lunes, 14 de diciembre de 2015

Cientificonfesiones (II): el científico que no era especialmente inteligente

Anterior entrega: La ciencia a veces me aburre

Hoy lo que pretendo es realizar una especie de confesión/alegato. Puede que no me deje a mí mismo en muy buen lugar, pero me parece que es muy necesario tirar de sinceridad y transparencia. El post se resume en la siguiente afirmación: los científicos no somos gente especialmente inteligente. Esto es básicamente lo que quiero enviar como mensaje a mis lectores (especialmente a los "acienciados", como uno de mis colegas y lector ocasional Perro malo se autodenomina). Pero claro, conviene matizar.

Rick and Morty es una serie tan GENIAL, que el científico protagonista es capaz de las más increíbles proezas intelectuales pero se deleita con entretenimientos tan mundanos como, por qué no decirlo, idiotas. 



En la cultura popular, el científico es aquella persona con una capacidad especial, un ser al que los conocimientos más aburridos y difíciles para el estudiante medio resultan algo innato, fácil y trillado. Hacen cálculos de cabeza, se percatan de detalles que los demás pasan por alto, y almacenan tal cantidad de datos concretos y específicos acerca de cualquier tema, que parecen ordenadores andantes. Son máquinas de sacar conclusiones, Sherlocks Holmeses del mundo cotidiano. Gente que se olvida de desayunar si está dándole vueltas a un problema, que pasan por delante de su mujer desnuda sobre la cama mientras buscan el pedacito de papel donde apuntaron una posible solución genial a un resultado que podría cambiar el rumbo de la Humanidad. Solo leen divulgación científica y ensayos, sentados en un salón sin televisión, por supuesto - de cuando en cuando ven documentales de ciencia y reposiciones de Cosmos; la original, claro, la nueva solo la ven a veces para sacar los fallos y poder despotricar sobre cómo de mejor era la antigua - mientras de fondo suenan suavemente sonatas para piano de Beethoven. El buen científico es negado para los deportes, lo cual le otorga un lugar intelectual y moralmente superior sobre sus primitivos coetáneos: sonríe con sorna cuando se le pregunta cuál es su equipo de fútbol, mientras piensa en la próxima jugada de la partida de ajedrez que tiene entre manos. Ignora cuántas ediciones de Gran Hermano existen y quién es Chicote, pero es capaz de distinguir el sonido de un petirrojo del de un mirlo. Ni que decir tiene que el científico profesa un beligerante ateísmo, jamás duda de la azarosa naturaleza del universo y se compadece con nada disimulada condescendencia de los pobres ignorantes que dudan sobre el origen del universo, la vida en la Tierra y la dirección de la evolución, no digamos ya de aquellos que van a misa los domingos, rezan por las víctimas de catástrofes naturales o compran números de lotería guiados por asociaciones místico-supersticiosas con los números del décimo. Por descontado, el científico no compra NUNCA lotería, ya que su dominio de la estadística y el cálculo de probabilidades castran su capacidad de fabular, soñar o imaginar cualquier cosa que no se base escrupulosamente en datos objetivos, contrastables y que numéricamente demuestren ser plausibles.



Bien, esa es la caricatura. Obviamente hay una elevada dosis de sarcasmo y exageración, pero estoy seguro de que muchas de las chorradas mencionadas no se alejan tanto de lo que muchos piensan de un científico, o incluso de lo que muchos científicos pretenden ser - o cuanto menos parecer - ante el resto de los mortales. Hay aquí dos cuestiones principales sobre las que debatir, muy relacionadas: por un lado, y ciñéndonos al título del post, la afirmación de que para ser científico hay que tener una inteligencia especial. Y por otro, la asunción de que dentro de esa inteligencia especial se incluye una especie de cualidad superior que incapacita al científico para disfrutar de los placeres más simples y mundanos. En cuanto a la primera, es tan fácil desmontarla como difícil es definir la inteligencia, sin ir más lejos. Podría aceptar que existe cierto tipo de inteligencia que es muy típica en ciertos científicos, sin la cual es imposible llegar a convertirse en uno de los personajes que transforman el mundo, como Newton o Einstein. Pero hay otros tantos científicos que si llegan a resultar revolucionarios no lo son tanto por este tipo de inteligencias, ágiles en el cálculo, casi clarividentes para observar patrones; científicos perseverantes, trabajadores, infatigables, curiosos... aptitudes que mezcladas en las dosis adecuadas dan lugar a un tipo de inteligencia singular, sí, pero que no es tan difícil llegar a cultivar con el entrenamiento adecuado. Y esta es, a mi parecer, una de las claves de la cuestión: para ser científico solo hay que prepararse. Pero que nadie se engañe. Hay que prepararse mucho. Hay que aprender, hay que memorizar, hay que formarse continuamente. Y cuando crees que ya sabes mucho de algo... toca empezar desde el principio.



Las buenas noticias son que no hace falta ser un as de las matemáticas, ni un espabilado para la química. Ni que decir tiene que cuanto más fácil se manejen las disciplinas y herramientas cotidianas en el trabajo de un científico, más rápido y de forma más segura se avanzará. Pero es raro que todos las dominen al dedillo desde sus inicios. Cada cual tiene sus aptitudes y sus debilidades, que hay que ir puliendo constantemente. Personalmente, nunca he sido especialmente inteligente. Se me ha dado bien estudiar, sobre todo memorizar cosas; y tengo cierta habilidad para resolver problemas, pero siendo francos esta habilidad se basa en haber resuelto antes problemas parecidos, o ser capaz de recordar datos que facilitan su resolución. En los años de instituto y carrera, la química me resultaba algo místico y rebuscado; tengo a veces la sensación de que no aprendí de verdad a hacer cálculos ágiles y a comprender conceptos de química muy básicos hasta que no tuve que enfrentarme al día a día en un laboratorio. "Tienes que preparar una solución madre 5 milimolar, para luego hacer diluciones seriadas y terminar usando, en la placa de 10 centímetros cuadrados, un volumen final de 8 mililitros a una concentración final de 40 micromolar". La primera vez que oí algo así, al comienzo de la tesis, estuve a punto de irme por donde había venido. Pero cuando me echaron agua fresca a la cara y me levantaron entre varias personas, respiré profundamente y comencé a andar un camino que me ha llevado a calcular molaridades y pesos moleculares de cabez... ¡qué va! Ni siquiera eso se adquiere tan fácilmente. Pero digamos que aprendí a resolver esas cuestiones de forma rápida y eficiente, lo cual no significa que no ande siempre con mi fiel calculadora en el bolsillo de la bata, dispuesto a comprobar de dos o tres maneras distintas los cálculos que hago antes de un experimento. 



Y esa sí creo que es un tipo de inteligencia importante: a base de enfrentarse diariamente a los problemas típicos del trabajo científico, uno adquiere la capacidad de ver rápidamente, de un vistazo, cuándo algo no cuadra. Se crean atajos, recursos personales que nos facilitan comprobar si nos equivocamos. La verdadera inteligencia del científico reside en saber percatarse de estas cosas y en buscar soluciones. Y como veis, es una inteligencia basada en gran parte en el entrenamiento y la persistencia (remito aquí al reciente y preclaro post de Banchsinger, y a un viejuno pero fantástico post de Copépodo, que además al releer he visto que menciona muchas de las ideas tratadas en este post y el anterior). Aprender de los propios errores, mejorar un protocolo tras varios intentos fallidos, no cejar en el empeño hasta resolver la cuestión que se persigue... incluso saber a quién preguntar y con quién colaborar para suplir las propias carencias: eso es lo inteligente.

Respecto a la segunda cuestión que mencionaba como derivada de mi caricatura inicial, y con esto ya termino (aunque daría para otro post entero), está la idea de que la mente del científico es solo estimulable por placeres intelectuales de alto nivel. He visto críticas en redes sociales a científicos que comentaban el partido de fútbol del momento, por seguir el festival de Eurovisión o por decir que les gusta Ismael Serrano. Y de modo parecido, a veces parece que incluso entre los que nos dedicamos a la difusión de la ciencia solo nos interese este tema. Diríase que se concursa por ver quién ha leído más libros de Carl Sagan, quién ha visto más veces la última charla de *inserte aquí su divulgador favorito* o se pasa lista para comprar si todos los divulgadores tuiteros están usando el hashtag del lanzamiento en streaming y riguroso directo de la última nave con destino el planeta Marte. Pues para predicar con el ejemplo, y retomando la confesión del anterior post de esta misma serie, diré que a veces yo mismo me aburro soberanamente con la divulgación científica. Tengo muy poco tiempo libre últimamente, y aunque me gustó mucho todo lo que vi en su día de Órbita Laika, me sigue apeteciendo más, antes de irme al catre (el horario del programa tampoco es que motive mucho, todo hay que decirlo) ver un capitulillo de Fargo, leer un tebeo, o ponerme a ver una vez más El Imperio Contraataca. Tal vez haya también un poco de saturación al estar todo el día hablando de y haciendo divulgación, investigando y enseñando ciencia. Pero no creo que sea solo eso. La ciencia me apasiona, pero también me apasionan los cómics, la música, y el cine. Puedo leer o ver cosas de ciencia y disfrutar como un enano, y puedo inspirarme para hablar de ciencia leyendo o viendo pura ficción. Pero una gran parte de momentos satisfactorios de mi vida los paso disfrutando de placeres tan poco intelectuales como puedan ser jugar a un videojuego de los minions en la tablet a la sombra del limonero, leer cómics de Mortadelo rescatados de mis colecciones viejunas, o pasar horas leyendo críticas de cine o lecciones sobre cómo escribir guiones, mientras pierdo horas de sueño tan preciadas en estos tiempos. Ni que decir tiene que las conversaciones con mis colegas de toda la vida poco tienen de científicas, y sin embargo valoro más pasar cinco minutos con ellos, que escuchar cinco minutos al premio Nobel más renombrado; de hecho, uno de los momentos más liberadores de estos últimos años fue volverme loco en un concierto de La Pulquería, como si tuviese de nuevo veinte años (al día siguiente, resacoso y achacoso, me di cuenta de que NO, no era igual; pero en el momento anda que no lo pasé bien).

Por si la foto, tomada en el concierto de La Pulquería, no fuese lo bastante rara, me veo obligado a mencionar que ese señor que canta sin camiseta y luciendo máscara de luchador mexicano es mi socio Gerardo Sanz, ilustrador y co-creador del cómic de bio-ciencia ficción The OOBIK. Sí amigos, mi vida es así de alucinante.

En fin, como siempre que echo mano del blog últimamente, mi intención simplemente es desmitificar un poco todo lo que gira en torno a la ciencia y los científicos, para ver si los jóvenes y jóvenas que se acercan a este mundillo lo hacen con naturalidad y sin misticismos, sin complejo alguno, manteniendo sus aficiones y sus intereses, compatibilizando la actividad científica con la vida "normal", sin privarse de alegrías y sin acomplejarse por que los demás se den cuenta, simple y llanamente... de que son humanos.

Y por si alguien todavía lo dudaba, cabe recordar que los humanos somos muy absurdos. Como absurdo es pretender ser más que otro ser humano por haber pasado un porrón de años estudiando a fondo una materia concreta, por difícil, importante, o necesaria que esta sea.





7 comentarios:

  1. Sencillamente genial. Ni sobra ni falta una sola coma.
    La ciencia es como la vida: sencillamente complicada.

    Saludos.

    Bio&Lab

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  2. Es que el científico de a pie es un currante como otro cualquiera, no un superhéroe. No entiendo cómo la gente que nos ve como describes muy bien en el post, no se pregunta por qué tenemos unas condiciones laborales y salariales tan chungas si somos tan maravillosos.

    Saludos,
    Moisés.

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  3. Me ha recordado por momentos la idea esa de Gladwell de que cualquiera con 10 mil horas de aplicarse ya es maestro en algo...hombre sólo faltaba, digo yo
    Entonces lo importante es lo intangible, la pasión que mueve a hacer algo, la vocación es lo que puede/debe marcar lo que hacemos, y no tanto un talento o capacidad concreta que, al fin y al cabo puede entrenarse...
    En lo que cienciados y no cienciados estamos de acuerdo es que el día 18 un fenómeno cultural de épico alcan... osea quería decir que el día 20 tenemos todos que ir a votar...
    No, ahora en serio... Kylo ren y Rey son mellizos, sobrinos o hijos, de Han y Leia, de Luke?, osea, no, perdón, quería decir, que qué partido apuesta más por la ciencia?? desde Jindetrés lo tenéis claro????
    qué mareo, es lunes
    saludos

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  4. Bueno, para demostrar lo que dices en su texto, te diré que tu reflexión no es especialmente brillantes ni reflexiva jajaajja. Pero si es cierto que se trata de una reflexión que parte de la experiencia, de la realidad, de la verdad de cada día en el trabajo científico. Hace poco salía la campaña "estoy listo para... pero no soy un superhéroe" y me pareció muy acertada. El científico, la gran mayoría de los científicos, somos gente corriente, currante (unos mas que otros), con aficiones normales (o no tanto) y una vida de pelea y desengaños... como todos.

    Pero no es menos cierto que la carrera investigadora es una vida de buscar, leer, aprender, reflexionar y buscar soluciones. Y eso, con los años, nos ofrece una forma mas reflexiva de ver la vida. No somos mas inteligente, pero si pasamos mas tiempo pensando (no olvidemos que gran parte de nuestro trabajo es intelectual). Y al igual que un carpintero adquiere la maña de hacer mucho trabajo con poco esfuerzo (yo me puedo matar clavando un tornillo en la madera y ellos lo hacen fácil), un cocinero tiene el tino de mezclar ingredientes adecuados y dar el punto a las cosas... nosotros adquirimos una forma analítica de ver las cosas. Ojo, no mucho mas que cualquier persona que desarrolle un trabajo intelectual cualquiera.

    Gracias por tu texto y tu reflexión. Tenemos que ayudar a nuestro jóvenes a entender que este no es un trabajo para genios, sino para currantes.

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  5. Pues si joven. Me has recordado al Lechero cuando, allende aquellos maravillosos años (no recuerdo si tu ya estabas entre nosotros), un día a la hora de comer, y mirando al infinito más allá de la cafetera que tantas veces menda puso a calentar sin agua, dijo con serenidad y sabiduría:"Mirad, seamos honestos y dejémonos de modestias, los que en este edificio estamos tontos no somos. Pero si fuésemos listos de verdad, en vez de estar aquí pasando las del pulpo y verlas venir sin donde caernos muertos, estaríamos montaos en el dólar detrás de nuestro exitoso negocio." Algo asín creo que fue y se me quedo grabao a fuego.

    Yo por mi parte, como sigo sin ser muy listo, aquí sigo, sin negocio y corriendo detrás mis células y microscopios, a mi edad y con mis barbas. Pensando cada día más que si no fuese por las lecciones que da la vida (y los buenos controles positivos y negativos) aun seguiría pensando que soy un impostor por no cuadrar con la grotesca caricatura que pintas ahí, al principio. Aunque tengo que decir, que cuando el río suena agua lleva, y me he cruzado con alguno que se le aproxima madremía... y para hacer acto de contrición y unirme a tu confesión/alegato diré que: no me gusta leer, casi nada, un par o tres de libros selectos a año o así; me gustan los dibujos animados de la tele casi sin filtrar, como a un niño de teta; la fiesta más que a un tonto una tiza; y aunque no me gusta na el fútbol y las mamonadas que ponen por las teles, paso gran parte de mi tiempo libre haciendo deporte con gusto y deleite y sudando como un ave de corral; y otro tanto trasteando con toda cosa electrónica que se me acerque sin oficio ni beneficio; que se jugar al ajedrez pero prefiero un buen simulador de vuelo o conducción; y que aunque soy fiel seguidor de la estadística y la probabilidad, me monto casi cada mañana en una moto para ir a trabajar.

    en fin… un cientifiquillo piltrafilla.

    Ahhh y hay alguna canción de los cuarenta principiantes que me gusta y canto cuando nadie me oye… pero no lo digas por ahí.

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  6. Como siempre, los comentarios matizan y complementan el post, qué maravilla.

    Gracias Bio&Lab por tus palabras, sobre todo cuando uno tiene complejo de que lo mismo podría decirse con muchas menos palabras.

    Moigaren, toda la razón; si las cosas fuesen así, los científicos estaríamos dirigiendo la Tierra y nadando en la abundancia, y solo hay que vernos...

    PERRO MALO, gracias por contribuir con tu acienciada opinión. Lo de la vocación es un arma de doble filo, pues en aras de esa vocación se nos ha ninguneado y no nos hemos quejado durante tanto tiempo, porque al fin y al cabo "hacemos lo que nos gusta". Y de todo lo demás que comentas, no voy a entrar en detalle porque NO CONSIENTO SPOILERS EN ESTA SANTA CASA!! Al menos hasta el sábado a las 19h, que YA LA HABRÉ VISTO MUAHAHAHA

    Óskar amigo, cierto es lo de la visión intelectual y analítica de la vida. Pero la clave es darse cuenta de que eso tiene sus ventajas, sus inconvenientes, y en general, no hace a uno mejor ni peor ni más listo que a los demás. A veces pienso sinceramente que pensar tanto las cosas es una lacra, y uno se siente tonto por preocuparse tanto de algunas cuestiones...

    Banchsinger, gracias por la confesión personal!! Qué valiente XD Esto al final es como Científicos Anónimos, viene bien soltarlo y aceptarnos como somos de verdad. A ver si cunde el ejemplo, que hay mucho elitista suelto. Y sí, El Lechero siempre fue un visionario, al menos él ha sido algo más listo porque se ha pirado de este país de pandereta...

    A ver si alguien más se anima a confesar sus vicios borreguiles.

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  7. Hace unos días me tocó dar una charla a los de grado sobre el mundo científico... y sobre el doctorado y al final lo que les dije fue mi ejemplo. No pasé del 6.7 y estoy al borde de leer la tesis.

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Como dijo Ortega y Gasset, "Ciencia es aquello sobre lo cual cabe siempre discusión"...

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