miércoles, 17 de julio de 2013

Los primeros serán los últimos

Esta es la historia de un becario. Sí, el becario, esa figura que adolece de una inmerecida mala fama, alguien que se asume como inexperto, novato y molestón que por no tener experiencia no merece siquiera que su trabajo se vea correspondido por unos derechos laborales equiparables a los demás trabajadores. En realidad un becario es, sencillamente, alguien que disfruta una beca, y hasta aquí todo sería normal cuando se es todavía estudiante o se te premia por tus méritos con una beca durante un corto periodo, mientras esperas una financiación más adecuada. Lamentablemente en el mundo investigador se asumió durante muchos años que esta dedicación era algo vocacional y caprichoso que por tanto debía ser remunerado, en todo caso, en forma de beca, sin que a nadie se le cayesen los anillos, aunque dicho periodo becario se alargase durante décadas y el disfrutante peinase canas y tuviese cuatro hijos a su cargo. Pero bueno, los tiempos han cambiado y ya sólo se adjudican becas un tiempo limitado, pasando a cotizar enseguida y a ser considerado un trabajador más. Lo malo es que el estigma de "el becario" sigue existiendo, y si bien es la forma correcta de nombrar a alguien que disfruta (o sufre) una beca, opino que deberíamos referirnos a los trabajadores predoctorales o novatos de otra manera, y no en función de la naturaleza de su financiación. Pero esta es mi opinión y no hay por qué tomarla demasiado en serio. Y además, efectivamente los tiempos están cambiando, más que nunca, pero no para mejor, así que no cantemos victoria porque dentro de poco incluso los viejunos podemos acabar mendigando por una beca con tal de pagarnos las habichuelas. ¿Y a qué viene todo este alegato introductorio? A que hoy os voy a hablar, queridos lectores, de mi becario (sí, cuando se habla de los becarios también se autoadjudican a uno mismo, como un material de laboratorio más, en la tradición esclavista más tradicional).

Los seguidores fieles echarán en falta la presencia de un jovenzuelo redactor que asomó por aquí hace unos meses, publicando pocos pero importantes posts (alguno de los cuales, como este, se encuentran entre los más leídos) y prometiendo aportar savia nueva a este científico-lúdico lugar. Se trata de Pablunchu, a quien vimos por última vez como corresponsal especial en tierras turcas (por mi parte niego cualquier relación entre esta visita y posteriores acontecimientos en la zona, preguntadle a él). 
El chico dejó de frecuentar estos lares absorbido por un trabajo de fin de carrera (de carrera de las de estudiar, no de correr; biotecnología en concreto) que servidor le estaba dirigiendo. Fue justo en ese momento cuando el amiguete @carlespal nos tomó una foto por sorpresa, durante el precioso momento de corrección de una de las últimas versiones del trabajo, y nos obsequió con esta fantástica viñeta que viene que ni pintada para conmemorar lo bien que acabaría todo el periplo que comenzaba con dicho trabajo, como podéis leer más adelante:


Bien, pues tras muchas correcciones, collejas y reescrituras, el trabajo terminó, el chaval se sacó un 9'5 así como el que no quiere la cosa, y embelesado por las mieles del éxito y los misterios insondables de la enfermedad de Lafora, siguió empeñado en trabajar en nuestro grupo de investigación. Para ello obtuvo una beca de colaboración otorgada por el CIBERER (daos prisa en pinchar el enlace, porque al paso que van las cosas igual si os encantáis tampoco existe ya esta institución) y se convirtió, ahora sí, en El Becario. El siguiente paso, según está ahora mismo establecida la yinkana "carrera científica", era cursar un máster, también  bajo mi tutela. Resultado: otro 9'5. Por si os parece poco, todo este trabajazo queda reflejado en un artículo que nos acaban de aceptar en la revista PLoS One* y en el cual Pablunchu figura como primer autor. Lo cual tampoco está nada mal, especialmente dada la insultante juventud del chico. En este trabajo descubrimos una interesante característica bioquímica de laforina (una de las proteínas implicadas en la enfermedad de Lafora), que esperamos ayude a entender la forma en que las mutaciones en dicha proteína contribuyen al desarrollo de la enfermedad. Además, y no menos importante, el trabajo sirve para confirmar datos que ya vislumbramos en un trabajo anterior y que sirvieron para cambiar una idea preconcebida al respecto de estas características bioquímicas de laforina (cuando la ciencia se hace bien, se plantean hipótesis que sólo perduran en el tiempo si se confirman). Es un trabajo que personalmente me gusta mucho, porque además nació de unos resultados preliminares surgidos de la más pura observación casual; pero de todo esto, como digo, hablaremos en próximos posts.

Por mi parte, además de la ilusión de saber que este trabajo que hemos realizado sirve para algo más que superar las obligadas etapas académicas que preceden al auténtico carrerón científico, también ha supuesto un paso adelante: el jefe supremo de nuestro grupo ha tenido a bien cederme el último puesto en la firma de autores, como principal responsable del trabajo. Para los no familiarizados con estos temas, decir que los artículos científicos se firman en función del trabajo realizado por cada uno de los colaboradores, siendo el primero y el último los principales responsables (el primero sueles ser más el "machaca", y el último el jefe que supervisa todo, el cerebro en la sombra). A menudo, este orden de firma supone una fuente inagotable y a veces sorprendente de conflictos y prácticas de lo más feas, para qué vamos a engañarnos (se puede leer al respecto de algún ejemplo e interesantes reflexiones en este post), pero cuando todo funciona como debería, se puede saber aproximadamente qué grado de responsabilidad y participación ha tenido cada autor de un trabajo en función de la posición que ocupa al firmar. Como digo, no son pocas las veces que esto no se cumple, pero en el ejemplo de hoy podemos decir bien claro que Pablunchu se merece (y mucho) el primer puesto que ocupa, y quiero pensar que yo merezco el último, y debo agradecer que mi jefe actual sea de esas personas que saben reconocer y recompensar el trabajo duro y no necesitan ser el centro del mundo, cosa también tristemente muy poco común en el mundillo científico. Hay quien tiene que pelear por ello, y a mi me lo plantearon directamente; lo dicho, una suerte.


Bueno, hasta aquí ya va bien de autobomobo. Conste que en el germen de este post tan aparentemente innecesario encontramos dos razones de peso: primero, aprovechar para compartir la genial viñeta de Carlespal y celebrar el éxito del trabajo de Pablunchu; segundo, preparar el terreno para una nueva sección del blog en la que pienso hablar en primera persona de los detalles de nuestra investigación en biomedicina y las vicisitudes de nuestro día a día, por lo que los detalles de este trabajo que hemos mencionado por encima en este post se desvelarán y pondrán en contexto en un futuro; y tercero (sí, he metido una tercera razón sobre la marcha), participar en el Carnaval de Biología con el lema "Las meteduras de pata". Porque si os creéis que Pablunchu no ha hecho más que sacar nuevesymedios y publicar artículos en estos casi tres años que lleva colaborando intermitentemente con nosotros, sin meter la gamba sutilmente alguna que otra vez (entre sus greatest hits se cuentan el clásico "colocar los polos de la transferencia al revés" o uno de mis favoritos, el "gel de agarosa sin pocillos"), es que no tenéis ni idea de cómo funciona la ciencia. 



Pero lo que quiero reivindicar con este post es que esos becarios, esos estudiantes en prácticas, que primero tímidamente, luego de forma más osada, meten la pata una vez, aciertan otra, la meten de nuevo, ahora meten un brazo... súbitamente y de manera vertiginosa van adquiriendo las aptitudes que les convertirá en los científicos del mañana, en ese ejército de profesionales que sin un futuro en esta tierra se lanzarán a la conquista de más fértiles prados. Estos geniales alumnos a los que a lo mejor miramos con condescendencia y a los que damos lecciones con altivez, son los que más pronto que tarde pasarán de firmar los primeros a firmar los últimos, a enseñar a la siguiente generación, y está en nuestra mano intentar por todos los medios que semejante hornada de futuros maestros no se pierda allende los mares.


Y nosotros nos quedaremos solos en nuestros laboratorios. Al menos, siempre tendremos nuestros blogs para comentar cómo les va a nuestros antiguos alumnos.

*cuando el artículo esté disponible para el acceso online, añadiré el link para los curiosos.
ACTUALIZACIÓN (11 agosto 2013): el artículo está disponible ya en la página de PLoS One (os recuerdo que es revista tipo "Open Access", es decir que cualquiera puede descargar el artículo libremente) y en Pubmed.

Esta entrada participa en el XXIV Carnaval de Biología acogido por la amiga Ununcuadio en Pero eso es otra historia... y bajo el lema "Las meteduras de pata o curso express de biología para verano"


2 comentarios:

  1. No sé si por qué soy demasiado laxa... Pero a mí me parece que cuadra muy bien con la temática del carnaval: disquisiciones filosóficas acerca del nombre "becario", los pros y contras de meterte en la investigación (esas odiosas correciones que son siempre las últimas pero nunca lo son ;P), y un trabajo bien hecho. Aprovecho para felicitar a "el Becario", que parece que ha tenido más suerte que yo... Aunque para contar por qué quizá tenga que recurrir a la ciencia-ficción, jajaja. Gracias y enhorabuena a los dos!

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  2. Enhorabuena a el becario y al jefe "corresponding". Yo estoy negociando ahora mi primera "corresponding authorship", pero como es una colaboración, probablemente sea una co-corresponding (que a mí ya me vale).

    ¡Viva las meteduras de pata!

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