Es cada vez más frecuente abrir el periódico (vaya, menudo arcaísmo; debería decir leer el
feed RSS o abrir una página web) y encontrarse con noticias de carácter científico que nos ilustran con los avances más relevantes en biomedicina, astrofísica, antropología... Por un lado esto es muy buena señal, y ayuda a que la barrera entre la sociedad y la comunidad científica se reduzca. Pero claro, la mala interpretación de los resultados o la prematura difusión de hipótesis no contrastadas debidamente da lugar a malentendidos bastante incómodos. En muy poco tiempo, han aparecido varias noticias que buscan el mismo titular impactante: descubrimiento de pruebas que apoyan la existencia de nuevas especies de homínidos, de “eslabones perdidos” entre el género
Homo y sus parientes más cercanos. En ambos casos se trata de datos muy preliminares, todavía sin contrastar y de una repercusión mucho menor de lo que se anuncia a bombo y platillo. He leído en el interesante blog
El PaleoFreak varias noticias similares, y
en este enlace podéis encontrar otros fascinantes titulares recopilados por el autor del blog.
Yo, por mi parte, voy a proponer una posible explicación para este sensacionalismo, para quitar algo de culpa tanto a los periodistas como a los científicos que protagonizan estos malentendidos mediáticos. Para ello, me lo llevo a mi terreno, la investigación a nivel de biomedicina.
Situación: un hombre embatado sale de revelar una membrana de
western blot, culminación de un experimento que ha transcurrido a lo largo de una semana, el cual ha surgido a raíz de una aventurada hipótesis, y que de salir el resultado esperado, puede abrir una línea de trabajo muy prometedora. El investigador en cuestión sale de dicha sala con una sonrisa en la cara, y al entrar en el laboratorio proclama a viva voz que su experimento ha sido un éxito; tal vez, incluso, se aventure a exclamar que el primer paso hacia una cura para la enfermedad (x) haya tenido lugar.
La alegría en este caso puede ser justificada, y cumplirse las mejores expectativas, o bien puede durar tanto como comprobar que:
a) En realidad el entusiasta estaba mirando la membrana del revés
b) Repasando el experimento, se da cuenta de que le falta un control crucial
c) Al comprobar la posición de las muestras, resulta que se equivocó en la posición de los controles positivo o negativo (en caso de tenerlos) respecto a la muestra problema
d) En el mejor de los casos, el resultado es correcto; sin embargo, jamás vuelve a reproducirse en posteriores repeticiones
(Pincha sobre la imagen para un tamaño decente)
Cualquiera de estas opciones, podría pensarse, deprimiría hasta la náusea al investigador desdichado, pero nada más lejos: es parte de la profesión, y él mismo, minutos después de proferir vítores y palabras de gozo, sabe que el aparentemente buen resultado debe ser meditado, repetido, contrastado y corroborado por distintas técnicas. Pero claro, tomemos ahora por caso que en cada laboratorio existiese un reportero de plantilla (sería de extrañar, dado que apenas hay investigadores "de plantilla"), encargado de registrar los acontecimientos y de anotar los descubrimientos que se producen, para comunicarlos a la sociedad mediante su publicación en los medios de información. Este reportero podría dejarse llevar por la impresión del entusiasmado científico, y al entrevistarle en ese momento de gozo, dejar constancia de que "una nueva vía para curar la enfermedad (x) acaba de descubrire en tal laboratorio".
Esto es una exageración, por supuesto, pero lo que ocurre muchas veces no se va tanto: un periodista entrevista al director de un grupo que trabaja en un campo muy importante a nivel social, digamos cáncer o párkinson. El investigador, si es un profesional, será comedido en sus comentarios y su valoración del trabajo que llevan a cabo, pero dirá sin tapujos lo que espera que resulte de su investigación. Pero claro, todos somos humanos (aunque algunos no lo parezcamos ) y nos dejamos llevar; bastará que el periodista presione un poco, buscando las afirmaciones más revolucionarias, y aunque no queramos hablar de aplicaciones prácticas inmediatas de nuestro trabajo, se nos instará a especular, y si una cosa tenemos en común es que nos emocionamos. Sí, nos emocionamos, y si se nos deja y se nos tira de la lengua acabaremos dando rienda suelta a nuestra imaginación, nuestras esperanzas, lo que deseamos que resulte del duro trabajo, lo que anhelamos. Y claro, el reportero cogerá precisamente la información más emocionante y la plasmará en una artículo con un titular revolucionario. Así sucede que, cada vez que un grupo de paleontólogos descubre nuevos fósiles pertenecientes a un homínido, ellos mismos se emocionan, sueñan con haber hallado una nueva especie, tal vez un ancestro crítico para entender la evolución del ser humano, y al ser bombardeados por la prensa, así lo expresan. No es difcícil entender qué titular queda mejor, si “Hallan fósiles pertenecientes supuestamente a un homínido que podría o no pertenecer a una especie ya conocida, y cuando se analice su material genético puede ser, si se constata que no es un único mutante o la muestra no contiene contaminación de otros organismos, que se trate de una nueva raza, subespecie etc” o “Hallan fósiles pertenecientes a un posible eslabón perdido”. Eslabón perdido. Uno de esos términos que tienen gancho. Da igual si es correcto o incorrecto, o si se aplica con certeza, pero todo el mundo entiende de un mismo modo a qué se refiere, lo cual hace que se perpetúe dando lugar a una gran desinformación (podéis ver un caso muy reciente
aquí; nada menos que el grado de confusión lleva a poner a creacionistas y paleontólogos al mismo nivel).
Está claro que hay que tener una gran vocación para dedicarse a la investigación, lo cual suele ir asociado a una altas expectativas respecto a nuestro trabajo y su repercusión en el campo que sea. La prudencia que se le presupone a un investigador al comunicar sus hallazgos está constreñida por esas ganas de gritar a los cuatro vientos ¡EUREKA!, y que miles de personas puedan beneficiarse de nuestro trabajo para saber que tantas horas de estudio, comidas de coco y constantes frustraciones han producido algo utilizable y de provecho para muchos (recuerden amigos lectores aquel añejo post
Our joy in a well). Así que, amigos científicos, controlad vuestro entusiasmo, siempre sin perderlo; amigos no científicos, interpretad con precaución cualquier noticia acerca de descubrimientos científicos, y cuando nos preguntéis por nuestro trabajo, intentad ser benévolos con nuestra soberbia desmedida al asumir que nuestro trabajo será la causa de la cura de todos los males de la humanidad. Al fin y al cabo, y como diría C3PO, todo esto es “típico de los humanos”.
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