jueves, 11 de mayo de 2017

Octavo cumpleblog: se cierra un ciclo

Hace un poco más de ocho años, me encontraba en ese vacío existencial que sucede a la defensa de una tesis doctoral. En realidad, no era un vacío propiamente dicho, puesto que ya estaba empezando mi etapa postdoctoral. Pero entre las inquietudes que normalmente suceden en ese curioso interludio, había una cuyo gusanillo me había picado y amenazaba con propagarse cual infección descontrolada. Se trataba de la necesidad de dar rienda suelta a una serie de ideas, de gérmenes de historietas, de anécdotas que necesitaban ser contadas. Como bien sabéis los que aún leáis esta bitácora, todo ello dio lugar a la creación de este refugio para frikientíficos, lugar de escape para las más alocadas imaginaciones surgidas entre pipeteos, vertedero de rabietas profesionales y muchas, muchas cosas más a lo largo de los años que sucederían. Entre ellas, debo destacar la participación de una persona muy importante. Alguien que apareció por estas páginas como "becario del blog", dejando su impronta científico-lúdica en pocas pero muy sonadas y épicas ocasiones. Por muy absurdamente loco que sea este bloj, nunca dejó de ser una especie de reflejo malsano de la vida real, la que transcurría entre bancadas y batas blancas. Y efectivamente, en la vida real también había un recién llegado al laboratorio. Un joven, en la máxima acepción del término (casi nos da algo cuando confesó que era nacido en el 90 y no sabía quién era Kurt Cobain). En segundo de carrera. Vino a hacer prácticas al laboratorio y tuvo la desgracia de caer bajo mi tutela. Al año siguiente repitió. Y al otro. Luego quiso hacer en nuestro laboratorio el trabajo de fin de grado, y se lo dirigí. Luego repitió con el de fin de máster, y ahí estaba yo de nuevo (toda esta historia, en mayor detalle, fue narrada aquí en su momento). Estaba ya enganchado sin remedio, cautivado por las fascinantes propiedades bioquímicas de laforina y sus escarceos celulares con malina.

Dentro de menos de un mes, defenderá su tesis doctoral.


Necesitaría tres o cuatro posts para narrar las aventuras y desventuras que hemos pasado como binomio de científicos: alegrías y sustos, decepciones y sorpresas, jornadas eternas, aprendizajes, collejas y correcciones, enriquecimiento mutuo. Cuando uno enseña, y esto no se dice tanto como se debería, a su vez no hace más que aprender. Si encima las personalidades son tan afines, y el sentido del humor tan coherente (es decir: my, muy estúpido), los momentos divertidos son incontables. Así, Pablunchu acabó escribiendo en el blog, yo acabé viéndole dar conciertos de piano, intercambiamos libros, cómics, películas... y con él dirigí mis primeros trabajos científicos, publiqué mi primer artículo como autor de correspondencia, y, finalmente, co-dirigí mi primera tesis doctoral.


Batman y Robin, Han Solo y Chewbacca, Rick y Morty, Astérix y Obélix, Frodo y Sam... todos palidecen ante este asombroso dúo. 


Y esa es finalmente, la razón de que el tema escogido para celebrar este octavo aniversario sea la tesis de Pablunchu. Todo esto empezó con una tesis recién leída, y ocho años después... no digo que vaya a terminar, pero desde luego que vaya a leerse otra tesis en la que he participado tan activamente, esta vez como Obi-Wan más que como Luke, sin duda es un broche de oro para un ciclo único e irrepetible. Ahora peino más canas que cuando esto empezó, y entre todas las cosas que he aprendido, destaco una de ellas: las etapas en la vida pasan. Los ciclos se cierran. Sencillamente. A veces nos dolerá más, a aveces menos. De cuando en cuando el siguiente ciclo será parecido, incluso indistinguible al principio. Pero el cambio, como bien nos enseñó mi querido Darwin, es imparable. 

Ya va a hacer cuatro años desde que dejé definitivamente el laboratorio de mi primer postdoc, y me siento afortunado de seguir cerca, de continuar colaborando con mi exjefe y mis excompañeros, pero especialmente feliz de haber podido seguir medio dirigiendo, en la distancia, la última etapa de esta fase tan increíble (por calificarla de forma neutra, pero justa) que es la tesis doctoral de un científico de tomo y lomo. El primer paso - como diría precisamente Obi-Wan Kenobi) hacia un mundo sin límites. Y no me extenderé más, puesto que la lectura y la transformación del muchacho en doctor merecerán su propio post. Pero vaya por delante este pre-homenaje, en un día tan señalado como el aniversario de ¡Jindetrés, sal!. Nunca pensé que aquel blog que abría tímidamente, acabaría acogiendo momentos como este. Puedo darme por satisfecho.

Y a mi pupilo, a punto de convertirse en Dr. Pablunchu, podría decirle muchas cosas, pero voy a coger aire, levantar el mentón bien alto, y con pose orgullosa, sonrisa de aprobación y voz profunda, me limitaré a exclamar:

Gracias, chico. Y buen trabajo.