Hoy es un gran día para la sección de Reporteros ¡Jindetrés, sal!, una de las más longevas de nuestro blog. No sólo porque supone el reclutamiento de nuevos y talentosos reporteros, sino que constituye la primera colección de instantáneas procedente de las américas. Además se nos ha remitido no sólo las fotos, sino una detallada crónica que recoge las experiencias de nuestros amigos por la costa oeste de los Estados Unidos. Desde la redacción del blog agradecemos públicamente la dedicación de @carlespal y Carla y esperamos que en sus próximos viajes encuentren de nuevo un huequecito para nuestra roñosa bandera.
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Cada trabajo tiene sus cosas particulares. En los relacionados con la investigación, además de los horarios hiperflexibles (que tienden peligrosamente hacia la explotación becarial) y las desilusiones experimentales, uno tiene la gran oportunidad de conocer a un gran número de chalados con los que compartir aficiones. Obsesiones más que aficiones. En las charlas de cafetería o en la cola de espera para la polimerización de geles de poliacrilamida, descubres que tu compañero de poyata tiene gustos parecidos a los tuyos. O que si alguien está realmente mal de la cabeza, tiene un blog científico-lúdico.
Los que trabajamos en el mismo instituto que los integrantes de "¡Jindetrés, Sal!" sabemos que una curiosa bandera espera ver mundo aprovechando los viajes de cualquiera de nosotros. Es una oportunidad única para sentirse Reportero y poder compartir con otros chalados lo maravilloso que es viajar.
En nuestro primer gran viaje desde que trabajamos en el instituto, nos dirigimos a la costa oeste estadounidense, aquella de "The West Is The Best" a la que cantaba Jim Morrison. Empezamos visitando un amigo en San Francisco y en nuestro primer destino turístico aprovechamos la oportunidad para inmortalizar la presencia del blog en esas tierras. La prisión de Alcatraz tiene una historia digna de su leyenda y ahí encontramos el primer preso político de la ciencia. La audioguía en estricto español con sabor a taco nos narra la historia del espíritu de Carcar Lales, un conocido investigador que murió en La Roca tras años encarcelado por publicar unos westerns sin los debidos controles de carga. Sobra decir que la pena era merecida.
Aprovechamos otra de nuestras paradas dignas de postal para inmortalizarnos junto al Golden Gate Bridge. Al cruzarlo en coche nos sobrepasa un sentimiento de perplejidad ante la inmensidad de tal obra de ingeniería. Quizá un coche sea solo un aparato para ir del punto A al punto B, pero este puente de acero rojo que nos permite cruzar el océano es más que un simple atajo. Nos demuestra que la tecnología puede convertirse en icono de una ciudad y de una civilización. Nos enseña que aprendiendo la naturaleza, podemos moldearla y adaptarla a nuestras necesidades, en un trabajo que nos hace más humanos. Más grandes y a la vez más humildes.
En nuestro largo viaje en coche, paramos a repostar en una farmacia. Sí, en una farmacia. En EEUU, además de vender paracetamol, puedes comprar artículos de la teletienda, comida o incluso una sillita de cámping de R2D2. Sé que con quien comparto aficiones, les hará la misma ilusión que a mi. Otra de nuestras paradas en un supermercado nos muestra el ansiado "Paradise of Choice", millones de sabores de tomate frito y solo $2 de inversión. Difícil elección.
Llegamos a uno de los puntos que más nos intrigaban del viaje, el Death Valley. No hay nada como cruzar cientos de kilómetros con música de los Creedence sonando en el coche, observando la más absoluta nada a tu alrededor. En este desértico parque nacional se encuentra uno de los puntos más bajos de la tierra, a -80m por bajo del nivel del mar al que se llega tras bajar de una altitud de 2000m, la diferencia de temperatura es tanta que se nota desde dentro de el propio coche. Gracias a Darwin que es marzo y el sol aún no aprieta, porque lo de quedarse tirado por ahí no hace nada de gracia.
Para aquellos que ordenamos cronológicamente el Abbey Road después del Let it Be, es obligatorio parar en Las Vegas y ver el espectáculo del Cirque du Soleil dedicado a la mejor banda de la historia del rock. Disfrutamos como niños, con la piel de gallina y la lágrima a punto de caer durante hora y media de espectáculo. La música de los Beatles, con una nueva mezcla que entrelaza cuidadosamente las canciones, nunca había sonado tan bien. El ambiente, rememoraba el espíritu más hippie de los años 60, que crecieron y se convirtieron en algo enorme en la ciudad que justamente acabábamos de dejar. Las coreografías, la mayoría con una gran cantidad de bailarines en escena, eran apabullantes y conseguían desubicarte y llevarte a un lugar únicamente poblado por unas canciones mágicas. Las escenas más románticas, con pocos bailarines insinuándose entre ellos estaban perfectamente acompañadas por la belleza de Something o la psicodelia de Lucy in the Sky with Diamonds, con tal repertorio es difícil fallar. Al acabar el espectáculo, agradezco a todo aquel que ha hecho posible esta obra, a los miembros del reparto y especialmente a la persona que me convenció para venir, se esforzó en conseguir unas entradas que parecían malditas y me acompañó hasta la butaca de al lado, con un cocktail con nombre de canción.
Acabamos nuestro viaje en una de las ciudades más feas que he podido visitar. Afortunadamente, en Los Ángeles han montado tal negocio cinematográfico que su turismo se puede alimentar exclusivamente de él. Después de ver como Malcom McDowell (La naranja mecánica, 1971) recibe su merecida estrella en el paseo de la fama, nos dirigimos a los estudios Warner para dar una vuelta en uno de sus tours. Friends, Seinfeld, Blade Runner, Rebelde sin causa… muchos los momentos míticos del cine y la televisión conviven a pocos metros en una ciudad de cartón-piedra. En el museo de automóviles nos hacemos fotos con el Batmóvil. Beat that!
La bandera ha vuelto contenta a Valencia, con la excusa de las vacaciones de unos compañeros, ha podido ver y vivir emociones impensables. Y además te las ha explicado a tí, haciéndote un poco partícipe en alguno de los momentos de nuestro viaje. Pero sólo es para darte envidia.
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Pues sí, da envidia, y mucha. Cómo saben esos chicos, por si no bastaba meter a mis amados Beatles en el reportaje, va y me sacan el Batmóvil. En fin, espero que la iniciativa de los chicos sea imitada por otros lectores y pronto tengamos reportajes del resto del continente americano. Que queda mucho mundo por conquistar todavía.
Vaya viaje inolvidable. Enhorabuena. Cuando tenga tiempo, dinero y una bandera de Jindetres, hago el mismo recorrido y más allá. Parece que los que mamamos Beatles y los ordenamos cronológicamente, desde sus inicios, supimos entender su mundo y percibimos de otra forma la realidad. Beatles forever!!!
ResponderEliminarMe parece que alguien acaba de hacer un antes y un después en los Reporteros Jindetrés. Jefe, hay que invertir todos los beneficios del año en fichar a este Carcar Lales para el blog!
ResponderEliminarEn dos semanas me voy a Estambul, me habéis dejado el listón muy alto, granujas ;)
P.D: batmoooovil