sábado, 1 de julio de 2017

La fiesta de la democracia... universitaria

La emoción se palpaba en los pasillos del departamento. Había muchísima más gente de la habitual. Caras jóvenes, nunca antes vistas fuera de los laboratorios, se cruzaban con rostros ajados, surcados por arrugas que hablaban de una cantidad de horas de docencia que pondrían en entredicho las leyes del espacio-tiempo. Cuchicheos y bromas nerviosas alternaban con un griterío de carácter gallináceo que sobresaltaba a los pocos estudiantes que todavía deambulaban por aquel lugar, despistados en su búsqueda de la cafetería o tristemente condenados a convocatorias extraordinarias desesperadas.

Pero entre todos los personajes que recorrían aquellos estrechos pasillos, destacaba uno, por la felicidad que irradiaba, la iluminación de su sonrisa deslumbrando las pupilas más sensibles, incluso a través de una frondosa barba tan densa que la propia luz tenía problemas en alejarse de ella. El dueño de aquella barba era el director del departamento, que sonreía y casi danzaba al caminar entre sus subordinados, puesto que para él se trataba de un día especial. En apenas unas horas, se convertiría en el director saliente.

Era día de elecciones.

Viñeta del gran Forges