miércoles, 3 de agosto de 2011

Diario de congreso (II)

DÍA 3

7:30 – Me levanto temprano, nervioso ante la inminencia de mi exposición. Se repite la rutina del día anterior en términos desayuniles (es decir, más pan de pipas).

 8:30 - Entrego mi charla para ser proyectada en el momento adecuado: ya no hay vuelta atrás. Me siento a esperar mi turno y a escuchar las charlas de mis colegas, mas no estoy prestando atención. Estoy observando a esa figura, ese ser ataviado con chaqueta de chándal, pantalones cortísimos y cabeza aguileña coronada por una gorra de color rojo. Sí, rojo. En una sala de conferencias cerrada. Esa figura (el lector avispado habrá caído en que se trata del experto en fosfatasas y preguntador oficial de todos los congresos, Len Need) que se levanta cada vez que cesan los aplausos, ajusta el micro y se regodea con la cara de tensión de su víctima antes de empezar su discurso con una de las siguientes opciones:



a)    “I have two questions…
b)    “I have a couple of questions…

No obstante, a lo largo del congreso esta fórmula evolucionará, llegando a escucharse cosas como “I have one question and a comment”, por ejemplo.

A continuación, el ser en cuestión procederá a desarrollar un discurso que se podría definir por los siguientes puntos básicos:

1)    Comenzará demostrando que sabe tanto o más del tema expuesto que el propio conferenciante

2)    De haber un punto flaco básico en la metodología/razonamiento/modelo experimental, primero se asegurará de que el conferenciante lo confirme para a continuación hacer hincapié en ello e invalidar los resultados expuestos

3)    De estar de acuerdo con todo lo expuesto, ampliará los horizontes de las propuestas expuestas por el conferenciante, proponiendo nuevas vías de investigación y aconsejando cuáles deberían ser las metodologías adecuadas haciendo patente de nuevo su superioridad intelectual

4)    En cualquiera de los casos, se dirigirá siempre de manera directa, sin ningún tipo de tacto, no saludará antes ni después y procederá a volver a sentarse en su sitio al formular la última pregunta sin esperar a que el orador termine de responder

11:45 - Para cuando he terminado de confeccionar el anterior análisis pormenorizado de la etología del científico, me doy cuenta de que estoy encima del estrado con un puntero en la mano y frente a la primera diapositiva de mi presentación. Balbuceando, comienzo mi exposición y constato con horror que el dispositivo en mis manos no responde: la primera diapositiva sigue allí, impasible, llenándolo todo y desajustándose respecto al discurso que ya he empezado. Tras unos humillantes segundos, se me indica la localización de otro puntero que resulta ser el adecuado. Prosigo con mi exposición.

11:57 – Obsesionado con no alargarme en la exposición y que suene el terrible y desconcertante sonido del reloj que indica los últimos cinco minutos de tiempo, he acabado antes de lo previsto y ya me está preguntando el moderador de la sesión, a m i izquierda. Respondo su pregunta, más curiosa que peligrosa, sin mayor problema, y cuando vuelvo la vista al frente ahí está él, de pie frente al micrófono, abriendo su boca llena de preguntas y lanzándome inquisidoras cuestiones. Para dejar bien claro que podría haberlo hecho mejor, comienza diciendo algo así como  “tal vez no lo haya entendido bien, o lo has explicado muy rápido…”; en cualquier caso, consigo descifrar sus envenenadas palabras y completo mis explicaciones, debatiendo un rato acerca de algunos de los resultados. Al parece, consigo aplacar a la bestia y una vez satisfecha su sed de curiosidad y de humillación, vuelve a su guarida. Respondo una pregunta más proveniente de un anciano erudito de pelo canoso, piel rosada y saber infinito, para el que las fosfatasas no tienen secretos, y vuelvo a mi sitio para respirar tranquilo, guardar mis notas y disfrutar en completa y absoluta inconsciencia del resto de la jornada.

DÍA 4

9:30 - Despierto con un sobresalto: la habitación está completamente iluminada, mi acompañante y jefe no está presente, miro el reloj y me he dormido. Me duele la cabeza, estoy aturdido y llego muy tarde; de hecho, me he perdido las primeras sesiones. Desconcertado, me ducho, visto y parto hacia el recinto de conferencias sin poder desayunar (hace tiempo que sirvieron el desayuno en el hotel). Mi mayor temor es entrar en la sala y que mi jefe esté terminando su charla, fallándole como compañero de laboratorio y de alcoba.

10:00 - Afortunadamente, todavía falta para la charla jefil: tomo asiento, y me dedico a recapitular acerca de la noche anterior. Me asaltan recuerdos tan variados como escalofriantes, de comidas desenfadada, copitas de vino, risas con los colegas, y una serie de instantáneas en una habitación de hotel, en las que recurrentemente se infiltran escenas centradas en una botella de ginebra, rodajas de pepino y patatas fritas; una pancarta improvisada en la que se puede leer “I love Jindetrés!” (sustituyan "love" por un corazón trazado con pintalabios), una visita a una taberna donde el vino jamás abandonará mi copa y las viandas austríacas (patatitas, quesos, verduras y carne, y rebozado, sobretodo rebozado) desfilarán como en un buffet hipercalórico. Me viene también a la mente la imagen del prestigioso organizador de la conferencia riéndose a carcajadas, haciéndose fotos con todos los ocupantes de nuestra mesa, pidiendo más vino y retrasando la salida del autobús de vuelta.

Cuando las imágenes remiten de nuevo al hotel,  con un baño multitudinario en la piscina y todo el mundo desnudo en una orgía de magnitud  internacional, y finalmente tiene lugar una paliza entre varios conferenciantes al querido por todos Len Need, me percato de que estoy fantaseando y que en realidad a la vuelta de la taberna la noche acabó en un bareto de heavy metal totalmente fuera de lugar en aquella localidad diminuta y apacible. Esta vez sí, recuerdo la jarra de cerveza - más grande que mi ex-compañero de tesis, con el que estoy compartiendo risas, anécdotas, e ideas para experimentos y colaboraciones - y comprendo porqué me he dormido.

Sonriendo, vuelvo mi atención a las charlas, donde el erudito cariñosamente apodado “papá fosfatasa” nos deleita con el descubrimiento de una fosfatasa mitocondrial.

11:0018:00 – El día transcurre sin incidentes destacables. Las charlas se suceden, el sopor y el interés alternan sin casi apreciarse diferencia entre uno y otro.

18:3022:00 – Por razones ignotas para todos los asistentes, la organización ha decidido que son necesarias varias horas, con la cena servida de por medio y en el mismo recinto, para que los asistentes presenten sus posters. Es un espectáculo dantesco, pobres predoctorales nerviosos responden tartamudeantes los interrogatorios despiadados a los que les someten los jefazos internacionales, algunos de ellos toman notas, otros directamente fotografían los posters deslumbrando a los defensores de sus pósters con el flash, y carcajeándose impunemente mientras los pobres se frotan los ojos llorosos. Otros, más veteranos, se han limitado a colgar su poster y marcharse a por más vino, faltaría más.

Afortunadamente, la resaca del día anterior se me ha pasado bastante y me permito servirme una tímida copita de vino tinto mientras curioseo los trabajos expuestos y charloteo con colegas y amigos.

2:30 – Tras cerrar de nuevo el bar de heavy metal, entro tímidamente en la habitación bastante mareado y preocupado por no tropezar, por el amor de todas las fosfatasas, no tropezar con cualquiera de los muebles y caer de golpe sobre mi acompañante (y jefe) plácidamente dormido.

Como no consigo aclararme en la oscuridad, termino durmiendo acurrucado en un rincón de la moqueta junto al mini bar.

Concluirá

6 comentarios:

  1. Uff, qué mal lo he pasado leyendo la parte de tu exposición...
    Después de todo parece que el Len Need no se portó demasiado mal contigo ¿no? Definitivamente confirmo que uno empieza a disfrutar del congreso cuando "sueltas el rollo" ;-)

    ¿Durmiendo en la esquinilla de la habitación??? jejejeje. Espero el final con impaciencia

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  2. I have two questions:
    -De cual de todos los machotes investigadores provenía el pintalabios con el que pintasteis el corazón de la bandera?
    -Seguro que cuando volviste a la habitación, ebrio, indefenso y psicológicamente influenciable no pasó nada más?
    Esperamos con ansia el desenlace

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  3. I have three cuestions too: were coño is Len Need in google?... te lo has make it up?... is not eso?...
    ...and a comment:
    I hope que lo del la siesta close del minibar perrillo lazarillo-like o borracho decrépito-like... sea también half inventao... si no morire de risa, truly, te lo swear.

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  4. "Colgar el póster e ir a por vino" <- MUY FAN

    Buenísima la narración. Joe, te lo has pasado teta.

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  5. Jejeje... qué divertido es esto de mezclar anécdotas reales con hipérboles imaginarias, nadie sabrá nunca qué es cierto y qué fantasía. Sólo os digo que mucho de lo que parece inventado es real, y vicecersa.

    Amara, realmente tras ese momento de tensión la cosa cambia sustancialmente: a partir de ahí se disfruta mogollón.

    Pablunchu, el misterio del pintalabios probablemente se descubrirá en el especial de Reporteros que publicaré la semana que viene. Hasta entonces, dale al coco, dale...

    Banchsinger, evidentemente el nombre es un pseudónimo; cualquiera que asistiese al congreso (o a ediciones anteriores) lo conocerá. Ya te lo comentaré por privado, o puedes buscar en pubmed nombres parecidos relacionados con PTPs... no digo más, que me buscas la ruina!

    Por supuesto eulez, si de normal en los congresos se lo puede uno pasar bien, en esta ocasión además de presentar unt rabajo recién publicado y recibir durante el congreso noticia de aceptación de otro, coincidí con viejos compañeros de la tesis, de mi estancia en Manchester... fue una reunión productiva a nivel profesional y personal. Una gozada.

    A ver si tengo el desenlace para mañana. Gracias por comentar!

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  6. Siempre que sale un día maravilloso, aparece un Len Need, con ganas de cagartelo. El saber esquivarlos es un arte al alcance de muy pocos. Enhorabuena.

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