Hace tiempo que tengo en mi poder unas imágenes curiosas que quería compartir, y por fin he encontrado la ocasión adecuada: nos mudamos de laboratorio. Para los que trabajen en un laboratorio de biología molecular, de química o similar pueden imaginarse el trauma que ésto supone, tanto si lo han experimentado como si no. Recordemos que nuestro trabajo diario incluye apertura de múltiples neveras, congeladores, almacenamiento de cajitas, gradillas llenas de tubitos diminutos, botellines y botellones de reactivos más o menos perniciosos para la salud, ordenadores, dispositivos rarunos, sillas, taburetes, bancadas y armarios llenos de papeles, archivadores, libros y más libros. Vamos, como cualquier trabajo pero con el añadido de la toxicidad y el tamaño de aparatos como ultracentrífugas, agitadores, incubadores o campanas de extracción de gases.
Pues todo eso, toca trasladarlo; y como homenaje al sitio que ha sido mi segundo hogar durante estos dos últimos años, voy a presentaros unas imágenes de un momento cumbre en la historia de nuestro recinto: el día que cambiaron la fachada exterior del centro, y nos dividieron el laboratorio con un muro de la vergüenza (y de pladur).
Batablanca también es fan de Pink Floyd.