En un recóndito repliegue de las microvellosidades intestinales de un ser humano cualquiera, un grupo de bacterias recién producidas por mitosis se reúnen alrededor de otra, más grande, plagadada de cilios. Reposa alejada del resto del grupo. Los "jóvenes" brincan a su alrededor, instándole a que les cuente historias de las que tanto han oído hablar a otras bacterias de la Gastrocomunidad.
-¡Venga, cuéntanos! ¡Queremos saber cosas, todo el mundo dice que tú sabes más sobre bacterias que nadie! ¡Venga, venga! - claman al unísono, haciendo vibrar sus pequeños cilios.
La gran bacteria suspira, resignada, y se acomoda entre la mucosa. Los pequeños se colocan en círculo, ávidos de conocimiento. Y empiezan las historias.
-Está bien, pero sólo os voy a contar un par de cosas, ¿de acuerdo? Ya hace bastante tiempo que os dividisteis, y a estas alturas sabréis de sobra que somos organismos constituidos por una única célula, y que vivimos en el interior de unos organismos muchísimo más grandes y complejos, formados por miles de células, y que se llaman a sí mismos "seres humanos" y a nosotros "bacterias". Los sabios de entre los seres humanos llevan años poniendo nombres a las cosas y seres de su mundo, y por tanto nos han renombrado, para distinguirnos de todas las demás parientes que tenemos, Escherichia coli.
Las jóvenes bacterias se movieron inquietas. El comienzo de la historia les estaba resultando poco interesante, pues ya sabían (más o menos) todo eso. El orador se percató de ello.
- Pero lo que no creo que sepáis, es que además de ser unos protagonistas indispensables de la biología de estos seres, que se benefician de nuestras labores mientras nos permiten vivir en su cómodo interior, nuestra estirpe ha jugado un papel importantísimo en el desarrollo de la ciencia de los humanos, en su capacidad de investigar su propia fisiología, de luchar contra las enfermedades, y de desentrañar los misterios del resto de seres vivos que conviven con él en su mundo.
La audiencia quedó petrificada; la cosa se ponía interesante.
- Los primeros humanos que descifraron los misterios del código genético y la base molecular de la vida, necesitaban una manera de "jugar" con estas moléculas. Dada su incapacidad para manejar el mundo a escala microscópica, pronto necesitaron de ayuda. Y ahí entramos nosotros: nuestra constitución como seres unicelulares, y nuestra innata capacidad de absorber moléculas de ADN foráneas y producir proteínas a gran escala, nos convirtieron en candidatos ideales: sólo tuvieron que pasar unos años para que desarrollasen las técnicas que les permitieran introducir ADN en nuestro interior. Nuestra facilidad para reproducirnos tan rápidamente - si el medio es lo bastante rico y la temperatura adecuada - nos convierten en pequeñas fábricas de proteínas, pues los genes que nos introducen artificialmente son traducidos por nuestra propia maquinaria. Tras un proceso de purificación en el que nuestras gruesas paredes celulares son degradadas y todo el contenido de nuestro interior separado cuidadosamente, los humanos obtienen material para sus investigaciones.
Pudo sentirse un sobresalto general ante la descripción de semejante genocidio. una de las pequeñas bacterias se puso a temblar visiblemente.
- Oh, tranquilos, no temáis - tranquilizó la vieja bacteria, complacida por el efecto de su charla -, nada puede sucedernos mientras estemos en el interior de estos seres. Esas bacterias de las que hablo son parientes nuestros, pero están a su vez modificadas genéticamente, de manera que los humanos pueden controlar quién crece en sus manos y quién no. De hecho, si cualquiera de vosotras llegase por accidente a una de las placas donde los humanos crecen a nuestros congéneres, no sobreviviríais ni una división. Esas placas están rociadas con antibióticos, sustancias nocivas que impiden nuestro crecimiento. Sólo las bacterias modificadas genéticamente para resistir dichos antibióticos crecen allí, y esas bacterias serán únicamente las que han conseguido introducir el ADN exógeno en su maquinaria celular. Así se aseguran de que están trabajando sólo con las bacterias adecuadas.
Bacterias E. coli transformadas con un plásmido de ADN en el que se incluye el gen de resistencia a ampicilina fueron sembradas en sendas placas de cultivo, con agar embebido en ampicilina: en la de la izquierda, se utilizó un asa de siembra a modo de lapicero; en la de la derecha, se sembraron las bacterias homogéneamente por la placa, y luego se escribió la palabra con un asa mojada en cloranfenicol, un antibiótico para el que las bacterias no tienen genes de resistencia (en realidad, las letras se distinguen por la marca sobre el agar, dado que el antibiótico difundió enseguida y se aprecia un halo bastante amplio donde no crecen las bacterias).
Entre la audiencia, de repente, una de las pequeñas bacterias se adelantó. Parecía inquieta, como si deseara decir algo.
- Dime, hijo, qué te inquieta - le animó la vieja bacteria.
El pequeño se animó, finalmente:
- Verá, es que.. he oído también historias que hablan de bacterias que son capaces de cambiar su resistencia a antibióticos, y pueden crecer en medios que no podían antes.
La vieja bacteria se sintió complacida. Le gustaba que sus oyentes participasen en sus historias.
- Muy bien, pequeño, esa es una observación muy sagaz. Verás, eso no es del todo erróneo pero debe ser mejor explicado. Es cierto que en ocasiones, bacterias que no eran resistentes a algunos antibióticos, de repente lo son. Pero eso no depende de la propia decisión de las bacterias; nada más lejos. Las poblaciones de bacterias son heteogéneas, hay variabilidad genética entre nosotros, a pesar de reproducirnos por mitosis. Existen fenómenos de transferencia de material genético, y algunas cepas podemos incorporar genes que previamente no teníamos. La aplicación de antibióticos lo que hace es seleccionar de manera artificial, y por eso los humanos son reacios a aplicar a sus enfermos demasiados antibióticos. En su ignorancia, muchos caen en el mismo error que tú, y piensan que las bacterias de manera voluntaria "aprendemos" a luchar cocntra los antibióticos de alguna forma. Nada de eso, es algo tan simple como que sólo sobreviven los individuos que ya de por sí son resistentes. Debido a nuestra velocidad de crecimiento, cualquier cambio en nuestro material genético (ya sea por mutaciones producidas espontáneamente, o por transferencia de genes entre cepas) puede llegar a ser predominante si existe una aplicación continua de antibióticos que elimina a las "competidoras" que no presenten dicha resistencia. Nosotras no tenemos voluntad propia, ¡cómo podríamos! Apenas somos una célula diminuta, carentes de sistema nervioso. Por no tener, no tenemos ni núcleo...
La pequeña bacteria seguía sin sentirse convencida. Agitó impaciente un par de flagelos y siguió preguntando, sin asomo ya de verguenza alguna:
- Pero, entonces, ¿cómo es que estamos aquí hablando entre nosotras, y que sabemos todas estas cosas?
Esta vez la vieja bacteria se tomó su tiempo para responder. Decidió dar por concluida su charla con la mayor y más inquietante de las explicaciones.
- Ay, pequeño, qué inocentes sois. Pues la respuesta es bien simple, y de nuevo debemos recurrir a los humanos para explicarla. Con todos sus conocimientos y saberes acumulados, todavía están muy limitados, y deben recurrir a artificiosos trucos para seguir aprendiendo y especialmente, para transmitir sus conocimientos. Del mismo modo que casi inconscientemente asumen que los seres que les rodean utilizan cualidades humanas que éstos no poseen - como en el caso de imaginar que los procesos evolutivos son dirigidos por los propios organismos a voluntad -, muy pocos son capaces de explicar a sus congéneres los fenómenos biológicos que sus científicos descubren. Por tanto, deben recurrir a trucos como el que nos ocupa, mediante el cual escriben historias como la que yo os estoy contando, y dotan a sus protagonistas de cualidades humanas como el habla y el pensamiento. Por no hablar de otro grupo de seres humanos, que prefieren recurrir directamente a la invención de seres superiores de fantásticos poderes, para explicar todo aquello para lo que todavía no han hallado explicación...
Pero esa es otra historia, que os contaré otro día: ya va siendo hora de que os pongáis manos a la obra. Debemos realizar nuestra parte de trabajo en la absorción de nutrientes de esta zona, o el ser en el que nos alojamos dejará de ser calentito y confortable. Se acabarían las historias para siempre, y no queréis eso, ¿verdad?
Todas las bacterias lanzaron un rotundo "¡No!" al unísono, y se dispersaron por las microvellosidades, preparadas para realizar aquellas funciones que sus parientes, creciendo cómodamente en nutritivos lechos de agar en incubadores a 37º, prácticamente habían olvidado.
Esta entrada participa en la I Edición del Carnaval de Biología, inaugurado por Raven en MICROGAIA.
Esta entrada participa en la I Edición del Carnaval de Biología, inaugurado por Raven en MICROGAIA.
Buah !! Me ha encantado :D Y estoy viendo más historias en el blog que molan (me recuerdan mucho a mi terrible asignatura tráfico intracelular de membranas) Fantástica la historia y un detallazo el cultivo !!
ResponderEliminarGracias por participar en el Carnaval !
Mañana mismo mi jefa tiene una reunión con un socio que se dedica a temas de genética. Y esta misma tarde le he pasado un informe de lo que necesito y le he tenido que explicar qué es un plásmido. No se si me ha entendido, así que creo que voy a mandarle tu post, a ver si así se aclara (jajaja).
ResponderEliminarCreo que no volveré a mirar las placas de cultivo de la misma manera. Ahora la pobre S. cerevisiae me dará penita y pensare en lo a gusto que debe de estar su "prima" nadando en litros y litros de vino.
¡Doctor! Cada día se supera con sus historias, me ha encantado el final autorreferente. Hubiese estado bien que las bacterias descubriesen que realmente están en una placa Petri ¡tacháaaan! Pero no, a mí también me han caído tiernas estas Escherichias, pobrecillas, dejémoslas en las vellosidades.
ResponderEliminar¡Y por fin se desvela el experimento que te traías entre manos! Estas bacterias hasta saben escribir.
ay! No me puedo quitar de la mente a la gran bacteria y a las peques con una linterna frontal iluminado un rinconcito de mi intestino grueso y contantdo historias sobre la vida...
ResponderEliminarUna parábola digna de Jesucristo, queda demostrado que hasta las bacterias más insignificantes pueden servir para ejemplificar una reflexión sobre la sociedad humana.
ResponderEliminarPor cierto, un dato curioso que oí el otro día es que en el cuerpo tenemos más bacterias (en número) que células propias del organismo, ahí queda eso...
Jo, qué desatendido tengo el blog últimamente... gracias por los entusiastas comentarios, siempre que pienso que se me ha ido la olla demasiado, sale un post triunfador. Qué majos.
ResponderEliminarGracias Raven por organizar el carnaval, así uno se pone las pilas!