miércoles, 10 de agosto de 2011

El sueño de un laboratorio de verano

Vigésimo tercer día de mi experiencia becaria: sabía que no debería haber aceptado esa beca de prácticas del gobierno Chino, ya me pareció extraña una convocatoria para estudiantes sin licenciar con todos los gastos pagados, vuelo, alojamiento y dietas, debería haber sospechado... -Oh, no! Se acerca uno de los encargados de nuestro departamento.- Escondo el minúsculo lapicero y el pedazo de papel higiénico que utilizo como diario debajo de mi axila y continuo trabajando como si no sucediera nada, como si esto no estuviera pasando...
 


Cuando vi el anuncio en el tablón no me lo podía creer: prácticas remuneradas, ambiente humano, inmersión total en el trabajo de laboratorio, condiciones de seguridad, equipo de animación laboral, instalaciones climatizadas... el sueño de cualquier futuro científico. A los pocos días de enviar la solicitud ya había recibido un breve mensaje en mi correo en el que me confirmaban mi selección como beneficiario de la beca y el vuelo con el que debía partir ipso facto para iniciar mi formación en el lejano Oriente. Tras el vuelo de sopotocientas horas en clase turista aprovecho la pausa hasta que llegue el “transporte oficial” que nos debe conducir al recinto para estirar mis maltrechos huesos y eliminar contracturas de músculos que ni siquiera sabía que tenía. Mientras, observo a mis futuros compañeros de prácticas, un amasijo intercultural de caras soñolientas, pelos despeinados y todos presentando de forma incipiente los rasgos característicos de un científico de laboratorio: espalda arqueada, gafas con cristales de grosor superior a la media, condición física tirando a nula y un interés cada vez menor por las tendencias estéticas, ni tan siquiera conservando las normas combinatorias básicas que prohíben tajantemente rayas con cuadros, sandalias con calcetines y otras aberraciones de la naturaleza.

Durante el transporte en el “vehículo oficial” (que se parece peligrosamente a un autobús escolar americano de los años sesenta que no ha superado una revisión desde esta misma época) entablo conversación con los demás becarios y constato una extraña verdad: ninguno de los presentes destacamos por tener un expediente brillante, ni tan siquiera moderadamente bueno, tampoco tenemos experiencia previa, ni referencias; somos lo que se diría del montón, pertenecientes a esa gran mayoría que constituye el vulgo común de los estudiantes de ciencias, aquellos cuyas desapariciones puntuales no llamarían la atención de la comunidad científica... Atravesamos un perímetro vallado por el que patrullan un par de guardias con cara de pocos amigos y muchas víctimas hasta llegar al que será nuestro lugar de trabajo durante los dos próximos meses: un gran edificio con aspecto de fábrica de la revolución industrial, rodeada toda ella de una atmósfera polucionada que forma unos densos nubarrones que impiden el paso de la luz del Sol (“Mira, como en Mordor!”-apunta uno de mis compañeros. Tomo nota mentalmente de su aspecto para evitar en lo posible todo futuro contacto con dicho individuo).

Sin darnos tiempo a recoger nuestro equipaje nos dirigen casi a empujones hacia el interior del recinto. Dentro el clima es equivalente al de una jungla amazónica en pleno agosto; algo similar al calor de Jerez de la Frontera, pero desprendiendo un litro de sudor cada vez que realizas el más mínimo esfuerzo físico. Nos distribuyen en bancadas de laboratorio tan largas como alcanza la vista, con apenas un par de palmos de separación con mis vecinos. Frente a mí, un folleto explicativo en el que se detallan las condiciones esbozadas en la convocatoria de la beca. Comienzo a entender por qué hemos sido seleccionados pese a nuestro mal expediente, a la par que descubro el peculiar sentido del humor de nuestros amigos orientales:

-Ambiente humano: apenas puedo estirar los brazos sin introducir uno o más dedos en la boca, ojos u otras aberturas faciales de mis compañeros de bancada.

-Inmersión total en el trabajo de laboratorio: media jornada laboral asiática estándar (12 horas) en las que no se incluyen, contemplan ni permiten, pausas para comer, ir al baño o hurgarse la nariz.

-Condiciones de seguridad garantizadas: verjas, cámaras y los simpáticos guardias que observé al llegar garantizan que nadie decida renunciar a la beca antes del final del periodo estival.

-Instalaciones climatizadas: temperaturas estabilizadas en torno a los 38 ºC, con una humedad del 95%.

-Equipo de animación laboral: también denominados entre susurros “los gorilas”, por su parecido simiesco que nos hace sospechar en su ascendencia un cruzamiento contra natura entre especímenes alejados de primates superiores o que sus padres eran primos. Pese a su aparente limitación intelectual tienen un repertorio francamente creativo para animar a los trabajadores, entre el que destacan frases como: "quiero esas minis para ayer!", "pipetead más rápido!", "hasta mi abuela lisa esos extractos con más brio que tú!", "sonica bien, o el próximo órgano que entrará en el aparato no te gustará nada!".

-Espectáculos semanales para inspirar la motivación del personal: cada domingo los trabajadores menos eficientes son arrojados a un foso de arena en el que se tienen que enfrentar a un surtido de animales genéticamente modificados de entre los que destacan, por su crueldad, su instinto asesino y sus ansias de sangre, los conejitos blancos de Nueva Zelanda ("Como el Rancor de Star Wars!", repite el energúmeno, con menos brío que la vez anterior).

A partir de aquí los días se suceden como un continuo, la falta de sueño, las carencias nutricionales y el exceso de trabajo hacen que mi cerebro entre en una especie de “modo de ahorro energético” en el que se suspende cualquier forma de dispersión intelectual para centrarse en el trabajo físico. Cuando me doy cuenta estoy en el avión de vuelta, con unos cuantos quilos menos, oliendo como si llevara un mes duchándome en TEMED y perfumándome con beta mercaptoetanol, y toda clase de ticks maníaco-compulsivos. Es 9 de septiembre, el verano ha acabado y solo quedan dos días para empezar el nuevo curso. Creo que aprovecharé para hacer los deberes que tenía pendientes y escribir un post en el blog.


Este post participa en el biocarnaval de verano (2ª parte). Blogs Anfitriones ¡Jindetres,Sal! , Marimarus Blog, Micro Gaia y Feelsynapsis.

4 comentarios:

  1. Madre mía, creo que pasas demasiado tiempo en compañías científico-perniciosas, compañero...

    Todos intentando promocionar la ciencia como profesión, y tú te dedicas a espantar la mano de obra! Coñas aparte, espero que no tengamos muchos lectores asiáticos, o al menos que tengan sentido del humor.

    Cómo me he reído, cuando volvamos al labroatorio y tengamos que usar el TEMED o similares vas a ver qué descohone. Hasta que coja el látigo, claro.

    ¡Gracias por la aportación y por el gasto de imaginación!

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  2. Yo ya me empezaba a TEMED algo tipo pesadilla en Elm Street, y que no salias de esta... pero luego resulta que todo acaba como un campamento de escolares. Tengo que decir que me esperaba un final sanguinario, o por lo menos, tan dramático como lo son estas "bequillas de introducción" en la realidad, y no algo tan suavizado y pastelón... Aunque tengo que reconocer que a mi también me gustan los finales felices a pesar de su falsedad.

    a la próxima, no suavices tanto la cosa que luego la gente se piensa que esto es jauja.


    muy bueno el aporte si señor, me descojono vivo.

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  3. Enhorabuena por tu primera aportación narrativa!!
    Nada mal...aunque también opino que el final no es para nada el que se espera uno leyendo lo anterior...jaja. He tenido oportunidad de disfrutar de una de esas becas y puedo decir que en mi caso para nada ha sido una mala experiencia. Así que mano de obra no os espanteis que no siempre es para tanto!!!Eso sí, no ha sido en China y en ella nada de expedientes normalillos...
    Muy buenas las foto y la parte en la que explicas el peculiar sentido del humor de los organizadores asiáticos

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  4. Vaya, me ha salido por aquí un poco de todo, Dr. Litos y Anna dicen que soy un exagerado, Banchsinger que me quedo corto. De un modo u otro gracias a los tres, la verdad es que es mi primer intento de algo más narrativo, y aunque no esté especialmente orgulloso (excepto la parte del sentido del humor, como dice Anna , de esa sí que estoy safisfecho), tampoco me ha salido tan horrible.
    En breve alguna otra historieta!

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Como dijo Ortega y Gasset, "Ciencia es aquello sobre lo cual cabe siempre discusión"...

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