jueves, 21 de abril de 2011

Batablanca - Capítulo 9: Jindetrés sale

ANTERIORMENTE EN BATABLANCA: Reunido con Bam en la taberna de Sac, Batablanca cuenta cómo su antiguo compañero de misiones intracelulares, Exbauno, perdió los estribos cuando Batablanca se enamoró de Malina. La seductora proteína había interferido entre los dos compañeros, y el inestable triángulo acabó con una pelea entre Batablanca y Exbauno, que fue equívocamente dado por muerto.  En realidad, Malina se vio obligada a ocultar que Exbauno seguía vivo (bajo la nueva identidad de "Jindetrés") por temor a las represalias de éste. Las revelaciones terminan con Batablanca afirmando que sólo pueden encontrar a Jindetrés si se fían de Malina, que les promete llevarles hasta él (Capítulo 6: Copas, revelaciones, y un desafío). Nuestros héroes son pipeteados en una transfección, y consiguen entrar en la célula gracias a la ayuda de JAK, un viejo colaborador de Batablanca. Sin embargo, su entrada no pasa desapercibida y una repentina activación del receptor, con la subsiguiente cascada de fosforilaciones, está a punto de acabar con ellos (Capítulo 7: Buscando a JAK).Una vez infiltrados en la célula, avanzan por la red de microtúbulos, pero son detectados por anticuerpos que están a punto de acabar con Malina, rescatada por Bam en el último momento. Tras detenerse a recapacitar, nuestros héroes deducen que Jindetrés se debe encontrar en el núcleo, desde donde ha estado controlando lo que sucedía en el interior de la célula. Así pues, se dirigen hacia allí, pero una vesícula que partía del retículo engloba a Bam y se lo lleva en transporte retrógado. Aunque Batablanca sale en su ayuda, no consigue alcanzar a la vesícula, que se pierde en la lejanía. Batablanca, iracundo, regresa a los alrededores del núcleo y desafía a Jindetrés a salir de su escondite (Capítulo 8: Extraños en un microtúbulo). 


 Por más que repitiese mi desafío, no obtenía respuesta. El ir y venir de vesículas seguía su curso, y los complejos se ensamblaban y desensamblaban a mi alrededor, aparentemente indiferentes ante lo que sucedía. En más de una ocasión creí que una de las vesículas se abriría de repente, para mostrar a Jindetrés en su interior, pero en ningún momento sucedió. Estaba a punto de rendirme y darlo todo por perdido, cuando lo vi.

En lo alto del núcleo,  junto a un poro nuclear donde las nucleoporinas bullían todavía, Jindetrés miraba en mi dirección, en silencio. Desde esa distancia no podía decirlo con seguridad, pero tenía la impresión de que no se encontraba nada alterado. En absoluto. Ese maldito bastardo... siempre admiré su templanza, sus nervios de acero en situaciones límite. Cuando trabajábamos juntos, era una gran ventaja; ahora... bueno, ahora sencillamente daba pánico.

Me erguí tanto como pude. No podía dejar que me amedrentase, que notase lo asustado que estaba. Podría intentar engañarme y decir que más que atemorizado estaba rabioso, iracundo, deseoso de venganza; pero no, estaba realmente asustado. No podía apartar de mi  mente la imagen de Bam siendo engullido por la vesícula, y de golpe y porrazo otras imágenes se sucedían: JAK autofosforilándose, el cuerpo semiproteolizado de Pistuno, incluso los restos de plásmidos degradados que constituyeron las primeras pistas. Toda aquella violencia, todas esas muertes y alteraciones de los procesos biológicos normales habían sido causados por la misma proteína que se alzaba, imponente, sobre el núcleo celular al cual tenía total y libre acceso. Sí, no lo voy a negar: estaba aterrorizado.

Pero tampoco podía decirse que fuera nuevo en este oficio.  No era la primera vez que estaba aterrado, que los nervios atenazaban cada uno de mis aminoácidos. Sabía lo que tenía que hacer. Erguido sobre toda mi masa molecular, ajusté mi bata y mi sombrero, reorganicé mis hélices alfa y convertí todo el miedo y la tensión en energía potencial para seguir adelante y utilizarla a mi favor. Salté de ribosoma en ribosoma, sin apartar en ningún momento la vista de Jindetrés. Pude ver cómo él apretaba los puños y hacía lo mismo, saltando en mi dirección. Inexplicablemente, no pude evitar sonreír: de un modo u otro, todo acabaría pronto. Había llegado la hora de la verdad.

El choque fue brutal. Jindetrés casi me doblaba en tamaño, pero yo había tomado impulso suficiente como para que la embestida no fuese cosa de broma. Nuestros extremos aminoterminales se enrededaron apartosamente, impidiendo que nos separásemos. Forcejeando, caímos y rebotamos desde el núcleo hasta el retículo, chocando con todas las proteínas que iban y venían. Finalmente, nuestra errática trayectoria fue detenida bruscamente; el golpe fue tan fuerte que nos desenredamos y caímos separados unas micras el uno del otro. Aturdidos, miramos a nuestro alrededor para intentar entender sobre qué habíamos caído. Era una especie de plataforma, que se desplazaba lentamente. Parecía compuesta por proteínas, pero se podían entrever también fragmentos de ácido ribonucleico. Tuve un sobresalto al pensar que se trataba de una partícula vírica, justo cuando a mi izquierda vi alzarse una estructura similar, no muy lejana: entonces respiré tranquilo. “Proteínas vault…” – me dije – “… no tengo ni idea de para qué narices servís, pero la verdad es que como pistas de aterrizaje no tenéis precio”. La estabilidad de semejante macrocomplejo me permitió incorporarme y reubicar mis maltrechos dominios. Afortunadamente ninguno de mis aminoácidos se había hidrolizado, y aunque me dolía hasta la glicina más escondida, estaba entero. Lamentablemente, pude comprobar que Jindetrés estaba igualmente entero. Y por cómo se levantó de rápido, seguramente menos dolorido que un servidor. Para confirmar mis sospechas, comenzó a reír sonoramente.

-    Ah, Batablanca, siempre fuiste un testarudo y un peleón. Incapaz de reconocer cuándo llevas todas las de perder. Y terco como tú sólo. Estoy seguro de que ni siquiera has considerado mi galante ofrecimiento de unirte a mi causa. Has preferido lanzarte a los puños antes que dialogar. ¿Quién es el malvado, entonces?

No podía creerlo. El muy manipulador. Si pretendía que olvidase todas las ocasiones en que había intentado degradarme, es que no me conocía realmente. Probablemente sólo quisiera sacarme de quicio. O tal vez… tal vez a su manera sintiera algo de remordimientos. ¿Realmente esperaba que me uniese a él, para no tener que matarme? ¿Había algo del viejo Exbauno todavía latente en aquella terrible y violenta proteína?

-    ¿Unirme a tu causa? ¿Qué causa es ésa, “amigo”? – intenté dotar a mis palabras de un cariz agresivo, desagradable. - ¿Acaso deseas convertirte en amo y señor de la célula? ¿Manipular a todos y cada uno de sus componentes a tu antojo, para tu beneficio? ¿Digiriendo cualquier plásmido que no se pliegue a tus designios y proteolizando a todos aquellos que no te siguen el juego? ¿ A eso llamas tú una “causa”? Debes de estar más loco de lo que imaginaba. No sé cómo te libraste de una casi segura muerte, pero está claro que lo que escapó de allí no era Exbauno, y no sólo porque cambiases de nombre. Exbauno sabía lo que significaba ser compañero de alguien. Él sí sabía cumplir una misión, y jamás hubiera pensado siquiera en matar para conseguirlo.

El escuchar su antiguo nombre tuvo el efecto que yo esperaba. Por un instante -quiero creer – le hizo dudar; pero a continuación pareció enfadarse más todavía. Se le erizaron las lisinas en su dominio central. Gritó.

-    ¡Olvida ese nombre! Sí, puede que Exbauno muriera, al menos murió todo lo que no servía de él. Ahora soy mejor, más grande, más fuerte: puedo hacer cosas que antes jamás imaginé. Mira a tu alrededor, Batablanca: ¿qué ves? ¡Caos! Todo este entramado de moléculas que nos rodean, ¿para qué sirven? ¿a quién sirven? A nadie, ¿acaso no lo ves? Funcionan de manera automática, sin sentido, sin misión. Alguien tiene que controlar todo esto. Mi antiguo yo jamás hubiera sido capaz de dominar la célula y sus misterios… pero desde que renací, no hay nada que se me resista. Antes sólo podía dedicarme a cortar ADN… ya casi no lo recuerdo, ¡qué infeliz destino! Mi degradación hubiera sido un alivio, pensándolo ahora. Pero ahora soy capaz de mucho más; por eso no podía limitarme a vivir en el eppendorf… no hay futuro allí, Batablanca, pero aquí en la célula podemos hacer lo que queramos. Podemos controlar una maquinaria todopoderosa, y sólo así lograremos conocer nuestro auténtico destino…

Definitivamente, había enloquecido por completo. Pero mientras escuchaba sus delirios me di cuenta de algo sorprendente… Jindetrés seguía y seguía hablando sin parar, explicándome sus motivaciones y sus absurdos planes, dejándome tiempo para recuperarme y pensar en una forma de salir de aquél lío. Ante mí se hallaba la oportunidad que estaba necesitando desesperadamente. Mientras el muy bocazas siguiera comportándose como un villano de opereta, podría tener una escapatoria. Así que aproveché la ocasión:

-    Pero, ¿qué estás diciendo? Ni siquiera sabes cómo pudiste “renacer” en lugar de ser degradado… ¿de verdad piensas que fue algo aleatorio? ¿Qué sólo tú eres el amo de tu destino? ¡No me hagas reír! Lo que eres es un prepotente: tu destino está tan marcado como el de las demás proteínas que nos rodean, el de los ribosomas que siguen traduciendo a nuestro alrededor sin inmutarse, el de las dineínas y kinesinas que se trasladan sin cesar, incluso el de las vaults sobre las que estamos ahora mismo… sea lo que sea lo que hacen.

Mi truco surtió efecto; Jindetrés abandonaba su estado de tensión para lanzar una carcajada y seguir explayándose:

-    ¡Qué pobre tonto has sido siempre, Batablanca! Pensar que incluso llegué a admirarte… ahora me doy cuenta de lo terrible y cobarde que es tu naturaleza: jamás te has preguntado acerca de quién eres en realidad. Te has limitado a seguir órdenes, a cumplir con tu trabajo. Pero nunca has intentado alcanzar tu máximo potencial. Por eso no mereces, y me pesa decirlo, unirte a mí en mi misión.

Mientras seguía y seguía hablando sin parar, tanteé la superficie de la vault sobre la que habíamos caído. Mis esperanzas se vieron recompensadas: tropecé con un extremo terminal de una de las cadenas de MVP que se había separado del resto: estaba a un par de electrones de desprenderse del siguiente monómero. Una ligera presión, y se separó del todo. Poco a poco, sutilmente bajo los pliegues de mi bata, fui arrancando todo el polipéptido, como si de una cremallera se tratase, mientras seguía picando al bocazas de mi enemigo.

-    Es increíble cómo hablas de tu misión, ¡si vieras lo ridículo que suena! Creo que en realidad tienes miedo, y en tu prepotencia crees poder evadirte de tu triste destino que ha sido y siempre será… ser un simple y anodino enzima de restricción...

Esta vez calibré mal mis palabras, y el aguante de Jindetrés. Menudo error de principiante, pensé después, atacar directamente su ego en una situación tan tensa. Su semblante pasó de la socarronería a la seriedad absoluta. Cerró los puños, y bramó:

-    ¡Maldito idiota! ¡Yo decidiré cuál será mi destino! ¡YO, y nadie más!

No estaría escribiendo estas líneas – de eso estoy seguro – si los reflejos no fueran una de mis mayores virtudes. Al tiempo que todos los kilodaltons de Jindetrés se lanzaban contra mí como un tanque, arranqué de cuajo la vara de MVP y le asesté un golpe brutal que  le arrancó varias cadenas laterales, lo desequilibró y le hizo trastabillar para desaparecer de la cima de la vault
Fue todo tan rápido, que me quedé petrificado, sin atreverme a incorporarme. Seguía apretando el trozo de MVP tan fuerte que me dolía. Por un instante, casi pude imaginar que todo había acabado, pero algo en mi interior me decía que no podía ser tan fácil. Por fin me levanté y me acerqué con cuidado al extremo de la plataforma. Me asomé con precaución por el borde y pude verlo allá abajo, sobre un repliegue del retículo. Estaba entero, pero magullado. Y cabreado. Muy cabreado. Un grito a mi espalda me sorprendió antes de decidir qué podía hacer a continuación:

-    ¡Batablanca! ¡Aquí!

Malina. Me había olvidado por completo de ella, y allí estaba, sobre otra de las vaults que flotaban en el citosol. Sin duda había estado intentando llegar hasta nosotros, y había presenciado la pelea.



Arrojé a un lado mi improvisada arma, y salté en su dirección. Me percaté de que a nuestro alrededor no paraban de flotar más y más vaults, así como variopintos complejos macromoleculares, vesículas de todo tipo... algo se movía en la célula. No me gustaba. Con un último salto me planté junto a Malina, que se lanzó a mis brazos. Le devolví el abrazo con firmeza, pero sin dejar de observar a mi alrededor. Ella notó la tensión.

- ¿Qué ha sucedido, Batablanca? ¿Jindetrés… está…?

- Está vivo. Y no muy contento, me atrevería a decir – contesté, sin darle tiempo a terminar su pregunta. Me dio la impresión de que se sintió aliviada, pero en aquél momento no hubiera podido decirlo con seguridad.

- Malina – dije -, sea lo que sea que pretende Jindetrés, no va a ser bueno para nosotros. Debemos salir de aquí, y cuanto antes. Creo que las cosas se van a poner feas en poco tiempo.

Esta vez sí que dio muestras de nerviosismo cuando me contestó:

- Pero, pensaba que íbamos a detener a Jindetrés... Batablanca, si nos vamos nos perseguirá, ¡no podría soportar de nuevo esa tensión, esa incertidumbre, saber que me está vigilando aunque no pueda verlo! ¡Tienes que acabar con él, creí... creí que podía confiar en ti!

La miré fijamente. Parecía tan vulnerable… de repente ya no me preocupaba tanto lo que fuera a pasar: sólo quería hacerla sentir segura. Ella me devolvió la mirada. Durante unos microsegundos nada más existió, y nuestros rostros se acercaron. Me abrazaba más intensamente que nunca.

Entonces, sentí un fuerte impacto a mi espalda. Todas mis cadenas laterales se estremecieron, y me separé involuntariamente del abrazo de Malina. Ella me miró, pero su rostro no había cambiado en absoluto. Seguía observándome con expresión dulce, frágil y preocupada. Poco a poco se alejaba de mí… no, en realidad yo me alejaba de ella.

- Lo siento, Batablanca – dijo, en un susurro. – De verdad te amo, pero… no puedo luchar contra lo que soy.

Arrastrado por la cadena de poliubicuitina que formaba ahora parte de mí, pude ver una ubicuitina-conjugasa que se apartaba de Malina, una vez hubo descargado sobre mí su cargamento. Malina se quedó allí de pie, mirando en mi dirección. Cuando por fin salí de mi estupor, intenté a toda costa arrancarme las malditas ubicuitinas; pero mis esfuerzos eran vanos. No podía alcanzarlas. Me retorcí estúpidamente, sin conseguir nada más que gastar las pocas energías que me quedaban. Miré a mi alrededor, desesperado, intentando encontrar alguna desubicuitinasa entre las decenas de proteínas que se movían sin cesar a mi alrededor. Fue entonces cuando me di cuenta de que no valía la pena luchar. Frente a mí, un ejército de caspasas recorrían el citosol, degradando sustratos a su paso: el núcleo vibraba en toda su extensión, y las pocas proteínas que podían tener alguna oportunidad se dirigían vertiginosamente hacia la membrana plasmática. “Está bien – me dije -, puedo elegir entre morir degradado en el proteasoma o perecer con la célula y todo su contenido. Tampoco es una decisión tan difícil”. Puede parecer fruto de la soberbia, pero realmente poco me importaba ya mi destino. Sólo podía pensar en Malina. En su rostro, su último abrazo… su traición.

Una sombra me sacó de mis pensamientos. Miré de reojo tras de mí, para constatar que pronto todo acabaría: a mi espalda, el proteasoma se alzaba imponente, preparado para cumplir con su misión.

En este caso, convertir a Batablanca, Investigador Celular, en pequeños trocitos de aminoácidos.

¡Concluirá!




9 comentarios:

  1. Dr. Litos, la ciencia habrá ganado un 'nosequé', pero la literatura ha perdido a un brillante autor del género surrealista.

    O sea, que me ha encantado.
    Ese principio al estilo "Anteriormente en 'Enredo'" parecía presagiar una nueva y delirante aventura de los Tate y los Campbell [Si no sabes de qué estoy hablando, olvídalo]

    Sensacional, con momentos gloriosos; juro por Rosalind Franklin que creía que estaba leyendo lo último de Eduardo Mendoza -cuando tenía más sentido del humor que ahora-.

    Saludos!

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  2. Se hizo esperar, pero llegó. Lo he disfrutado mucho, ¡cuánta tensión! Las famosas VAULT, que conocí gracias a este bloj y siguen sin función conocida, y en las que siempre me imagino a dos ribosomas jugando a las cartas han tenido su momentito de protagonismo. Muy emocionante el enfrentamiento y la traición de Malina (¡sabía que lo haría en el último momento!), y desde luego un final que pide más que nunca una conclusión.

    Los dibus chulísimos también. Qué remalo queda Jindetrés con la gabardina negra ondeando en el citosol.

    ¡Abrazos!

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  3. No sé si decirte que se te va la olla (como buen #biopirado) o que tienes algo de genio. Supongo que a veces las dos cosas van unidas. ;-)
    Estoy descubriendo cosas de tu blog y me he reido un montón! y las caricaturas geniales. Me tendré que poner al día sin falta y leerme los capítulos anteriores (y yo sin saberlo!)

    Grande Dr Litos, eres grande!!

    Por cierto, la viñeta del bromuro de etidio me ha traido viejos recuerdos :-( eso es otra historia (real)

    Saludos

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  4. Sin parangón. Como "bionovelista" te veo mucho futuro. Malina, Malina, se le veía venir con un nombre así, ¿qué va a hacer la pobre chica?
    pero no nos dejes mucho tiempo en este "sinvivir" genius Dr Litos.

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  5. Muchísimas gracias a todos por vuestros comentarios. No me cansaré de decir que esta historieta jamás hubiese durado tanto de no ser porque ha habido un grupillo de gente que leía cada capítulo y me instaba a continuar. También es cierto que me paso pipa inventándome las historietas y luego escribiéndolas, pero supone un esfuerzo (sobretodo para alguien vaguete y comodón como yo) que de otro modo no asumiría.

    Aunque creo que vuestros halagos se salen un poco de madre, gracias a estos comentarios puedo constatar que los fieles siguen siendo fieles, los que prometieron ponerse al día lo han hecho, y algunos acaban de descubrir un filón de surrealismo y biolocura. Misión cumplida, pues.

    Prepárense porque me pongo ya mismo a trabajar en el desenlace, que lo tengo ya bien pensadito.

    El 11 de mayo en sus pantallas.

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  6. No me esperaba menos de este penúltimo capítulo. Un emocionante enfrentamiento y un final de infarto lleno de intriga. Menuda pelandruska esa Malina! Esa sí que necesita que le pongan las hélices alfa en su sitio!

    Yo no entiendo nada ni de ribosomas, ni proteínas ni fosforilaciones ni nada por el estilo, pero con esa atmósfera que recreas con todo lujo de detalles me imagino perfectamente ese escenario celular.

    Estoy de acuerdo con Dani, la literatura ha perdido a alguien con talento para escribir. O quizá no?

    El 11 de mayo no me pierdo el final. Enhorabuena!

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  7. ¡Ánimo, Batablanca, estamos contigo!

    Cuán emocionante pre-desenlace, ¡¡¡esperamos ansiosos el gran final!!!

    Dr.Litos, nos tienes en ascuas, pero estoy segura de que no nos defraudarás, Batablanca nunca lo haría.

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  8. Gracias Patricia y Consuela, dos de las más fieles y ancestrales fans. Me reconforta ver que se peude disfrutar de la emoción aun sin saber mucho de biología molecular, siempre temí ser demasiado específico. Y mira, pues si se os queda algún nombrecito, pues eso que os lleváis.

    Me las voy a ver y desear para plasmar en "papel" el pedazo desenlace que hay en mi cabecita, máxime con esta semana de trabajo que se avecina. Pero no hay nada como tener una fecha de entrega, menos mal que Banchsinger y Pablunchu se van a encargar de actualizar mientras tanto.

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