viernes, 3 de mayo de 2013

En bata de guerra (III)

III. La Resistencia

Náuseas, vértigo, pérdida del equilibrio, sensación de caer durante una eternidad... cualquiera de esas cosas, o incluso todas a la vez, es lo que uno espera cuando atraviesa un vórtice que se abre entre dos mundos separados por un abismo temporal. Sin embargo, lo que se siente en realidad es más bien decepción, pues después de la parafernalia desplegada cuando el vórtice se abre, el resto es bastante vulgar: uno lo atraviesa, y aparece en otro sitio. Así que lo más desagradable, en definitiva, fue el empujón de Bruno, que simplemente le hizo aparecer en un lugar totalmente distinto del que partieron. Cuando se dio cuenta de que estaba entero y que ya no se encontraba en el comedor del instituto, levantó la vista y acto seguido, tosió.

A su espalda oyó la voz de Bruno, apremiante.

- Vamos, maestro. No conviene quedarse mucho tiempo aquí. Y no respires muy hondo, el aire está demasiado cargado fuera de los refugios. Sígueme sin detenerte a admirar el paisaje.




Dicho esto comenzó a andar con rapidez, mirando a todos lados y parándose de cuando en cuando, parapetado tras un trozo de muro, un coche destrozado, un contenedor reventado. Era difícil seguirle sin detenerse a admirar "el paisaje", pues éste consistía de una especie de oscuro reflejo de lo que conocía, una versión del familiar barrio convertida en una película de tintes apocalípticos o un film bélico de crudo realismo. Allí estaban la peluquería, el horno donde compraban el almuerzo, el bar de la esquina .. ¡ah, el bar de la esquina! Pensar que aquel lugar de regocijo y descanso que tantas alegrías daba a los trabajadores del centro de investigación acabaría convertido en aquel agujero lleno de cenizas... era algo terrible. Sintió de repente el impulso de correr hacia allí, de examinar de más cerca el alcance de la tragedia, tal vez movido por un deseo inconsciente de encontrar vestigios de un último chivito sin chamuscar, desatendiendo las advertencias de su guía en aquel mundo futuro y devastado. Pero entonces vio algo entre las cenizas... un movimiento fugaz, apenas una sombra que surgió del suelo y volvió a enterrarse en él. Le bastó para curar su nostalgia y olvidar sus ansias exploratorias.

- ¡Espera Bruno! ¡No tan rápido!

Bruno le había sacado bastante ventaja y ya casi estaba al otro lado de la calle. Se giró y le hizo señas de que le siguiera y se diera prisa. Parecía bastante nervioso. Pero si bien el bar de la esquina y sus sombras misteriosas podían prescindir de su atención, se resistió a proseguir camino sin echar un vistazo al sitio desde el cual habían entrado a ese mundo futuro. Se permitió unos segundos para echar un último vistazo al lugar donde en otros tiempos, hacía apenas dos minutos pero también 30 años, se alzó uno de los centros de investigación más importantes del país. Ahora sólo había unos muros huecos, unas montañitas de cristales rotos y una serie de montículos informes cuya naturaleza no podía o no quería imaginar. Preguntándose si algún día volvería a verlo entero, se concentró en seguir el rastro de Bruno y en intentar no pasar a formar parte de aquel futuro apocalíptico mientras fuera posible.

Para cuando llegó a su altura, Bruno se hallaba esperándole a las puertas de lo que, según recordaba, había sido el polideportivo universitario y que no había cambiado tanto; el otrora cuidado césped era ahora un pedregal, pero los edificios de baja altura seguían en su sitio. De uno de ellos salió una pequeña comitiva que acudía a recibirlos. Todos iban vestidos de un modo similar a Bruno, ajadas batas y ropas oscuras llenas de remiendos. El encontarrse con más gente y con un aparentemente seguro refugio le tranquilizó, así que redujo el paso apresurado según se acercaba. Lo cual fue una mala idea, a tenor del cambio producido en la expresión de Bruno.

- ¡Maestro! ¡Cuidado!

Se quedó paralizado, viendo cómo a sus pies, su propia sombra era engullida por otra más grande que crecía al mismo tiempo que lo hacía un sonido gutural, reptante y viscoso. Nunca pensó que esos adjetivos pudiesen usarse para definir una misma cosa, mucho menos un sonido. Pero era exacta y precisamente lo que parecía. Se dio la vuelta lentamente a pesar de que no le apetecía lo más mínimo.

Y efectivamente, allí estaba. Una especie de babosa blanquecina pero también semitranslúcida, que se levantaba del suelo hasta superar los dos metros de altura. Se preguntó si aquel infame ser le estaría "viendo" de alguna manera, o sólo pasaba por allí.

- ¡No te muevas! ¡Si estás muy quieto puede que pase de largo!

No moverse. Bien. Seguía con la sensación de estar inmerso en una película de serie B, pero de las malasde verdad; de las que se copian cosas de otras películas pero dan más risa que miedo o emoción. La babosa seguí allí, oscilando dubitativamente, y pudo observar cómo en su interior extrañas formas se retorcían y recorrían por toda la longitud del organismo. Pensó cuánto tiempo pasaría antes de que el bicho se acabase de decidir. En lo que debió ser unos cinco segundos pero pareció un año o año medio, la grotesca forma se retrajo sobre sí misma y comenzó a voltearse. Estaba estimando el tiempo que le faltaba para echarse a llorar, cuando de pronto la criatura se alzó de nuevo y se lanzó hacia su izquierda con un un salto. Miró en aquella dirección y pudo ver cómo un incauto gatito terminaba sus días de rebuscar entre la basura.

- ¡Corre, aprovecha!

No lo pensó dos veces. Aunque más tarde se preguntaría si todas esas instrucciones proferidas con alaridos con la intención de ayudarle, no habrían sido tal vez poco adecuadas para aquella situación de huida frente a monstruos repugnantes. En apenas tres zancadas llegó a la verja del recinto deportivo donde el resto de embatados lo acogieron como a un hermano largamente desaparecido. Pero tanto movimiento fue decisivo para llamar la atención de la babosa, que tras haber hecho desaparecer al minino en su translúcido interior, se dio la vuelta y comenzó a avanzar con decisión hacia ellos.

Uno de los embatados, alguien de rango según se deducía por su forma de dirigirse a los demás, tomó las riendas de la situación:

- Maldita sea, si detecta que estamos aquí pronto vendrán muchas más; ¡tenemos que despistarla! Vosotros, corred al interior del refugio y avisad a los demás de que se preparen para una posible incursión. Mientras nosotros intentaremos espantarla.

Dicho esto, Bruno y dos más se pusieron a lanzar piedras y todo tipo de desechos lo más lejos que podían, esperando que la babosa los siguiera. Esta avanzaba lentamente, y si bien giraba discretamente su repugnante masa corporal cuando alguno de esos proyectiles le pasaba cerca, al instante retomaba la dirección de avance original. Él se quedó mirando los esfuerzos de Bruno y los otros, y sin saber bien por qué (seguramente le sabía mal abandonar a Bruno), se unió a ellos. No tenía muy claro cómo podría colaborar, así que terminó metiéndose las manos en los bolsillos de la bata. Y allí, sus dedos toparon con un montoncito de guantes de laboratorio a medio usar. Sin dudarlo un segundo, sacó uno de ellos y lo estiró tanto como pudo. A continuación colocó sus manos en línea, sosteniendo todavía el guante estirado, y apuntó en dirección a la cabez... bueno, a lo que parecía ser la parte anterior de la babosa. Un último estirón, y soltó.

Sus nuevos compañeros dejaron de lanzar cosas y se volvieron hacia él. No hizo falta que dijeran nada: sus rostros hablaban por ellos mismos. Y lo que decían era "estás loco".

Pero él no se inmutó. Cuando la babosa se detuvo, desconcertada, sacó del bolsillo un segundo guante y apuntó un poco más a la izquierda, intentando tensarlo más aún. Soltó. El guante cruzó como una exhalación ante la expectante babosa, que emitió una especie de pseudópodo justo en la dirección por donde el guante había pasado rozándola. Acto seguido la masa viscosa del resto del cuerpo se unió a aquel pseudópodo, y todo el ser viró en aquella dirección, alejándose del recinto deportivo y de los átónitos miembros de la Resistencia Humana. 

Todo lo que sucedió a partir de ese momento fue muy confuso. Luego sólo recordaría vítores y palmadas, exclamaciones de sorpresa, insultos varios y muchas risas. No sabía de dónde había sacado los arrestos de ponerse a jugar a lanzamiento de guantes con las bacterias, pero por una vez sintió que todas aquellas tonterías que se hacen a veces en los laboratorios habían servido para algo. Siempre se vanaglorió de ser uno de los mejores y más certeros lanzadores de guantes, pero jamás imaginó que esa destreza le salvaría la vida no sólo a él sino a más personas. Su entrada en el grupo de la Resistencia no pudo ser mejor; los que habían presenciado la escena lo presentaron ante los demás como un héroe; no sólo por cómo había aguantado frente a la amenaza viscosa sino además por su hábil uso de los guantes disuasorios.

El personaje que había adivinado como un oficial de alto rango se le acercó, examinándole de arriba a abajo. Finalmente, sonrió.

- Vaya vaya, lo que nos ha traído Bruno. Tengo la impresión de que su plan alocado de cambiar el pasado ha sido un fracaso, pero sin duda ha acertado trayéndote hasta nosotros. Maldita sea, hacía años que no veía una bata tan blanca. Me traes recuerdos de una época pasada, una época de luz, alegría y minipreps positivas... Espero que no sólo traigas recuerdos.

Aquellas palabras le llenaron de orgullo. Sintió cómo se hinchaba dentro de su bata, y casi se olvidó de que a punto había estado de ensuciarla vergonzosamente cuando aquella criatura se pensaba si comérselo o no. El orgullo se desvaneció cuando una joven de aspecto serio tomó la palabra.

- Todo eso está muy bien, pero no  creo que tengamos tanta suerte con los bichos grandes. Es ridículo pensar que nos libraremos de esta plaga a guantazos. Tú, Batablanca, necesitarás unas cuantas lecciones si quieres sobrevivir ahí fuera. Ven conmigo a la sala de comunicaciones, tal vez nos puedas ayudar con cierta información. A ver si puedes aportar algo además de lanzar guantecitos.

Bruno sonrió. Le tomó del hombro y le susurró al oído:

- No te tomes demasiado en serio a Lina, tiene motivos de sobra para ser escéptica. Además, ¡me gusta lo de Batablanca! Creo que lo quieras o no, ya tienes nombre en clave, maestro.

La verdad era que lo del mote le traía sin cuidado; todavía estaba bastante molesto por las duras palabras de aquella chica. No le gustaba nada la gente altiva que hablaba despectivamente de los demás sin casi conocerlos  Parecía la típica persona que no sólo es guapa, sino que lo sabe, y actúa como si eso la colocase por encima de los demás en muchos aspectos. Porque, cabe decirlo, era MUY guapa. Se le pasó por la cabeza que tal vez eso era lo que le ponía nervioso, y no que hubiese sido algo ruda con él. Esperaba que no fuese tan mala persona. Mala Lina... Malina. Ese podría ser tu "nombre en clave", pensó. Pero no lo dijo, por supuesto.

Siguió a la chica y a un pequeño grupo hasta un oscuro cuarto lleno de cables y antiguos aparatos de radio, que si le resultaban antiguos a él, no digamos cómo resultarían para el resto del grupo. Se percató por primera vez del increíble retroceso tecnológico al que se enfrentaban.


Lina, quien al parecer también debía ostentar un puesto de responsabilidad, se dirigió directamente a la persona que operaba aquellos micros, un joven embutido en unos cascos más grandes que su cabeza:

- Me han informado que se ha interceptado una comunicación de origen desconocido. Cuéntame.

- Sí, verás, hemos estado mandando mensajes de socorro como acordamos, en todas las frecuencias... en ningún caso hemos obtenido respuesta, pero de repente dimos con una especie de mensaje grabado, pensamos que tal vez sea una respuesta automática y por tanto es posible que nos reciban de nuevo.

- ¿Y qué decía el mensaje?

El joven puso cara de decepción.

- Bueno, la verdad... la verdad es que fue muy descorazonador; sólo decía que se llamaba Loralee, que no podía contestar y no se qué deseos acerca de Jesús y unas oraciones... lo siento mucho Lina pero no creo que esto nos sea de mucha ayuda.

Lina dio un pisotón que sobresaltó a todos.

- ¡Maldita sea! Debe provenir de los Estados Unidos... no se puede contar con esa panda de meapilas desde que los tele-predicadores se hicieron con el poder. Mejor olvidemos esa frecuencia.

- Ejem.

Todos se giraron con cara de extrañeza, pero la verdad no se le ocurrió una forma más original de interrumpir. 

- ¿Tienes algo que decir, Batablanca?

Degustó un segundo la atención que se le prestaba, esperando que Lina tomase buena nota. Se regodeó en el segundo todo cuanto pudo, pero tampoco dejó pasar más tiempo.

- Bueno, la verdad es que sí. Una vez en una reunión internacional conocí a una chica muy beata que estaba harta de la ciencia y se disponía a aceptar una oferta de una empresa biotecnológica  que comenzaba su andadura por aquel entonces. Puede que Loralee sea un nombre muy común en Estados Unidos, pero si por un casual se tratase de la misma persona, sería algo incauto no intentar establecer contacto con ellos, máxime si es posible que aún sigan en activo. La empresa se llamaba GeneSys*.

La verdad es que dudaba que se tratase de la misma persona, que siguiese trabajando allí, o que de estar los Estados Unidos en pleno funcionamiento en aquel futuro tan deprimente, no hubiesen contactado antes e intentado aportar alguna solución. De todo esto se iría enterando poco a poco, pero el gustazo de haber causado semejante impresión en la bella pero irritante Lina era impagable.

Tras un incómodo silencio por parte de todos los asistentes, una  enfurruñada Lina exclamó:

- Sigue intentando contactar. Aquí, el amigo Batablanca se sentará a tu lado hasta que lo consigas, a ver si así se reencuentra con su vieja amiga.

Como una exhalación abandonó el cuarto seguida por los demás, que le miraron con aire compasivo. 

Pero a él le daba igual. Se sentó junto al joven y le dio un codazo de complicidad.

- Vaya, ¡menudo carácter! Menudas debéis estar pasando encerrados aquí con ella. Venga, a ver si contactamos rápido, que me da la impresión de que pronto podré volver a casa con la cabeza bien alta.

El joven de los cascos gigantes le miró con una expresión mezcla de sorpresa y lástima. 

- ¿Volver? Vaya, qué embarazoso, pensaba que lo sabías...

No le gustó nada lo que sugerían esos puntos suspensivos. No auguraban nada bueno.

- ... no controlamos el viaje en el tiempo. Sólo aprovechamos los vórtices que se abren temporal y aleatoriamente. A Bruno le ha costado casi un año conseguir llegar a tu época, y no lo hizo justo en el momento que pretendía. Es casi imposible que regreses de nuevo.

Efectivamente, aquello no era bueno.

Continuará...


*A partir de este momento, parte de los acontecimientos transcurridos en esta aventura se narrarán en el blog paralelo GeneSys, Unlimited, de la mano de la compañera Daurmith. Podéis encontrar referencias directas a lo narrado en esta misma entrega en esta entrada y sobre todo en esta otra.




4 comentarios:

  1. Muy bueno. Se nota que has leido, y lo que has leido, jajajaja. Igual que en las pelis de serie B, (y también en las otras) el "chico" resuelve la situación a guantazos, jajaja, aunque disponga del más sofisticado armamento a su alcance. No me imagino por donde vas a salir en el próximo capítulo, permaneceremos atentos a nuestras pantallas.

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  2. Jejeje, ¡genial! El giro de Batablanca y Malina ha sido el summum!

    P.D.: Cometí el error de pensar que el cadaver exquisito ya había empezado en el blog de Daurmith y me perdí del todo al ver que no se parecía en nada hasta que llegamos al doctorando B... Pero ahora ya me queda clarito :) y con ganas de seguir la serie: ¡te has lucido Dr!

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  3. Gracias amigos, parece que esta serie no tiene todavía muchos seguidores pero prometemos no dejarnos amedrentar por ello, la escribiremos con las mismas ganas. A partir de ahora el enlace entre ambos blogs será más fluido, os aguardan muchas sorpresas y mucha risa.

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Como dijo Ortega y Gasset, "Ciencia es aquello sobre lo cual cabe siempre discusión"...

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