martes, 13 de junio de 2017

Fin de la Segunda parte: sin regreso.

Por alguna razón siempre cambio de tercio por esta época del año. En una ventana del calendario muy muy cercana a mi llegada a estas tierras. Efeméride que mi señora madre celebra como la antítesis de mi cumpleaños. Y para seguir la tradición aquí traigo unas notas chabacanas y algunas reflexiones absurdas sobre mi segundo postdoc. Un periodo de pelín más de 4 años, entre las paredes de uno de los institutos del todopoderoso Max Planck alemán.




Entre otras cosas este periodo ha afianzado la certeza de la imposibilidad de regresar a casa se haga lo que se haga, si no se es Dios. Y si se es, que he llegado a fiestear y cenar con alguno/a antes de su vuelta a la patria, las condiciones que te cuentan de primera mano son de risa de joker y de buscar alivio en el fondo de un barril de cerveza.  Sin embargo, esto que ya me temía desde el principio y descerrajó más de una pataleta (1, 2...), ya no produce malestar alguno. Lejos de ser un emigrado desdichado, estoy de puta madre aquí: me respetan, me pagan, me dejan hacer “pócimas” y “jugar” con chismes de un millón de euros. Es como si la furia y el acojone de pensar que te están tirando por la borda se convirtiera en alivio y descojone cuando descubres que en verdad te están salvando el culo, porque el capitán pirata que abordó el barco es tan capullo que está llevando a la maltrecha nave contra acantilados de caninas rocas negras. 

En estos cuatro años, he podido ver en todo su esplendor la llamarada en la que se convierte el tímido fulgor de la ciencia cotidiana cuando la inversión económica se eleva a la enésima potencia. Hay opiniones para todos los gustos pero a mi juicio las gentes que me he cruzado trabajando en estos cuatro años no despliegan por sí mismas más potencial intelectual (tampoco menos) que aquellas que me crucé durante los años de universidad, doctorado y primer postdoc. Que sí, que todo esto de atraer al talento y de buscar la genialidad y la excelencia está muy bien y muy de moda pero la final, lo que se ve por ahí es que personas normales, trabajadores, con la formación adecuada y la ambición justa forjan maravillas si se les dan las herramientas necesarias. Vamos, que un lanzallamas tira mucha llama, pero si a una cerilla encendida en vez de echarle agua le echas valiente barril de queroseno, la lía parda. 




En un sistema así, hasta mercenarios de mediana destreza con muy aislados momentos de brillantez como el menda son capaces de empujar la ciencia hacia adelante. En un sistema que invierte en ciencia, mercenarios y leales serán legión. Y al final el balance neto, como ha demostrado la historia, es determinantemente positivo para el país que los acoge. Ya sé que no es nada nuevo y que todo sistema también está lejos de ser perfecto. Pero si no lo digo otra vez reviento: si para ir de A a B necesitas un coche y te dan a elegir entre uno sin ventanillas y con un faro roto y otro sin motor… no me jodas.




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                                                USS Enterprise. Fuente: Memory Alpha - Wikia


En fin, considero que mi segundo postdoc ha sido científicamente enriquecedor, pero en un sentido muy concreto: en el sentido de haber entrado en estrecho contacto con la cúspide de la capacidad técnica de nuestros días en el ámbito en que me muevo, eg. microscopios chanantes nivel USS Enterprise. Ello ha derivado en la oportunidad de aprender a manejar esta tecnología de la mano de los mismísimos Montgomery Scott y Hikaru Sulu. Y esto amigos abre un universo de posibilidades: las oportunidades de entrar a formar parte de la flota estelar se multiplican y el mercenario del montón puede pasar a tener bandera sin quitarle ni la medalla ni la posición al guerrero destacado. Porque hay cosmos para todos los que sepan y quieran empuñar una pipeta. Todo lo cual, bien mirado, es únicamente resultado de la pastaza que se han dejado en comprar las naves y armar la flota. Sin Enterprise amigos míos, el capitán Kirk sería simple y llanamente un maleante de tres al cuarto montado en una moto.


                      Escena de un joven J.T. Kirk en Star Trek: el futuro comienza
Desde el punto de vista personal podría decir que este segundo periodo ha sido expansión del primero. Y muy probablemente similar al de cualquier persona que se haya pasado unos cuantos años de su vida buscándose la vida allende los mares. Ver épica en ello sería para darse muy fuerte con un palo. Sin embargo, el hecho de llegar a manejarte (que no controlar) en dos lenguas además de la materna (cuando en la materna el menda no es especialmente ducho) la verdad es que a veces anima bastante. Salir con pocos roces, casi ileso, de batallar en ambientes donde no puedes interpretar la mayoría de los signos te hace relativizar bastante la importancia de las cosas y encontrar el aplomo que tenías escondido en el fondo del desván. 

Además, también he llegado a conocer gentes que de haberme quedado en España muy seguramente no habría conocido. Muchos de ellos se han adicionado a aquellos a los que llamo amigos y que visito cuando vuelvo a casa y me han empujado a ser la mejor versión de mi mismo que siquiera pude imaginar hace una década (atención, dramatización). Modificando el refrán: dime con quien has andado y te diré quien eres. El acercamiento a una visión de la vida procedente de todos los continentes quita bastante el miedo y el vértigo al vasto mundo. Y demás, de cuando en cuando, te hacen descubrir pasiones que si bien ya se intuían aletargadas en tu interior, necesitaban un empujón para revelarse y meterte en mundos de los que definitivamente querías formar parte. 

Podría decir que tanto a mi como a la mayor parte de los españoles que he conocido aquí (en ciencia o fuera de ella) nos va bastante bien. Los ejemplos de lo contrario también he visto, pero son los menos y se ha debido más a jefes que no deberían serlo que a puteos por el mero hecho de estar en otro país. Lo único que da canguelo, y creo yo que es sentimiento generalizado, es pensar en la suerte que correrán aquellos a los que no han tirado por la borda. Por otro lado, también está la pena que da ver a tus allegados envejecer o crecer a saltos o desvanecerse en la lejanía. Pero parece ser que esta va a ser la vida que nos ha tocado vivir: la tercera oleada. Exiliados de nuevo a la fuerza de las circunstancias forzadas por aquellos que ordeñaron la gran vaca sin tiento ni miramiento.

Por suerte, al contrario de lo que les ocurrió a aquellos que nos precedieron en los 50 y 60, a la mayoría de nosotros se nos brindó una educación digna sin importar que fuésemos nietos de pastores e hijos de campesinos. Esa educación, esfuerzo de nuestros padres de una manera u otra, nos ha brindado una vida más que decente lejos de casa. Los principios fueron difíciles, que no duros, y la suerte tampoco ha sido esquiva. Pero sin duda aquellos que nos hemos tenido que construir una vida nueva lejos del hogar, parafraseando a Patrick Rothfuss, estamos más cerca de saber quiénes somos porque hemos caminado hasta que no hubo nadie que conociese nuestro nombre… ya te digo, ni lo conocían, ni lo podían pronunciar, ni yo explicárselo decentemente.




3 comentarios:

  1. Querido amigo, tu post me ha removido algo por dentro. No sabría definirlo bien: una mezcla de ilusión, de melancolía, de envidia... de justicia, también. Me ha parecido leer en tus palabras ideas o reflexiones que han cruzado por mi mente, pero que no he podido llegar a valorar puesto que me falta esa perspectiva de la distancia, de los años en el exilio y del auténtico contacto con esa ciencia de vanguardia que apenas he podido atisbar en la estancia corta, en los congresos, en mi reciente periplo por el MIT de Boston, Massaxufes. El que no haga falta ser un Einstein sino un apasionado y un trabajador responsable y esforzado para dar buen nombre al trabajo científico y contribuir a nuestro conocimiento dle mundo es algo que siempre he querido pensar, tal vez para consolarme pensando que si no he hecho grandes cosas no ha sido 100% culpa mía de mi falta de capacidades. En cualquier caso, como digo, la calma y paz de espíritu que destila tu escrito me reconforta y desplaza la pena de imaginar lo que te pueda suponer una vida alejado de la tierra que te vio nacer y de los que te vieron y ayudaron a crecer. Veo que has encontrado la paz, y me recuerda la misma sensación de amarga alegría contenida que siento cuando pienso en nuestro amigo el Copépodo que ha encontrado un lugar de respeto y prestigio laboral a costa de vivir lejos, muy lejos. Pero ambos estáis realizados, y mientras podamos leeros y sentir esa paz tan merecida, nuestra pena por teneros lejos disminuye considerablemente.
    En fin, no puedo sino felicitarte por tu fantástico viaje, por el éxito de formar parte de esa tripulación que viajará donde ningún humano ha viajado antes, por haber recibido el premio que merece tu esfuerzo y tu tesón. Y agradecerte que sigas contándolo y compartiéndolo. Ojalá dentro de unos años, si el capitán pirata finalmente se estrella y toma el relevo algún grumetillo con dos dedos de frente capaz de emocionarse con relatos como este, también aquí encuentren la paz y la justicia los que dedican sus esfuerzos a trabajar la pipeta y el microscopio.
    Un abrazo enorme, y mucha suerte a bordo del Enterprise.

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  2. gracias viejuno amiguete!...que la buena ventura sea mutua pués. Nada más que decir...a parte de que vigiles con las legumbres, que son muy de remover por dentro. XD

    un abrazote

    banchsinger

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  3. Entre el post y el comentario ... ¡¡¡ me estáis dando una envidia (en más de un sentido) !!!

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