Este 2013 se cumplen 100 años de la muerte de Alfred Rusell Wallace, naturalista británico cuyo trabajo fue de una gran relevancia para el mundo de la biología en particular y de la Ciencia en general. Es muy probable que muchos lectores no hayan oído hablar nunca de él; y para los que sí han oído, su nombre anda siempre invariablemente asociado al de otro gran naturalista, este sí, presumiblemente más conocido para el lector (especialmente si es lector asiduo de esta bitácora): nada menos que nuestro entrañanble amigo Charles Robert Darwin. Pero, ¿quién era Wallace, y por qué se asocia su nombre al de nuestro evolucionado amigo? Tal vez el siguiente video, obra de nuestro amigo Oscar H. R. y estrenado en su blog Leet Mi Explain a modo de inauguración de un "Año wallace" no oficial, sea una buena introducción:
Como veis, el video constituye toda una respuesta a nuestro Celebrities de Darwin, además de un merecido homenaje a este investigador algo
descuidado por la historia. Pero dejemos el humor a un lado, y hablemos
un poco de qué hubo realmente entre Wallace y Darwin.
Aviso para despistados: ni el dueño de Gromit ni el revolucionario encarnado por el tito Mel son los protagonistas de este artículo.
En realidad lo único que debemos puntualizar para los no iniciados es que tanto Wallace como Darwin llegaron de manera totalmente independiente, en distintos momentos de sus vidas como naturalistas, a ciertas conclusiones en torno a las diferencias entre especies y la relación de éstas con sus hábitats y la capacidad de lucha por los recursos. Dichas conclusiones implicaban relaciones de parentesco y cambios a lo largo de las generaciones, en función de la necesidad de adaptarse al medio. Por lo tanto, iban en contra de la entonces establecida corriente de pensamiento que hablaba de inmutabilidad de todas las especies, conformando así el núcleo de lo que conocemos hoy día como teoría de la evolución. Pero no sólo ambos autores llegaron a unas mismas conclusiones: el primer trabajo de la historia donde se describe la lucha de las especies por los recursos y la influencia de esta lucha en la diversidad de los organismos se presentó el mismo día de 1858 conjuntamente por ambos autores en la Royal Society de Londres. Sin embargo, el nombre que ha pasado a la historia es el de Charles Darwin, y por él se acuñan términos como darwinismo, y él es quien sale en las botellas de anís del mono. ¿Se ha perdido en el olvido el nombre de Wallace, sólo recordado por los frikis de la biología o los blogueros con ínfulas de realizadores audiovisuales?
Hasta la imagen de Wallace recuerda a la del barbudo Darwin; hay que reconocer que en aquella época no se estrujaban la cabeza en la originalidad en los atuendos.
Pues en realidad no: el nombre de Wallace aparece en cualquier texto que se precie sobre la teoría de la evolución, y es muy difícil (que no imposible) leer sobre Darwin y el origen de la teoría de la selección natural sin nombrar a Wallace. Pero existe en los seres humanos una tendencia a la individualidad que provoca una necesidad de acuñar los más grandes descubrimientos y hazañas a un único individuo, a hacer recaer toda la responsabilidad de las mejores y peores obras de la Humanidad sobre dos únicos hombros. En la historia de la ciencia hay muchos casos en los que se menosprecia la labor de algún co-descubridor, o se aparta deliberadamente a un nombre en favor de otro. ¿Es esta la razón de que no haya trascendido el nombre de wallace? ¿Se trata de un injusto olvido como tantos otros, hay alguna razón interesada y partidista detrás de este anonimato?
Según cuál sea la fuente consultada, puede llegarse a esa impresión, sin duda alguna. Sin ir más lejos, coincidiendo con este 100 aniversario de la muerte de A. R. Wallace se publican artículos como el recientemente publicado aquí. En él se presenta el caso Wallace-Darwin como un auténtico robo en toda regla, hablando de coautorías impuestas y comportamientos poco éticos. En mi humilde opinión, este artículo peca de sensacionalista y poco riguroso, porque como digo hay una extensa documentación tanto del trabajo de Darwin como del de Wallace que demuestra una situación muy distinta. Directamente el titular ya induce a engaño, pues la labor de Wallace y la supuesta rivalidad se lleva estudiando desde hace décadas y como digo, hoy día apenas se habla de uno sin nombrar al otro.
No vamos a entrar en detalle, pues una simple lectura del artículo de la wikipedia dedicado a Wallace da una idea bastante acertada de la importancia de su trabajo y cómo se relacionó con el de Darwin. También es fácil entender y contextualizar esta historia de la supuesta competencia leyendo cualquier texto dedicado a la obra de Darwin (recomiendo para lectores no iniciados un sencillo librito titulado Darwin: la historia de un hombre extraordinario, de Tim M. Berra y sobre el cual escribí una reseña para la revista Métode que próximamente se podrá leer por aquí; también podréis leer unas pinceladas de este tema en un próximo número de Journal of Feelsynapsis, o más que recomendable, consultar las autobiografías de sendos autores).
Al igual que le sucedió a Darwin, las ideas de Wallace se gestaron tras realizar viajes alrededor del mundo; la observación de nichos ecológicos aislados y las diferencias entre las especies que los habitaban fueron cruciales durante las expediciones de Wallace al archipiélago malayo.
Una buena forma de conocer las grandes hazañas de este intrépido naturalista es visitar esta sección de la web del National History Museum.
Toda esta literatura, así como la labor concienzuda de historiadores y biógrafos durante casi doscientos años, dejan poco espacio para la duda acerca del papel de estos hombres, extraordinarios cada uno en su medida, en el desarrollo de la biología moderna. Es incontestable la labor y el mérito de Darwin, quien dedicó toda su vida al desarrollo de su extensa obra acerca de la evolución de las especies así como de la biología en multitud de áreas. Reducir todos esos méritos, así como el desarrollo y la elaboración de una obra de años de extensión, a un "robo" de una idea o a haber sido "el primero" en presentarla en sociedad, es obviamente un absurdo.
Pero hoy estamos hablando de Wallace, y de cómo su papel fue clave para conformar la historia que hoy conocemos. Además, la figura de Wallace nos va a ayudar a desmontar de un plumazo algunos mitos y tópicos acerca de los científicos que están más que establecidos (y a los que contribuimos nosotros mismos, reconózcolo, con nuestros desmedidos homenajes que terminan rozando la pura idolatría). Darwin era un hombre brillante en muchos aspectos, pero como ser humano atesoraba otros tantos defectos. Entre ellos, una inseguridad y falta de atrevimiento en cuanto a el modo y manera de presentar las conclusiones que extraía de sus trabajos. Nunca se tuvo por especialmetne dotado, y suplía su reconocida falta de agudez de pensamiento con una meticulosa recolección y análisis de datos; con el tiempo fue desarrollando la habilidad de meditar sus deducciones hasta la náusea. Debido a esto, para cuando el amigo Charles llevaba ya casi 20 años dándole vueltas al tema de los cambios entre generaciones de especies, la adaptación al medio y los fenómenos de especiación, apenas había publicado un par de esbozos en cartas enviadas a sus colegas de mayor confianza, y seguía recopilando datos sin cesar preparando un manuscrito de dimensiones ciclópeas. Fue gracias al espoleo que supuso la comunicación de Wallace, donde en un conciso trabajo resumía a la perfección las mismas ideas que Darwin tanto había desarrollado, se decidió a hacer públicas sus conclusiones cuanto antes. Pero aunque no podemos negar que su ego se viese ciertamente afectado, lo justo es decir que la seguridad que le infundió a Darwin descubrir que una persona en la otra punta del mundo había llegado a sus mismas conclusiones fue más que beneficiosa. Un mismo tema tratado desde distintos enfoques por dos mentes distintas, gana muchísimo, y es la mejor forma en que puede avanzar la ciencia. Lo que se suele recriminar es que Darwin y sus amigotes decidiesen, sin recibir autorización previa de Wallace, presentar conjuntamente sus trabajos en la Royal Society, avalando el ya entonces consolidado como naturalista Charles Darwin a un desconocido Wallace. Hay que entender el contexto histórico del que hablamos, no es lo mismo la manera de publicar trabajos científicos hoy día que como se hacía entonces, y verse apadrinado por un científico de consolidada trayectoria era todo un empujón para la carrera de cualquiera, incluso requisito imprescindible en muchas ocasiones. De todos modos ya dije que no entraríamos en demasiado detalle acerca de este momento histórico, así que además de recomendar las lecturas mencionadas me gustaría citar a los lectores en los comentarios para cualquier puntualización o debate en torno al tema.
Esta es la carta de presentación de ambos trabajos. Curiosamente la imagen la he sacado de un blog donde también piensan que Darwin y sus amiguetes no actuaron demasiado buenrrolleramente, sugiriendo que tras haber leído el manuscrito de Wallace deberían haber recomendado su presentación en solitario. Como digo, podemos discutir todo esto en los comentarios.
Porque lo que me gustaría reivindicar con este ejemplo, es el concepto de la ciencia como esfuerzo colectivo: una misma realidad puede ser vista de distintas formas, y a menudo por muy infalible que sean los datos y las estadísticas, las personas que los manejamos caemos en errores e imperfecciones que pueden alejarnos de lo que está sucediendo realmente. Una muy fea costumbre, más que arraigada, es potenciar la competitividad entre los científicos mediante un excesivo secretismo, una carrera por presentar los resultados, por ser el primero. Esta misma tendencia es la que hace que sólo nos acordemos de los primeros, en un círculo vicioso en el que todos quieren ser ese único nombre, y la historia a su vez recompensará la ambición y el esfuerzo por llegar los primeros a cualquier precio. ¿Es esa la ciencia que queremos? ¿Una ciencia hecha por individuos que pese a trabajar SIEMPRE sobre el esfuerzo de otros y necesitar imperiosamente contrastar sus datos, se afanan en llegar ellos solos a la cima?
En cambio, si en vez de la competencia despiadada se potencia la colaboración se pueden conseguir muchísimos más avances. Personalmente, puedo decir que mi experiencia como científico ha sido siempre satisfactoria tras haber compartido resultados preliminares con colegas de profesión. Algo parecido debieron sentir Darwin y Wallace, si realmente su personalidad era tal como ha trascendido. Puede que algo de rabia y frustración tras tantos años de trabajar en una idea, por parte de Darwin, le moviese a restarle improtancia al trabajo de Wallace; lo cual no quita que se preocupase de que el nombre de éste apareciese jutno al suyo y dejase bien claro que ambos habían llegado a desarrollar una misma teoría de manera independiente. Está claro que por el distinto momento en que se hallaban sus vidas y sus carreras, era el momento de Darwin, y creo que la única forma en que hoy día hablásemos de wallacismo hubiese sido que este último hubiese nacido unos cuantos años antes que Charles y se hubiesen intercambiado los roles de naturalista prestigioso y desconocido con una portentosa anticipación. Quién sabe.
Lo que sí es evidente, es lo difícil que es entender qué sintieron realmente estos hombres y cómo llegaron a elaborar teorías tan complejas como la de la evolución, sin echar mano de la historia. El contexto es crucial: no era lo mismo publicar resultados científicos en el siglo XIX que hacerlo hoy. Tampoco el efecto de la propia teoría de la evolución, que hizo estremecerse los cimientos de una sociedad victoriana conservadora y temerosa de Dios, hubiese sido el mismo en otro momento. Fue uno de los casos en los que más rotundamente la ciencia se entremezcló con la sociedad haciendo recapacitar acerca del lugar de los seres humanos en nuestro planeta. En estos casos la ciencia deja de ser una herramienta del conocimiento para proporcionar datos objetivos acerca de custiones claves para el devenir de la historia, y años después nos sería imposible entender dicha historia sin conocer los descubrimientos científicos que la moldearon. Es innegable por tanto que la ciencia es cultura, que ni la historia ni la ciencia pueden entenderse la una sin la otra; para entender y conocer todos los detalles de la selección natural, necesitamos tanto a Darwin como a Wallace: para saber quién fue el primero o si fueron grandes amigos, necesitamos a su vez a la historia; sin la geografía y el conocimiento de las sociedades científicas, órdenes religiosas ni las costumbres de la vida cotidiana, es imposible entender la repercusión de las ideas evolucionistas. La historia de los descubrimientos no sólo ayuda a comprenderlos mejor (es una buena manera de enseñar conceptos científicos, seguir los pasos de aquellos que los descubrieron), también ayuda a comprender épocas pasadas.
Se considera cultura, sin ninguna duda, saber la historia de nuestros lugares de origen, de nuestros pueblos vecinos, la genealogía de nuestras poblaciones y las costumbres de nuestros coetáneos alrededor del mundo. ¿Acaso es menos cultura saber de dónde venimos, cuál es la historia genética de nuestra especie, qué relación de parentesco nos une a los demás seres del planeta?
Se considera cultura, sin ninguna duda, saber la historia de nuestros lugares de origen, de nuestros pueblos vecinos, la genealogía de nuestras poblaciones y las costumbres de nuestros coetáneos alrededor del mundo. ¿Acaso es menos cultura saber de dónde venimos, cuál es la historia genética de nuestra especie, qué relación de parentesco nos une a los demás seres del planeta?
Así que reconciliemos de una vez todas las disciplinas del conocimiento; al fin y al cabo la ciencia y la cultura no son más que partes del mismo espíritu humano que vive y respira por entender el mundo que le rodea, lo que pasó en él, y tal vez incluso prevenir lo que pasará.
Este post participa en la III Edición del Carnaval de Humanidades, alojado por el amigo Luis Moreno Martínez en su blog El Cuaderno de Calpurnia Tate, y cuyo lema es "La Ciencia es cultura"
¡¡¡Güentooooooooó!!! Tenía en el horno un post exactamente sobre este tema, pero has sido más rápido y lo has bordado, así que no hay necesidad de repetirse. ¡Bravo!
ResponderEliminarA destacar precisamente lo que tú dices: la caballerosidad de dos científicos íntegros, que vieron más importancia en el descubrimiento en sí que en la satisfacción de sus egos. En 2009 me di una buena panzada a leer libros de Darwin, varias biografías, ensayos, etc, pasando también por la edición comentada de los manuscritos de Darwin previos al Origen y los artículos de Alfredo Rogelio y Roberto Carlos. Después de todo aquello, llegué a la conclusión de que desde un punto de vista ético, el tratamiento del obvio conflicto de intereses se resolvió de forma honesta por parte de todos los implicados: Wallace, Darwin, Lyell y Hooker. En la historia de la ciencia hay otro referente de gran descubrimiento simultáneo (el del cálculo, por Newton y Leibniz), y es de sobra conocido que no fueron capaces de demostrar ni una porción infinitesimal (JOJOJOJO, qué chistoso) de la caballerosidad y ética de la que tuvieron Darwin y Wallace. Olé por ellos.
Igual que tú, creo que es falso que Wallace esté olvidado. Lo que pasa es que a la gente le sacas de Einstein y Darwin y apenas conocen científicos.
La cuestión de fondo es que Wallace y Darwin estaban en dos momentos muy diferentes de su carrera. Darwin era una vaca sagrada, celebérrimo y muy reconocido, y Wallace era un novatillo y sí, de clase baja. A Wallace hay que reconocerle su genialidad, su audacia y su frescura por dar con la selección natural tan rápidamente. Fue justo que publicaran sendos artículos breves en igualdad de condiciones, y también es razonable que Darwin al año siguiente, se animara por fin a publicar el resultado de décadas de investigación. Es comprensible que el origen de las especies impresione mucho más que un articulito breve, ¡era el trabajo de toda una vida! Pero claro que hay que insistir en que se trata de un descubrimiento simultáneo y hay que reivindicar más a Wallace.
Poniéndonos en la piel de ellos, creo que es razonable pensar que Darwin era demasiado perfeccionista y que Wallace se sentiría apabullado por estar de la noche a la mañana codeándose con los popes de la historia natural. Ambos eran encantadoramente modestos.
Para terminar, me gustó saber que Wallace y Darwin fueron amigos el resto de su vida. No tengo mis libros aquí pero creo que Darwin consiguió que la sociedad linneana le diera una pensión a Wallace o algo así, y que éste fue de los que estuvo prsionando tras la muerte de Darwin para que pudiera ser enterrado con honores de estado en Westminster.
Esta historia me parece toda una inspiración. Otros grandes descubrimientos (siempre me acuerdo de Watson y Crick robándole las fotos a Franklin) están empañados por conductas muy feas.
Vaya hombre, no me gustaría que dejases de escribir sobre el tema sólo porque me he adelantado... ¡anda que no le sacarías jugo! Espero que te lo repienses hombre, perdón, invertebrado.
EliminarYo no he leído tanto, pero recuerdo que mi primer contacto serio con la historia de Darwin y de la evolución fue en una asignatura sobre Filosofía de la biología, o de la historia de la biología o algo así (ni me acuerdo, así me fue la carrera): había que elegir unt ema para hacer un trabajazo final, y elegí la evolución. Dividimos el trabajo en dos partes por autores/épocas, y a mí me tocó Darwin-Wallace: así de claro. Y leyendo sobre el tema (me pillé una biografía de Darwin cuyo nombre no recuerdo, pero me gustó mucho) me sentí cautivado, como dices es una historia fascinante y nunca dudé de la caballerosidad del caso. Por eso el artículo del Independent me indignó, me parece sensacionalista a más no poder.
No mencioné explícitamente otros casos, porque lo de Franklin ya está muy manido, y porque lo de Newton ni lo sabía fíjate tú (podrías escribir sobre eso, please).
Lo de la abadía de Westminster también lo iba a mencionar, yo creo que es un detallazo aunque al final si no me equivoco la viuda lo rechazó porque el hombre en su modestia quería ser enterrado en su hogar o algo así.
Qué va tío, lo has clavado, no podría haberlo contado mejor. Le haré un pequeño homenaje a Wallace en noviembre, el día del centenario ¡como debemos hacer todos los bioblogueros! Pero me guardaré el tema elegido, jejeje.
EliminarLo de Newton y Leibniz no lo conozco con detalle, pero vamos, que los dos más o menos simultáneamente empezaron a derivar y a integrar (¡¡¡anda que no hay que ser friki!!!), y cuando se enteraron respectivamente hubo acusaciones mutuas de plagio, ridiculizaciones y algo así, pero te lo digo de oídas, no lo conozco en detalle. Creo que por eso hay dos notaciones matemáticas distintas de las derivadas (con el apostrofito y con las "ds"). A ver si se pasa un físico o un matemático y nos ayuda.
¿No fue el funeral de Darwin en Westminster? Me suena que sí. No soy nadie sin mis libros (¡es lo que más echo de menos de no estar en mi casa!) y estoy vago hasta para mirarlo en la wikipedia.
Abrazos, doctor
Desde luego cuando dices que te vas a poner a escribir de algo... no te andas con chiquitas macho. Muy buen texto y genial argumentación. Estoy contigo y con el maxilópodo compañero en Darwin y Wallace estaba en épocas muy distintas de su vida. Sus condiciones económicas, sus experiencias y estudios eran radicalmente distintos y reconozco que reconocer a Darwin como padre de la evolución es lo realmente acertado. Yo mimo me he visto envuelto en situaciones laborales en la que creo que no era mi momento. Publicar mas antes de acabar la carrera que durante la tesis doctoral no es lo más coherente (aunque fuera absolutamente merecido) y sin embargo luego no se reconoce el mérito como es debido.
ResponderEliminarPero dejando historias personales aparte, estoy básicamente de acuerdo en la visión de la problemática de la publicación. Hubo, hay y habrá historias mucho mas rocambolescas que el acuerdo al que llegaron para publicar sus artículos. Siempre nos quedará la duda de si realmente Darwin estaba ya preparado para publicar o si el texto de Wallace le ofreció la chispa que le faltaba.
Genial Doctor y gracias por las menciones.
A mi a ese respecto que mencionas no me queda ninguna duda: ya hacía años que Darwin mencionaba sus impresiones sobre las especies en cartas a sus amistades, aunque lo de la selección natural como mecanismo en sí mismo hasta que no leyó lo de Malthus no le saltó la chispa, y si no recuerdo mal eso fue durante el viaje del Beagle. Vamos, que si no estaba preparado no era por no tener claro cómo plantear su teoría, sino porque era perfeccionista e incapaz de ser conciso: cuando recibió la carta de Wallace, llevaba ya tiempo escribiendo un "ensayo corto" que al final tuvo que adelantar. Ese fue el núcleo de El Origen de las especies, ya me dirás tú si ese ensayo corto no estaba ya bastante mascadito.
EliminarGracias a ti por inspirar este post, debía haberlo mencionado explícitamente porque los intercambios de tuits y en facebook me decidieron del todo.
Pues en este caso solo quedan dos cosas por decir:
ResponderEliminarDARWLLASSSSSSSSSS!
o
WALLWINNNNNNNNN!
Cual os mola mas?
Jajajajaajjaa
EliminarEl primero parece la empresa que repara cristales de coches jejejejeje (CarGlass). El segundo mola porque es como la pared ganadora jejeje.