A nadie que sea seguidor habitual de lo que escribo le sorprenderá que despierte el blog de su letargo para hacer propaganda de Principia. Ni hace falta que recuerde lo maravilloso que es este proyecto cultural; sí, cultural, donde ciencia, humanidades, arte, entretenimiento, frikismo y narrativa conviven en tal armonía que el país de los osos amorosos sería la carretera de Mad Max en comparación. Así que no voy a extenderme introduciendo el proyecto. Voy a utilizar esta oportunidad para retomar esa tan ancestral costumbre de utilizar el blog para dar rienda suelta a las reflexiones más íntimas, a modo de diario, que es para lo que inicialmente se crearon este tipo de sitios. Algo que ningún otro tipo de red social concisa e inmediata podrá sustituir jamás; otra cosa es que quede alguien a quien le interese este tipo de lecturas. Pero yo hoy quiero escribir por el placer de compartir mi experiencia, y con la esperanza de animaros a formar parte de la comunidad principesca. Así que allá vamos.
martes, 1 de diciembre de 2020
Principia, temporada 6. Una experiencia transformadora
lunes, 26 de octubre de 2020
Aumento de brotes
Cuando todo parecía estar bajo control, empezaron a detectarse brotes. Al principio no eran muchos; nada de lo que preocuparse. Pero poco a poco fueron llamando cada vez más la atención, tanto por su preocupante aumento como por la rapidez con que volvían a proliferar cuando se creía haber conseguido erradicarlos. Cada vez más voces se alzaban clamando por una serie de medidas que pusieran fin de manera tajante a los brotes, de cara no solo a tranquilizar a la primera oleada de colonos, sino a garantizar que el establecimiento de las futuras generaciones fuese un proceso irrevocable.
El gobierno, avalado por
lo que denominaban “comité de expertos”, se apresuraba a acallar aquellas
voces; pero gran parte de la población seguía sin convencerse de la supuesta
inocuidad de los brotes, y de que reducirlos fuese a ser tan fácil como en las
primeras detecciones, puesto que parecían darse cada vez más a menudo. Los
científicos, por otra parte, no ocultaban que desconocían gran parte de los
mecanismos subyacentes a la proliferación de aquellos seres. Para una especie
con un metabolismo y tasa de reproducción tan lentos, resultaba inaudita la
dificultad de su exterminio, dando cuenta de una resiliencia y unos recursos
biológicos que escapaban al análisis más exhaustivo.
No sería hasta tiempo
después, cuando ya fuese demasiado tarde para tomar medidas más efectivas, que
se darían cuenta de su error. Quién iba a imaginar que la respuesta no vendría
de los biólogos ni epidemiólogos, sino de aquellos eruditos más relacionados
con las disciplinas históricas, arqueológicas y filosóficas. Los seres que
habían dominado aquel planeta antes de su llegada no lo hicieron por
superioridad numérica, puesto que compartían los ecosistemas con multitud de
especies cientos de veces más abundantes; si consiguieron alcanzar tales cotas
de expansión, dejando huella en todas y cada una de las áreas que poblaron, fue
por haber desarrollado una inteligencia y una consciencia de sí mismos de la
que carecían el resto de formas de vida que evolucionaron a su lado. Para
cuando supieron que aquellos seres tenían una cultura propia y se denominaban a
sí mismos “humanos”, ya era obvio que más temprano que tarde el planeta
volvería a los que habían sido, hasta entonces, sus indiscutibles amos.
Este relato es una nueva contribución a @divagacionistas cuyo tema esta vez era #relatosBrotes
lunes, 28 de septiembre de 2020
En busca del pico perdido
- Hola Carlos, ya tengo los resultados de la cromatografía.
- ¡Fantástico! Veámoslos.
- Bueno, eh, la verdad es que es mejor que no te entusiasmes...
- ¡Que no me entusiasme! Si esta es la parte más emocionante de nuestro trabajo: observar con nerviosismo los resultados obtenidos, tras semanas de arduo trabajo, para desentrañarlos hasta dar con la respuesta a las preguntas que nos planteamos. Ya sé que enfrentarse a los picos del cromatograma es difícil y tedioso, pero la sensación cuando un pico particular, un pico concreto, aparece donde no debería o su amplitud es marcadamente diferente... ahí es donde reside la grandeza de los descubrimientos. ¿No estás de acuerdo?
- Sí, bueno... todo eso está muy bien
pero no creo que sea para tanto.
- ¡Que no es para tanto! Será posible.
Dime una cosa Conchín, ¿has visto Los últimos día del Edén?
- Es una peli. La cosa es que Sean
Connery interpreta a un científico un poco excéntrico que vive en la selva amazónica, y
está analizando la composición química de las plantas en busca de un compuesto
con potencial para curar el cáncer. O algo así, no me acuerdo bien.
- Ya. Y eso tiene relevancia porque…
- Pues porque se pasa toda la peli
intentando reproducir un resultado, que es un pico concreto que solo aparece en
uno de los cromatogramas que obtiene con sus experimentos. Bueno para no
hacerte espoilers…
- Oh no, por favor, faltaría más.
- … digamos que al final resulta que el pico misterioso no correspondía con las muestras que él creía, por eso le costaba tanto reproducirlo. ¡Es fantástico! ¡La cura para el cáncer oculta en un diminuto y esquivo pico que representa una cantidad relativa de un pequeñísimo y aparentemente insignificante péptido! ¡Imagina que entre tus resultados hay un pico semejante! ¡¡Por qué no te motiva esto!!
- Pues porque no me ha salido ni un pico.
- QUÉ.
- Pues eso, ni uno. Ha salido plano, el
cromatograma.
- ¿Plano?
- Como una tabla de planchar.
- ¿Ni un pico?
- Menos que en la meseta central.
- Bueno, es lo que tiene la ciencia en la
vida real. Se parece muy poco a la de las películas. Tampoco el laboratorio se parece al Amazonas, ¿verdad?
- Casi tanto como tú a Sean Connery.
Este relato es una nueva contribución a @divagacionistas cuyo tema esta vez era #relatosPicos y está parcialmente basado en hechos reales