepulcral silencio a temor de que la misiva desate en ella la locura y la sinrazón.
Así pues, la botella se llevará su secreto a la tumba.
Escalofriante, sobrecogedor. Qué identificado me he sentido, tanto por las frustraciones, como por los botellones de litros de bacterias... ains, qué recuerdos. Pero uno se queda, tras haber pasado por cosas parecidas, con que la explicación de las rayitas, pues sí, pues vale, pues muy lógica y ya tal, pero que una proteína pase de expresarse normal a no aparecer ni por asomo, es algo que sucede tan a menudo y de formas tan ignotas, que ya no sabes a qué atenerte.
ResponderEliminarMe ha recordado un relato de Robert Luis Stevenson, "El diablo en la botella". Diabólico relato, sin duda. Me encanta cómo lo has narrado, ha sido digno del mismo Stevenson o de Poe. Qué yuyu.
Iba a decir lo mismo que Litos, más que "anda, qué historia más curiosa y edificante" se me ha hecho un nudo en el estómago de pensar que estaba en el lugar de la pobre doctoranda
ResponderEliminarMe he puesto en situación y desde luego acojona atorarse de esa manera por algo tan sencillo y a la vez tan difícil de detectar...
ResponderEliminarMuy chulo y muy bien contado, me ha gustado. Y tomo nota para el caso en que no me salga algo ¡revisar hasta los recipientes!
Un saludo
Que terrible... porque cuando lo que falla es algo complejo, se intenta por donde sea. Pero cuando hablamos de algo "invisibe" y desconocido, que puede ir de lo metacuánticofísicoholistico a cambiar la marca de las puntas de pipeta...estamos ante una pesadilla.
ResponderEliminarMe apunto lo del aire en la producción :D que nunca está de más!
Siento haber avivado tan chungos recuerdos, pero la verdad debe ser contada sin pelos y señales. Eso sí Dr.Litos, gracias por la comparación con semejantes monstruos de la literatura de suspense y terror aunque no creo que sea merecida, ergo también he de decir que no he leído a ninguno de ellos (llamadme insensato...). Además lo mas chungo de todo esto es (por lo fuerte y por lo tarde que me enteré no lo había incluido) que hablando con el de la vieja guardia a cerca de esta locura, me confesó que en algún punto, cuando la desesperación lo había probado todo alguno le propuso al PI lo de las botellas desconcertantes. Y el PI rechazo la propuesta por absurda.
ResponderEliminarEn fin, un drama. Espero que la desgracia ajena sirva a alguien de lección... si esto se publicase en Nature cuantas penas y dolor se ahorrarían.
"El misterioso caso del botellón chungo", podría intitularse.
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