En 1974 Philippe Petit desafió al mismo tiempo, durante 45 minutos y con una única acción, las leyes de la ciudad de Nueva York, del sentido común, de la amistad y de la gravedad. Una proeza, una locura, un acto de rebeldía. Un poco de cada cosa, y todo a la vez. Los que vivieron este acontecimiento en su momento pudieron sentir algo extraño, diferente, indefinible: mezcla de asombro, admiración, miedo. La hazaña de Petit provocó un conglomerado de sensaciones que eclosionaba en sus espectadores en formas muy distintas, decantándose hacia el desprecio en unos casos y hacia la total admiración en otros. Treinta y siete años después este conglomerado de sensaciones es capaz de despertar de nuevo en las personas que, como yo, tienen la posibilidad de vivir esta experiencia de la mano del director James Marsh y su increíble película documental Man on Wire.
Estrenada en 2008 y basada en el libro del propio Petit To Reach the Clouds, nos cuenta de manera ágil, por medio del testimonio de sus mismos protagonistas (y de curiosas dramatizaciones), la planificación y realización de la hazaña sobre (entre, más bien) las Torres Gemelas del World Trade Center. En el transcurso de este relato conoceremos cómo se gestó el proyecto desde el principio (una planificación digna de un buen experimento científico), y asistiremos, incrédulos, a un proceso creativo fuera de todas las corrientes artísticas "populares". Philippe consigue crear auténticos cuadros en movimiento; su imagen, férrea mirada, todo concentración, avanzando lentamente por una línea casi invisible uniendo dos estructuras altísimas (las torres de Notre Dame en París, el puente del Puerto de Sidney) y portando una larguísima vara, no puede dejar indiferente. El desafío convertido en algo tangible. Estas imágenes, incluyendo una sucesión de fotos fijas, aderezadas con las sublimes canciones de Michael Nyman y Josh Ralph, conmueven tanto como la historia de ese hombre cuyo sueño es algo imposible, impensable, carente de sentido, pero que no cejó en su empeño hasta hacerlo realidad. Una inspiración para cualquiera que haya deseado algo en la vida.
Un maestro en mantener el equilibrio, hizo trastabillar por unas horas el frágil equilibrio de la conservadora y sumisa sociedad norteamericana, que tardó bastante en entender qué movía a aquél hombre a hacer algo semejante.
Hace casi cuarenta años Philippe Petit demostró que hasta el sueño más descabellado se puede realizar. Que el mero hecho de no tener ninguna finalidad, ningún motivo aparente, ninguna justificación (el peligro y los innumerables riesgos de aquella acrobacia superaban con creces la posible recompensa... ¿satisfacción personal?¿unas fotos atrevidas?). A partir de aquella loca idea desarrolló algo grande, muy grande. Simbólico. Jamás pensé que una persona caminando sobre un cable de acero pudiera considerarse arte. Pero en el sofá de mi casa, frente al televisor, me he emocionado viendo a ese mismo hombre saltar de la silla exaltado, recordando mirar hacia abajo desde una altura de 450 metros, donde ningún hombre ha vuelto a estar (ni volverá; valor añadido a la proeza y a las imágenes), sólo por el mero hecho de decir "Deseo hacer eso, no me van a dejar hacerlo, pero yo lo voy a hacer". Él sabía que no hacía daño a nadie, que las reglas que iba a romper sólo podían perjudicarle a él, y que todos los que decidieron participar eran libres en todo momento de dejarlo correr, de no inmiscuirse.
Muchos esperaríais que me pusiera a divagar acerca de las implicaciones físicas del reto del funambulista, desde un punto de vista científico. Podría hablarse largo y tendido, y sin duda viendo el documental resulta fascinante cómo se puede llegar a dominar el propio centro de gravedad con unos sencillos trucos. Pero la impresión que me causó la película fue mayor respecto a la sensación de rebeldía - una rebeldía prácticamente inocua, pero rebeldía al fin y al cabo - que desprende la historia. Últimamente pienso mucho en que estamos viviendo una especie de falsa ilusión de libertad; parece que se nos ha convencido de que la protesta no es un camino factible, nos muestran a violentos antisistema que atacan a las fuerzas del orden y nos hacen creer que no hay otra manera más pacífica, más inocua, más efectiva de protestar cuando algo de lo que sucede a nuestro alrededor no nos gusta.
Desde este mismo sofá de mi casa, veo todos los días injusticias en el mundo que me ha tocado vivir. No es muy distinto del de Philippe. Podríamos decir que es más avanzado, tecnológicamente superior, más democrático, más libre. Pero cada día vemos a nuestro alrededor pistas de que no es así. De que hemos ganado en algunos caminos mientras retrocedíamos en otros. Estamos mucho más perdidos, pues ya no sabemos qué es lo que podemos hacer o no, o contra quién vamos a ir cuando nos quejemos. Qué reglas se pueden romper, qué valores vale la pena defender, a quién beneficiaría nuestra "rebeldía". Philippe tampoco se rebelaba contra nada ni nadie en particular, sencillamente sentía que necesitaba hacer algo, y ese algo, por peligroso o ilegal que fuese, merecía la pena porque no hacía daño a nadie. Evidentemente, se podría discutir si realmente esta hazaña era absolutamente inocua, si se puede quebrantar una regla establecida simplemente porque no creamos que tenga sentido. Y ahí es donde radica la cuestión: si estamos tan convencidos (yo suelo estarlo) de que las leyes y las normas son inquebrantables y necesarias para construir una sociedad estable y justa... ¿hasta qué punto podremos cambiar esta misma sociedad cuando claramente algo falla?
No puedo extraer una conclusión de todo ésto; sólo puedo decir que Philippe Petit decidió que quería cruzar sobre un cable entre las Torres Gemelas, y lo hizo.
Y yo, día tras día, sigo sentado en mi sofá.
Una vez dijo Bruce Feirstein:“La distancia entre la locura y el genio sólo es medida por el éxito”.
ResponderEliminarPhilippe Petit tenía un poco de ambos, ahora mas de lo segundo, pero si se hubiese abierto la cabeza contra el asfalto de 500 metro mas abajo, creedme que tendría mas de loco que de genio.
En cuanto a lo de la rebeldía. Pues bueno yo no se hasta que punto, saltarse a la ligera unas cuantas leyes del código civil (que dicen que esta prohibido el suicidio y poner en peligro la propia integridad física, por razones obvias) es una rebeldía antisistema...basicamente si fallas, el único que pierde eres tu. Y si no que se lo pregunten a Alain Robert (el Spiderman francés), o al ya fallecido Dan Osman, o al sin fin de seres humanos, que con "rebeldía" o sin ella han escalado montañas imposibles, cruzado desiertos infernales, o se han paseado por el espacio (Gagarin!, con un par de pares...), o han arriesgado y/o perdido su vida (solo la suya!) por el único motivo del quiero hacerlo, ese es mi sueño, no gano nada salvo la eternidad de hacer algo que nadie o muy pocos han hecho...
A mi forma de ver, Philippe Petit es uno de esos genios-locos que tanto me fascinan, pero no llamaría rebeldía a que hiciese algo que estaba prohibido por su propia integridad física, no era una prohibición de pensamiento, expresión, o asociación. Es algo mas parecido a cuando a un diabólico acérrimo le prohíben comer pastelacos, allá el si se la pasa por el forro, mientras no le de un coma conduciendo un camión...
No sé si conoces el blog del pseudópodo. Prácticamente todas sus entradas son más o menos como esta, empieza hablando de algo, normalmente un libro, una peli, y termina planteando una duda o cuestión fundamental.
ResponderEliminarSobre la duda en cuestión, no estoy de acuerdo con banchsinger. Creo que lo que hace Petit es fundamental: ¿qué pasa si se hace algo que nadie asume que deba/pueda hacerse? ¿cuál es la reacción de la gente? No se trata de cualquier gilipollez tipo JackAss, es algo difícil, pero posible, y en su época, hasta revolucionario por lo inesperado, intrascendente y espectacular del acto en sí.
La reflexión de Dr. Litos es directa: ¿este conformismo en el que vivimos merece la pena?
Aaaaamigo.
Me has dejado de piedra. No he visto el documental, y tampoco me llamó mucho la atención cuando lo vi anunciado (aunque, claro que sí, es muy impactante ver la imagen del "tío loco" este. No se me habría ocurrido hacer una lectura de ese tipo de un hecho aparentemente tan "inútil", pero este post ha sido muy inspirador, la verdad, has conseguido que adquiriese todo el sentido del mundo. Precisamente por ser inocuo, por no "significar nada" puede entenderse precisamente como la consecución última de la libertad.
ResponderEliminarY nosotros en el sofá.
Me he quedado con unas ganas tremendas de verlo. "mirar hacia abajo desde una altura de 450 metros, donde ningún hombre ha vuelto a estar, ni volverá". Tela.
Si un acto de rebeldía como ese, que no era "contra nadie", sino tan sólo contra sí mismo y ya le pusieron problemas, ¿cómo extrañarnos cuando nuestra libertad se cuestiona y se limita cada día por intereses realmente turbios?
Genial post.
Qué caña de comentaristas, así da gusto.
ResponderEliminarbanchsinger amigo, todos los ejemplos que pones son igualmente válidos para lo que yo quería transmitir. Estas aventruas de superación, en las que el prota se juega la vida y nadie más, son actos de rebeldía en sí mismos, rebeldía contra el sentido común, como poco. Y siempre para perseguir un sueño, un sueño en el que no ofendes a nadie más. Me pareció muy bonito.
eulez lo ha clavado: la reacción de la gente es el quid de la cuestión. Tenéis que ver el documental, es alucinante ver a los periodistas acosando al hombre cuando se lo lleva la policía, repitiendo una y otra vez: "¿Por qué?" Necesitaban una razón, un porqué, a toda costa. Pocos entendieron que se pudiera hacer algo así de loco y arriesgado, sólo por perseguir un sueño, por construir algo bello en sí mismo. El conformismo que vivimos actualmente nos impide muchas veces incluso algo tan simple como hacer cosas que nos apetece, que no tendrían nada de malo. Y sin saber muy bien porqué.
copepodo, tienes que verla. Como digo, además del tema de rebeldía (que como veis, no todo el mundo lo interpreta igual), la peli es fabulosa. Ritmo trepidante, realidad e interpretación mezcladas con mucha gracia, la música sobrecogedora, y unas imágenes tan potentes en sí mismas que poco más necesitan. Y mira que hay actos que pueden simbolizar libertad, pero permanecer suspendido a semejante altura, sin NINGUNA atadura, silueta recortada contra las nubes, a merced del viento y la gravedad... buf es que se me ponen los pelos de punta de pensarlo.
Y no cuento más para no desvelar algunos detalles sorprendentes, como la mera gestación de la idea en la cabeza del protagonista... ya lo comentarmeos cuando la veas.
Me alegro mucho que os haya gustado el post, lo escribí visceralmente nada más verla y pensaba que se ma había ido la olla un poco.
Se me ha olvidado decirle a eulez que sí conozco el blog de pseudópodo, y la comparación me halaga sobremanera (creo que el tío escribe que te cagas). Lo tengo un poco olvidado últimamente, a ver si lo rescato porque ciertamente sus reflexiones no tienen desperdicio.
ResponderEliminarYo me lo perdí, fue mi colaboradora Cantal la que cubrió ese documental. Un servidor la tiene pendiente, ya hablaremos.
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