Justo cuando las últimas luces de la estación se apagaban, una tenue luz azulada bañaba los corredores que recorrían el perímetro externo. La luz entraba por gigantescos ventanales que ocupaban casi toda la pared exterior, y el reflejo sobre las pulidas superficies metalizadas no hacía sino acrecentar un aspecto que a mucha gente le parecía frío, distante. Por eso pocos se entretenían en los pasillos, concentrándose en cambio en las salas comunes o retirándose a sus habitaciones. Pero por esa misma razón a Santiago le gustaba tanto pasar el último rato de la jornada en mitad de aquel pasillo, que en absoluto se le antojaba frío. Sentirse bañado por aquella luz azul, reflejada por el planeta donde había nacido, más bien le provocaba una sensación de paz, de estar en casa, pese a los miles de kilómetros que les separaban. Le costaba entender que nadie más disfrutase de la estampa; por más que pasasen todo el día trabajando con el planeta enfrente, él no llegaba a acostumbrarse, no dejaba de sentirse atraído hacia lo que para él era un espectáculo con el que despedir el día. Se preguntó cómo era posible que bajo unas condiciones de vida tan concretas y limitadas, rutinarias y con tan poco margen de maniobra, todavía siguieran surgiendo esas peculiaridades que hacían a unos seres humanos tan distintos de otros. Había algo en sus cabezas, codificado en sus genes, que los hacía tan distintos… justo en el momento en que pensaba esto, la estación comenzaba a sobrevolar la zona nocturna: enormes manchas iluminadas esparcidas sobre un manto negro, perfilando aquellos continentes tan familiares. La forma en que aquellas hileras de luces se esparcían y conectaban unas con otras le recordó la estructura de las conexiones neuronales. Sonrió ante semejante comparación que su cerebro acababa de realizar, casi instintivamente.
La forma en que aquellas hileras de luces se esparcían y conectaban unas con otras le recordó la estructura de las conexiones neuronales… (imagen)
Aquellas ciudades atesoraban la historia de miles de años de civilización humana; se comunicaban entre ellas, con un flujo de habitantes en un constante ir y venir, que transmitían la información de un lugar a otro. Todo el planeta sería como un gran cerebro, si no fuese por los gigantescos espacios entre unas ciudades y otras, esos océanos de los que aún sabían tan poco como del mismo cerebro. El ser humano había partido hacia las estrellas sin terminar de conocer del todo el planeta que le vio nacer. Tal vez esa fuese una de las razones de su fracaso.
Tan absorto andaba con sus metáforas que no se percató de la presencia que se había acercado lentamente hacia él. Sintió unos brazos que le rodeaban la cintura y un suave beso en el cuello, que le hizo sentir un cosquilleo en partes de su cuerpo sorprendentemente alejadas. De nuevo las neuronas hacían de las suyas, pensó.
…conocían el giro dentado del hipocampo y sus tipos celulares con más detalle que las especies de animales que habitaban aquellos oscuros océanos de la Tierra…(fuente)
- ¿Otra vez aquí? ¿Es que nunca vas a venir directamente a casa? – preguntó ella en voz baja. Siempre hablaban en voz baja cuando se encontraban en el pasillo y ya se habían apagado las luces, como si no debieran estar allí y temieran ser reprendidos por ello. En el mismo tono de voz, susurrando, contestó él.
- Perdona, sólo quería echar un vistazo. La verdad, no me canso de contemplar este paisaje.
Durante un minuto ambos permanecieron callados, ella con los brazos enroscados en su cintura, la barbilla apoyada en su hombro. Ante ellos ya sólo se veía el circuito neuronal de las ciudades humanas, cuyas luces se mezclaban con las estrellas al fondo. El pasillo donde se encontraban ya no era azul, sino de un gris extraño, teñido por las sutiles luces fijas del techo. Ella rompió el silencio.
- Ayer tuve un sueño extrañísimo. No recuerdo bien de qué iba, pero estábamos en la Tierra, de eso estoy segura.
- ¿Cómo puedes estar segura? Nunca has estado en la Tierra.
- Ya lo sé, pero me has hablado tanto de ella… además, he visto películas, imágenes… la estoy viendo ahora mismo.
Ambos miraron al frente unos segundos. Entonces él recordó algo que había oído sobre los sueños.
- Dicen que no puedes soñar algo que no existe, o que no hayas visto nunca. Que el cerebro sólo es capaz de construir cosas a base de recuerdos. Así que si has soñado con la Tierra, en realidad más bien sería una especie de espejismo; una Tierra artificial, hecha con trozos artificiales.
Ella se separó de él para poder mirarle a los ojos. Fingía estar enfadada, pero en realidad le intrigaba esa posibilidad.
- Ya te vale, qué ganas de arruinarme los sueños. Pero bueno, de un neurocientífico como tú esperaría una explicación más elaborada que un absurdo “dicen que”… ¿para qué han servido tantos años de estudio? ¿eso es todo cuanto puedes ofrecer?
Ella lo decía a modo de broma, pero tenía toda la razón. La Humanidad entera había pasado cientos de años estudiando el cerebro y sus componentes; habían diseccionado todas y cada una de las rutas neuroquímicas, la biología molecular de cada conexión, y no habían conseguido más que un catálogo abrumador de sustancias, reacciones, activaciones e inhibiciones… disponían ahora de un mapa específico de las funciones de cada población neuronal como jamás se había soñado hacía apenas unas décadas… conocían el giro dentado del hipocampo y sus tipos celulares con más detalle que las especies de animales que habitaban aquellos oscuros océanos de la Tierra… y todavía seguían sin poder explicar tantas cosas. No sabía por qué a él le gustaba mirar la Tierra al anochecer mientras a otros les causaba nostalgia, o tedio, o simplemente no les hacía sentir nada. No sabía de qué manera las moléculas que activaban o inactivaban a las neuronas vecinas convertían el impulso eléctrico en imágenes, no sólo transformando lo que recibían como estímulos externos codificado por las longitudes de onda de la luz, sino los recuerdos almacenados e incluso las cosas que todavía no habían sucedido. De igual modo que los unos y ceros del lenguaje binario informático terminaba convertido en asombrosas imágenes y complejos procesos lógicos, conocían ahora todos los unos y ceros de los que disponían las neuronas, pero había un abismo entre esos componentes y las reacciones finales, las que hacían de los humanos unos seres impredecibles, capaces de contradecir millones de años de evolución con sus comportamientos irracionales.
De igual modo que los unos y ceros del lenguaje binario informático terminaba convertido en asombrosas imágenes, conocían ahora todos los unos y ceros de los que disponían las neuronas… (imagen)
Y sobre todo, no podía explicar porqué cuando la miraba a ella se sentía de aquella manera. Por qué no le importaba nada de lo que sucediese a su alrededor, se olvidaba del planeta al que probablemente nunca podría volver, de sus ciudades neuronales y sus habitantes atrapados. Por qué sentía esa necesidad de abrazarla, de apretarla contra sí. Por qué la amaba tanto que a veces le dolía. Nada en todos los conocimientos de evolución, etología, neurotransmisores ni química de la vida podía explicar todavía la clase de escalofríos que sentía cuando ella besaba su mejilla. Podrían explicarlos mecanísticamente, podrían desglosarlos y reproducirlos en fríos organismos artificiales, pero nunca podrían responder cómo toda aquella química podía hacerle actuar de la manera tan antinaturalmente ilógica en que frecuentemente actuaba movido por sus sentimientos. Sin ir más lejos, su obsesión con la explicación de los misterios de la vida era eclipsada y extinguida por todo lo que se desataba en su interior cuando ella estaba a su lado.
- Verás, todos tus sueños son pura química – empezó a decir, sin demasiada convicción –, retazos de recuerdos, experiencias vividas… información almacenada en tus circuitos neuronales que se entrecruza, de manera tal vez aleatoria… - fue paulatinamente callándose mientras ella esbozaba una sonrisa llena de picaresca, de esas que le hacían olvidar lo que estaba diciendo. Soltó una carcajada y la abrazó.
- Vale, no tengo ni idea. No puedo explicar tus sueños. Pero no descartes que tal vez, algún día, sí pueda. Es sólo cuestión de tiempo.
- Ya, claro, cuestión de tiempo… pues hablando de tiempo, ya es bastante tarde. Anda, vamos a dormir.
Cogidos por la cintura se dieron media vuelta y se alejaron hacia el interior de la estación. El pasillo quedó de nuevo sumido en el silencio, un silencio compartido por aquel mundo durmiente que esperaba la llegada de la luz de un nuevo día. Un día que tal vez trajese, de una vez por todas, un nuevo comienzo para una especie que no había sido capaz de descifrar ni los misterios de su mente, ni su lugar en el universo.
Esta entrada participa en la XI edición del Carnaval de Biología, organizado por @diplotaxis en el blog Ciencia y alguna otra cosa.
Como un buen libro, este post hace que te olvides de lo que tienes alrededor y crees ese mundo fantástico en tu cabeza. Me imagino este relato como el comienzo de una película de ciencia ficción. De esas que nos gustan a los friki científicos. Me ha encantado Doc! Tendrá continuación?
ResponderEliminar¿que tendrás en las neuronas?... ¿has sido poseído por el espíritu de Asimov? ya van varias veces que uno de estos relatos frikis tuyos me recuerdan al maestro...Ves probando en inglés, que como la ciencia está tan mal, igual puedes probar como guionista... Spilberg y Cameron contratan a Russell Crowe para interpretar al Caballero de la bata blanca y a Liam Neeson para hacer de Batablanca el detective, y quizás a Eduard Norton para interpretar a Batamán. Y te harán extender el relato de ahí arriba para hacer una precuela de Blade Runer...
ResponderEliminarComo dice Banchsinger, Asimov lives!!
ResponderEliminarMuy bueno, me ha encantado. Tienes un don, amigo.
Un saludo
Uoo, me ha gustado mucho, me recuerda a un relato que había en mi libro de quimica de bachillerato que hablaba de la quimica en el cerebro cuando estas enamorado, insisto, me ha gustado mucho, quiero más!
ResponderEliminarSigue así, saludos! ;)
Vaya, Vaya Dr Litos, siempre sorprendiendo...desconocía esa faceta romanticoide que has plasmado de una forma tan delicada en tu nuevo post. He de reconocer que me ha gustado mucho el simil entre las luces terráqueas por la noche vistas desde el espacio y los circuitos neuronales. Coincido con Bachsinger en que tu tienes nivel..aunque no me gustan los actores que has escogidos para tus personajes. tendré que poner a trabajar alguna ruta neuronal o varias para dar con mis favoritos. Enhorabuena!
ResponderEliminarYa sabía yo, querida Fairygu, que tu no estarías de acuerdo con los actores... pero tienes que entender que éstos, aunque no sean los mejores, estan aun vivos, son de mi época... Para dar con tus favoritos, más que unas cuantas rutas neuronales necesitarás una leguión de paleontólogos... XDDDDDD
EliminarBataman me tiene enamorada, pero esto...
ResponderEliminarConoces una palabra que en una sola pueda reunir conceptos como precioso, alucinante, encantador, magnifico? Pues ese es el vocablo para definir el relato.
Enhorabuena!!!!
Vaya, qué comentarios más positivos, lo cual es una recompensa especialmente con relatos como éste que me han salido así de tirón en un momento especialmente inspirado.
ResponderEliminarRespondiendo a Patricia, no habrá continuación, se trataba de hablar un poquito de las neuronas y lo poco que sabemos del cerebro... pero la verdad me ha encantado escribir un relato de este tipo, y tengo alguno más empezado que bien podría estar ubicado en este mismo "universo". Pero no sé si los publicaré en el blog, o si lo hago, en qué contexto... todo se andará.
Y bueno, decir que los que me comparáis con Asimov os pasáis cuatro o diez pueblos... es evidente su influencia, y si no esperad a ver el artículo que le dedicaré a Asimov en el próximo JoF.
Un par de últimas cosas: Banchsinger, no seas mala sombra hombre, siempre metiéndote con Fairygu! Y al último anónimo, hay tan pocos fans de Bataman que creo que sé perfectamente quién eres... de nuevo creo que exageras en halagos, pero bienvenidos sean :D
Gracias a todos por los comentarios, tengo mucho que aprender como pseudo-escritor pero creo tal vez no vaya desencaminado.
Vaya por delante que me ha gustado el relato, pero voy a comentar algo y no a pelotear más, que de eso ya hay por aquí mucho.
ResponderEliminarUna cosa que me llama mucho la atención de los relatos de cencia ficción son los saltos entre diferentes tecnologías. Por ejemplo, en IA me sorprendía que los mecas supiesen hablar perfectamente (dominio absoluto de la lengua y la pragmática humanas) y no fuesen capaces de amar o sentir con los humanos. Creo que estas cosas van de la mano. Aquí, me pasa algo parecido: se dice que hay gente que no ha nacido en la Tierra y sin embargo que estamos en pañales en el conocimiento del funcionamiento de los procesos neuronales.
¿Qué tipo de sociedad seríamos si hubiese una colonia suficientemente grande de gente que no ha nacido en la Tierra? Es de suponer que deberíamos haber colonizado Marte u otros planetas, ya que no parece que tenga mucho sentido que la gente nazca en una estación espacial. Si es así, la tecnología debería estar notablemente avanzada y dada la situación actual y por donde van los tiros, es de suponer que cosas tales como los ordenadores cuánticos y la fusión nuclear ya se hayan descubierto (de lo contrario no sería rentable colonizar otros mundos). Con una capacidad de cómputo desmedida y con una fuente de energía ilimitada es de suponer que algo parecido a la inteligencia artificial ya se habría podido descubrir y eso supone que mucho más se sabría ya acerca de la actividad neuronal y el funcionamiento del cerebro y qué es eso de la conciencia.
No sé, es una idea.
Qué bien, por fin algo de discusión!
ResponderEliminarReconozco que el "fondo" de esta historia lo he planteado deliberadamente lleno de incertidumbres, sembrando dudas importantes (¿porqué están "atrapados" los de Tierra? ¿dónde han nacido los que nunca la han visto?)simplemente para llevar la idea principal al extremo: es decir, tenemos estaciones capaces de albergar sociedades no-terrícolas, pero desconocemos aún el funcionamiento del cerebro.
Pero en realidad si se lee con detenimiento lo que intentaba expresar es que en ese futuro SÍ se conoce a la perfección el FUNCIONAMIENTO del cerebro, incluso se menciona que se puede reproducir en organismos artificiales, pero intentaba plantear filosóficamente que tal vez haya algo en la manera en que soñamos, amamos, imaginamos y anhelamos, algo que tal vez nunca podamos explicar o entender del todo. Y con esto no quiero recurrir a "entes superiores", simplemente supongo que tendrían que pasar bien muchísimos años más o bien alcanzar ese nivel de teccnología que mencionas tú. Porque lo que es yo, tampoco he planteado un futuro tan avanzado, eso lo has interpretado tú mismo chaval.
Lo dicho, gracias por planetar un poco de debate, te echaba de menos por estos lares amigo!
¿Es la chica un robot y el tipo no lo sabe? Oh, ¡Blade Runner!
ResponderEliminarHombre, claro que no has escrito nada sobre un futuro tan avanzado, pero sí que se deja entender en lo que cuentas. Si planteas una historia donde hay "gente" que no ha nacido en la Tierra, ya me contarás si es avanzado o no. El trasfondo y la circunstancia es imprescindible en este tipo de narración.
Tenemos mucha tendencia a pensar que la suma de las cosas es el total, pero la "emergencia" en los procesos complejos nos lleva enseñando desde hace unas décadas que esto no es así. No es determinismo, pero es algo parecido. Si se conocen todos los detalles y se dispone de una capacidad de cómputo ilimitada, es posible suponer que fenómenos "emergentes" como la conciencia o los sentimientos podrían entenderse mejor. No deducirse, pero tal vez sí entender su funcionamiento o su aparición.
Lo que quería decir es que cuando en estas historias se tienen cierto tipo de tecnologías, deberían tenerse también otras. Creo que descubrir, al menos cualitativamente, los misterios del cerebro está más cerca que ver a gente nacer en otros planetas. Al menos esa es la impresión que me da de la situación actual, donde todos los avances van hacia las cosas pequeñas y su interacción, más que hacia los megalómanos proyectos científicos que se planteaban en la ciencia ficción de los años 50.
Ale, pues yo también he venido a discrepar...
EliminarEulez, me encanta tu frase, que yo veo como corolario de tus dos intervenciones: "Lo que quería decir es que cuando en estas historias se tienen cierto tipo de tecnologías, deberían tenerse también otras", pero creo que encierra una concepción manifiestamente errónea. Me explico, eso de que cuando se muestren futuros, las tecnologías y los conocimientos sean, mas o menos, concomitantes entre si, no es verdad ni siquiera en la realidad.
Tienes ejemplos a patadas hoy o ayer. Un buen ejemplo: Motor de explosión-ordenador. Pongamos, así a “grosso modo” (y aunque no sea del todo cierto), que el concepto de lo que es un ordenador, tal y como lo conocemos, nació con Alan Turing al rededor de 1940. En 60 años tenemos tecnologías computacionales en nuestras mesas y bolsillos que nadie soñó hace 40 ni 30 ni 20 años. El primer conato de motor de combustión interna tiene 150 años y al rededor de 120 años el prototipo cuya tecnología no a variado en esencia hasta nuestros días, si no a sido para ponerle encima un ordenador.
Mirando el ordenador que tengo encima de la mesa, esperaría que mí moto, en vez de gastar gasolina gastase agua o sol, o se cargase con el cargador de mí móvil... Pero no es así. El porqué se puede discutir otro día, pero el hecho es que mientras en algunos aspectos nuestras tecnologías se acercan a los dioses, en otros aun vamos en pañales... No se por que esto iba a cambiar en el futuro.
CLAP, CLAP, CLAP _son aplausos_
ResponderEliminargran relato, Litos, eres un crack, ¡conciliada literatura y ciencia!
10 sobre 10...
¡Hombre Perro Malo! ¡Qué alegría que te pases por aquí!
EliminarY a ver si lo haces más a menudo, porque no es el primer ejemplo de literatura + ciencia conciliadas, tienes que ponerte al día amigo ;)
Gran relato, aunque Freud seguro que se habría escandalizado por esa definición de los sueños. Escribe más así. Me ha encantado.
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