domingo, 22 de mayo de 2011

Batablanca - Capítulo 10: Apoptosis now

EN EL CAPÍTULO ANTERIOR...  
Respondiendo al desafío lanzado por Batablanca, Jindetrés sale del núcleo y se produce un brutal enfrentamiento, que termina con los dos enemigos sobre una proteína Vault. Mientras Jindetrés se jacta de sus planes antes de atacar a Batablanca, éste consigue distraerle y asestarle un tremendo golpe que lo lanza al vacío. Entonces Malina llama la atención de Batablanca, pero cuando éste acude en su ayuda, ella lo ubicuitina por la espalda alegando que no puede luchar contra su naturaleza. Arrastrado sin remedio hacia el proteasoma, Batablanca siente que su hora ha llegado, mientras a su alrededor la célula da muestras de encontrarse en el comienzo de un proceso apoptótico (Capítulo 9: Jindetrés sale).


Es fácil hablar de valentía y audacia cuando uno no se ha encontrado nunca a punto de morir. Eso que dicen de “mirar a la muerte, cara a cara” no tiene nada que ver con la gallardía o la bravura. Tampoco pasa tu vida ante tus ojos como una película, ni te arrepientes del pasado ni piensas en lo que te perderás en el futuro. Si estás en una situación de la que puede que no salgas con vida, lo único que piensas hasta el último momento son dos cosas: primero, cómo narices podrías hacer para evitar el desastre que se avecina, y dos: cómo narices has podido ser tan tonto de acabar en esa situación. En mi caso, la primera opción estaba totalmente agotada: sólo me preocupaba lo segundo, y como es de esperar, no tenía una respuesta satisfactoria. En cualquier caso, ya no me quedaba mucho tiempo para preocuparme de eso; de eso, ni de nada más.




Choqué de golpe contra la parte superior del gigantesco complejo, mientras a mi alrededor las moléculas de ATP entraban y salían vertiginosamente,  provocando la apertura de la subunidad 19S. La cadena de ubicuitina conjugada con mis lisinas dorsales se engarzó con el anillo superior de proteínas proteasomales, provocando una torsión en mi estructura. Dolía. Dolía mucho.  Intenté retorcerme para acomodarme a la estructura cilíndrica, pero no había manera. Aquella gigantesca maquinaria no estaba preparada para acomodar proteínas totalmente plegadas. La torsión se hizo más y más fuerte, y sentí cómo mi bata se rasgaba. El sonido me dolió casi tanto como las lisinas que estaban a punto de saltarse de mi esqueleto carbonado. Fue como una especie de señal: el fin había llegado. La tapa del complejo se cerraba lenta pero inexorablemente, al mismo tiempo que mis subunidades se desestructuraban al borde de la irreversibilidad. Dejé de forcejear, y me preparé para la degradación.



Y entonces se detuvo. La sombra que se cernía sobre mí dejó de crecer, aunque la tensión seguía impidiéndome cualquier movimiento. Antes de que pudiera siquiera empezar a abrigar una mínima esperanza, pude ver cómo las moléculas de ATP eran despedidas en todas direcciones, sin tener tiempo de hidrolizarse: sin la energía necesaria, la tapa dejó de apretar y la tensión sobre mi maltrecha estructura se relajó. Un estruendo y un grito desgarrado sonaron al tiempo que la tapa era arrancada de cuajo del resto de subunidades: y allí,  golpeando moléculas de ATP con una mano y lanzando la tapa hacia las profundidades del citosol con la otra, se encontraba  Bam, no sólo vivito y coleando, sino más en forma que nunca. Dio una patada al último grupo de ATPs que se habían colado por entre los restos del anillo, y me sonrió.


- Deme la mano, jefe. Le sacaré de aquí.



Bien, es fácil imaginar que me quedé petrificado. Y no sólo porque aún estaba medio desnaturalizado. No pude hacer más que extender mi hélice carboxiterminal y dejarme llevar. Bam me arrancó cuidadosamente pero con firmeza del interior del proteasoma, dejando que lo que quedaba  de éste se deshiciera poco a poco, desensamblándose a falta de ATP y de sustratos con los que interaccionar. Me cogió en brazos y en un par de potentes saltos me llevó hasta una extensión del aparato de Golgi, donde me depositó con suavidad. En otras circunstancias me hubiese sentido un poco abochornado -humillado incluso - por ser tratado como una damisela en apuros. Pero vistas las circunstancias, ni siquiera se me pasó por la cabeza. Una vez allí, Bam se quedó a mi lado, sin interferir para que pudiera reorganizar mi estructura. Una vez arrancadas las dos ubicuitinas que aún me colgaban, el resto fue fácil. Al cabo de un rato, lo más dañado era mi pobre bata, y mi propio ego. Me senté un rato, y pude fijarme bien en Bam.


Desde allí abajo, la impresión fue aún mayor: Bam había cambiado. Su masa molecular parecía mayor, y de su espalda partían complejas ramificaciones. Daba una impresión de fortaleza que para nada recordaba a la última vez que le vi, intentando zafarse sin éxito de una pequeña vesícula. Al recordar el episodio, me di cuenta de lo que había sucedido.


- Aquella vesícula… no se dirigía a ningún autofagosoma, ni a la membrana plasmática: te llevó a procesamiento postraduccional… - balbuceé, dudando de mi propia deducción. 


Bam sonrió de nuevo.


- Nunca dejará de sorprenderme su rapidez de intelecto, jefe. Glicosilación: una puesta a punto, sin comerlo ni beberlo… claro que no hubiera pasado tanto miedo de saber que acabaría mejor equipado para luchar contra Jindetrés, pero bueno, lo importante es que ahora estamos juntos de nuevo. Puede dar gracias de que en mi camino de vuelta del retículo rugoso pude ver gran cantidad de proteínas arrastradas hacia los proteasomas. Cuál fue mi sorpresa al distinguir entre todas ellas su bata blanca… puede decirse que la bata le ha salvado la vida – dijo, con una sonrisa contenida. Así era Bam. En los momentos más terribles y peligrosos, era la mejor proteína con la que asociarse. Y siempre conservaba su buen humor.


Le devolví la sonrisa y me agarré al polipéptido que me extendió para ayudarme a ponerme en pie. Entonces le puse al día rápidamente. Escuchó con atención cada detalle de mi relato, y no cambió ni un ápice su expresión tras oír el loco discurso de Jindetrés, la corta pero intensa pelea sobre la Vault y finalmente, la traición de Malina. Pensé que con la última parte se sorprendería, pero al contrario: me miró con expresión apenada, mas no sorprendida. No hizo falta que hablara en voz alta, pues deduje lo que estaba pensando: él ya lo esperaba. No obstante, su discreción y respeto hacia mí eran demasiado grandes como para expresarlo con palabras.
 

Un temblor nos sacudió y por poco nos hizo caer del Golgi. Las cosas no iban bien para la célula. De hecho, podría decirse que todo había acabado para ella. Apenas se veían proteínas circulando, y en su lugar, cientos, miles de vesículas apoptóticas llenaban el citosol. Frente a nosotros, el gigantesco núcleo se mostraba ya no como una ordenada membrana salteada por poros aquí y allí, sino como una arrugada monstruosidad, llena de grietas y agujeros, los poros desestructurados y el contenido vertiéndose al exterior. Las caspasas surcaban cuanto abarcaba nuestra vista, proteolizando lo poco que quedaba todavía funcional. Esta última visión me hizo espabilar: ya había estado demasiado cerca de la proteólisis como para arriesgarme a ser atrapado por una de esas salvajes.
 

- Vamos – dije, simplemente. Bastó para que Bam se girase hacia mí y me alzase sobre su dorso. No me parecía muy decoroso, y él pareció notarlo.
 

- Lo siento jefe, pero se imaginará que la situación es demasiado peligrosa como para andar por separado. Confíe en mi, ahora soy más fuerte  – y sin darme tiempo a responder, saltó sujetándome con firmeza, engarzado entre los glúcidos que formaban ahora parte de su estructura. He de reconocer que me sorprendió lo rápido que podía viajar, saltando de orgánulo en orgánulo, y aparentemente sin sentirse fatigado por mi peso. Y no soy fácil de sorprender. Al cabo de un rato no demasiado largo, nuestro avance se detuvo bruscamente. Habíamos llegado al núcleo. Bueno, mejor dicho, a lo que quedaba de él.
 

Nos hallábamos en el borde de una grieta que alcanzaba hasta el extremo opuesto del núcleo.  A su través, el panorama no podía ser más terrorífico. Los componentes de los distintos compartimentos subcelulares se mezclaban sin ningún sentido, las membranas seccionadas por todos lados, los ribosomas desperdigados por doquier, sin RNA que procesar ni aminoácidos con los que construir nuevas proteínas. Ya no existía un tráfico regulado, y los complejos macromoleculares se deshacían para ser víctimas de las caspasas que degradaban todo a su paso. Pero lo más impresionante era sin duda el estado del ADN.
 

En mi larga carrera como investigador celular, había visto muchas, muchísimas cosas. Había entrado en tipos celulares de lo más particular, y había presenciado procesos de diferenciación que daban lugar a estructuras totalmente distintas de las originales. Pero en todos esos casos, el control celular era manifiesto. Esto era algo muy distinto. En lo que quedaba de aquél núcleo, el ADN formaba una masa informe, condensada sólo en algunos tramos. Las histonas se soltaban de sus lugares de anclaje en grupos numerosos, y flotaban alrededor, sin ser debidamente degradadas. Proteínas oxidadas agregaban y se precipitaban sobre tramos de ADN, quedando enmarañadas en los genes que ya de por sí eran inservibles; la célula jamás podría volver a recuperar el control de su expresión génica.
 

Era una imagen descorazonadora, sin ninguna duda. Pero lo más terrible fue ver, en el centro de aquel tornado de destrucción, una figura perfectamente activa, yendo de un lado a otro, empujando proteínas en todas direcciones, degradando secciones de ADN y reprimiendo a los factores de transcripción que aún intentaban llegar a sus regiones diana. De cuando en cuando, simplemente permanecía de pie sobre un trozo de membrana desestructurada, y como un director de orquesta dirigía a las caspasas hacia el exterior, al tiempo que profería órdenes y carcajadas. Sí, era algo que nunca había visto. Y sí, era Jindetrés, y estaba totalmente fuera de control.
 

- Por todos los  Genomas, Jefe… jamás pensé que vería algo parecido – Bam estaba francamente asombrado. No podía dejar que se sintiese vulnerable, necesitaba lo mejor de él. Le miré con una sonrisa de complicidad y le dije:
 

- Bam, viejo amigo… jamás has visto nada parecido, ni volverás a verlo. Porque vamos a acabar de una vez y para siempre con ese desgraciado. ¿Estás conmigo?
 

Bam me miró y sonrió. Hizo crujir su estructura, y todas sus recién adquiridas ramificaciones de carbohidratos refulgieron. Extendió los brazos hacia mí y los colocó de una manera muy particular. Leí sus intenciones.

- Estoy con usted, jefe. ¡Vamos allá!
 

De un salto, me acomodé entre sus aminoácidos mientras él adquiría una posición con la que generar una fuerte tensión. En cuanto estuve listo, le grité: “¡Ahora!” y  él se reorganizó, lanzándome con toda la fuerza de sus dominios carbohidratados, como un gigantesco tirachinas molecular. Con una velocidad asombrosa, salí disparado en la dirección de Jindetrés, una mano sujetando mi sombrero, la otra cerrada en un puño. Ni todo el ATP de la célula podría haber detenido mi avance. Jindetrés estaba cada vez más cerca, pero absorto en su orgía de degradación no se había percatado de nada. Fue entonces, y no antes, cuando me pregunté si el impacto sería tan grave para mí mismo como para él. Pero llegados a este punto, realmente poco importaba. No podía consentir que el triste destino de esta célula, ya condenada, fuese el mismo de tantas otras. Tanto si yo sobrevivía como si no. Mucha gente confundiría  este pensamiento con valentía o altruismo; nada más lejos. Simplemente, cuando uno está seguro de que no tiene nada que perder, es muy fácil parecer valiente.
 

Pero al parecer mi sacrificio no iba a ser tal. Justo cuando apenas nos separaban unas micras, Jindetrés se giró en mi dirección: nunca olvidaré el aspecto de su cara, una mezcla de sorpresa e indignación. Desgraciadamente, tuvo bastante tiempo de reacción como para apartarse;  aunque se tiró al suelo justo para evitar el choque frontal,  le arranqué de cuajo tres o cuatro aminoácidos envueltos en jirones de su oscura bata. Mi vertiginosa trayectoria se vio así frenada, y caí rebotando sobre los trozos de membrana nuclear desde donde el desgraciado había estado dirigiendo su funesta obra de destrucción. La dolorosa caída me hizo constatar que de haber tenido lugar un choque directo, no sólo hubiera acabado para siempre con mi enemigo, sino seguramente habría destrozado mi propia estructura en el intento. Me incorporé como pude y levanté en mi puño cerrado un jirón de aminoácidos desestructurados.
 

- ¿Ves esto? ¡Es sólo el principio de tu fin, maldito gusano! – grité, amenazante. Acentuada por el dolor causado por la caída, la rabia se adueñaba de mí.
 

Jindetrés se levantó con dificultad. Por primera vez desde que empezase esta historia de persecuciones y enfrentamientos desiguales, me sentía en ventaja. Pero no me gustó nada la expresión de su rostro. Estaba desencajado por el dolor, y seguramente más dolido por su orgullo. Era la segunda vez que lo derribaba, y en esta ocasión claramente le había dolido, física y emocionalmente.
 

- Maldito seas… siempre, siempre tienes que volver a aparecer cuando ya creía que había conseguido deshacerme de ti…  está claro que si uno quiere asegurarse de que algo se haga, debe hacerlo uno mismo…
 

Esta última frase me desconcertó. ¿A qué se refería? ¿Acaso no era él el que había salido del núcleo y se había lanzado a intentar machacarme? Mientras empezaba a hacerme una idea de lo que podía querer decir, una voz resonó a nuestro alrededor.
 

- ¡Basta ya!
 

Los dos nos volvimos hacia el punto desde donde venía la voz, y allí estaba ella. Una vez más, se encontraba presenciando nuestra batalla, lo bastante cerca como para hacer dudar de sus intenciones, de sus sentimientos, de sus lealtades. Aunque por una vez, parecía dispuesta a dejar claro lo que quería. Lentamente, con pequeños pero firmes pasos, avanzó hacia Jindetrés.
 

- Ya basta, Exbauno. Se acabó – dijo - No puedes seguir destruyendo todo aquello que se cruza en tu camino. No se supone que debas hacerlo, sólo porque puedas. Y yo no voy a ayudarte más.
 

No me avergüenza reconocerlo: no entendía nada de aquella escena. Entre los dolores por el batacazo, la tensión acumulada en los últimos trances y escapadas de último minuto, y los episodios de atracción y posterior repulsión hacia Malina, ya no sabía qué pensar. Mientras intentaba comprender lo que estaba sucediendo, ella siguió avanzando hasta pasar por mi lado sin siquiera prestarme la más mínima atención. Jindetrés seguía intentando incorporarse, pero le estaba costando mucho. El impacto le había dejado más magullado de lo que parecía en un principio. Pero eso no le impidió ponerse a gritar, una vez más:
 

- Maldita seas, Malina… siempre que parece que por fin estás domesticada, vuelves a intentar rebelarte en contra mía… ¡cuándo aprenderás! Si no estás conmigo, no estarás con nadie. Por más que intentes volver con aquel estúpido, volverás a hacerle daño, una y otra vez; es tu naturaleza, ¡asúmelo!
 

Si ella misma hubiera esgrimido esas palabras en su defensa, nunca la hubiera podido creer; pero escuchar a Jindetrés, exaltado, describir la situación de esa manera… bueno, aquello era distinto. Así que aquel estúpido – según deduje, se trataba de mí – se sentía menos rencoroso, pero bastante más desconcertado. Mientras ordenaba toda esa nueva información y analizaba la situación, llegué a una temprana conclusión: lo mismo que hacía que Malina me hiciese daño una y otra vez, ¿también la haría volver una y otra vez al lado de Jindetrés? ¿acaso terminaría alguna vez esta historia? Por alguna extraña razón, en lo más profundo de mis regiones hidrofóbicas sentía que esta vez se trataba del capítulo final.
 Jindetrés seguía gritando, cada vez más alterado:
 

- Harás todo aquello para lo que estás diseñada. Debes trabajar para mí, no puedes negarte. Tu destino es destruir, degradar, y degradarás todo aquello que tenga las señales adecuadas, todo aquello y nada más. Y yo seguiré siendo inmune, y seguirás obedeciéndome o te destruiré como he destruido esta célula, y destruiré cuantas me venga en gana si es lo necesario para acabar con los estúpidos como Batablanca, que se interponen en mi camino.
 

Ella se detuvo. Sus cadenas laterales ondeaban con violencia, mecidas por el ajetreo de todo el citoplasma en el caótico núcleo. Firme y amenazadora, decidida, impasible. Estaba preciosa.
Finalmente, habló.
 

- No, no tengo ningún destino. Si tú pudiste dejar de actuar como un simple enzima de restricción, yo también puedo decidir qué hacer con mis habilidades. Nadie me va a obligar de nuevo a hacer nada que no desee.
 

Fue tan rápido que apenas me di cuenta. Pero cuando me fijé de nuevo en Jindetrés, su expresión se había transformado, perdido todo rastro de indignación y soberbia. En su pecho, una molécula de ubicuitina despuntaba entre el resto de aminoácidos. Pude leer su rostro: había más sorpresa que dolor.
 

- Pero… ¿qué crees que estás haciendo? – dijo, mientras intentaba arrancarse la ubicuitina.
 

Pero sus intentos fueron vanos. Con otra serie de rápidos movimientos, Malina se adueñó de cuantas ubicuitina conjugasas pululaban por las cercanías y las utilizó para descargar sobre Jindetrés todas las ubicuitinas que pudo. Entonces me di cuenta de algo asombroso… entre todas las moléculas que estaba manejando, no sólo había ubicuitinas; también moléculas de SUMO y otras UBLs. Era algo increíble. Realmente iba contra la naturaleza de cualquier ubicuitina ligasa de la clase de Malina. Y con cada ubicuitinación, con cada nuevo marcaje, Jindetrés se tambaleaba al intentar apartarse, trastabillaba y volvía a caer. En un pequeño intervalo entre impactos, consiguió alzarse a duras penas, intentando no ser arrastrado por las decenas de proteínas señalizadoras que cubrían ahora toda su estructura.
 

- No puedes hacerme esto… si crees que así vas a destruirme… ¡no puedes! Ya renací una vez, resurgí como una proteína multifunción, con una misión, con tanto, tanto poder… ¡volveré a renacer! ¡Yo soy el degradador de ADN! ¡El señor del proteasoma! Desde el núcleo he controlado la expresión génica, la comunicación intercelular y el tráfico de membranas… ¡¡ soy el factor de transcripción definitivo!!
Malina avanzó aún más hacia al exasperado jindetrés. Acercó una mano a su rostro, mientras él la miraba, silenciado ante el gesto. Habló suave, dulcemente:
 

- Quise quererte, Exbauno, Jindetrés, quienquiera que seas. De verdad que lo intenté. Pero destruiste todo mi cariño con tu avaricia y tu maldad – alzó su otro brazo, y su extremo carboxiterminal secuestró una caspasa cercana, recién sintetizada  - Pero ya no puedo más. Y ahora, debes irte para siempre. Adiós.
 

No describiré en detalle el efecto que tuvo lanzar la caspasa sobre el ya maltrecho Jindetrés. Sencillamente, y por mucho que detestase a mi enemigo, no fue agradable. Parcialmente proteolizado, modificado postraduccionalmente hasta la náusea, se desplomó por el borde de la membrana y cayó con un grito desgarrado. Malina se quedó allí, al borde del abismo, observando cómo los restos de Jindetrés se hundían en la maraña de cromatina semidescondensada, hasta desaparecer por completo en un ovillo informe de histonas y ácido nucleico. 



 

Por fin se giró hacia mí. Parecía dudar entre acudir a mi lado o volver a desaparecer, cuando de repente, un zarcillo de ADN dio un latigazo y se enredó en su cintura, haciéndola perder el equilibrio.
 

- ¡NO! – grité, mientras me levantaba para salir corriendo en su dirección. Me lancé hacia el borde del precipicio justo a tiempo de agarrarla, tumbado en el suelo y sujetándome a duras penas. Ella chilló. No conseguía desenredarse del ácido nucleico.
 


- ¡Suéltame, Batablanca! - gritaba – suéltame, deja que todo termine, no merezco ser salvada… soy una asesina, y sólo te he causado dolor: ¡a qué esperas para soltarme!

- Calla – le dije, bruscamente. No era momento para dramatismos, sino para actuar rápido. Y como ya he demostrado anteriormente, los momentos de tensión son mi especialidad. Con un rápido vistazo, me percaté de que apenas unos fosfolípidos más abajo un fragmento de la estructura de Jindetrés seguía allí, atorado: una secuencia de aminoácidos perteneciente a su dominio con actividad nucleasa. Con otro vistazo, localicé una secuencia de nucleótidos adecuada en el zarcillo que rodeaba a Malina, y con unas rápidas interacciones conseguí realizar un par de cortes. La doble hebra se abrió y cayó, sin tensión alguna. Levanté a Malina hasta el borde, y se lanzó a mis brazos, temblando.
 

Miré alrededor. El núcleo era historia. Qué demonios, la célula entera era historia. Ya ni siquiera era una célula, sino un conjunto de vesículas apoptóticas que se separaban y se perdían en el vacío intercelular, vertiendo todo el contenido que no englobaban. No había manera de escapar… hasta que me acordé de que no estábamos solos. Grité llamando a Bam, y no tardé en obtener respuesta.
 

- ¡Aquí, jefe!
 

La voz venía de arriba: Bam había permanecido en la grieta inicial, y se encontraba aferrado a un único microtúbulo. Todos los demás a su alrededor estaban siendo proteolizados por las caspasas, y los pocos filamentos de actina que restaban íntegros iban cayendo, fragmentados por la tensión. Bam había estado manteniendo la integridad de aquel microtúbulo, apartando las caspasas con certeros golpes de sus recién adquiridas ramificaciones carbohidratadas. Pero no aguantaría mucho tiempo.

Cogí a Malina de la mano y comenzamos a ascender, saltando de rugosidad en rugosidad. Bam nos ayudó a encaramarnos al microtúbulo, y comenzamos a correr sobre él. Detrás de nosotros, las subunidades se iban deshaciendo casi tan rápido como avanzábamos. Pero no nos detuvimos para mirar atrás. Nunca había estado en una célula en apoptosis, pero tampoco necesitaba disponer de esa imagen: sabía que sólo llegando a la membrana externa podíamos tener alguna posibilidad de salir al medio de una pieza. Una vez allí, podríamos entrar en otra célula o escapar mediante un pipeteo. 


Retículo, Golgi, mitocondrias… poco a poco fuimos dejando atrás los restos de lo que fueron los componentes vitales de aquella célula, y a punto de agotar nuestras últimas energías, vislumbramos una apertura hacia el exterior. Con un último salto la atravesamos, y flotamos en un medio rico, rosáceo, en el que flotaban algunos restos de membrana y orgánulos, pero donde ya no había vesículas a punto de englobarnos, peligro de entornos demasiado ácidos, ni caspasas con intención de degradarnos.
 

Estábamos a salvo, y todo había terminado.


****

Nunca llegué a reunir realmente todas las piezas de aquél rompecabezas. La única información de primera mano de que dispuse fue la deducida a partir de los monólogos megalómanos de Jindetrés (lo cual tampoco era muy fiable); tampoco averigüé realmente cómo pudo volver de su primer fatal destino, ni entendí del todo cuál era – o creía él que era – su importante misión. La versión oficial siempre fue que la semi-degradación sufrida por Exbauno le había dejado tocado, y el resto eran únicamente delirios, ambición de poder y ansia de destrucción. Mis superiores no quisieron darme más explicaciones, contentos como estaban de que hubiese cumplido a la perfección mi misión. No parecía importarles la cantidad de irregularidades que tuve que cometer para llegar hasta Jindetrés, ni la de proteínas que fueron degradadas en el proceso; ni mucho menos la destrucción de toda una célula, como colofón. Si a ellos no les importaba, poco podía hacer yo por intentar obtener respuestas. Así que recibí mis honorarios, y pude disfrutar de cierta tranquilidad durante un tiempo.
 

Hasta aquella mañana en que, sentado en mi oficina, me dio por recordar toda la aventura desde el principio. Me di cuenta entonces de que no era algo que pudiese olvidar con facilidad. De hecho, tenía la impresión de que no debía olvidarlo. Así que casi sin darme cuenta, me encontré escribiendo esta historia, con pelos y señales, desde el principio hasta el final. Justo cuando estaba relatando nuestra escapada de la célula en el último instante, alguien llamó a la puerta y sin esperar respuesta, entró.
 

- Sé que has estado evitándome – dijo- pero he decidido que no me importa. Necesito que escuches algo.

Levanté la vista de mi escrito para encontrarme con ella, una vez más. Allí estaba, preciosa como siempre la recordaba, mucho más de lo que se pueda imaginar al leer mis torpes descripciones.  Maldita sea, sólo con volver a tenerla enfrente mismo ya me tenía ganado. Interpretó mi silencio como una invitación a seguir hablando.


- Batablanca, he estado pensando mucho en… bueno, en todo lo ocurrido allí, en mitad de la apoptosis. Y he llegado a la conclusión de que me he demostrado a mí misma, y espero que a ti también, que soy dueña de mis actos, y que mis lealtades sólo las decido yo. Así que, después de lo que ha pasado entre nosotros,  entenderé que me rechaces, pero… 


No la dejé terminar. Evidentemente, yo también había pensado mucho. Y también había recapacitado acerca de las mismas cuestiones. Jindetrés había renacido con un nuevo destino, que tenía muy claro, pues él mismo lo había creado. Ella había conseguido zafarse de su destino, pues no le gustaba lo que la obligaba a hacer. Bam cumplía una y otra vez con su misión, era el compañero fiel que jamás defraudaba a su jefe, me había salvado en incontables ocasiones. Pero… ¿y qué pasaba conmigo?¿ Acaso mi destino estaba claro? ¿Tenía yo una función única, ineludible? Realizaba todas aquellas misiones por voluntad propia, o mis superiores se aprovechaban de alguna cualidad de la que yo no era consciente, alguna función que no podría eludir aunque quisiese? 


Nunca me había planteado esas cuestiones… pero había llegado el momento de hacerlo. Y no se me ocurría un modo mejor de hacerlo, que a su lado. Así que antes de que terminase de hablar, la atraje hacia mí. Nuestros radicales chisporrotearon con el contacto. Alcé el ala de mi sombrero, y le dediqué mi mejor y más seductora sonrisa.


- Nena, no te voy a rechazar – le dije - No sé qué va a pasar con nosotros. Sólo sé que te voy a besar, y que espero no acabar degradado en el intento.


La estreché más fuerte que nunca, y la besé.



10 comentarios:

  1. Sublime, magnífico, brutal, Jefe!, Como diría Bam.
    Si Humphrey Bogart estuviese vivo... el sería Batablanca, y Ingrid Bergman sería Malina... y este se convertiría en un clásico del cine... la versión celular de "Casablanca", "Batablanca, investigador Celular"...

    que grande!

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  2. ¡Por todos los aminoácidos!
    Tanto tiempo esperando el desenlace, tantas expectativas puestas en él, tanta intriga entorno al destino de Batablanca y compañía y, el capítulo final, después de todo...ha superado las expectativas, increíble.

    Reconozco que me he metido tanto en el relato que he sufrido leyendo este último capítulo...la pelea con Jindetrés, la reconversión de Malina, ese ambiente apoptótico-apocalíptico de caos y destrucción por todas partes...
    Pero sobre todo me he emocionado con el regreso de Bam al rescate de su viejo amigo...vibrante escena y, al mismo tiempo, entrañable momento, sí señor.

    Enhorabuena Dr. Litos, y gracias por transcribir tus inquietudes narrativas, traducirlas a estos términos entre la novela negra, de aventuras, e incluso humorística y, en definitiva, expresarte de esta forma tan tuya.

    ¡Arriba Batablanca!

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  3. Enhorabuena, Dr. Litos.

    Sé que te sonrojas con los elogios. Seré moderado.

    Sensacional relato, en su conjunto, y grandísimo final el de esta última entrega. Como te he dicho en Twitter, eres el rey del 'folletín científico'. Sí, porque no se me ocurre mejor término para encasillar a Batablanca. El folletín es un género muy difícil de por sí, amigo, pero mezclarlo con biología celular y molecular... eso es muy, muy original y yo lo llamaría arte.

    Una pega, por decir algo. Batablanca se disfruta más -de hecho hay momentos que no se entenderían- si el lector tiene conocimientos medios, quizá altos, de bioquímica. Pero bueno, de eso se trata. ¡Me han entradodo ganas de sacar el Rawn y el Lenhinger de mi estantería, y ponerme a estudiar! ¡Y solo leyendo un post!, ¡y sin tomar ningún alcaloide! Tienes mucho mérito :-)

    Recibe un calurosísimo aplauso final. ¡Artista!

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  4. Al he conseguido llegar puntual a la clausura de la historia, diría que tiene mérito por mi parte, pero es que una vez que empiezas no puedes dejarlo a medias, y más conforme se va acercando este trepidante final, de película (yo me había imaginado una escena más tipo se besan mientras se tapan con el sombrero, pero esta también me sirve). Como ya te he dicho, me gusta que hayan quedado hilos sueltos, eso le da más vidilla al asunto, que corran ríos de tinta en internet, debatiendo cual era la misión de Jindetrés, realmente era tan malo, simplemente estaba loco, o se vió manipulado por Malina? Y Laforina, nadie va a hablar de ella? Tiene alguna implicación o es que últimamente estudio demasiado.
    Con ganas de una con una secuela, una precuela, una protosecuela, o algo completamente distinto; pero esta pluma literaria no debe quedar inactiva
    Enhorabuena por mantener y despertar el gusto por la ciencia y la literatura

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  5. ¡Bravo doctor! Por fin, la esperada conclusión de la saga, que no ha decepcionado. Todo un derroche de símiles bioquímicos y como siempre, fiel al género. El bueno y fiel Bam salvando la situación, recién glicosilado, me ha gustado mucho, y también el final, aunque lo que se ha salido ha sido la descripción de la célula en apoptosis (genial título, por cierto). Casi podía sentirme allí dentro, con todo viniéndose abajo, y buenísima la escena de la huída por el microtúbulo, con los dímeros de tubulina disgregándose a sus espaldas...
    Enhorabuena al autor por el trabajo, ¡te lo has currado tío!

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  6. ¡Gracias a todos por vuestro entusiasmo!

    Voy a romper la tradición para hacer un comentario-respuesta generalizado. Que sepáis que todos y cada uno de los que habéis dejado unas líneas me transmitís gran emoción y entusiasmo, tanto por demostrar que mis esfuerzos valen la pena, como por constatar que he cumplido mis objetivos (crear emoción, intriga, dolor de barriga; conseguir que emocione pese a no dominar los conceptos biológicos, homenajear a los clásicos del cine y del serial por entregas...).

    Ya adelanté que la próxima saga será algo distinto; espero no haber dejado el listón demasiado alto... antes de presentarla en sociedad (debo madurar todavía algunos conceptos), publicaré otras historietas que tengo pendientes, pululando por mi pixelada cabecita.

    Lo malo de estos agasajos es que igual me flipo demasiado y los siguientes textos no son tan bien recibidos, pero narices, hay que experimentar (está en mi naturaleza, al parecer).

    También tengo en mente recopilar la historia en formato libro para facilitar la lectura a los que me confiesan no soportar las interminables parrafadas monitóricas; dado el buen recibimiento de vosotros, lectores, he pensado completar el texto con una especie de introducción, glosario o similar; porque en algún momento del camino incierto batablánquico se perdió la idea de aprovechar el delirio de imaginería para enseñar ideas y conceptos de biología molecular; tal vez un texto complementado con explicaciones sería una buena idea... no sé, supongo que si tuviese más tiempo libre lo haría. Ya veremos en qué quedan esas buenas intenciones.

    Gracias de nuevo, de verdad que el colofón a lo divertido que es escribir y dibujar esta demencia es comprobar que hay alguien más que disfruta con ello.

    Jo, me repito más que el ajo...

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  7. Me parece que el trabajo le venía grande, jajaja. Batablanca es Patanegra. Deberías recopilar todos los capitulos y publicarlo. Siempre me gustó el cine negro. Enhorabuena.

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  8. Enhorabuena Litos Chandler!!!! Me encanta el título by the way. Se ha iniciado un nuevo género el "pulp science"...Tus seguidores, al menos la que suscribe esperamos, que nos sigas deleitando con más, más , más....

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  9. OMG! ayer te descubrí, CR, y no he podido evitar leer esto de dos tirones entre ayer y hoy (y es todo un mérito, porque odio estar hoooras de cara al monitor). Me ha encantado, me ha "educado" (bueno, más bien me ha recordado algunos conceptos de la carrera y enseñado algunos nuevos) y me ha generado una duda... ¿qué tipo de proteína es Batablanca? ¿Enzima? ¿Factor de transcripción? ¿Algún producto anticancerígeno (protooncogen, etc.)? ¿Reguladora?

    Sencillamente, genial ;)

    No sabrás quién soy, de hecho sé quién eres sólo de oídas, pero si vuelvo a pasarme por esos laboratorios (que creo que lo haré), te tengo que felicitar en persona :D

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    1. Madre mía, esto de los anónimos da una rabia... ¡qué intriga, quién serás, quién serás!

      Respecto a la identidad de Batablanca, me alegra que te lo cuestiones pues es una de las bazas que siempre me he guardado y poca gente se cuestiona... me gusta la idea de que sea una proteína ambigua y multi-potente... tal vez algún día se desvele su origen, tengo alguna idea al respecto.

      Gracias por seguirnos, y recuerda que hay más historias de Batablanca además de otras versiones alternativas! ;)

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Como dijo Ortega y Gasset, "Ciencia es aquello sobre lo cual cabe siempre discusión"...

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