Son tiempo convulsos en la galaxia. En un universo donde
el buque insignia de la investigación científica española pende de un hilo, donde programas absurdamente llamados de "telerealidad" son líderes de audiencia y un señor despeinado que no se entiende ni él mismo es el único capaz de llevar la ciencia a los hogares, un reducido grupo de idealistas trasnochados invierte energías y esfuerzo en intentar hacer más cercano, entendible y ameno su científico trabajo. Y entre estos idealistas, un investigador con demasiados pájaros en la cabeza se dedica a producir la más variopinta mezcolanza de contenidos científico-lúdicos,
paródicos,
sociológicos,
cinéfilos y
comicófilos, todos ellos producto de una misma necesidad tanto creativa como de desahogo, una auténtica terapia que proporciona satisfacción al que la ejercita y (supuestamente) cierto grado de diversión al que la recibe. En esta extraña dualidad, jugando con la llamada "divulgación científica" pero partiendo desde las más pútridas raíces de la
egoblogoirrelevancia, dicho investigador se ha convertido en un paria de la blogocosa: demasiado inestable y raruno para ser considerado un auténtico divulgador de la ciencia, pero a la vez demasiado centrado en sus desvaríos y con suficientes seguidores como para no poder considerarse un auténtico adalid de la
egoblogofecalidad, con un ego lo bastante grande como para hablar de sí mismo en tercera persona pero no tanto como para tomarse realmente en serio que su blog pueda ser un auténtico referente en la difusión de la ciencia, este
outlier sigue contra viento y marea dispuesto a dar la lata, le pese a quien le pese y le lea quien le lea.
Pero son tiempos convulsos, como decimos; y lo que empezó como un desahogo creativo, ha terminado arrastrando una serie de colaboraciones, de proyectos y subproyectos (véanse las cada vez más abundantes pestañitas en la cabecera del blog); y como aunque no lo parezca este investigador con ínfulas de narrador de historietas es, en el fondo, un simple ser humano. Y como todos ellos, necesita tanto como el agua y el alimento dedicar parte de su tiempo y su ATP... a derrocharlo. A no hacer nada. Sí, hablamos de las vacaciones. Aunque los que se dedican a un trabajo que requiere de exprimirse el seso, saben bien que esto es en realidad una especie de eufemismo, pues el periodo de relajación y distensión, sin la presión de fechas, de compromisos ni de agotar al máximo el poco tiempo libre del trabajo, produce en el cerebro una especie de explosión creativa, una predisposición a resolver las lagunas que quedaban pendientes, de encajar las últimas piezas de los rompecabezas diarios, a encontrar el camino por el que seguir la senda de la imaginación. Así que estoy seguro de que después de estas vacaciones podréis encontraros no sólo con nuevo material, sino con continuación de historias pendientes, y aunque parezca increíble, con nuevos y emocionantes proyectos que se están gestando desde ya mismo.
Por mi parte, me pensaba retirar durante un tiempo indefinido, para estimular este proceso de descanso-inspiración; y esa era la razón de ser de este post, que comencé a escribir antes de las vacaciones. Pero hete aquí que llegó el amigo Banchsinger
con esta ración de verdades que debían ver la luz, y me vi obligado a publicarlas; y hete aquí también que como bien vaticinaba en los primeros párrafos, en estos días de desconexión parcial ya ha comenzado el proceso de generación de locuras, y me encuentro a mí mismo retomando este post vacacional, pasando de la tercera a la primera persona y cambiando el "cerrado" del título por "abierto". Qué será lo siguiente, no me lo preguntéis porque sinceramente, no lo puedo prever.
Eso sí, por si no lo he dicho nunca por escrito, que quede constancia aquí mismo de una vez y para siempre: esto del bloguerismo es una experiencia única, divertida, emocionante e impredecible. Si te engancha como lo ha hecho conmigo, te cambia la vida. Y da igual que tu blog sea monotemático, politemático, atemático, relevante, famoso, desconocido o fecal hasta la inmundicia; si lo amas lo suficiente como para escribir todas y cada una de sus entradas con la pasión que se merecen las cosas amadas, jamás te arrepentirás de haber publicado una primera entrada.
Buen verano a todos.