jueves, 7 de noviembre de 2013

En un tranquilo rincón de la célula

El ambiente en aquel lugar era de lo más apacible. El tráfico era puntual y disperso, y sólo al final de la jornada algunos rezagados se apiñaban alrededor de unos pocos transportadores, sintetizados a última hora. Mientras estas últimas vesículas se perdían en la distancia, el citosol se quedaba despejado, en calma, sólo alterado por pequeñas moléculas que se mecían suavemente, vagando aparentemente a la deriva. Era una visión reconfortante, tras un duro día de frenética actividad persiguiendo proteínas de un lado a otro, saltando de orgánulo en orgánulo y esquivando proteasas. Pero en aquel momento, sentados en el borde de un microfilamento de actina que terminaba en la esquina más recóndita de la célula, eran capaces por fin de olvidarse de toda esa locura microscópica. Aquel era un lugar donde nunca pasaba gran cosa, donde ningún canal de membrana abría ninguna puerta, donde no cabía ninguna mitocondria y los únicos componentes del citoesqueleto no tenían más tarea que hacer que apuntalar la membrana.




Pasó un rato bastante largo antes de que alguno de los dos dijese nada. En realidad, cuando se detenían allí, pasaban la mayor parte del tiempo en silencio, observando. Pero aquel día, mientras se fijaba en una pequeña proteína que trepaba afanosamente por un microtúbulo cercano, Bam se acordó repentinamente de algo.

- El otro día tuve un sueño de lo más extraño - dijo, rompiendo el silencio.

Batablanca se giró hacia Bam, lentamente. Viniendo de él, era un gesto de lo más elocuente. Significaba: de acuerdo, te escucho. Puedes continuar. Así que Bam continuó.

- La verdad, no recuerdo bien los detalles. Pero de alguna manera, éramos mucho más grandes de lo que somos realmente. Ambos vestíamos como tú, con una especie de bata blanca, y manejábamos extraños artilugios en un sitio igualmente extraño.

Aparentemente, Batablanca se sintió lo bastante interesado en aquella surrealista historia. Al menos lo suficiente como para intervenir.

- ¿Como de extraño? ¿Una célula cancerígena? ¿No sería un eppendorf, o algún tipo de tubo de ensayo?

Bam negó con la cabeza.

- No, qué va; nada de eso. Precisamente ahí radica lo más raro del sueño. Era un lugar mucho más grande que cualquiera de esos, tan grande que éramos nosotros los que manejábamos los tubos y las células. Sí, ha oído bien: estábamos fuera de las células, y éramos tan grandes que para verlas teníamos que utilizar unos extraños aparatos. Era imposible verlas a simple vista.

Batablanca volvió a girarse hacia el espacio abierto del citosol. Una débil nube de átomos de sodio se desplazaba por la parte más alta, de manera lenta pero perceptible. Incluso las despolarizaciones de la membrana transcurrían con lentitud en aquella zona tranquila y aburrida.

- Supongo que sabes que todo eso suena absurdo – dijo, sin girarse siquiera.

- Pues espere a oír esto, jefe. Resulta que en aquel lugar andábamos todos como locos, haciendo una y otra vez cosas rarísimas con tal de averiguar qué es lo que sucedía dentro de las células. ¡Era desesperante! Hasta para la más simple comprobación, había que hacer multitud de manipulaciones y esperar un tiempo increíblemente largo... y aun así, nunca se sabía nada con certeza, todo eran pistas, o pruebas indirectas.

Batablanca volvió a perder la mirada en el vasto citosol y se encogió de lisinas.

- Bueno - dijo, al cabo de un rato - tampoco es tan distinto de nuestro trabajo aquí. Siempre vamos siguiendo pistas, y en más ocasiones de las que me gustaría, no llegamos a saber realmente qué fue el origen real de los problemas que investigamos...

- Cierto - replicó Bam - pero aun así nuestro trabajo aquí es menos frustrante. Justo lo he pensado mientras miraba a esa proteína que subía por el microtúbulo: si quisiera saber qué se propone, no tendría más que seguirla sigilosamente... o atraparla e interrogarla; no me sería difícil obtener valiosa información en poco tiempo. Pero esto que le cuento... de verdad, era terriblemente frustrante; trabajo y más trabajo, para apenas llegar a rozar algo que distaba mucho de ser una certeza. En fin, cuando desperté, me sentí la mar de aliviado. No sé de dónde pude sacar semejante idea de un mundo externo a la célula, pero no me gustaría volver a pasar por ese mal trago.

Batablanca se incorporó con parsimonia. Se estiró todo cuan largo era, haciendo crujir su esqueleto carbonado, tras lo cual metió las manos en los bolsillos de la bata y comenzó a desandar el camino por el microfilamento donde habían estado sentados. Bam se levantó y le siguió.

- Y dime, amigo - dijo de pronto Batablanca, como sacudiéndose una última duda antes de reemprender el camino de vuelta -, si tan frustrante y tedioso era aquel trabajo, ¿por qué se supone que lo hacíamos?

En un principio, Bam no supo qué contestar. El sueño había sido bastante abstracto y surrealista, y además apenas recordaba muchos detalles. Pero como suele suceder con algunos sueños, recordaba perfectamente las sensaciones que había percibido.

- La verdad, no estoy seguro - respondió al fin -, era como una especie de trabajo: sencillamente había que hacerlo. Pero de algún modo, era como si la vida de mucha gente dependiese de que se hiciese correctamente. Como si alguna vez, al cabo de un tiempo imposible de determinar, todo el esfuerzo invertido fuese a formar parte de algo más grande... algo importante. Pero no podría decir de qué. Ni siquiera en el sueño lo sabía, era simplemente... una sensación. Había que averiguar cosas. Las cuales llevaban a otras cosas. Acumulábamos datos y datos; cuantos más, mejor.


Esta ambigua explicación pareció satisfacer a Batablanca, que se limitó a ladear sutilmente la cabeza y a guardar silencio de nuevo. Poco a poco, se fueron alejando de aquella recóndita localización, recorriendo el microfilamento que se adentraba en el caos ajetreado y vertiginoso del centro celular, hasta los límites del retículo, donde nunca, nadie, dormía. Todavía tendrían que recorrer largo trecho y visitar a unas cuantas proteínas antes de dar por zanjada su misión actual. Pero Bam se sentía bien, relajado, como siempre que se detenían a contemplar durante un rato la tranquila quietud de aquel lugar, donde podían reflexionar sobre tantas cosas y pararse a meditar un poco. Por muy llena de peligros e incertidumbres que estuviera su molecular forma de ganarse la vida, Bam se alegró de no tener que enfrentarse a la negra ignorancia y continua frustración de aquellos seres embatados de su sueño. Al menos él podía, de cuando en cuando, distanciarse de todo y ver las cosas con perspectiva.

Sólo necesitaba, durante un tiempo apenas significativo en términos metabólicos, sentarse tranquilamente a charlar en un tranquilo lugar de la célula.



Las imágenes que acompañan a esta historieta pertenecen a los muy recomendables videos The inner life of a cell y The hidden life of the cell

11 comentarios:

  1. Me ha encantado, aunque tengo la sensación de que me pierdo algún matiz por mi escasa formación biológica ; )

    ResponderEliminar
  2. Sí, la verdad es que empecé las aventuras de Batablanca en plan "para los colegas", pero luego he intentado en la medida de lo posible hacerlas atractivas para la mayoría de la gente, aunque sin dejar de meter muchos conceptos biológicos a ver si al menos algo queda. Pero me alegro de que aun así te haya gustado, ¡y mil gracias por comentar compañero!

    Te recomiendo que estés atento al proyecto de cómic que presentaremos en DesGRANAndo Ciencia, porque es del estilo, solo que NUNCA SE HA VISTO NADA IGUAL. Ahí lo dejo...

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Tendré los ojos abiertos cual suricato oteando el horizonte ; )

      Eliminar
  3. Yujuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuu jajajaj

    ResponderEliminar
  4. Quien fuera Bam para ver las cosas tan claras dentro de la célula!!! Me lloverian los Natures, Sciences y Cells!! Frustración científica Dr. L?? En verdad, si fuese tan sencillo como Bam lo plantea, quizá la investigación sería un aburrimiento. No hay nada igual a un experimento que sale bien:

    "¿Hueles eso? ¿Lo hueles muchacho? Es cis-platino. Nada en el mundo huele así. ¡Qué delicia oler cis-platino por la mañana!. Un día bombardeamos unas células y cuando todo acabó, subí. No encontramos un solo cadáver de esas células cancerígenas de mierda. ¡Qué pestazo a célula apoptótica! Aquella placa olía a... victoria."

    ResponderEliminar
  5. Sois unos putos amos! Ole la madre que os parió!

    ResponderEliminar
  6. Brrrrrravooooooo!!! Bravo y Bravo! Poesia de la ciencia. Y ha salido otro gran comentador....de acuerdo con Bachsinger.

    ResponderEliminar
  7. Gracias queridos compañeros por vuestras bellas palabras, algunas más poéticas que otras. Pero todas bienvenidas y agradecidas.

    ResponderEliminar
  8. Graaaaaaaaaaande Carlos!!!

    Preciosa descripción, reflexión, impresión, visión y sensación la que queda despues de leer esta entrada, ver y escuchar la música de los videos recomendados... Todo seguido supone una impresionante inmersión celular.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Muchas gracias maño! Ya sabes que valoro muy mucho tu opinión. Me alegra ver que he conseguido el efecto deseado, mira a ver si te sirve para "inmersionar" a tus alumnos ;D

      Eliminar
  9. Al final lo has conseguido, has creado tu propio imaginario: tus personajes, tu mundillo intracelular, sus aventuras... llevan ya tanto tiempo rondando esta casa que acaban siendo parte de una particular cultura pupular en la que cada vez que hablan o rememoran no te cuesta nada imaginar todas esas aventuras por las que han pasado (muchas ya escritas, otras tantas por venir). Y ese aire de añoranza a lo Robert E. Howard le va que ni pintado a la historia.

    Sigue soñando, Bam.

    ResponderEliminar

Como dijo Ortega y Gasset, "Ciencia es aquello sobre lo cual cabe siempre discusión"...

¡Comentad, por el bien de la ciencia!