viernes, 20 de mayo de 2016

I Concurso Jindetrésico: "Esto no es una pipa"

Si has pinchado por lo del concurso.. sí, efectivamente, hay un concurso escondido en este post. Y viene con premio. Pero antes, un poco de contexto.



miércoles, 11 de mayo de 2016

Séptimo año de blog: hasta aquí hemos llegado.


Conduzco en soledad, a través de una carretera que se interna en las montañas. Me dirijo hacia Requena, para impartir una clase sobre enfermedades raras. Una clase especial: voy a hablar ante personas de entre 30 y 50 años, jubiladas en su mayor parte, que jamás han ido a la universidad. Repaso en mi mente el esquema de las tres horas de charla que me aguardan, sopesando por enésima vez la forma mas eficiente de comunicar qué es una enfermedad rara a una audiencia que probablemente jamás ha escuchado la palabra célula, alelo, o mioclonía. No es nada fácil, a priori; pero uno lleva ya unos cuantos años enfrentado a dilemas parecidos. Así que subo el volumen de la música, y dejo que los potentes acordes del último disco de Iron Maiden me envuelvan, confiando en que estaré preparado para el reto. A sus 36 años de carrera (los mismos que cumpliré yo de vida dentro de justo dos meses), la banda suena igual o mejor que el primer día. Y entonces, en mitad de uno de los múltiples cambios de ritmo de la canción, mientras los guitarristas enlazan solo tras solo... sufro una revelación. Estoy ilusionado. Ansioso por llegar y contar mi historia sobre asombrosos mundos diminutos, en los que los átomos se organizan de maneras increíble para lograr que un puñado de células se unan formando algo cuya complejidad excede con creces la suma de las partes que lo forman.

Si no se os ponen los pelos de punta con lo que sucede entre el minuto 9:07 y el 12:30, es que estáis más muertos por dentro que el Eddie de la portada del disco.

Pero claro; siempre cabe la posibilidad de que algo salga mal. Que me falle la inspiración; que subestime o sobreestime a mi público. Que la ciencia no sea tan interesante y asombrosa como creo. Que la gente haya acudido a pasar un rato y echar una cabezadita; que asistan esperando una clase magistral rebosante de erudición y datos complejos. Es un riesgo que siempre aguarda, agazapado en un rinconcito del encéfalo, dando codazos a la confianza que parece llevar las riendas en el asunto (recordad: es el temido síndrome del impostor, que también afecta a divulgadores). Así que llego al pueblo, me pierdo un par de veces - como suele ser mi costumbre - y aparco junto a la Asociación Cultural donde tienen lugar las clases del curso UniSocietat, una iniciativa organizada por la Universitat de València (que paga parte de mis habichuelas mensuales) y el ayuntamiento de varios pueblos interesados en dar a conocer la universidad, sus gentes y sus posibilidades, a personas cuyo arroz académico se considera generalmente pasado en nuestra sociedad. Es una motivación que me inspira, y como ya he dicho, un reto que asumí con gusto en cuanto se me propuso.

Saltamos unas cuantas horas. Regreso a casa con los Maiden de nuevo a tope... y mis temores completamente eliminados. He soltado mi rollo, he disfrutado haciéndolo, y lo más importante: la gente también. La respuesta ha sido inmejorable, gente haciendo preguntas, tomando notas, riéndose a carcajadas... la demostración pura y dura de que no se trata de que la ciencia mole más o menos, interese más o menos. Hay que acertar en cómo contarla, y cada público tiene sus claves. Ese día, yo acerté de pleno. Otros días no tanto. Pero si de verdad todo esto que llamamos "divulgación" debe ir más allá de una palabra que queda chula y que justifique unas cuantas horas de darle a la tecla... si de verdad tiene que servir para cambiar mínimamente la sociedad, su percepción de la ciencia y el interés por descubrir y aprender... entonces esto sí es divulgación. Mi público aprendió la problemática de las enfermedades raras, lo difícil que es investigarlas y lo necesario que es para curar otras enfermedades. No sabían lo duro y complejo que es investigar, y recibieron información de primera mano. Cambió su percepción. Tanto anotado.
¡Apúntense para el año que viene, profes y profas, estudiantes estudiantas e investigadores-oras! (http://somoscientificos.es/)

Esto fue en marzo. Empecé a escribir este post a los pocos días. Estamos en mayo, ha llegado el aniversario del blog y el post seguía sin publicar. La razón viene muy pareja: no he parado de divulgar de verdad. A la cara de la gente. De diferentes edades y condiciones. Desde una guardería hasta una clase de universitarios, a investigadores y pacientes de cáncer, a estudiantes de bachillerato. A este respecto, he participado en una de las mejores iniciativas de divulgación que jamás he conocido: se llamaba Somos científicos, ¡sácanos de aquí!, y con la excusa de una especie de concurso de popularidad de científicos, unos cuantos afortunados hemos chateado en directo, respondido preguntas, vacilado con nuestras fotos chulas de laboratorio y con nuestras ideas locas para contar la ciencia. Hemos cambiado en apenas dos semanas la percepción de muchos jóvenes confusos acerca de la ciencia, su alcance, sus limitaciones, las características de los que trabajan en ella día a día. Ha sido espectacular, instructivo, divertido e inspirador.

En medio de toda esa vorágine, he viajado cientos de kilómetros en un par de días para hablar de ciencia y ciencia ficción, y me he vestido de samurai para discutir sobre la supremacía  igualdad de los biólogos de bata frente a los de bota. Sin olvidar las clases, los experimentos, los exámenes, las colaboraciones con Principia (no os perdáis que la portada elegida para el último número a la venta, es la ilustración de ¡mi relato de ciencia ficción!) y la vida social y familiar. ¿Cómo voy a sacar tiempo para escribir en el blog?


Mis dos intervenciones en el magnífico y espectacular evento Desgranando Ciencia 3. Una de ellas más ridícula que la otra. Creo que está claro cuál.

Pues debo hacerlo. Porque todo lo que acabo de contar a grandes pinceladas ha surgido de estas páginas virtuales. Jamás lo planifiqué así, pero si estoy empezando a descubrir que mi auténtica vocación es dar charlas, clases, enseñar, compartir lo que he aprendido y hacerlo en forma de historias y narraciones cargadas de humor y espontaneidad... ha sido gracias a romper el hielo con este blog, este rinconcito de libertad absoluta, de búsqueda de un estilo, de un objetivo, de entrenamiento continuo. Han sido siete años de sorpresa, que han terminado conmigo dando los últimos retoques a la maqueta de un libro de divulgación que me ha encargado alguien que me conoció "por un blog muy gracioso". ¿Cómo no sacar unos minutos para escribir un post de cumpleblog agradeciendo a todos los que han contribuido a la cantidad de cosas que he contado, empezando por los que alguna vez han leído con cierto interés estas locuras jindetrésicas?

Haga tres meses, dos años o quince desde el post anterior, jamás consideraré que este blog está muerto, cerrado, o abandonado. Mientras me quede un mínimo de fuerzas para aporrear las teclas, pasaré por aquí, y soltaré alguna (absurda) reflexión como la presente.

Siete años, y hasta aquí hemos llegado; menudo recorrido. Para muchos puede no parecer gran cosa, pero para mí, sencillamente, me han dirigido hacia un lugar en el que me siento realizado, feliz y satisfecho. Y con muchas, muchas ganas de seguir disfrutando, aprendiendo, mejorando y buscando nuevos caminos. Nunca fue el blog más leído, más comentado ni más difundido; pero es mi rinconcito, con el permiso del compañero Banchsinger que me lo cuida y revive de cuando en cuando. Pero este blog me ha moldeado a mí mismo, tanto como yo a él. Si estás leyendo estas líneas, te doy las gracias. Y permíteme que te invite a exclamar conmigo:

Larga vida a ¡Jindetrés, sal!