jueves, 9 de julio de 2015

Soñando con Plutón

Cuando era joven (más aún, quiero decir), leí un relato de Howard Phillips Lovecraft en el que el protagonista interactuaba con unos seres venidos de otro mundo, del que decían se hallaba situado más allá de Neptuno. Como en toda obra de Lovecraft, el pobre hombre se pasa medio libro dudando entre si los acontecimientos que vive transcurren en la realidad o en un mundo de pesadilla, cuestionando tan absurdo concepto puesto que todo el mundo sabía que el sistema solar solo tiene ocho planetas, siendo Neptuno el más lejano. Hasta que, ¡oh sorpresa! De repente los periódicos saltan con la noticia de que los científicos acaban de descubrir un noveno planeta, al que denominan con el ominoso nombre de Plutón.



Recreación de los extraterrestres imaginados por H. P. Lovecraft en su mundo (fuente)


En su día, al leer este relato, me fascinaron dos cosas: por un lado, el darme cuenta de repente que en algún momento de la historia tan avanzado como para que existiesen las novelas como aquella, todavía no se conocían detalles tan básicos como aquel. El sistema solar tiene 9 planetas, ¡lo sabe todo el mundo! Pensaba yo en mi pueril ingenuidad. Bueno, pues en los años 30, lo que sabía todo el mundo es que tenía 8. Por otro lado, el hecho de que el autor hubiese utilizado una noticia de actualidad como aquella, y hubiese orquestado en torno a ella un fantástico relato que pasaba, por tanto, del terreno de misterio y terror sobrenatural al de la ciencia ficción. No en vano, Lovecraft está considerado en muchos casos como uno de los precursores de este género, por sus relatos basados en mundos alienígenas y seres cósmicos de distinta índole.

Volviendo a Plutón, si bien su mera existencia era un notición en la época del amigo Lovecraft (los años 20 del siglo pasado; la novela se publicó en 1931), hoy día es un cuerpo celeste que sigue fascinando a propios y extraños tanto por sus características como por la fascinante historia de su descubrimiento. Nada sabía yo de esto, y poco imaginaba lo accidentada que ha sido su historia, más allá del hecho de que por su pequeño tamaño en los últimos años había pasado a retirársele el título de “planeta”. Efectivamente, en la ciencia es más que posible que los conocimientos asumidos como pilares fundamentales se tambaleen o incluso se derriben a la luz de nuevos experimentos, observaciones o análisis de los datos. Os recomiendo encarecidamente la lectura de este fantástico post de Daniel Marín - lectura que por mi parte ha inspirado el presente post - para asombraros con la forma en que los seres humanos son capaces de predecir, imaginar y trabajar en pos de la confirmación de sus hipótesis, en torno a temas tan increíblemente difíciles como puede ser el identificar y describir un cuerpo que orbita a miles de millones de kilómetros, con la ayuda de apenas unas lentes de aumento, como quien dice. Es una narración fascinante, y el hecho de que incluso en tiempos tan “modernos” como los nuestros aún se deba rectificar y reescribir la historia de estos descubrimientos, no deja de ser de lo más curioso. Como complemento más personal pero también muy instructivo a la lectura de Eureka, os recomiendo luego pasaros por el blog del amigo Copépodo, para constatar de nuevo cómo este tipo de historias son capaces de intrigarnos, fascinarnos e inspirarnos.

Planeta enano, sistema doble, multitud de satélites alrededor... todo en torno a Plutón es raro y curioso. Y los nombres elegidos, más sugerentes aún (ver nota al final del post) (imagen: wikipedia)

Poco más puedo añadir a esos pedazo artículos que os recomiendo; ni entiendo mucho de astrofísica, ni he seguido tan de cerca el devenir de la misión New Horizons, a punto de obtener imágenes en primicia histórica, aunque obviamente estos días ando más que intrigado e interesado por catar las nuevas aportaciones que está a punto de desvelar. Pero sí quería aprovechar estos acontecimientos tan alucinantes para reflexionar acerca de lo increíblemente lejos que pueden hacernos llegar la curiosidad y la ambición humanas. La historia de los descubridores de Plutón y sus lunas, tanto los que se equivocaron por miles de kilómetros en sus cálculos como los que acertaron de forma casi visionaria, me parece un ejemplo maravilloso del potencial que tenemos como especie. Desde esos  primeros “calculadores”, hasta los ingenieros que han sido capaces de montar un artefacto que ahora mismo está a punto de fotografiar lo que en su día fue un “planeta de papel”, generaciones y generaciones de científicos, aficionados, escritores y artistas han ido sumando con sus hipótesis, recreaciones, historias e ideas, algunas más locas que otras, pero todas basadas en la misma curiosidad y la misma capacidad fabuladora. Y llegados a este punto, no puedo dejar la ocasión de hacer notar el importante papel que en toda esta historia ha tenido la imaginación, ese componente maravilloso de nuestra mente sin el cual muchas de esas hipótesis y planteamientos jamás se hubiesen materializado. Los puristas de la ciencia y el método científico a veces menosprecian o incluso critican duramente el papel de la imaginación, y hoy día es frecuente hablar peyorativamente de cualquier observación de un científico que no esté escrupulosamente basada en los datos; “eso es ciencia ficción”, se dice, con tono sarcástico. Como si la ciencia ficción no hubiese sido, desde que existe como tal, motor a su vez de descubrimientos científicos, acicate de investigadores, y en general campo de sueños en el que se han sembrado algunos de los avances más dignos e increíbles de la Humanidad. Precisamente cuando la ciencia no puede ofrecer más, es la imaginación la que ha de dar el empujón, y la inventiva usada para rellenar los huecos y unir los puntos es la primera piedra sobre la que futuras observaciones podrían cimentar nuevas y certeras conclusiones.

En otras ocasiones, por supuesto, esa primera piedra se quedará ahí, sola y frágil, como testigo de lo que pudo ser y no fue, pero siempre atestiguando que un ser humano supo ir más allá de lo que la realidad le ofrecía, estirando los límites de la realidad y supliendo así las carencias que  la metodología experimental u observacional nos impone como especie. Con este post pretendo homenajear a todos esos soñadores, esos de los que otros se burlaron, los generadores de historias imposibles y de mundos asombrosos pero irreales, pues todos ellos han compartido esa necesidad humana de no conformarse con analizar lo que tenemos bajo nuestros pies, sino también lo que hay sobre nuestras cabezas, sondeando el profundo y vasto cosmos y soñando con surcar su vacío en pos de las maravillas y misterios que esconde. Si esto no basta para justificar enteramente toda la carrera espacial y la investigación en astrofísica, como tanta gente parece cuestionar, no sé yo qué se necesita. Estirar los límites del conocimiento humano hasta los confines del universo me parece la más noble de las metas de estudio.

Ninguno de esos soñadores, ni los científicos que les proporcionaron el material para sus sueños, pudo jamás imaginar del todo cómo sería Plutón de cerca. Así que aprovechad y soñad lo que podáis durante estos escasos días; aunque estoy seguro de que con lo que la New Horizons nos muestre, tendremos material de sobra para sembrar el camino de nuevos y apasionantes descubrimientos.

O por lo menos, para imaginarlos.

NOTA: recomiendo también leer esta maravillosa saga de Dani Torregrosa en Ese punto azul pálido, para ilustrar cómo la ciencia y las Humanidades forman un binomio más potente aún para inspirar y despertar ensoñaciones fantásticas.


3 comentarios:

  1. Interesante comparación, y las referencias son una maravilla ¡Buen trabajo!

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  2. Caramba, Litos, este curso voy desconectadísima... me perdí tu cumpleblog en mayo... y esta entrada de julio. Pero precisamente hoy que caigo buscando un post de banchsinger, me encuentro este post y casi me da miedo jejeje, porque yo también escribí sobre Plutón y mi mensaje tiene muchos elementos jindetrésicos... Para ponerse a temblar (de la emoción, claro xD)

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Como dijo Ortega y Gasset, "Ciencia es aquello sobre lo cual cabe siempre discusión"...

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